Misterio del gato desaparecido (6 page)

BOOK: Misterio del gato desaparecido
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—Bien —dijo Larry—. Lo has expuesto con toda claridad, Daisy.

—La pregunta siguiente es: ¿Quién puede haberla robado? ¿Quiénes pueden ser sospechosos? —dijo Pip.

—Pues, supongo que la señorita Trimble pudo haber bajado al jardín para llevarse a «Reina Morena» —dijo Fatty—. Claro que no es muy probable, porque la señorita Trimble, pobrecilla, es de esa clase de personas que se desmayan si un día echan una carta al correo sin sello. ¡Lo soñaría toda la noche! No obstante, hemos de tener en cuenta a todo el que tuvo oportunidad» de robar a «Reina Morena».

Larry sacó un librito de notas.

—Yo iré anotando los nombres —dijo—. La señorita Trimble es sospechosa. ¿Y qué me decís de lady Candling?

—Ella no tiene por qué robar su propio gato, tonto —replicó Daisy.

—¿Por qué no? —intervino Larry—. Puede que lo tenga asegurado contra robo. Y ya sabéis que en ese caso podría sacar mucho dinero. Tenemos que pensar todas estas cosas —y escribió el nombre de lady Candling.

¿Y Tupping? —preguntó Bets.

Larry meneó la cabeza con pesar.

—No, Bets. Me encantaría poder anotarle; pero si estuvo con el Ahuyentador toda la tarde, no podemos sospechar de él. ¿Y la señorita Harmer? ¿No es posible que regresara secretamente para robar la gata? Ella sabía muy bien lo valiosa que es «Reina Morena»...

Aquélla era una idea nueva. Todos pensaron en la rechoncha y sonriente señorita Harmer. No parecía capaz de robar un gato valioso a su ama. No obstante... su nombre fue a engrosar la lista de sospechosos.

—Tendremos que averiguar dónde estuvo la señorita Harmer entre las cuatro y las cinco de esta tarde —dijo Pip.

—¿Quiénes más hay en la casa? —preguntó Daisy—. Tenemos a la señorita Trimble, lady Candling, y la señorita Harmer. ¿Qué me decís de la cocinera y la doncella de la casa vecina? Pudieron tener oportunidad de ir a la jaula y sacar a «Reina Morena», ¿no?

—Nunca he visto a la cocinera ni a la doncella —replicó Pip—. Ni ninguno de nosotros. Habrá que averiguarlo también. ¡Cielos, tenemos un buen número de sospechosos! ¡Tendremos mucho quehacer!

—La única persona lo bastante horrible como para hacer una cosa así es Tupping... y es el único de quien no podemos sospechar —dijo Bets con pesar—. Bueno, ya no hay más sospechosos, ¿verdad?

—Tendremos que poner a Luke —dijo Larry—. Ya sé que «no» sospechamos de él... pero Tupping le ha acusado del robo, así que tenemos que anotarle. Podemos tacharle en cuanto queramos.

Así que el nombre de Luke ingresó en la lista. ¡Pobre Luke! Siempre le ocurrían cosas.

—Vamos a llamarle —dijo Larry—. Aún no ha regresado a su casa, pues antes nos habría avisado con su silbido para contárnoslo todo.

Así que fueron hasta la tapia y silbaron la melodía especial que ellos y Luke empleaban para comunicarse, pero aunque silbaron y silbaron nadie acudió. ¿Qué estaría haciendo Luke?

CAPÍTULO VII
LUKE EN APUROS

Los cinco niños estaban sentados encima de la tapia, mientras «Buster» arañaba los ladrillos de la parte baja. ¿Qué hacer?, se preguntaban. Pip consultó su reloj.

—Sólo son las seis menos cuarto —dijo—. ¿Es «posible» que Luke se haya ido a casa? No; hubiera hablado primero con nosotros, estoy seguro.

—Tal vez le esté interrogando el Ahuyentador —dijo Fatty. Esto era ya más probable y los niños desearon poder averiguarlo.

Fatty tuvo una idea.

—Escucha, Pip —le dijo—. «Tú», si quisieras, podrías averiguar lo que ocurre.

—¿Cómo? —quiso saber Pip.

—Pues tu mamá acaba de tomar el té en la casa vecina, ¿no? —dijo Fatty—. Podrías saltar la tapia e ir a ver lo que ocurre, y si alguien te viera y quiere saber lo que estás haciendo allí, podrías decir que tu mamá acaba de merendar con la señora y preguntar si por casualidad han encontrado su pañuelo en el jardín.

—Pero si no lo ha perdido —dijo Pip—, ¿No viste cómo lo sacaba del bolso cuando habló con nosotros? Olía muy bien.

—Claro que sí, tonto —replicó Fatty impacientándose—. Es sólo un pretexto. No necesitas decir que «ha perdido» su pañuelo, porque sabes que no es así... pero podrías decir: «¿No lo han encontrado por casualidad?» ¿No te parece?

—Fatty ha tenido una buena idea —dijo Larry—. Es el único medio para que uno de nosotros entre en ése jardín sin que pueda echarle el Ahuyentador o Tupping. Adelante, Pip. Salta y procura averiguar lo que ocurre. Date prisa. Es una gran suerte que tu madre acabe hace poco de tomar el té allí.

Pip estaba deseando ir... y al propio tiempo temía encontrarse con Tupping o el Ahuyentador. Saltó la tapia, saludó a los otros con la mano y desapareció entre los arbustos.

No había el menor rastro de Tupping. Pip pasó ante la casa de los gatos, pero tampoco allí había nadie. Se asomó a la jaula donde estuviera «Reina Morena» con los otros. Los gatos al verle comenzaron a maullar. Pip fue siguiendo el camino que bordeaba los invernaderos y luego se escondió entre los arbustos, pues había oído voces cerca.

Atisbo entre las ramas viendo un grupo de gente. Pip conocía a la mayoría.

«Ahí está lady Candling —pensó—. Y ésa es la señorita Trimble..., ¡qué trastornada está! Y ahí está Tupping, también muy satisfecho y dándose importancia... y ese es el Ahuyentador, el policía. ¡Oh, oh, y también está el pobre Luke!»

El pobre Luke estaba en el centro del grupo terriblemente asustado. El policía estaba frente a él, con el libro de notas en la mano, y Luke tartamudeaba las respuestas a las preguntas que le estaba haciendo el señor Goon.

Detrás estaban los dos criados, evidentemente la cocinera y la doncella, ambas muy excitadas. Se hablaban en voz baja y se daban codazos.

Pip se fue acercando. Ahora podía oír las preguntas que le disparaban al pobre y asustado Luke.

—¿Qué estuviste haciendo toda la tarde?

—Yo estuve... estuve... arrancando los guisantes viejos... en la parcela grande —tartamudeó Luke.

—¿Es ésa que está cerca de la casa de los gatos? —preguntó el señor Goon escribiendo algo en su libreta.

—S-s-s-sí, señor —replicó Luke.

—De manera que estuviste toda la tarde junto a los gatos —dijo el policía—. ¿Viste que alguien se acercara a ellos?

—La, la señorita Trimble vino a las cu-cuatro, con otra señora —dijo Luke, apartando sus revueltos cabellos—. Estuvieron unos minutos y luego se marcharon.

—¿Y qué «hiciste» de cuatro a cinco? —preguntó el señor Goon en tono amenazador.

Pareció como si Luke se fuese a desmayar de miedo.

—Na-na-nada, señor..., ¡sólo ca-ca-cavar! —tartamudeó—. Sólo ca-ca-cavar junto a la casa de los gatos. Y nadie se acercó por allí, ni un alma, hasta que usted y el señor Tupping vinieron a ver los gatos.

—«Y» descubrimos que «Reina Morena» había desaparecido —dijo el señor Tupping con voz fiera—. Bien..., señor Goon, está bien claro, ¿no? «Reina Morena» fue robada entre las cuatro y las cinco... y este niño declara que nadie se acercó a los gatos durante ese tiempo, excepto él mismo. Él cogió la gata... no hay duda... y se la entregaría a algún amigo suyo por un puñado de dinero. Este Luke es un mal muchacho, y lo ha sido siempre desde que está conmigo.

—¡Yo no soy malo, señor Tupping! —exclamó Luke encontrando de pronto su coraje—. ¡Ni jamás le he quitado nada a nadie! ¡He trabajado de firme para usted, y he soportado todo lo soportable! Usted sabe que jamás robaría un gato. ¡Aunque se me ocurriera pensarlo, tendría demasiado miedo!

—Basta, basta ya —dijo el señor Goon en tono fiero—. No hables de esa manera al señor Tupping. Lo que necesitan los muchachos como tú es una buena azotaina.

—Ah, ya procuraré que se la den —dijo el señor Tupping con voz terrible—. Hablaré con su padrastro. «Él» sabe muy bien cómo es ese mozalbete.

—Yo creo, Tupping —intervino lady Candling con su voz clara y profunda—, que no hay necesidad de decir nada al padrastro de Luke hasta que sepamos algo más de este extraño suceso.

Tupping quedó desconcertado. Se estaba divirtiendo tanto que casi había olvidado la presencia de lady Candling. Luke se volvió a su ama.

—Por favor, señora —le dijo en tono apremiante—, por favor, señora, le suplico que no crea lo que el señor Tupping y el señor Goon dicen de mí. Yo no he robado a «Reina Morena», ni sé dónde está. ¡Nunca me he llevado nada de su jardín!

—¡Eso es mentira! —exclamó el señor Tupping con aire de triunfo—. ¿Qué me dices de las matas de fresas?

Pip contempló horrorizado cómo el pobre Luke, que ya no podía soportar por más tiempo el miedo y la humillación, estallaba en grandes sollozos que estremecían su cuerpo en forma alarmante, y se cubría el rostro con los brazos.

—Déjenle volver a su casa —dijo lady Candling en tono amable—. Ya le ha interrogado bastante. Al fin y al cabo, sólo tiene quince años. Señor Goon, le ruego que se marche, haga el favor, y Luke, tú también puedes irte a casa.

El señor Goon no pareció muy satisfecho. Sentía no poder tratar a Luke como hubiera tratado a un hombre mayor. Sabía que su obligación era dejarle volver a su casa. Tampoco le gustó verse despedido por lady Candling. Aclaró ruidosamente su garganta, y dirigiendo una mirada de reproche a lady Candling, cerró su libreta.

—Tengo que hablar con tu padrastro —dijo en tono pomposo a Luke, quien se puso muy pálido al oír sus palabras. Su padrastro le daba mucho miedo.

—Yo les acompañaré —dijo el señor Tupping—. Es posible que el padre del muchacho pueda decirnos algo de sus amigos. Debe haber entregado a «Reina Morena» a alguno de ellos.

Así que el pobre Luke salió entre el señor Goon y Tupping, y de cuando en cuando seguía estremeciéndole un sollozo. Pip sintió odio hacia el policía y el jardinero. ¡Pobre Luke! ¿Qué podía hacer contra dos hombres como aquellos? ¡No tenía escape posible!

Pip ignoraba que ambos llevaban a Luke hacia el lugar donde él estaba escondido, y no tuvo tiempo de retirarse tras los arbustos más espesos para evitar ser visto, y el señor Tupping sorprendió su rostro asomando por encima de un rododendro.

Se detuvo, avanzó rápidamente entre los arbustos y agarró a Pip sacándole al camino.

—¿Qué «estás» haciendo aquí? —rugió—. Es uno de los niños de la casa vecina, señor Goon —dijo al sorprendido policía—. Siempre anda merodeando por aquí. ¡Voy a llevarle enseguida a que le vea la señora para que le dé un buen «rapapolvo»!

Luke miraba boquiabierto a Pip mientras éste era conducido rudamente por el enojado jardinero. Lady Candling al oír las voces se había vuelto para ver lo que estaba ocurriendo.

—Suélteme —dijo Pip furioso—. ¡Hombre odioso, suélteme! ¡Me hace daño en el brazo!

Tupping le estaba retorciendo el brazo a propósito y Pip lo sabía, pero le fue imposible soltarse. Pronto estuvieron ante lady Candling quien pareció muy sorprendida.

—He encontrado a este niño escondido entre los arbustos —dijo Tupping—. Siempre encuentro niños en el jardín. Son amigos de Luke. ¡Apuesto a que no ha venido para nada bueno!

—¿Qué estás haciendo en mi jardín? —le preguntó lady Candling en tono bastante severo.

—Mi madre acaba de tomar el té con usted, lady Candling —dijo Pip con su tono más cortés—. ¿No habrán encontrado su pañuelo por casualidad?

—¡Dios mío! ¿Eres tú Philip, el hijo de la señora Hilton? —preguntó lady Candling sonriéndole—. Me estuvo hablando de ti, y tienes una hermanita más pequeña, ¿verdad?, que se llama Bets.

—Sí, lady Candling —contestó sonriendo también—. Es una niña muy mona. Me gustaría traérsela algún día para que la viera, si usted lo permite.

—Sí, tráela —dijo lady Candling—. Tupping, ha cometido usted un lamentable error. Este niño ha venido a buscar el pañuelo de su madre. La señora Hilton ha estado tomando el té conmigo.

Pip se frotó el brazo arrugando su rostro como si le doliera.

—¿Te ha hecho daño Tupping? —exclamó lady Candling—. Cuánto lo siento. Tupping, al parecer ha sido usted muy rudo con este niño.

Tupping frunció el ceño. Las cosas no iban como él esperaba.

—Si encontramos el pañuelo de tu madre se lo enviaré enseguida —dijo lady Candling a Pip—. Y acuérdate de traerme a tu hermanita. Me gustan mucho las niñas. Me encantan.

—Si venimos, Tupping nos echará —exclamó Pip.

—¡De ninguna manera! —replicó lady Candling al punto—. Tupping, estos niños pueden entrar cuando quieran. Éstas son mis órdenes.

El rostro de Tupping se fue poniendo rojo como si fuera a estallar, pero no se atrevió a replicar a su ama. Giró sobre sus talones yendo a reunirse con el señor Goon y Luke que le aguardaban en el camino.

Pip estrechó la mano de lady Candling, y se despidió dándole las gracias. Luego fue detrás de Tupping.

—¡Luke! —gritó—. ¡Luke! ¡No pierdas la esperanza! Todos tus amigos te ayudaremos. ¡«Nosotros» sabemos que tú no has sido!

—¡Largo de aquí! —exclamó el señor Goon ahora realmente enfadado—. ¡Esto no es cosa tuya! ¡Siempre metiendo las narices en donde no te importa! ¡Fuera de aquí, he dicho!

Pero Pip no se marchó, sino que siguió detrás del señor Goon y fuera de su alcance estuvo bailando, gritando mensajes de aliento a Luke, molestando al policía y al jardinero hasta el límite.

Oyó que el señor Goon decía a Tupping que regresaría a última hora de la tarde para «echar un vistazo a la casa de los gatos».

«¡Oh! —pensó Pip—. Vendrá en busca de pistas que le ayuden a echar la culpa a Luke. Será mejor que las busquemos nosotros primero. Iré a decírselo inmediatamente a los otros.»

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