Mujercitas

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Authors: Louisa May Alcott

Tags: #Clásico, Drama, Romántico

BOOK: Mujercitas
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«Cuando me encargaron la traducción de
Mujercitas
me hice la pregunta que ahora, supongo, se harán muchos lectores: ¿por qué otra traducción de un texto tan conocido? Al poco de empezar el trabajo, comprendí que la respuesta era más interesante que la pregunta: porque no es cierto que conozcamos de verdad esta novela».

Así arranca el prólogo de Gloria Méndez a esta nueva traducción de la famosa obra de Louisa May Alcott; basada en el texto íntegro de la primera edición de 1808, con el añadido de muchos párrafos que se suprimieron en las versiones posteriores. El volumen incluye también la segunda parte de la historia, que la autora publicó en 1869 para dar respuesta a las muchas cartas de los lectores, interesados en saber cuál sería el destino futuro de las hermanas March, cuatro jovencitas que vivían en un pueblo de Nueva Inglaterra mientras la guerra civil hacía estragos en toda América.

Han pasado casi ciento cincuenta años desde aquel lejano 1868, pero la complicidad de Meg, Beth, Amy y Jo con las demás mujeres no ha muerto. Es más, autoras de la talla de Simone de Beauvoir y Joyce Carol Oates han sido admiradoras entusiastas de esas
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que en sus gestos y palabras resumen el espíritu de una época y aún hoy pueden regalarnos unas hermosas horas de lectura.

«Hay un libro en el que creí ver reflejado mi futuro:
Mujercitas
, de Louisa May Alcott… Yo quería a toda costa ser Jo, la intelectual. Compartía con ella el rechazo a las tareas domésticas y el amor por los libros. Jo escribía, y para imitarla empecé mis primeros cuentos cortos».

Simone de Beauvoir,
Memorias de una joven formal

Louisa May Alcott

Mujercitas

ePUB v1.1

nalasss
10.09.12

Título original:
Little Women

Louisa May Alcott, enero de 1868.

Traducción: Gloria Méndez

Ilustraciones: Frank T. Merrill

Diseño/retoque portada: Frank T. Merrill/nalasss

Editor original: nalasss (v1.0)

ePub base v2.0

PRÓLOGO

C
uando me encargaron la traducción de
Mujercitas
me hice la pregunta que ahora, supongo, se harán muchos lectores; ¿por qué otra traducción de un texto tan conocido? Al poco de empezar el trabajo, comprendí que la respuesta era más interesante que la pregunta: «Porque no es cierto que conozcamos de verdad esta novela». Se diría que ese es el peaje que pagan los clásicos: en el momento en que pasan a formar parte de nuestra memoria social, hablamos más de ellos de lo que los leemos.

Pocos serán los lectores que se acerquen a esta nueva traducción de
Mujercitas
sin una idea preconcebida sobre la obra o sin que esta despierte, antes de su lectura, emociones ajenas a la literatura. La mayoría se asoma al libro deslumbra-do por sus recuerdos de infancia. Es posible que haya leído una de las adaptaciones acarameladas y censuradas del texto que circularon durante años como única opción de lectura, o tal vez haya conocido a las hermanas March a través de alguna de las versiones cinematográficas de Hollywood. Sea como fuere, la conclusión es clara: si es usted un lector español, lo más probable es que no conozca la novela que Louisa May Alcott escribió, por la sencilla razón de que no le ha sido presentada íntegramente o, dicho de otro modo, porque la primera versión del texto, la publicada en Estados Unidos entre 1868 y 1869, en general no se utilizó para la traducción a otros idiomas y se prefirió tomar como referencia la edición revisada que apareció en 1880.

Esa es una de las razones de esta nueva traducción: restituir el texto original y ponerlo en manos del lector para que este pueda disfrutar leyendo sin recortes la historia de las cuatro hermanas March. Al hacerlo, descubrirá que esta primera versión es mucho más contundente y mordaz que la más popular, recortada por los propios editores de Alcott poco antes de su muerte, en 1880, para ajustaría al gusto del público femenino de entonces. En 1880 se suprimieron capítulos y se dulcificaron términos considerados excesivamente vulgares, de este modo fueron eliminadas gran parte de las reflexiones de la autora para concentrarse en la historia amorosa de las muchachas, quienes, si bien podrían verse como paradigmas de lo femenino, son en realidad un reflejo bastante fiel de las hermanas de Alcott. El personaje de Jo, la rebelde escritora que prefiere ser una solterona a casarse por dinero, está directamente inspirado en la vida de la autora. Porque Louisa May Alcott es una gran desconocida: la fama que le procuró
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nos hace olvidar con frecuencia que se trata de una pluma prolífica, con más de trescientas obras de distintos géneros. Empezó escribiendo cuentos muy joven, a los dieciséis años, pero no fue hasta los treinta y cinco cuando, gracias a
Mujercitas
, alcanzó el bienestar económico que tanto ansiaba y que le servía de acicate a la hora de escribir. La segunda de cuatro hermanas, Louisa creció con la doble dificultad de no tener prácticamente dinero y sí la obligación de ser una muchacha decente. Su padre, Bronson Alcott, era un filósofo y reformador educativo de ideas progresistas sobre la mujer y la esclavitud pero, hombre nada práctico, era incapaz de mantener a su familia. Angustiada por ese hecho, Louisa, al igual que luego lo hará Jo en su novela, se propone hacerse rica para salvar a su familia y lograrlo escribiendo: el éxito rotundo e inmediato de
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hizo de estos sueños una realidad.

En esta nueva traducción, el lector encontrará, por supuesto, a las cuatro hermanas, sus penurias, su visión optimista y bondadosa de la vida, la emoción de los primeros amores y todo lo que ya conoce, pero descubrirá también a una autora preocupada por denunciar el mundo que la rodea, un mundo que escondía sus miserias bajo los esplendores de las amplias faldas de señoras y señoritas en edad de merecer. Han pasado casi ciento cincuenta años desde la fecha de la primera edición de
Mujercitas
; nuestras faldas han tenido tiempo y ocasión de acortarse para luego volver al tobillo de sus dueñas unas cuantas veces, pero la complicidad de las cuatro hermanas con las demás mujeres no ha muerto. Sigue ahí, en esas charlas de media tarde delante de un buen café, en esas llamadas telefónicas largas como un día sin pan, en esas ganas de ver el mundo de cierta manera y luego contarlo con palabras muy nuestras.

Por eso quizá no me duelen las muchas horas dedicadas a este libro; traducir
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ha sido para mí como trabar amistad con cuatro mujeres de las que había oído hablar infinidad de veces, pero que solo conocía de vista. El esfuerzo ha merecido la pena, y espero que la merezca también para todos sus nuevos y viejos lectores.

G
LORIA
M
ÉNDEZ

julio, 2004

PRIMERA PARTE

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