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Authors: James Wesley Rawles

Tags: #Ciencia Ficción

Patriotas (33 page)

BOOK: Patriotas
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Durante los siguientes dos minutos todo permaneció más o menos en silencio. No se produjo ningún disparo; los defensores seguían parados en sus posiciones, esperando con cierto nerviosismo a que los posibles objetivos se presentaran por sí solos. Lo único que podían ver eran nubes de humo negro que se elevaban desde detrás del granero. A continuación, y con la misma velocidad con la que habían entrado, los dos vehículos que quedaban salieron a toda prisa de la parte más alejada del granero y tomaron el camino hacia la puerta. Todd, Mary, Dan y Rose, que estaban colocados en la parte de delante de la casa, tuvieron la oportunidad de disparar varias decenas de cartuchos a las camionetas mientras estas huían. Para su disgusto, solo unos pocos disparos alcanzaron su objetivo.

Lisa, que seguía disparando balas trazadoras, hizo unos cuantos blancos sobre los dos vehículos. Sorprendida, vio cómo el hombre que había usado las cizallas, y que ahora tan solo llevaba una pistola automática, corría detrás de las camionetas y agitaba los brazos. Lisa apuntó tranquilamente, con el bípode apoyado sobre el borde del hoyo. La visión del resplandor rojo de la bala trazadora al recorrer los doscientos veinte metros y alcanzar al hombre en la parte baja de la espalda le resultó de lo más inquietante, como si todo se estuviese produciendo a cámara lenta. El hombre cayó al suelo y comenzó a retorcerse de manera violenta. Lisa disparó dos veces más. Los rastros le permitieron ver que los disparos habían hecho blanco. El hombre tumbado en el suelo dejó de moverse.

Mike ordenó que todos recargaran las armas y permanecieran atentos. Tras hacer una llamada al puesto de observación, confirmaron que Lisa se encontraba bien.

—¿Has recargado tu arma? —preguntó Mike.

—Recibido —contestó ella con tono seco.

A continuación, Mike le preguntó si veía algo que se moviese o cualquier otra cosa fuera de lo normal detrás del granero.

—No, solo la camioneta que han dejado abandonada —contestó ella—. Las ruedas continúan ardiendo.

—¿Puedo ir a comprobar el estado de las dos camionetas? —le preguntó Dan a Mike.

—De ninguna manera —contestó Mike con firmeza—. Puede que hayan dejado a algún herido, o a algún rezagado. Si hay algún herido, dejémosle que se desangre. Tenemos todo el santo día.

Casi una hora más tarde, Mike envió una escuadra a examinar la zona. Para entonces, la camioneta que estaba junto a la esquina del granero había dejado de arder. La escuadra se movía a toda prisa, dividida en dos equipos de fuego, que iban cubriéndose el uno al otro en cada movimiento. No encontraron a nadie con vida. Además del cadáver del hombre en la carretera, encontraron a otro hombre muerto en la camioneta que había chocado contra la valla y dos cuerpos más detrás del granero. Ninguno de los dos llevaba encima sus armas. En la parte de atrás de la camioneta que había ardido a causa de los disparos de Lisa, había también un hombre imposible de reconocer: estaba completamente carbonizado.

Al revisar la camioneta que se hallaba más próxima a la casa, comprobaron que el conductor estaba tieso como un fiambre. Había sido alcanzado por al menos una decena de balas. En la cabina del vehículo encontraron un revólver Smith and Wesson modelo 66 de calibre.357 con un cañón de cuatro pulgadas. Afortunadamente no había recibido ningún disparo durante el tiroteo y se encontraba en perfecto estado. En la guantera aparecieron gran cantidad de mapas de carretera que posteriormente fueron analizados cuidadosamente, ya que estaban llenos de comentarios y anotaciones.

En la caja de la camioneta había cuatro contenedores hidráulicos, hechos de plástico, de quince litros cada uno y que aparentemente habían sido utilizados para transportar gasolina. Todos habían sido atravesados por las balas, pero ya los habían vaciado con anterioridad al tiroteo. También encontraron un saco de dormir, varias latas de cerveza (alguna agujereada también por las balas), una rueda de repuesto, tres revistas pornográficas y media caja de latas de atún.

Costaba mucho reconocer las cosas que había en el vehículo que había sido pasto de las llamas, y mucho más aún darle algún tipo de uso. El cargamento consistía básicamente en comida, en su mayor parte enlatada. El único objeto que se podía salvar era una llave para tuberías de cuarenta y cinco centímetros de largo. En la carretera, encontraron también abandonadas las cizallas. A menos de veinte metros del cadáver del hombre que Lisa había disparado en la espalda, encontraron una pistola Ruger P-85 de 9 mm en bastante mal estado. En los bolsillos del pantalón, el hombre llevaba una navaja Case, una funda de piel con un juego de ganzúas y dos cargadores de la pistola llenos. En el cinturón, llevaba también una pistolera de piel para la Ruger hecha a mano un poco de cualquier manera.

Por si acaso el grupo de saqueadores decidía tratar de vengarse, Mike ordenó que se instalara un segundo puesto de observación y escucha, y que se hiciesen también guardias en él durante los siguientes veinte días. Esto suponía una carga adicional para el grupo en su conjunto, pero tanto él como Todd consideraron que aquello era lo más prudente. El segundo puesto fue colocado en una colina poco elevada cerca del extremo oeste de la granja. Por tratarse de un puesto de carácter temporal, no se hizo ninguna excavación; tan solo consistía en una red de camuflaje con forma de diamante que estaba levantada en su centro a una altura de cuarenta y cinco centímetros. De esta forma, el observador tenía espacio suficiente para permanecer cómodamente tumbado. Un rollo de WD-1 se dispuso entre el nuevo puesto de observación y escucha y la casa. En el puesto se instaló un TA-1 que iba conectado a un segundo terminal que se colocó en la mesa de mando del cuartel.

Tras acabar de preparar el nuevo puesto, Todd convocó una nueva reunión del grupo, en la que solicitó a todos los miembros que reorganizaran sus mochilas «como equipos de emergencia», por si acaso el refugio era asaltado y tenían que salir de allí pitando. La mayoría de los integrantes del grupo prepararon una selección muy parecida a la que llevaba Doug Carlton cuando había llegado al refugio. En esa misma reunión, se discutieron varias opciones adicionales para mejorar la seguridad.

Todd colocó todos los objetos de los saqueadores que aún podían utilizarse en el mismo armario donde estaban las cosas que habían requisado el año anterior a la pareja de saqueadores caníbales. Lo que quedaba de las dos camionetas representaba un problema. Ninguna de las dos podía remolcarse, ya que las ruedas estaban destrozadas. En vez de fabricar una grúa, lo que hicieron fue colocarles temporalmente las ruedas de repuesto de los vehículos del grupo para así remolcarlas. Tras dejarlas en mitad de la arboleda que había detrás de la casa de Kevin Lendel, las colocaron encima de unos bloques de cemento para poder recuperar de nuevo las ruedas.

Necesitaron cuatro personas trabajando durante todo una jornada para arreglar la valla metálica. Lo primero que hicieron fue cortar y apartar las partes que estaban deterioradas. Lo siguiente fue enderezar dos de los postes y reemplazar otro por completo usando pedazos de tuberías que habían sobrado. A continuación, engancharon dos cables a un cabrestante, que engancharon a su vez a una rueda de trinquete, levantaron la parte de la valla que había quedado destrozada. Los parachoques de la camioneta que había sido acribillada y de la Power Wagon de Todd sirvieron como puntos de amarre para todo el proceso. Finalmente, la parte de la valla fue vuelta a colocar y quedó amarrada con tres vueltas de cable doblado sobre sí mismo para que resultase más resistente. El trabajo, una vez terminado, estaba muy lejos de resultar estéticamente aceptable, pero resultaba bastante funcional.

—Cutre pero efectivo —declaró Jeff Trasel al finalizar la reparación.

Mike Nelson quitó también el candado que habían cortado en la puerta que daba al camino y puso en su lugar el último de los candados Masters que le quedaban a Todd. Poco después, junto con dos hombres más cubriendo la zona, Lon soldó una pieza especial al poste de la verja, que estaba hecho de acero galvanizado. El refuerzo consistía en una tubería de tres pulgadas de diámetro que iría unida al candado de forma que fuera imposible cortarlo con una cizalla. La misma cadena estaba cubierta de un tipo de goma especial que se utilizaba normalmente para candar las motos y que Todd había comprado antes del colapso. El fabricante aseguraba que era imposible de cortar. Una vez estuvo acabado el trabajo, Mike fue a hablar con Todd.

—¿Piensas que volverán? —preguntó Todd.

—No sé qué decirte, Mike. Pero si lo hacen, no será nada fácil detenerlos. Una de dos, o intentarán atacarnos por sorpresa, o volverán con algo tan bien acorazado que podrán entrar por la fuerza sin que nuestras balas puedan impedírselo.

—Solo hay una manera de detener algo así, y es un poco de dinamita.

—Muy bien, Mikey, ¿por qué no pones a trabajar eso que tienes ahí debajo de la gorra y planeas algo para usar esas cositas que tenemos guardadas en el sótano?

Al día siguiente, Nelson empezó la construcción de la primera
fougasse,
una especie de cañón casero. Utilizó un tubo de seis pulgadas que encontró en el vertedero que había detrás del garaje. Todo lo que allí había lo habían dejado los antiguos propietarios de la granja. La tubería en cuestión era de las más grandes que había. Parecía de las que se usaban para canalizar los pozos de agua. Con la ayuda de Lon, Dan cortó dos metros de tubo. Después, con algunas de las piezas que habían sobrado tras acorazar las ventanas, soldaron en uno de los extremos una tapa de cuatro centímetros de grosor.

Con la ayuda de algunos de los que estaban por allí, Mike bajó la tubería hasta la puerta principal. Justo delante de esta había un pequeño montículo de tierra cubierto de hierba que tendría algo menos de dos metros de alto y unos cuatro y medio de diámetro, y que estaba a tres metros tan solo de la carretera. Daba la impresión de que era tierra que alguna excavadora habría dejado allí hacía algunos años después de hacer el camino de subida hacia la casa. Con la ayuda de un pico y dos palas, Mike y sus ayudantes marcaron una franja en la parte superior del montículo y cavaron luego una zanja de dos metros y medio de largo. La hicieron lo suficientemente ancha como para que cupiese el tubo, que tenía seis pulgadas de diámetro. A continuación, colocaron la tubería en la zanja, con la parte que estaba sin tapar de cara a la carretera. Mike se cercioró de que el tubo estuviese ligeramente inclinado hacia abajo.

La siguiente etapa en la construcción de la
fougasse
fue la más peligrosa. Mike bajó al sótano y sacó el más viejo de los tres estuches donde guardaba los cartuchos de dinamita de setenta y cinco por ciento de pureza, marca DuPont, y constató que la dinamita se encontraba en buen estado. Mike sacó nueve cartuchos y tras examinarlos exhaustivamente los puso en una caja de cartón que estaba medio llena de bolitas de poliestireno; luego le pasó la caja a Rose, que con gesto extremadamente atento (era la primera vez que manipulaba explosivos), los llevó muy despacio y con cuidado hasta la puerta principal.

—Apartad de en medio, que llevo carga peligrosa —gritó mientras ascendía por las escaleras que subían desde el sótano.

Todd, que estaba de pie en lo alto, se rió de buena gana.

—Tranquila, Rose —dijo bromeando—. No llevan los detonadores. —En el otro lado del sótano, Mike abrió con cuidado su caja de detonadores. En total, tenía ochenta y cinco. Cincuenta eran de tipo eléctrico, el resto de mecha.

—Ay, mis niños, ¿qué tal lo estáis pasando? —dijo en voz alta mientras los examinaba. Eligió dos de los detonadores eléctricos de marca Ensign-Bickford. Sujetando los detonadores por los cables, y con el brazo extendido, Mike subió con cuidado las escaleras, salió por la puerta delantera y bajó la cuesta hasta llegar a la puerta de la verja. Luego, con mucha delicadeza, dejó los detonadores en el suelo, a bastante distancia de la caja donde estaba la dinamita.

Mike volvió a subir la cuesta para coger los materiales que necesitaría para acabar el trabajo: cinco kilos de trozos de metal (la mayoría clavos doblados, material oxidado y cosas por el estilo), un kilo de vidrios rotos, la mitad de una bolsa de papel de supermercado llena de trapos, un carrete de cable de comunicaciones WD-1, un par de tenazas para cable, un rollo de cinta aislante de color negro, una pistola para calafatear cargada con silicona, una caja de bolsas de basura, un palo de escoba bastante largo y una tapa de plástico de un bote de café.

Una vez abajo, Mike se puso a preparar la carga. Primero ató todos los cartuchos de dinamita con cinta aislante y formó un fardo circular de doce centímetros de diámetro. A continuación, le sacó punta a un palo de madera y con él hizo un agujero en los extremos de dos de los cartuchos.

—¿Por qué le sacas punta a un palo? Lo podrías hacer con un destornillador o un cortaplumas —le preguntó Rose.

—Intento siempre evitar utilizar cualquier tipo de metal —contestó Mike—. Así se elimina el riesgo de que la electricidad estática haga saltar alguna chispa. —Rose frunció el ceño y asintió dándole la razón.

Acto seguido, y con el pulso un tanto tembloroso, Mike insertó un detonador en cada uno de los agujeros que había hecho. Después, fijó los detonadores con varias capas de cinta aislante.

—El segundo detonador en realidad no hace falta. Puede pasar muchísimo tiempo enterrado sin ser accionado.

Todos los miembros del grupo (excepto Rose y Doug) estaban en lo alto de la cuesta, confiando en no escuchar ninguna explosión. Rose y Doug se quedaron para observar y para que Mike los instruyera en el delicado arte de los explosivos.

Mike cortó después cinco metros de cable de comunicaciones y peló los extremos del par de cables. En cuestión de minutos y demostrando una gran habilidad, empalmó los dos juegos de cables de los detonadores con los cables de comunicación y cubrió los empalmes con cinta aislante.

—De nuevo —les explicó— he usado dos detonadores para mayor seguridad, por si acaso uno de los dos falla. No suele suceder, pero en una situación como esta, si no explotase, la cosa se nos pondría complicada. —Luego le dio varias vueltas al cable de comunicación alrededor del fardo de dinamita y para reforzarlo puso más cinta aislante—. Si el cable no está lo suficientemente tenso, no hará saltar los detonadores —les explicó. Acto seguido, envolvió el paquete entre dos capas de plástico de las bolsas de basura y lo selló después con cinta.

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