Read Patriotas Online

Authors: James Wesley Rawles

Tags: #Ciencia Ficción

Patriotas (56 page)

BOOK: Patriotas
7.27Mb size Format: txt, pdf, ePub
ads

—Se trata de una buena causa —afirmó.

El profesor cortó para él metro y medio de cinta y les entregó el resto.

Las cubiertas de las granadas las hicieron con latas de refresco vacías que estaban hechas de aluminio. El compuesto que iban a utilizar para encenderlas era una bengala junto con cinta de magnesio. El aviso pasó de boca en boca por toda la comunidad y en los días siguientes se llevaron al refugio una gran cantidad de bengalas. Algunas se habían mojado y estaban hinchadas, por lo que fueron descartadas. Mike descubrió a su pesar que algunos de los vecinos, al escuchar que necesitaban encendedores de bengalas, habían enviado las tapas de plástico y las almohadillas de las bengalas. Lo que necesitaban en realidad era la sustancia negra que parecía alquitrán que sobresalía del extremo de las bengalas. Esa era la sustancia que la encendía. Tras las necesarias aclaraciones comenzaron a recibir un mayor número de material adecuado. A continuación, humedecieron el encendedor con alcohol hasta que adquirió la consistencia de una masilla, y lo pusieron después alrededor de la mecha y de una tira de cinta de magnesio de cinco centímetros de largo. El final de la cinta llegaba hasta la mezcla de termita.

Mike, Della y Doug mezclaron las limaduras de aluminio y las de óxido de hierro en una hormigonera manual que había en la granja de los Andersen. La proporción era de tres partes de limaduras de aluminio por ocho de óxido de hierro. Una gota de encendedor de bengala, bisecada entre un tercio de centímetro de mecha y la cinta de magnesio, se pegaba con cinta adhesiva en la apertura de cada lata, encima de la mezcla de termita.

El primero de los artefactos que obtuvieron fue descrito como «cutre pero efectivo». Tan solo gastaron dos de ellos para hacer pruebas. Cuando encendieron el primero, todo sucedió según lo previsto. La mecha encendió el encendedor de la bengala, que prendió la cinta de magnesio, que a su vez encendió la mezcla de termita. La enorme masa fundida de la granada atravesó una placa de acero de dos centímetros de grosor y cayó después contra otra placa de un poco más de centímetro y medio, que también atravesó prácticamente del todo antes de apagarse. Della Cartón se quedó muy impresionada.

—¡Caray! —gritó—. Me recuerda a esa secuencia de
Alien,
cuando la sangre del bicho, que se queda pegado a su cara, va atravesando los distintos niveles de la nave.

La segunda prueba se llevó a cabo sobre una placa de acero de dos centímetros y medio de largo y cuatro de ancho. La colocaron un poco inclinada. El pegote ardiente de termita la atravesó sin dificultades a pesar de la inclinación. El resto de las granadas de termita se guardaron para hacer «pruebas de tipo operativo». Tan solo contaban con diecinueve anillas encendedoras de mecha, así que la mayoría tendrían que ser encendidas con una cerilla o con un encendedor.

Rose y Doug pasaron varios días de trabajo llenando hasta el tope las latas de refrescos con mezcla de termita a través de un embudo pequeño de cocina. Las latas se sellaron perfectamente poniendo cinta adhesiva alrededor del tapón encendedor. A continuación, y una vez alineadas cuidadosamente sobre periódicos, se las rociaba con espray y se las pintaba de color verde oliva. Terminaron contando con setenta y siete.

22. Infraestructura

«Poned vuestra fe en Dios, hijos míos, y mantened vuestra pólvora seca.»

Valentine Blacker, El consejo de Oliver

A
principios del quinto año tras el colapso, el orden había empezado a restablecerse gradualmente a lo largo de la región interior del noroeste. En Lewison, Moscow y Grangeville se establecieron oficinas del sheriff. El personal de estas oficinas estaba compuesto por gente que había ejercido como agentes de policía o como ayudantes del sheriff antes del colapso. A raíz del éxito del puesto de intercambio de Moscow otros centros se establecieron pronto en Troya, Potlactch, Juliaetta, Orofino, Kamiah, Kooskia, Grangeville y Lewiston. En Moscow, otros negocios empezaron a abrir en las proximidades del puesto de intercambio. Entre dichos negocios había un fabricante artesano de botas y aparejos de montar, una barbería, una pastelería que se llamaba Yrekabakery (un palíndromo popular en la zona) y un puesto comercial competidor, llamado el Emporium de Moscow. Moscow era la primera ciudad de la zona en restaurar su sistema público de agua potable. A finales de año ya podía presumir de tener una compañía de recogida de basuras y estiércol.

Las primeras oficinas del condado empezaron a reabrir en los condados de Latah; las de Nez Percé y Clearwater eran oficinas de asesores de impuestos. Dotadas de personal voluntario, arreglaron el embrollo de escrituras de las numerosas transacciones de terreno que siguieron al colapso. Curiosamente, como no había una moneda oficial, no había impuestos. La nueva Mesa de Supervisores del condado de Latah declaró una moratoria de impuestos indefinida y una amnistía universal con efecto retroactivo para todos los impuestos impagados.

Se estableció un tribunal de tres miembros para arbitrar la disposición de las tierras abandonadas, algunas de ellas ocupadas ilegalmente, y para las tierras que no estaban libres de cargas cuando el colapso estalló. En la mayoría de casos, los propietarios de hipotecas, en caso de poder ser localizados, zanjaron el pago en moneda de plata a razón de un dólar de plata por cada mil dólares en papel de la Reserva Federal que les quedaran por pagar. En los pocos casos en los que menos de la mitad de la hipoteca había sido pagada antes del colapso, las hipotecas fueron canceladas y las propiedades volvieron a título completo a los propietarios originales. En el verano del quinto año, la Mesa del condado de Latah aprobó una moción que permitía que las escrituras de garantía existentes fuesen transformadas en escrituras reales de título alodial. Una vez todas las implicaciones de este cambio fueron conocidas por todos, la mayoría de los propietarios de tierras solicitaron escrituras alodiales. Los propietarios de títulos alodiales empezaron a referirse mutuamente los unos a los otros como «titulares de plena propiedad».

En mayo del cuarto año, unos conocidos que vivían cerca de Bovill informaron de que los servicios regulares de misa de los domingos y los miércoles se reemprenderían en la Iglesia Reformada de la ciudad.

El primer servicio del domingo fue un éxito de convocatoria. La mayoría de los miembros de la milicia decidió asistir. Fueron a pie, claro, pues tan solo les separaban unos cuantos kilómetros de distancia. Ken remarcó lo raro que quedaba llevar rifles y pistolas y caminar a intervalos de cinco metros mientras se dirigían a un servicio religioso.

Para entonces, gracias a la ayuda de Mary y a la terapia física, la rodilla de Terry se había curado completamente y recuperado casi toda su fuerza y flexibilidad, por lo que no tenía ningún problema para llevar a cabo el paseo semanal a la iglesia.

La Iglesia Reformada de Bovill fue restablecida por el pastor David Karcherberg. Todo el mundo lo llamaba pastor Dave. Muchos de sus sermones hacían hincapié en la necesidad de trabajar juntos para reconstruir la comunidad y la economía regional. En pocos días, la iglesia volvió a establecerse en el centro social de la comunidad. El edificio de la iglesia pronto empezó a usarse para otras cosas, como bazares; y también servía de apoyo a la casa-escuela de la ciudad. Antes del colapso, los escolares locales iban en autobús hasta Troya cada día de colegio. Como esto ya no era posible, se estableció una nueva escuela en el edificio de la iglesia.

Lon Porter, el único agnóstico de la milicia, y Kevin, que era judío, se ofrecieron como voluntarios para mantener la seguridad en el refugio durante los servicios religiosos. El día en que fueron a la segunda misa, Doug anunció en la cena:

—He hablado de esto con Dell, Jeff y Rose. Creemos que nuestras bodas fueron demasiado apresuradas e informales. No queremos restarle importancia al pacto que ofició T. K., pero estamos planeando otra ceremonia para renovar los lazos que nos unen entre nosotros y con Cristo. Será una boda doble en junio. El pastor David hará los honores.

Todos los presentes en la cena aplaudieron.

—Será maravilloso —intervino Rose—, pero ¿qué nos pondremos?

—No te preocupes, estoy segura de que podemos encontrar algo lo suficientemente bonito en mi armario —respondió Mary.

Las rebodas tuvieron lugar el segundo sábado de junio. Justo antes de que empezara la primera ceremonia, Todd dio un toquecito en el hombro de Mary y señaló los cañones de los AR-15 y HK91 que asomaban por encima de los bancos de la iglesia.

—Había oído hablar de bodas de penalti antes, pero esta es la primera boda de fusil de asalto a la que he asistido nunca —le dijo susurrando. Mary le respondió con una mueca de censura y un pellizco en el costado.

Otra vez volvieron a echar a suertes quiénes serían los dos desafortunados que tendrían que quedarse en el refugio para protegerlo durante las ceremonias de boda. Mike y Kevin sacaron las espigas cortas. Aunque se perdieron la ceremonia, al menos pudieron asistir a la recepción, que se llevó a cabo en casa de los Gray. Los únicos invitados ajenos a la Milicia del Noroeste fueron Roger y Teresa Dunlap y cinco familias de Bovill a las que habían conocido a través de la iglesia.

Había un relevo de guardia programado a mitad de la recepción. Conforme Kevin entró en el POE para relevar a Mike, dijo bromeando:

—Bueno, Mikey, jamás habría pensado que alguna vez iba a hacer un turno de guardia en traje y corbata.

Cuando Mike empezó a descender la colina para volver a la casa, Kevin se dejó caer sobre la silla que había detrás del M60.

—Las cosas no hacen más que ponerse más y más raras —dijo para sí mismo.

En honor a la ocasión, abrieron las cubiertas metálicas de las ventanas por primera vez desde el comienzo del colapso. Tras tantos años de luz tenue, la luz vespertina entrando a través de las ventanas resultaba enormemente brillante. Para la recepción prepararon todo tipo de dulces. Margie había hecho sidra de manzana usando las últimas manzanas de la reserva del año anterior, y Della hizo tartas y dulces. Todd también abrió dos botellas de chispeante sidra que había ocultado en una de las taquillas del sótano. Para ambientar pusieron discos de John Michael Talbot y de Enya, que eran los favoritos de Rose.

Hacia el final de la fiesta, un velo de nostalgia cubrió los ojos de Rose y, de repente, rompió a llorar.

—¿Son lágrimas de felicidad o de pena? —preguntó Terry.

—Ambas. Me alegro mucho de haberme casado de nuevo públicamente, y la fiesta ha sido maravillosa, pero desearía que mis padres estuvieran aquí. No sé si habrán sobrevivido a todo esto.

—No estás sola, no estás sola —dijo sollozando Terry mientras abrazaba a Rose con los ojos anegados de lágrimas—. La mayoría de nosotros tenemos familia de la que no sabemos nada. Todo lo que podemos hacer es confiar en que Dios los mantendrá a salvo. Puede que pronto vuelva el servicio postal y entonces podrás mandar una carta a Aurora.

Antes de que abandonaran la recepción, una de las mujeres de la iglesia, que llevaba un vestido de tafeta y una pistolera Bianchi, se acercó a Mary para alabarla.

—Me encanta cómo has decorado la casa. Esas enormes contraventanas son de lo más señoriales. Seguro que por la noche duermes la mar de tranquila sabiendo que están entre tú y los malos.

Mary se limitó a sonreír y a dar las gracias a la mujer por su cumplido. No se molestó en mencionar el hecho de que las contraventanas eran la última línea de defensa de la casa. Más tarde lo comentó con Todd.

—Hay algunos aspectos de nuestras precauciones de seguridad que los vecinos probablemente nunca conocerán. No queremos generar ningún tipo de rumor, ¿verdad?

—Cierto —respondió Todd—. Una medida defensiva conocida es mucho menos efectiva que una que no lo es.

En julio, después de que una de las patrullas de seguridad de la milicia visitara la ciudad de Potlach, a unos cuarenta kilómetros hacia el noroeste, Dan Fong le preguntó a Todd si podían hablar en privado.

—Claro, vamos a dar una vuelta —contestó Todd. Los dos cogieron sus HK del mueble que había junto a la puerta frontal y se fueron andando hacia la arboleda. Tras caminar un rato en silencio, Todd preguntó—: ¿En qué piensas?

—Tras atravesar Potlach en nuestra última visita, me puse a darle vueltas a algo. Esa ciudad ha sido atacada tres veces por forajidos, ha sido atacada con saña. He estado pensando que seguramente ofrezca mis servicios como asesor de seguridad para desarrollar un dispositivo defensivo serio para la ciudad. No basta con el bloqueo de carretera de quita y pon que han mantenido hasta ahora. Tienen efectivos como para mantener la seguridad a todas horas y en un perímetro de 360°, pero nunca han hecho nada al respecto. Lo que necesitan es alguien como yo, alguien con las habilidades tácticas necesarias para ponerlos firmes.

—Y todas esas jóvenes viudas que vimos en Potlach no tienen nada que ver con tu idea, ¿no?

—Bueno, sí que me pasó por la cabeza la idea de encontrar esposa. Sé de cinco o seis señoritas de por allá que puede que necesiten tener a un hombre cerca. Ya sabes, alguien «que las consuele en su tiempo de necesidad». —Ambos hombres rieron.

Todd empezó a juguetear con los pulgares mientras andaban.

—Supongo que con tantas para elegir encontrarás a una verdadera monada.

—El atractivo físico no está para nada en lo alto de mi lista de criterios, jefe. Buscaré a una cristiana temerosa de Dios que pueda cocinar, coser y disparar bien. No quiero a una de esas debiluchas del tipo «Ay, no puedo levantar eso, pesa demasiado». Quiero encontrar a una chica tenaz y trabajadora con algo de cabeza, fe y sentido común.

—Ah, sí, «Idaho: donde los hombres son hombres y las mujeres también» —dijo Todd entre risas.

—Lo digo en serio, Todd. Ya va siendo hora de que encuentre esposa. Ya casi tengo cuarenta años. Además, empiezo a notar que esto está un poco abarrotado, especialmente con el bebé dando sus primeros pasos.

Todd paró, miró directamente a los ojos de Dan y dijo:

—«Un hombre ha de tener la sabiduría para encontrar su propio camino.» Si crees realmente que ha llegado la hora de marchar lo harás con mi bendición. Estoy de acuerdo, las cosas se están poniendo demasiado apretadas por aquí. Y supongo que ahora que hay menos actividad delictiva no necesitaremos a tanta gente preparada para combatir aquí en el refugio.

BOOK: Patriotas
7.27Mb size Format: txt, pdf, ePub
ads

Other books

Killing Sarai by J. A. Redmerski
Cross Country Christmas by Tiffany King
The Outsider by Rosalyn West
Hot Target by Suzanne Brockmann
The Mango Opera by Tom Corcoran
1Q84 by Murakami, Haruki
On Solid Ground: Sequel to in Too Deep by Michelle Kemper Brownlow
The Sands of Time by Sidney Sheldon
Fire In His Eyes by Nightingale, MJ