Perdida en un buen libro (34 page)

Read Perdida en un buen libro Online

Authors: Jasper Fforde

Tags: #Aventuras, #Humor, #Policíaco

BOOK: Perdida en un buen libro
7.86Mb size Format: txt, pdf, ePub

—… pero
son
viejos y están plagados de errores —añadió Bellman—. La nueva tecnología está para usarse, chicos. Cualquiera que quiera asistir a una clase de entrenamiento sobre cómo el ISBN se relaciona con el viaje entre libros, que hable con el gato.

Bellman miró a la sala como para reforzar la orden, luego desplegó una hoja de papel y se ajustó las gafas.

—Vale. Punto dos. La nueva recluta. Thursday Next. ¿Dónde estás?

Los Agentes de Recurso Prosaico reunidos miraron por toda la sala antes de que yo lograse llamar la atención agitando una mano.

—Ahí estás. Thursday es aprendiza de la señorita Havisham; estoy seguro de que todos le daréis la bienvenida a nuestra pequeña banda.

—¿No le gustaba el final de
Jane Eyre
? —dijo una voz desde el fondo. Se hizo el silencio y todos miraron a un hombre de mediana edad que se puso en pie y se acercó a la tarima de Bellman.

—¿Quién es? —susurré.

—Harris Tweed —respondió Havisham—. Peligroso y arrogante pero
muy
brillante… para ser hombre.

—¿Quién aprobó su solicitud?

—No presentó ninguna solicitud, Harris… Su nombramiento ha sido
Quod erat demonstrandum.
Su labor en el interior de
Jane Eyre
librando al libro de ese despreciable Hades es para mí demostración más que suficiente.

—¡Pero
alteró
el libro! —gritó Tweed con furia—. ¿Quién garantiza que no lo volverá a hacer?

—Hice lo que hice para obtener el mejor resultado —dije en voz alta, lo que tomó a Harris un poco por sorpresa. Me dio la impresión de que nadie solía plantarle cara.

—De no ser por Thursday no
tendríamos
libro —dijo Bellman—.

Un libro completo con un final diferente es mejor que medio libro sin final.

—No es eso lo que dicen las normas, Bellman.

La señorita Havisham habló.

—Los detectives literarios
realmente
competentes son tan escasos como los hombres leales, señor Tweed… Puede apreciar el potencial de la señorita Next tan bien como lo aprecio yo. ¿Tiene quizá miedo de que alguien le robe el protagonismo?

—No es eso en absoluto —protestó Tweed—, pero ¿y si ella está aquí por otra razón completamente diferente?

—¡Yo respondo de ella! —dijo la señorita Havisham con voz tunante—. Pido una votación a mano alzada. Si una mayoría de vosotros cree que la he juzgado mal, ¡entonces levantad la mano y la desterraré adonde pertenece!

Lo dijo con tal furia que pensé que nadie se atrevería a alzar la mano; al final, sólo lo hizo una persona… el propio Tweed, quien, tras valorar la situación, consideró que sería mejor retractarse. Sonrió forzadamente, se inclinó y dijo:

—Retiro todas las objeciones.

—Bien —dijo Bellman mientras Tweed regresaba a su mesa—. Como decía… bienvenida a Jurisficción, señorita Next, y nada de esas novatadas que habitualmente hacemos a los nuevos reclutas, ¿vale?

Miró severamente a todos los reunidos antes de volver a la lista.

—Punto tres: hay un LibroHuido procedente de Shakespeare. Prioridad máxima. El nombre del culpable es Feste; trabajaba como bufón en
Noche de reyes.
Escapó tras una noche de perversión con sir Toby. ¿Quién quiere perseguirle?

Se alzó una mano.

—¿Fabien? Gracias. Puede que tengas que ocupar su lugar durante un tiempo; llévate a Falstaff contigo, pero por favor, sir John, no se deje ver. Se le ha permitido quedarse en
Las alegres comadres de Windsor
pero no tiente la suerte.

Falstaff se puso en pie, se inclinó con torpeza, eructó y volvió a sentarse.

—Cuarto punto. Intruso en Sherlock Holmes con el nombre de Mycroft… Apareció inesperadamente en
El intérprete griego
y afirma ser su hermano. ¿Alguien sabe algo?

Me hundí más, con la esperanza de que nadie supiese lo suficiente de mi mundo como para estar al corriente de que éramos parientes. ¡Viejo zorro astuto! Así que
había
reconstruido el Portal de Prosa. Me tapé la boca para ocultar la sonrisa.

—¿No? —siguió Bellman—. Bien, Sherlock Holmes cree que es realmente su hermano y por ahora no ha habido daños… pero me parece una buena oportunidad para abrirse paso en la serie de Sherlock Holmes. ¿Propuestas?

—¿Qué tal a través de
Los asesinatos de la calle Morgue?
—propuso Tweed con acompañamiento de risas y silbidos de los presentes.

—¡Orden! Propuestas
razonables,
por favor. Poe está prohibido y así seguirá estando. Es posible que
Los asesinatos de la calle Morgue
permitan el acceso a
todas
las historias de detectives posteriores, pero no correré tal riesgo. Bien… ¿Alguna otra propuesta?


El mundo perdido.

Hubo algunas risitas, pero pararon pronto; esta vez Tweed hablaba en serio.

—Puede que las otras obras de Conan Doyle abran una puerta a la serie de Sherlock Holmes —añadió con seriedad—. Sé que podemos entrar en
El mundo perdido
; no necesito más que encontrar una forma de avanzar.

Se produjo un momento de incomodidad mientras los agentes de Jurisficción murmuraban entre sí.

—¿Qué pasa? —susurré.

—Las historias de aventuras son siempre las que comportan mayor riesgo para cualquiera que esté intentando establecer una nueva ruta —respondió la señorita Havisham—. De una novela romántica o una novelucha lo peor que cabe esperar es una bofetada en la cara o una quemadura dolorosa en una cocina. Encontrar la ruta para entrar en
Las minas del rey Salomón
costó la vida a dos agentes.

Bellman volvió a hablar.

—Lord Roxton le disparó al último librosplorador que entró en
El mundo perdido
.

—Gómez era una aficionada —respondió Tweed—. Yo sé cuidarme.

Bellman se lo pensó un momento, sopesó los puntos a favor y en contra y acabó suspirando.

—Vale, es suyo. Pero quiero un informe cada diez páginas, ¿entendido? Vale. Punto cinco… —Dos jóvenes miembros del servicio que se reían de algo—. Chicos, prestad atención. No estoy hablando porque sea bueno para mi salud. —Se callaron—. Vale. Punto cinco. Ortografía no estándar. Se han recibido informes de ortografías extrañas en textos de los siglos XIX y XX, así que mantened los ojos abiertos. Probablemente no sean más que textadores pasándoselo bien, pero
podría
ser que el virus de las faltas ortográficas rebrote.

Se oyó un gemido general.

—Vale, vale, tranquilidad todo el mundo… sólo he dicho «podría». El diccionario de Samuel Johnson lo curó después de la epidemia de 1744 y el Lavinia-Webster y el OED lo mantienen controlado, pero debemos tener cuidado con cualquier nueva cepa. Sé que es aburrido, pero quiero que informéis de
cualquier
error ortográfico con el que os encontréis y que se lo paséis al gato. Él se lo pasará al agente Libris de la Gran Central Textual. —Hizo una pausa dramática y nos miró con seriedad—. No podemos dejar que se desmadre, señores. Vale. Punto seis. Hay treinta y un peregrinos en
Los cuentos de Canterbury
de Chaucer, pero sólo veinticuatro cuentos. Señora Cavendish, ¿no se encargaba usted de vigilar esta situación?

—Llevamos toda la semana vigilando
Los cuentos de Canterbury
—dijo una mujer vestida con una extravagancia increíble—. Cada vez que apartamos la vista otra historia queda boojuminada. Alguien está entrando y borrándolas desde dentro.

—¿Deane? ¿Alguna idea sobre quién está detrás de esto?

El galán romántico de Daphne Farquitt se puso en pie y consultó una lista.

—Creo que empieza a manifestarse un patrón —dijo—. Primero desapareció «La mujer del mercader», luego «El cuento del sombrerero», «La minga del buhonero», «La venganza del cornudo», «El maravilloso culo de la doncella» y, más recientemente, «La competición de pedos». De «El cuento del cocinero» sólo queda la mitad… Por lo visto el responsable detesta la vitalista vulgaridad de los textos de Chaucer.

—En ese caso —dijo Bellman con expresión seria—, parece que volvemos a tener una célula activa de bowdlerizadores. «El cuento del molinero» será el próximo. Quiero vigilancia las veinticuatro horas y deberíamos tener a alguien dentro. ¿Voluntarios?

—Yo lo haré —dijo Deane—. Ocuparé el puesto del anfitrión… a él no le importará.

—Bien. Mantenme informado.

—¡Una cosa! —dijo Akrid Snell, levantando la mano.

—¿Qué pasa, Snell?

—Si vas a ser el anfitrión, Deane, ¿podrías conseguir que Chaucer se modere un poco con la historia de sir Topaz? Ha sido acusado de libelo y, sin querer ser puntilloso, podríamos acabar perdiendo los pantalones.

Deane asintió y Bellman volvió a las notas.

—Punto siete. Bien,
esto
lo considero serio, señores.

Levantó un viejo ejemplar de la Biblia.

—En esta impresión de 1631 de la Biblia, el séptimo mandamiento es «cometerás adulterio».

Se produjo una reacción de nervios y risas contenidas.

—No sé quién lo ha hecho, pero no tiene gracia. Juguetear con Sistemas Operativos Textuales internos puede que posea cierto atractivo para los traviesos, pero no aporta nada y no demuestra ninguna inteligencia. Podría pasar por alto el ataque ocasional de alegría, pero no se trata de un incidente aislado. También tengo una Biblia de 1716 que anima a los fieles a «pecar más» y una impresión de Cambridge en 1653 que dice que «los desviados heredarán el Reino de Dios». Escuchad, no quiero que me acusen de no tener sentido del humor, pero esto
no voy a tolerarlo
. Si encuentro al gracioso responsable, pasará un mes de vacaciones forzadas en
Hormiga & abeja.

—¡Marlowe! —dijo Tweed, fingiendo que era tos.

—¿Qué ha sido eso?

—Nada. Una tos rebelde… lo siento.

Bellman miró a Tweed un momento, dejó la Biblia problemática y miró la hora.

—Vale, esto es todo por ahora. Enseguida me ocuparé de las misiones de cada cual. Damos las gracias a la señora Dashwood por su hospitalidad y, Perkins… te toca a ti dar de comer al Morlock.

Perkins soltó un quejido. El grupo se fue disgregando entre conversaciones. Bellman tuvo que alzar la voz para que le oyesen.

—El turno de trabajo acaba con las ocho campanadas, ¡y escuchad!

El personal reunido de Jurisficción se detuvo un momento.

—Tened
cuidado
ahí fuera.

Bellman calló, hizo repicar la campana y todos regresaron a sus tareas. Miré a Tweed a los ojos. Me sonrió, formó una pistola con la mano y me apuntó. Yo hice el mismo gesto y él se rió.

—Rey Pelinor —dijo Bellman a un caballero de pelo blanco desordenado y patillas vestido con armadura—, se ha producido un avistamiento de la Bestia Cazadora en el trasfondo de
Middlemarch.

El rey Pelinor abrió unos ojos como platos; murmuró algo que sonaba como «¿qué, qué, eh, eh?», se alzó en toda su altura, recogió el casco que descansaba en una mesa cercana y salió de la sala con un estruendo de metal. Bellman marcó un visto en la lista, consultó el siguiente punto pendiente y se volvió hacia nosotras.

—Next y Havisham —dijo—. Algo fácil con lo que empezar. Hay que cerrar un argujero. Está en
Grandes esperanzas,
señorita Havisham, así que podría irse a casa al terminar.

—¿Qué hacemos?

—Página dos —explicó Bellman, consultando la lista—. Abel Magwitch escapa, nadando se supone, de un buque prisión con un «gran hierro» unido a la pierna. Se hundiría como una piedra. Si no hay Magwitch, no hay huida, no hay carrera en Australia, no hay dinero para darle a Pip, no hay «esperanzas», no hay historia. Debe tener el grillete puesto cuando llegue a la orilla, de forma que Pip tenga que ir a buscar una lima para soltarle, así que van a tener que trastear con el tras—fondo narrativo. ¿Alguna pregunta?

—No —respondió la señorita Havisham—. ¿Thursday?

—Eh… tampoco —respondí.

—Bien —dijo Bellman, firmando un formulario y arrancándolo—. Llévenselo a Wemmick de Suministros.

Nos dejó y llamó a Foyle y a la Reina Roja para hablar sobre una persona desaparecida llamada Cass en
Silas Marner.

—¿Has entendido algo de lo que ha dicho? —preguntó la señorita Havisham con amabilidad.

—No mucho.

—¡Bien! —La señorita Havisham sonrió—. ¡Confundidos es
exactamente
como todos los cadetes de Jurisficción deben encarar su primera misión!

26

Primera misión: argujero en
Grandes esperanzas

Argujero:
Término empleado para describir un agujero argumental del autor que hace que su obra sea aparentemente imposible. Es posible que un argujero sin cerrar no dé problemas durante un millón de lecturas pero, súbita y catastróficamente, la narración puede desmoronarse de forma dramática. De ahí el dicho de Jurisficción: «Un cambio de frase ahorra mucho tiempo.»

Marcatexto:
Un dispositivo de emergencia parecido por su aspecto a una pistola de señales. Diseñado por el Departamento de Diseño y Tecnología de Jurisficción, el marcatexto permite a un ARP atrapado «marcar» el texto de libro en que se encuentra empleando un código preasignado de negritas, cursivas, subrayados, etcétera, único para cada agente. Otro agente puede entonces saltar a la página correcta para realizar el rescate. Funciona bien siempre que el rescatador esté buscando la señal.

G
ATO DE
AU
DE
W

Guía de Jurisficción a la Gran Biblioteca
(glosario)

La señorita Havisham me dijo que fuese a buscar té y que me reuniese con ella, así que fui hasta la mesa de la merienda.

—Buenas tardes, señorita Next —dijo un joven muy elegante que se había unido a mí—. Vernham Deane, canalla residente en
El señor de High Potternews
, D. Farquitt, 1.256 páginas, en edición de bolsillo 3,99 libras.

Le di la mano.

—Sé lo que piensa —sonrió—. A nadie le gusta Daphne Farquitt;

pero vende muchos libros y siempre ha sido muy buena conmigo… si exceptuamos el capítulo en que violo a la sirvienta de Potternews Hall y luego insensiblemente lo niego todo y la despido. No quería hacerlo, créame.

—No he leído el libro —le dije.

—¡Ah! —Parecía aliviado. Añadió—: La señorita Havisham es muy buena profesora. Sólida y de fiar, pero quisquillosa con las reglas. Aquí hay muchos atajos que los miembros de más edad ven mal o desconocen; ¿me permitirá que algún día le muestre este lugar?

Other books

A Demon in My View by Ruth Rendell
Meet Me at the Chapel by Joanna Sims
Bad Mothers United by Kate Long
Wild Boy by Rob Lloyd Jones
The Mysterious Commission by Michael Innes
Las huellas imborrables by Camilla Läckberg
Palmetto Moon by Kim Boykin
Kissing in America by Margo Rabb