Authors: Lauren Kate
Cam daba vueltas a un reloj de bolsillo dorado cuya cadena llevaba anudada al dedo índice. Luce siguió el movimiento del reloj por un momento, casi hipnotizada, hasta que Cam lo detuvo de golpe con la mano. Miró el reloj y luego alzó la vista para mirarla a ella.
—Lo siento. —Frunció los labios, confuso—. Pensaba que había reservado para la llamada de las siete. —Se encogió de hombros—. Pero debo de haberme equivocado.
Al mirar la hora, a Luce se le cayó el alma a los pies Apenas había intercambiado quince palabras con Callie... ¿Cómo podían haber pasado ya sus quince minutos?
—¿Luce? ¿Hola? —Callie parecía impaciente al otro lado del teléfono—. Estás un poco rara. ¿Hay algo que no me estás contando? ¿Ya me has reemplazado por alguna suicida del reformatorio? ¿Y qué me dices del chico?
—Chisss —Luce le siseó al teléfono—. Espera, Cam —lo llamó mientras mantenía el teléfono lejos de su boca. Él ya estaba a medio camino de la salida—. Espera un momento... Estoy—tragó saliva—, estoy acabando.
Cam se guardó el reloj en el bolsillo frontal de la americana negra y volvió sobre sus pasos en dirección a Luce. Arqueó las cejas y se rió al oír la voz de Callie saliendo cada vez más alta del auricular.
—¡Ni te atrevas a colgarme! —protestaba Callie—. No me has explicado nada. ¡Nada!
—No quiero fastidiar a nadie —le dijo Cam en tono de broma mientras señalaba el teléfono parlante—. Coge mi turno, ya me lo devolverás otro día.
—No —respondió Luce rápidamente. Tenía muchas ganas de seguir hablando con Callie, pero imaginaba que Cam tendría las mismas ganas de hacerlo con quienquiera a quien fuera a llamar. Y al contrario que la mayoría de las personas en aquel colegio, Cam se había portado muy bien con ella. No quería que perdiera su turno para telefonear, sobre todo ahora, que estaba demasiado nerviosa para hablarle de él a Callie.
»Callie —dijo suspirando—. Tengo que irme. Te llamaré tan pronto como... —Pero para entonces solo escuchó el vago zumbido del tono de marcar. El teléfono estaba programado para interrumpir cada llamada a los quince minutos. Entonces vio parpadear el 0:00 en el pequeño temporizador. No habían tenido tiempo ni de decirse adiós, y ahora habría de esperar una semana entera para llamar. El tiempo se alargaba en la mente de Luce como un abismo interminable.
—¿Tu mejor amiga? —preguntó Cam, apoyándose en el cubículo al lado de Luce. Todavía tenía sus oscuras cejas arqueadas—. Tengo tres hermanas pequeñas, casi puedo oler a las mejores amigas por el teléfono.
Se inclinó hacia delante como si fuera a oler a Luce, arrancándole una tímida sonrisa. Pero al instante se quedó inmóvil. Aquella inesperada cercanía hizo que le diera un vuelco el corazón.
—Déjame adivinar. —Cam se irguió y levantó la barbilla—. ¿Quería saberlo todo sobre los chicos malos del reformatorio?
—¡No! —Luce negó con vehemencia que pensara en los chicos... hasta que se dio cuenta de que Cam solo estaba bromeando. Se ruborizó e intentó seguir con la broma—. Quiero decir que... le he dicho que aquí no hay ninguno que sea bueno.
Cam parpadeó.
—Eso es justamente lo que hace que resulte emocionante, ¿no crees?
Él permaneció muy quieto, y Luce le imitó, con lo que el repiqueteo del reloj de bolsillo en su americana parecía sonar con una potencia inusitada.
Luce estaba como congelada al lado de Cam y entonces sintió un repentino escalofrío al percibir una presencia negra deslizándose por el vestíbulo. La sombra parecía jugar a la rayuela de forma deliberada en los paneles del techo, oscureciendo uno, luego el siguiente, y luego el otro. Maldita sea. Nunca era una buena idea estar a solas con alguien —y, sobre todo, con alguien que le prestaba tanta atención como Cam en ese instante— cuando llegaban las sombras. Sentía que se le escapaban tics nerviosos, por mucho que intentase mantener la calma mientras la oscuridad bailaba alrededor del ventilador del techo. Si solo hubiese eso, Luce podría haberlo soportado. Bueno, quizá. Pero la sombra también estaba haciendo el peor de los ruidos posibles, el mismo sonido que Luce había oído cuando una cría de búho se cayó de una palmera y murió aplastada. Deseó que Cam dejara de mirarla, deseó que ocurriera algo para que desviara su atención de ella, deseó que... Daniel Gregori apareciera.
Y, efectivamente, apareció. Salvada por el chico guapo con sus agujereados vaqueros y su aún más agujereada camiseta blanca. No tenía mucha pinta de salvador, encorvado bajo una pila de libros y con aquellas ojeras grises bajo los ojos grises. En realidad parecía un poco hecho polvo. El pelo rubio le caía sobre los ojos y, cuando se fijó en Luce y en Cam, Luce observó que los entrecerró. En ese momento estaba tan preocupada por lo que pudiera molestarle a Daniel que casi no se dio cuenta de la transcendencia de lo que había ocurrido: un segundo antes de que se cerrara la puerta del vestíbulo, la sombra se escabulló por la ranura y desapareció en la noche. Era como si alguien hubiera encendido una aspiradora y se hubiese llevado todo el polvo del vestíbulo.
Daniel les saludó con la cabeza, pero no se detuvo al pasar junto a ellos.
Cuando Luce miró a Cam, él estaba observando a Daniel. Se volvió hacia Luce y le dijo en un tono de voz excesivamente alto:
—Casi se me olvida decírtelo, Luce. Doy una pequeña fiesta esta noche en mi habitación, después del evento social. Me encantaría que vinieras.
Daniel todavía podía oírles. Luce no tenía ni idea de qué era eso del evento social, pero se suponía que antes debía encontrarse con Penn. En principio, iban a ir juntas.
Clavó su mirada en la nuca de Daniel; sabía que tenía que darle una respuesta a Cam con respecto a lo de la fiesta, y de hecho no tenía por qué resultar tan duro, pero, cuando Daniel se volvió y la miró con aquellos ojos a su parecer profundamente tristes, el teléfono empezó a sonar, y Cam se dispuso a descolgarlo al tiempo que le decía:
—Tengo que contestar. ¿Vendrás?
Casi imperceptiblemente, Daniel asintió con la cabeza.
—Sí —respondió Luce—. Sí.
—Todavía no entiendo por qué tenemos que correr —se quejaba Luce entre jadeos veinte minutos después. Intentaba seguir a Penn mientras caminaban a toda prisa por las instalaciones hacia el auditorio para acudir al misterioso Evento Social del Miércoles en la Noche, del que Penn aún no le había contado nada. Luce apenas había tenido tiempo de subir a su habitación, ponerse brillo de labios y sus mejores vaqueros, por si se trataba de ese tipo de evento social. Todavía estaba intentando recuperar el aliento tras su encuentro con Cam y con Daniel, cuando Penn irrumpió en su habitación y la arrastró afuera.
—Los que llegan tarde de forma crónica nunca son conscientes de lo mucho que les fastidian los planes a los puntuales y normales —le espetó Penn mientras caminaban por un tramo de césped bastante húmedo.
—¡Ja! —se oyó una risa a sus espaldas.
Luce se volvió y sintió que se le iluminaba la cara al identificar la figura pálida y flacucha de Arriane, que corría para alcanzarlas.
—¿Qué pajarraco te ha dicho que tú seas normal, Penn? —Arriane codeó a Luce y le señaló el suelo—. ¡Cuidado con las arenas movedizas!
Luce se detuvo con un chapoteo justo antes de aterrizar en un charco fangoso oculto en el césped.
—Por favor, ¡que alguien me diga adónde vamos!
—Miércoles en la noche —dijo Penn con sequedad—. Noche social.
—¿Hay... un baile o algo así? —preguntó Luce, mientras en su pista de baile mental ya veía a Daniel y a Cam moviéndose.
—Un baile en el que te morirías de aburrimiento. La palabra «social» es típica del doble lenguaje de Espada & Cruz. Verás, están obligados a organizar eventos sociales para nosotros, pero al mismo tiempo les aterroriza organizar eventos sociales para nosotros... ¡todo un aprieto! —gritó Arriane.
—Así que en lugar de montar algo decente —añadió Penn—, nos organizan eventos terribles, como noches de cine seguidas de disertaciones sobre la película o... Dios, ¿te acuerdas del último semestre?
—¿Cuando organizaron aquel simposio sobre taxidermia?
—Fue espeluznante —dijo Penn sacudiendo la cabeza.
—Esta noche, querida —dijo Arriane, arrastrando las palabras—, nos libraremos con facilidad. Todo lo que tenemos que hacer es roncar mientras nos pasan una de las tres películas que hay en la videoteca de Espada & Cruz. ¿Cuál crees que nos pondrán hoy, Penn perezosa? ¿
Starman
? ¿
Joe contra el volcán
? ¿O
Este muerto está muy vivo
?
—Toca
Starman
—gruñó Penn.
Arriane traspasó a Luce con una mirada de desconcierto.
—Lo sabe todo.
—Esperad un momento —dijo Luce mientras caminaba de puntillas por las arenas movedizas y bajaba la voz hasta convertirla en un susurro al acercarse al edificio principal—. Si ya habéis visto sus películas tantas veces, ¿por qué tanta prisa por llegar?
Penn abrió las pesadas puertas metálicas que daban al «auditorio», que, como pronto comprobó Luce, era un eufemismo para una vieja sala normal y corriente, con un techo falso bajo y sillas encaradas a una pared blanca y desnuda.
—Mejor que no te sientes en la silla eléctrica que hay junto al señor Cole —le explicó Arriane al tiempo que señalaba al profesor. Este tenía la nariz hundida en un grueso libro, rodeado por las pocas sillas vacías que quedaban en la sala.
Cuando las tres chicas pasaron por el detector de metales de la puerta, Penn dijo:
—Quien se sienta allí tiene que ayudarle a distribuir sus estudios semanales de «salud mental».
—Lo cual no sería tan malo... —terció Arriane.
—... si no tuvieras que quedarte hasta tarde para analizar los resultados —remató Penn.
—Y, por lo tanto, perdiéndote —prosiguió Arriane con una sonrisa mientras conducía a Luce hacia la segunda fila— la verdadera fiesta.
Por fin habían llegado al meollo de la cuestión. Luce dejó escapar una risita.
—Ya me han contado —dijo Luce, que por una vez sabía de qué hablaban—. Es en la habitación de Cam, ¿no?
Arriane miró a Luce un segundo y se pasó la lengua por los dientes. Luego miró más allá de Luce, casi a través de ella.
—¡Eh, Todd! —saludó, e hizo un gesto cursi con la mano. Empujó a Luce hacia una silla, reclamó para sí el asiento seguro que había al lado (aún dos sitios por detrás del señor Cole), y le dio unas palmaditas a la silla eléctrica—. ¡Ven a sentarte con nosotras, campeón!
A Todd, que se había quedado indeciso en la puerta, le alivió inmensamente que le dieran una orden, fuera la que fuera. Se dirigió hacia ellas, un poco incómodo. Cuando a duras penas había logrado sentarse, el señor Cole levantó los ojos de su libro, limpió sus gafas con el pañuelo y dijo:
—Todd, me alegra que estés aquí. Me pregunto si puedes hacerme un pequeño favor después de la película. Verás, el diagrama de Venn es una herramienta muy útil para...
—¡Qué mala eres! —dijo Penn asomándose entre Arriane y Luce.
Arriane se encogió de hombros, y sacó una bolsa de palomitas gigante de su bolso.
—Solo puedo ocuparme de algunos estudiantes nuevos —contestó, tirándole un grano de maíz a Luce—. Has tenido suerte.
Cuando apagaron las luces, Luce echó un vistazo a su alrededor hasta que sus ojos se posaron en Cam. Pensó en la breve puesta al día por teléfono con Callie, y en que ella siempre decía que mirar una película con un chico era la mejor forma de saber cosas sobre él, cosas que no saldrían en una conversación. Al mirar a Cam, Luce pensó que sabía qué quería decir Callie: había algo emocionante en mirar por el rabillo del ojo qué bromas le hacían gracia a Cam, para compartir su risa.
Cuando él la miraba, Luce apartaba la mirada de forma instintiva, avergonzada; pero en una ocasión, antes de que pudiera hacerlo, la cara de Cam se iluminó con una amplia sonrisa. No sintió ningún reparo porque la sorprendiera mirándolo. Al alzar la mano para saludarla, Luce no pudo evitar pensar que las pocas veces que Daniel la había sorprendido observándolo había ocurrido exactamente lo contrario.
Daniel apareció tarde, junto a Roland, cuando Randy ya había hecho el recuento y los únicos asientos libres estaban en el suelo, en la parte delantera de la sala. Atravesó el chorro de luz del proyector y Luce se dio cuenta por primera vez de que llevaba una cadena de plata en el cuello, con algún tipo de medallón oculto bajo la camiseta. Luego desapareció de su vista, ni siquiera podía ver su silueta.
Resultó que
Starman
no era muy divertida, pero sí lo eran las constantes imitaciones de Jeff Bridges que hacían los demás alumnos. A Luce le costaba concentrarse en el argumento. Además, empezaba a experimentar aquella incómoda sensación de helor en la nuca. Estaba a punto de ocurrir algo.
Esta vez, cuando llegaron las sombras, Luce las estaba esperando. Al contarlas, se dio cuenta de que aparecían a un ritmo alarmante, y no podía saber si era porque en Espada & Cruz estaba más nerviosa o... si significaba algo más. Nunca habían sido tan agresivas...
Surgían del techo del auditorio, luego se deslizaban a ambos lados de la pantalla y finalmente reseguían las líneas de las tablas del suelo como tinta derramada. Luce se cogió a su asiento y sintió que una oleada de miedo le recorría las piernas y los brazos. Tensó todos los músculos del cuerpo, pero no pudo evitar los temblores. Un apretón en su rodilla izquierda hizo que mirara a Arriane.
—¿Estás bien? —preguntó esta.
Luce asintió, y se pasó las manos por los hombros para fingir que solo tenía frío. Deseaba que fuera así, pero aquel frío en particular no tenía nada que ver con el aire acondicionado demasiado fuerte de Espada & Cruz.
Sentía que las sombras tiraban de sus pies bajo la silla. Siguieron haciéndolo durante toda la película, como un peso muerto, y cada minuto le pareció una eternidad.
Una hora más tarde, Arriane acercó su ojo a la mirilla de la puerta broncínea del dormitorio de Cam.
—¡Yujuuu! —dijo con voz cantarina— ¡La fiesta está aquí!
Del mismo bolso del que antes había sacado la bolsa de palomitas extrajo una especie de boa de plumas de color fucsia.
—Levántame —le ordenó a Luce, y le ofreció la pierna.
Luce anudó los dedos de ambas manos y los puso bajo la bota negra de Arriane. La observó encaramarse para cubrir la cámara de vigilancia con la boa, mientras apagaba el interruptor de la parte trasera.