Misterio del gato desaparecido (5 page)

BOOK: Misterio del gato desaparecido
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—Oh, esta mañana ha ocurrido algo horrible —respondió Bets, contenta de poder expansionarse, y les contó toda la historia. Los tres niños se pusieron rojos de coraje al pensar que habían tratado así a la pequeña Bets. Daisy la rodeó con sus brazos y la abrazó.

—Pobrecita Bets —le dijo—. Continúa... ¿y qué pasó después?

Entonces Bets les habló de «Buster», explicándoles cómo había roto las perneras de los pantalones de Tupping. Los niños rieron de buena gana y acariciaron a «Buster».

—¡Bien hecho, sí, señor! —le dijo Pip—. Así es cómo hoy que tratar a ese viejo gruñón. ¡Bien hecho!

Fatty puso su brazo sobre los hombros de Bets.

—Hiciste muy bien en no decírselo a tu mamá —exclamó—. Quiero decir... que si no decimos nada ahorraremos muchos disgustos a Luke, porque se asustaría mucho si el policía fuera a interrogarle. Ya sabes cómo es... le asustan casi todas las personas mayores porque la mayoría se han portado mal con él.

—¡Mira que arrancar las plantas de Bets! —dijo Pip—. ¡Si fuera mayor sacudiría a Tupping hasta que se le saltaran los dientes!

Los otros rieron. Todos sentían lo mismo al pensar en la pobrecita Bets tan asustada y en sus preciosas plantitas. «Buster» ladraba meneando la cola.

—¡Dice que hizo cuanto pudo para dar a Tupping su merecido! —dijo Daisy.

Los niños procuraron hacer todo lo posible para que Bets olvidara aquel mal rato. Todos se mostraron muy amables con ella. Larry fue enseguida a casa para pedir a su madre que le dejase arrancar algunas matas de fresas para Bets, y él mismo se las plantó en su jardincito, cosa que llenó de satisfacción a la niña.

Fatty le llevó un libro que compró con todo el dinero que tenía, y nunca lo dijo, lo cual era muy raro en él.

Daisy le regaló una de sus muñecas viejas, cosa que a Bets le gustó más que nada. Incluso Pip, que por lo general nunca tenía mucho tiempo para «el bebé de su hermanita» como él la llamaba, la llevó a dar un paseo por el jardín en su bicicleta. Así que en conjunto Bets lo pasó muy bien.

Los niños se preguntaban si Luke sufriría las consecuencias, y cuando a las cinco oyeron su silbido familiar, corrieron a la puerta para verle antes de que se volviera a casa.

—¡Luke! ¿Cómo descubrió Tupping que le habías dado las plantas a Bets? ¿Te han reñido? ¿Sabes que estuvo asustando a Bets?

—Pobrecita Bets —respondió Luke—. Yo no sabía que estaba en casa, o de lo contrario hubiera ido detrás del viejo Tupping. Creí que os habíais marchado todos. Oí los timbres de vuestras «bicis». Cuando volvió Tupping y me dijo que había ido a buscar a Bets y que le arrancó todas las plantas, me hubiera gustado pegarle, pero él hubiera ido a dar parte al señor Goon, el policía, y entonces, ¿de qué me hubiera servido?

—¿Te riñó mucho? —le preguntó Bets—. ¿Cómo lo descubrió?

—Debió decírselo la señorita Tembleque, la muy tonta —dijo Luke—. Sí, claro que me regañó. Me tiró de las orejas y hoy he tenido que trabajar de firme. Ojalá pudiera marcharme.

—Ojalá —exclamó Larry—. ¿Por qué no puedes?

—Pues es mi primer empleo, ¿sabes?, y hay que conservarlo el mayor tiempo posible —dijo Luke—. Y además hay otra cosa... apuesto a que Tupping daría malos informes si le denunciara, y no podría encontrar otro trabajo. Además tendría que habérmelas con mi padrastro. Ya sabéis que le doy la mitad de mi sueldo.

—Ya tienes bastantes complicaciones, Luke —exclamó Daisy—. Ojalá pudiera ayudarte.

—Bueno, ya lo hacéis en cierto modo —dijo Luke—. Yo os cuento mis cosas, ¿no? Ya no tengo que guardármelo todo para mí, como antes. Es agradable poder hablar con alguien. ¡Mirad, ahí está Goon, el policía del pueblo!

El señor Goon se acercaba por el camino con su rostro coloradote y sus ojos saltones de sapo.

—¿Irá a ver al señor Tupping? —exclamó Bets, alarmada.

—No lo sé —replicó Luke, también preocupado. Los policías le daban miedo, y el señor Goon no era precisamente simpático.

—Me pregunto si hoy también nos dirá que nos larguemos —susurró Daisy—. ¿Recordáis cuántas veces nos gritó «Largo de aquí» durante las vacaciones de Pascua. ¡El horrible Ahuyentador!

El señor Goon se acercaba lentamente a ellos. Los niños le observaban y «Buster» gruñó. El policía hizo como si no los viera. No sentía la menor simpatía hacia aquellos niños desde que habían resuelto un misterio que él no pudo descubrir.

De pronto «Buster» corrió hacia el señor Goon y comenzó a ladrarle en los tobillos. No intentó morderle ni arañarle, pero le asustó lo mismo.

—¡Lárgate! —dijo el señor Goon a «Buster» en tono amenazador—. ¿Has oído? ¡Largo!

—¡Ven aquí, «Buster»! —exclamó Fatty, pero no con demasiado mando.

«Buster» no le hizo caso. ¡Qué día más estupendo! Primero el señor Tupping y ahora el señor Goon. ¡Oh, qué osado era aquel pequeño «scottie» negro!

—¡Lárgate! —exclamó el señor Goon, y Luke lanzó una de sus sonoras carcajadas cuando «Buster» esquivó limpiamente un puntapié. El policía le miró.

—Eh, tú —le dijo—. Ya verás lo que te ocurre si te ríes de la ley. ¿Qué estás haciendo aquí? ¡Lárgate!

—Es amigo nuestro —dijo Fatty—. ¡Vamos, «Buster»!

El señor Tupping, al oír las voces y los ladridos, apareció en la entrada del jardín y en el acto reconoció a «Buster».

—Será mejor que dé usted parte de que este perro me arrancó un pedazo de mis pantalones... mire —le dijo Tupping al policía—. Es un perro peligroso.

De pronto descubrió a Luke.

—¿Qué estás haciendo aquí en vez de irte a tu casa? —le preguntó, y Luke desapareció enseguida por el camino. No deseaba tener cuestiones con el señor Tupping ni con el señor Goon.

«Buster» regresó al lado de Fatty, quien le cogió en brazos.

—Es un perro muy peligroso —volvió a decir Tupping-—. Si desea más detalles, señor Goon, se los daré.

El señor Goon no tenía intención de denunciar a «Buster» porque sabía que la denuncia iría a parar a manos del inspector Jenks, que era muy amigo de los niños. No obstante no había el menor inconveniente en fingir que «sí» iba a denunciar a «Buster» por ser peligroso y estar en libertad de manera que sacó su gran libreta de notas, un lápiz grueso y comenzó a escribir lenta y solemnemente.

Los niños estaban bastante alarmados, y regresaron enseguida al jardín de Pip. Bets miraba a «Buster» con los ojos muy abiertos por el miedo.

—¿Podrían... podrían encerrar a «Buster»? —preguntó temerosa, y quedó muy aliviada al ver que los otros se echaban a reír.

—Claro que no —dijo Fatty—. Nunca he visto que ningún perro fuera a la cárcel, Bets. ¡Así que no te preocupes por el bueno de «Buster»!

CAPÍTULO VI
«REINA MORENA» DESAPARECE

A partir de aquel momento empezaron a ocurrir cosas con gran rapidez, y de pronto los Cinco Pesquisidores descubrieron que se hallaban ante un misterio de primera clase que debían resolver.

Aquella mañana los niños jugaron en el jardín y hubo muchos gritos y alaridos porque estuvieron haciendo de piel rojas. Al cabo de un rato, el juego se hizo demasiado agitado para Bets, quien pidió ser una «squaw» en su «wigwam». ¡Sería menos terrible que ser capturada y escalpada, o atada a un árbol y muerta a flechazos!

Aquella tarde, la señora Hilton, madre de Pip, fue a tomar el té con lady Candling, quien había regresado ya a la casa vecina para pasar las vacaciones.

—Podéis merendar en el jardín —dijo a Pip—. Daisy, tú cuida de que todos se porten bien y si no tenéis bastante merienda ve a pedir a la cocinera, pero «con educación»... recuérdalo... que os dé más pan con mantequilla.

—Sí, señora Hilton. Muchísimas gracias —replicó Daisy.

Los niños vieron salir a la mamá de Pip a las tres y media elegantemente vestida. Ellos se alegraron de no tener que vestirse para tomar el té. ¡Era mucho mejor merendar en el jardín en calzones cortos!

Fue una merienda estupenda, y por dos veces fueron a pedir a la cocinera más pan y mantequilla. Fue Daisy quien se acordó de pedirlo con cortesía. Había ciruelas maduras y ciruelas ácidas, de manera que fue una merienda espléndida.

Después de merendar regresó la señora Hilton con aire preocupado, y fue directamente a donde estaban los niños.

—Niños —les dijo—, ¿qué os figuráis que ha ocurrido? ¡Esa gata tan preciosa que se llama «Reina Morena» ha desaparecido! Lady Candling está muy disgustada porque vale mucho dinero. Y lo más terrible de todo es que... puede que la haya robado Luke.

—«¡Mamá!» —exclamó Pip, indignado—. Luke es amigo nuestro. ¡Él nunca haría una cosa semejante!

—¡Él no ha sido, él no ha sido! —gritó Bets.

—Oh, señora Hilton —dijo Fatty con fervor—. ¡No creo que haya sido Luke!

—Yo no he dicho que «haya sido él» —replicó la señora Hilton—, sino que puede haber sido él. Y al parecer todas las circunstancias le señalan como el único que pudo hacerlo.

—Pero eso no es posible —dijo Daisy—. Es tan honrado como la luz del día. Es mucho más probable que haya sido ese odioso Tupping.

—Tupping ha estado toda la tarde fuera con el señor Goon, el policía, quien, al parecer, es amigo suyo —explicó la señora Hilton —.De manera que es imposible que la robara él.

Los niños miraban a la señora Hilton sorprendidos e intrigados. Fatty se hizo cargo de la situación y habló cortésmente con la señora Hilton.

—Luke es un buen amigo nuestro, señora Hilton, y si se encuentra en un apuro hemos de ayudarle. Estoy seguro de que él no tiene nada que ver con la desaparición de «Reina Morena», nada en absoluto. Por favor, ¿quiere usted contarnos toda la historia? Esto parece otro misterio y los Cinco Pesquisidores pueden aclararlo otra vez.

—Mi querido Federico, no hables con tanta presunción —replicó la señora Hilton bastante impaciente—. Y por lo que más quieras no empecéis a meteros en esto que nada tiene que ver con vosotros. Sólo porque hayáis resuelto un misterio no es razón para que penséis intervenir en todos los que surjan.

Fatty enrojeció. No le gustaba que le reprendieran en público.

—Mamá, por favor, cuéntanos lo que ha ocurrido —dijo entonces Pip.

—Pues —comenzó la señora Hilton—, esta mañana la señorita Harmer se marchó para pasar el día fuera, después de dar de comer a los gatos y de limpiarles sus jaulas. «Reina Morena» estaba en la jaula grande con otros gatos. La señorita Harmer fue a tomar el autobús de las diez. Antes de la una, la señorita Trimble fue con lady Candling a ver qué tal estaban los gatos, y Tupping les mostró a «Reina Morena» Ya sabéis lo bonita que es.

Los niños asintieron.

—Continúa, mamá —dijo Pip—. ¿Fue ésa la última vez que vieron a «Reina Morena»?

—No —respondió su madre—. La señorita Trimble fue a enseñarme los gatos a las cuatro, poco antes de merendar... y entonces «Reina Morena» estaba allí con los otros.

—¿Cómo lo sabes, mamá? —preguntó Pip—. ¿Cómo puedes asegurar que uno de ellos era «Reina Morena» si todos son exactamente iguales?

—Lo sé —dijo la señora Hilton—, pero parece ser que a «Reina Morena» le mordieron en la cola, donde le crece un mechón de color crema en vez de castaño oscuro. La señorita Trimble me indicó... muy curioso. A las cuatro estaba sana y salva en su jaula.

—Continúa —dijo Pip.

—Tupping regresó a las cinco acompañado del señor Goon, el policía del pueblo —prosiguió la señora Hilton—. Enseñó al señor Goon sus tomates premiados, y luego los gatos. ¡Y entonces fue cuando el señor Tupping descubrió la desaparición de «Reina Morena»!

—¡Caramba! —exclamó Fatty—. Entonces debió desaparecer entre las cuatro y las cinco, señora Hilton.

—Sí —contestó la mamá de Pip—. Y como Luke es el único que estuvo en el jardín, temo que resulte sospechoso. Él sabía que esa gata valía mucho dinero. Tupping dice que el muchacho robó algo el otro día también... matas de fresas o no sé qué tontería por el estilo.

Bets se puso como la grana y las lágrimas acudieron a sus ojos. ¡Dichosas plantas! Se preguntaba si debía hablar de ellas a su madre, pero Fatty la miró frunciendo el ceño para advertirle que no lo hiciera.

—Pues eso es todo —dijo la señora Hilton quitándose los guantes—. Pero me temo que ahora vuestro amigo Luke se verá comprometido. Me pregunto adonde llevaría la gata. Nadie la vio entre las cuatro y las cinco, de manera que supongo que debió ponerla en una cesta y llevársela a cualquier parte.

—¡Mamaíta, Luke no ha sido! —exclamó Bets—. Tú no sabes lo amable y honrado que es. Me ha regalado muchos silbatos hechos por él... y además esta talla de «Reina Morena» ¡Mira!

—Ojalá no tuvierais estos amigos tan extraordinarios —replicó su madre sin mirar siquiera el gato de madera— Aún no sois lo bastante mayores para saber si uno es o no realmente honrado. Os ruego que no volváis a hablar con Luke.

La señora Hilton se dirigió a la casa desapareciendo en su interior, y los niños se miraron unos a otros con desaliento.

—Es inútil decir: «No habléis más con Luke» —dijo Fatty—. Tenemos que hablarle. Es nuestro amigo, y nos ha ayudado muchísimas veces... y a «Buster» también. Ahora tenemos que «ayudarle» nosotros.

Los demás estuvieron de acuerdo. Se sentaron para reflexionar sobre los acontecimientos y cambiar de impresiones.

—Alguien debe haber robado a «Reina Morena», de eso no cabe duda —dijo Fatty—. Parece como si no hubiera podido ser otro que Luke, pero como nosotros estamos plenamente convencidos de que no ha sido él, así que, ¿quién pudo ser?

—¡Busquemos pistas! —exclamó Bets recordando lo emocionante que había sido el buscarlas para aclarar el último misterio que resolvieron.

—¡Hagamos una lista de sospechosos! —dijo Daisy—. Como otras veces.

—Me parece que ahora los Cinco Pesquisidores pueden ponerse a trabajar otra vez —dijo Fatty dándose importancia—. Propongo...

—Escucha —intervino Larry—, te olvidas de una cosa, Fatty. Soy «yo» el jefe de los Pesquisidores y no tú.

—Está bien —replicó Fatty dolido—. Adelante entonces. Pero yo soy más inteligente que tú. El curso pasado fui el primero de mi clase y...

—Cállate, Fatty —exclamaron todos menos Bets. Pareció como si Fatty estuviera dispuesto a marcharse, pero estaba demasiado interesado por aquel misterio para continuar enfadado mucho tiempo, y pronto los cinco niños estaban discutiendo acaloradamente sus planes.

—Vamos a revisarlo todo con claridad —propuso Daisy—. «Reina Morena» estuvo con los otros gatos hasta las cuatro, porque a esa hora la vieron la señorita Trimble y la mamá de Pip. Y no estaba allí cuando el Ahuyentador y Tupping fueron a verlos a las cinco. De manera, que durante esa hora, alguien debió acercarse a la jaula, abrirla, sacar a la gata, volver a cerrarla, y luego huir con ella yendo a entregarla a alguien, o a esconderla en otro sitio.

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