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Authors: Federico Moccia

Tags: #Romántico

Perdona si te llamo amor (50 page)

BOOK: Perdona si te llamo amor
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—En el baño. Me estaba lavando el pelo. ¿Te pasa algo?

—¿A mí? ¿Qué te pasa a ti?

—¿A mí? Nada, he estado estudiando un rato y ahora me voy a la cama.

—¿Y no has hecho nada más?

—No… Ah, sí, cómo no, el gusano de mi hermano, con la amenaza del vídeo aquel que nos grabó, me ha obligado a que fuera a buscarle una película porno para él y el depravado de su amigo Vanni. Me he encontrado a tu amigo Pietro. Vaya personaje. Ha entrado a devolver una peli porno con una tal Jessica algo. ¿No te lo ha dicho?

Alessandro se detiene. Recupera un poco el aliento. Se relaja. Recupera la sonrisa.

—Ejem, no, se ha ido en seguida del campo. Tenía que volver a casa temprano.

—Ah. Luego he estado un rato con mi ex en la calle. Te dije que quería hablar conmigo, ¿no? El caso es que ha venido a buscarme al Prima Visione. Me ha montado una escena y ha intentado besarme. Y luego… Ha sido terrible.

—¿El qué?

—Cuando te das cuenta de que ya no te importa nada alguien a quien habías querido tanto…

—Ya.

—Alex.

—¿Sí?

—Sería hermoso seguir siempre así…

—¿Cómo?

—Que me llames de repente en la noche, desesperado, sólo por oír mi voz.

Alessandro se siente culpable.

—Claro.

—Si ahora se acabase todo entre tú y yo, nos amaríamos toda la vida.

—Prefiero arriesgarme.

—Así me gusta. Nos llamamos mañana. Que duermas bien.

—Tú también… tesoro.

—¡Me has llamado tesoro!

—Sí, pero no te lo tomes al pie de la letra.

—Caramba. Te voy a llamar el hombre-cangrejo. Un paso adelante y tres atrás. Pero cuando quieres… ¡eres un pulpo!

—¡Espero volver a serlo muy pronto! Buenas noches.

—Alex, espera.

—¿Qué?

—¡No colguemos aún!

Alessandro se ríe.

—¡Ok!

—¿Cómo te ha ido el partido?

—Bien… ¡Hemos perdido!

—Entonces ¡te ha ido mal!

—No, no. No me gusta alterar mis costumbres.

—Entonces estáis todos cenando, como de costumbre.

—Sí, están todos ahí sentados, esperándome para pedir.

—¿Y tú has salido sólo para llamarme?

—Sí.

—¡Qué tierno! Venga, vete, cena al menos.

Se quedan un momento en silencio.

—¿Alex?

—¿Sí?

—Eso que estás pensando lo pienso yo también. —Y cuelga.

Alessandro sonríe, mira el móvil y se lo vuelve a meter en el bolsillo. Luego entra de nuevo en la pizzería. Pietro y Enrico dejan de beber su cerveza al verlo. Están preocupados, después sorprendidos. Ven que sonríe. Alessandro toma asiento.

—¿Qué? ¿Pedimos?

—Pero ¿cómo, no estás enfadado?

—Demonios, esa mujer es la rehostia. No sé lo que se habrá inventado, pero te ha sentado bien.

—¿Enfadado por qué? —Alessandro le birla la jarra a Pietro y da un largo trago, lleno de satisfacción.

Enrico mueve la cabeza.

—Prefieres no creernos, ¿eh? Y luego dices que el que ve visiones soy yo.

Alessandro coge también la jarra de Enrico y vuelve a beber. Luego se limpia la boca con la servilleta.

—Chicos, gracias a vosotros he llegado a una conclusión. El matrimonio es perjudicial. Lo vuelve a uno receloso. Hace que las cosas se vean distorsionadas.

—Ahora sé por qué te resistes… Bueno, nosotros también hemos llegado a una conclusión. —Pietro se frota las manos—. Ya sabemos qué favor pedirte.

Setenta y seis

Al día siguiente. Viale Regina Margherita. Alessandro los mira y sacude la cabeza.

—Hubiese esperado cualquier cosa menos este tipo de favor.

Enrico y Pietro caminan divertidos junto a Alessandro, cogiéndolo del brazo.

—Tienes que disculparnos, ¿eh? Tú te diviertes como un loco, rejuveneces, mira… —Pietro le pone una mano en el estómago—, debes de haber perdido dos kilos, ves películas porno como hacíamos cuando teníamos veinte años. Y nosotros, ¿qué? ¿Nada? ¿Quieres dejarnos al margen?

Alessandro se suelta del brazo de Pietro.

—Muy bien. En primer lugar, no he visto ninguna película porno con Niki. Segundo: me habéis preparado una encerrona pidiéndome un favor que… —Alessandro pone voz Marlon Brando— no puedo rechazar. Tercero, y muy probablemente lo más importante —Alessandro los mira a ambos—, a lo mejor no os acordáis, pero entre vosotros y yo existe una pequeña diferencia: ¡vosotros estáis casados! —Después continúa, dirigiéndose sobre todo a Enrico—. El matrimonio es como una flor. Uno tiene que ocuparse de él cada día, cuidarlo, cultivarlo, dedicarle amor, alimentarlo…

—Mira por dónde, en eso estoy de acuerdo contigo. —Enrico asiente con la cabeza—. Y por eso mismo me gustaría saber cuándo tendremos una respuesta.

—¡Tú ni siquiera esperas a saber la verdad y ya te comportas así!

—¿Qué tiene que ver?, esto es un juego.

Pietro, que no sabe nada, intenta averiguar algo más.

—Perdonad, ¿me lo podéis explicar? Me he perdido.

Enrico mira a Alessandro.

—En realidad, no hay nada que explicar.

Alessandro intenta echarle tierra al asunto.

—Sí, no es nada. No te preocupes, Pietro, es algo entre nosotros.

Pietro se encoge de hombros.

—Vale, como queráis.

Alessandro se detiene frente al restaurante.

—Ya conocéis las reglas, ¿eh?

—¿De qué reglas hablas? Esto es como una cita a ciegas. Lo que sea, será.

—Pero Pietro, ¿estás de guasa? ¿Y en qué lugar me dejas a mí?


À la guerre comme à la guerre
. —Y Pietro se mete a toda velocidad en el restaurante. Un local blanco, diáfano, completamente nuevo. El Panda.

—Pero ¿será gilipollas? Maldita sea, tenía que haber retirado mi palabra. Entremos, Enrico. Como tú no me eches una mano, me voy a cabrear en serio, que lo sepas.

Enrico sonríe.

—Sabes perfectamente que yo sólo he venido por divertirme. Me gustaría estar en otro lado.

—Vale, veamos qué se le ocurre a ese anormal.

Pietro está ya en la barra. Tiene abierta una botella de champán y la está sirviendo en varias copas.

—¿Tú has visto eso…? —Alessandro intenta darle alcance, pero demasiado tarde. Pietro ha desaparecido ya al fondo del salón.

—Aquí estoy. No podía presentarme con las manos vacías.

Enrico y Alessandro llegan en seguida. Pietro se mueve con elegancia alrededor de la mesa.

—Toma. —Y pasa una copa—. Toma tú también. ¡Y ahora, un brindis! ¡Por Niki y sus amigas!

Niki levanta su copa.

—Bien. Ella es Diletta.

—¡Hola!

—Ella es Erica.

—Encantado.

—¡Y por último, ésta es Olly!

Pietro pasa la última copa. Luego se detiene en Olly, que le saluda con una amplia sonrisa.

—Hola…

—Hola.

Pietro se vuelve divertido, eufórico sólo de imaginar lo que sucederá.

—Éstos son mis amigos. Él es Enrico…

Enrico levanta una mano, un poco azorado.

—¿Qué tal?

—Él es Alex. —Pietro sonríe y luego mira a Niki—. Una de vosotras lo conoce bien. Incluso demasiado bien. Hasta me lo ha hecho adelgazar. No sé las demás.

Niki no se la deja pasar.

—Las demás nunca lo conocerán tan bien.

—¡Es cierto! Tienes toda la razón… —Pietro levanta su copa—. Brindemos entonces. Porque la amistad nunca sea traicionada.

Todos levantan sus copas.

—Y, en cualquier caso, por todas esas traiciones que hacen que los amigos sean aún más amigos.

Las chicas se miran sin entender del todo. Olly se encoge de hombros.

—Bah, a mí me mola. —Y choca divertida su copa con la de Pietro. Los demás también brindan.

—¡Chin chin!

Un camarero se acerca a Pietro.

—Señor, la mesa está preparada tal como usted me pidió.

—Perfecto.

Pietro se saca del bolsillo de la chaqueta un billete de veinte euros y se lo pasa por detrás, con la mano cerrada, para que los demás no vean.

—Señores, por favor, la comida nos aguarda.

Y todos lo siguen hacia un reservado que hay al fondo del restaurante.

Niki se acerca a Alessandro y lo coge del brazo.

—¡Eh, esta idea me gusta cantidad, es muy divertida! Has sido muy amable.

Él le sonríe y apoya su mano en la de ella.

—¿En serio te gusta? Cuando te lo pedí pensaba que te enfadarías.

—Pues no, todo lo contrario. Si me presentas a tus amigos, quiere decir que estás tranquilo, que estás bien conmigo.

—Pues claro.

—Y además me alegra que conozcan también a mis amigas. Así, al menos, cuando hagamos una cena en casa podrán venir ellas también y todos nos sentiremos a nuestras anchas.

—Por supuesto que sí. ¡Las que se pondrán de lo más contentas son las esposas de mis amigos!

—No veo qué problema hay. Las invitamos a ellas también, ¿no?

—¿Con tus amigas? ¿Sabes lo que pasaría? Los dos policías de costumbre vendrían a buscarnos por la carnicería que se iba a armar en el edificio. Eso por no hablar del vecino, que al oír los disparos empezaría a disparar también él directamente desde su terraza.

—¿Tú crees?

—Esperemos que esto se acabe rápido.

—Ok, y recuerda que me debes un favor.

—No me he olvidado.

—Ese favor está en un cofre cerrado, ¿te acuerdas?

—Que nosotros abriremos —dice Alessandro moviendo la cabeza—. Tengo que empezar a dejar de hacer favores con tanta facilidad.

—Venid, sólo faltáis vosotros.

Pietro golpea con la mano el respaldo de una silla. Ha reservado dos asientos juntos para Alessandro y Niki.

—A ver, peña. Aquí se come de maravilla, cocina mediterránea, taquitos de queso acompañados con miel de los más diversos aromas o frutas, que combinan a la perfección con los embutidos. O bien una ensalada de naranja, peras y nueces con pedacitos de carne a la Chateaubriand. En resumen, todo lo que puede inspirar y animar el aspecto erótico. De modo que, hoy le tocaría invitar a quien últimamente lo haya hecho en el lugar más extraño. —Pietro mira a Alessandro—. Y yo diría que te toca a ti. ¿Estás de acuerdo, chico de los jazmines?

Alessandro se queda boquiabierto. Niki se vuelve de golpe hacia Erica.

—¡No me lo puedo creer, Erica!

—Olly nos vio hablar y me preguntó qué es lo que me habías contado… Y yo, pues…

Olly abre de inmediato los brazos.

—¿Qué tiene de malo? ¡Pietro sólo me ha preguntado si conocía algún detalle vuestro privado! ¡Me ha parecido divertido! Y además es un amigo, ¿no?

Alessandro mueve la cabeza. Luego coge la copa de champán.

—Sí, claro, ¡el amigo del jaguar! —Y se la toma de un trago.

Diletta mira a su alrededor, un poco desconcertada.

—¿De qué va eso del «chico de los jazmines»?

Alessandro coge una carta y la abre.

—Vale, escoged lo que queráis y comed hasta reventar. ¡Pago yo con tal de que se hable de otra cosa! —Luego le sonríe a Niki—. Queridas, dulces, frescas… ¡Olas, silenciosas!

Y así siguen, pidiendo platos, riéndose, Alessandro y sus amigos retrocediendo al pasado, Niki y sus amigas creciendo de golpe. Y luego, todos juntos en el presente. Mundos y edades confrontados.

—¿Y vosotros vais a discotecas?

—¡Continuamente!

—¡Mentirosos!

—Fuimos al Goa cuando la fiesta de Giorgia.

—Es verdad, por sus cuarenta.

—Qué triste…

—Sí, sus primeros y últimos cuarenta años.

Diletta interviene.

—De todos modos, hay quien ya puede ser viejo a los dieciocho.

—Puede, pero yo pienso seguir siendo una niña a los sesenta —dice Olly.

—Además, ¿qué importancia tiene la edad? La edad no cuenta.

—Eso es muy cierto. En esta mesa tenemos un buen ejemplo. ¡Una pareja perfecta: la de los jazmines, ¿o no?!

—¡He dicho que pagaría yo a condición de que no se hablase más de ello!

Y siguen. Champán. Platos suculentos, fríos, a base de pescado crudo, ensalada templada de frutos de mar.

—¿Y el mundo del trabajo es como el de la escuela?

—Hay una sola diferencia: te examinan igual, pero te pagan.

—Guay. Al menos compensa.

—A menos que te suspendan. Entonces no puedes repetir en setiembre y te dejan de pagar.

—Dramático…

—Pues sí.

—A mí me gustaría ser ya mayor sólo por tener un hijo.

Pietro sonríe.

—Querida Diletta, también yo pensaba lo mismo, luego tuve dos. Ahora me quedo callado, y ellos hablan por todos…

Enrico suspira.

—En cambio, yo todavía no tengo ninguno, y es algo que me gustaría muchísimo.

Diletta lo mira y sonríe.

—¿Lo ves? Hay cosas que son hermosas, independientemente de la edad.

Niki mastica un trozo de pan.

—Sí, como el amor.

Pietro se acaba su copa.

—¡O como el sexo! ¡O mejor dicho, el deseo de hacerlo! En realidad, mejora cuando maduras. Como una botella de vino… Cuanto más añejo, mejor.

—Sí, pero entonces te cuesta una pasta.

—¿El vino o el sexo?

—En ciertos casos, ambos.

Diletta muerde un trozo de pan y moja otro en la salsa de unos mejillones a la pimienta.

—En cualquier caso, al hombre te lo tienes que buscar maduro, al menos ésa es mi opinión.

Pietro levanta la mano.

—¡Estupendo! ¡Yo soy supermaduro!

—Y supercasado…

—Mejor así, ¿no crees? Puedes probarme sin riesgo alguno. No te aflijo, no te estreso, no te llamo continuamente para saber dónde estás, no te fastidio obsesionándome… Además, si las cosas no marchan entre nosotros, no hay que recurrir al divorcio. Vaya, que todo son ventajas. Soy el hombre ideal.

—Bah, no eres tan maduro, a juzgar por cómo hablas… No me convienes, independientemente de que estés o no casado. Uno no es maduro sólo porque haya alcanzado una cierta edad, sino por cómo se comporta. Yo, sin ir más lejos, tengo a uno que me corteja. Sólo tiene veinte años, pero es más maduro que todos vosotros.

—Pobrecillo, eso quiere decir que no sabe disfrutar de la vida.

Niki la mira.

—¿Quién es, Filippo?

—Sí.

—¿Y por qué no te lías con él?

—Por el momento no tengo ganas de pensar en eso, ¿qué prisa hay?

Olly se come un mejillón. Luego se chupa los dedos.

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