Una cosa es querer más dinero —eso todo el mundo lo quiere—, y otra muy diferente valer más. Muchas personas confunden sus deseos con sus merecimientos. Sus necesidades o exigencias financieras no tienen nada que ver con su valor. Eso lo establece exclusivamente su capacidad para prestar servicios útiles o para inducir a otros a que los presten.
Un autoanálisis anual es esencial para la eficaz comercialización de servicios personales, tanto como los inventarios anuales en los negocios. Además, los análisis anuales deberían revelar una disminución de los fallos y un incremento de las virtudes. En la vida, uno avanza, se estanca o retrocede. Un autoanálisis anual le hará ver si ha avanzado, y en qué medida lo ha hecho. También revelará si ha retrocedido en algo. La comercialización eficaz de los servicios personales le exige a uno mantenerse en marcha, aun cuando el progreso sea lento.
Debe efectuar su autoanálisis a fin de año, para que incluya en sus resoluciones de Año Nuevo cualquier mejora que el análisis aconseje introducir. Para ese inventario, hágase las preguntas siguientes y compruebe las respuestas con ayuda de alguien que no le permita autoengañarse en lo referente a su exactitud.
Tras haber leído y asimilado la información aportada en este capítulo, usted está en condiciones de hacerse un plan práctico para comercializar sus servicios personales. En este capítulo encontrará una descripción adecuada de todos los principios esenciales para planear la venta de servicios personales, incluso de los atributos principales del liderazgo; las causas más comunes del fracaso en el liderazgo, una descripción de los campos de oportunidad para el liderazgo, las principales causas del fracaso en todos los aspectos de la vida, y las cuestiones importantes que se han de emplear en el autoanálisis.
Hemos incluido esta amplia y detallada presentación de un caudal de información preciso porque será necesaria para todos aquellos que deban empezar la acumulación de riquezas vendiendo sus servicios personales. Los que hayan perdido su fortuna y los que apenas empiezan a ganar dinero no tienen nada más que servicios personales para ofrecer a cambio de riquezas; por lo tanto, para ellos es esencial disponer de la necesaria información práctica para sacar el mejor partido posible de la comercialización de sus servicios.
Asimilar y entender por completo la información que aquí ofrecemos será útil para quien necesite comercializar sus propios servicios, y le ayudará también a mejorar su analítica y su capacidad de juzgar a las personas. La información será inapreciable para los directores de personal, los encargados de colocaciones y otros ejecutivos encargados de la selección de empleados y del mantenimiento de organizaciones eficientes. Si usted duda de esta afirmación, ponga a prueba su firmeza, y responda por escrito las veintiocho preguntas del cuestionario de autoanálisis.
Ahora que hemos analizado los principios en virtud de los cuales se puede acumular riqueza, nos preguntamos, naturalmente, dónde puede uno encontrar oportunidades favorables para aplicarlos. Pues bien, hagamos un inventario para ver qué ofrece Estados Unidos a la persona que busca riqueza, en pequeña o gran escala.
Recordemos, para empezar, que todos los estadounidenses vivimos en un país donde todo ciudadano respetuoso de la ley goza de una libertad de pensamiento y de acción sin parangón en ninguna parte del mundo. La mayoría de nosotros jamás ha tomado conciencia de las ventajas de esta libertad ilimitada. Nunca la hemos comparado con la recortada libertad de otros países.
Aquí tenemos libertad de pensamiento, libertad en la elección y disfrute de la educación, libertad religiosa y política, libertad en la elección de actividades comerciales, profesionales u ocupacionales, libertad de acumular y poseer sin restricciones todas las propiedades que podamos acumular, libertad de escoger nuestro lugar de residencia, libertad de contraer matrimonio, libertad de igualdad de oportunidades para todas las razas, libertad de viajar de un estado a otro, libertad en la elección de nuestros alimentos y libertad de aspirar a cualquier situación vital para la cual nos hayamos preparado, incluso a la presidencia de Estados Unidos.
Tenemos otras formas de libertad, pero esta lista dará una visión a vuelo de pájaro de las más importantes, que constituyen oportunidades del orden más elevado. Esta ventaja de la libertad es tanto más notable cuanto que Estados Unidos es el único país que garantiza a todos sus ciudadanos, sean nativos o naturalizados, una lista de libertades tan amplia y tan variada.
Ahora pasemos revista a algunas de las bendiciones con que la amplitud de nuestras libertades nos ha colmado. Tomemos como ejemplo la familia estadounidense media (con lo que me refiero a una familia de ingresos medios) y sumemos los beneficios de que cada miembro de la familia dispone, en esta tierra de la oportunidad y de la abundancia.
Sólo hemos mencionado las tres necesidades básicas de alimento, ropa y vivienda. El ciudadano medio yanqui dispone de otros privilegios y ventajas a cambio de un modesto esfuerzo que no excede las ocho horas de trabajo diarias.
El estadounidense medio posee seguridades sobre sus derechos de propiedad que no tienen equivalente en ningún otro país del mundo. Puede ingresar el dinero que le sobra en un Banco, con la seguridad de que su Gobierno lo protegerá y se lo devolverá si el Banco le falla. Si un ciudadano estadounidense quiere viajar de un Estado a otro, no necesita pasaporte ni permiso de nadie. Puede ir adonde desee y regresar cuando quiera.
Además, puede ir en tren, automóvil particular, autobús, avión o barco, según su bolsillo se lo permita.
Con frecuencia oímos que los políticos proclaman la libertad de Estados Unidos cuando buscan votos, pero es raro que se tomen tiempo o hagan el esfuerzo de analizar la fuente de tal
libertad
. Al no depender de intereses creados, y no albergar resentimientos ni segundas intenciones, yo tengo el privilegio de adentrarme en un sincero análisis de ese
algo
misterioso, abstracto y, por lo general, malentendido que concede a todos los ciudadanos de Estados Unidos más privilegios, más oportunidades de acumular riqueza, más libertad en todos los órdenes, de lo que se pueda encontrar en ningún otro país.
Tengo el derecho de analizar la fuente y la naturaleza de este poder invisible, porque he conocido durante más de medio siglo a muchos de los hombres que organizaron ese poder, y a muchos que son los responsables actuales de que tal poder se mantenga.
¡El nombre de ese misterioso benefactor de la humanidad es
capital
!
El capital no consiste sólo en dinero, sino más específicamente en grupos de hombres inteligentes y bien organizados que planean medios y maneras de usar el dinero en forma eficiente para el bien público, y provechosa para ellos mismos.
Estos grupos están constituidos por científicos, educadores, químicos, inventores, analistas de sistemas, especialistas en publicidad, expertos en transportes, contables, abogados, médicos y toda clase de personas que disponen de conocimientos sumamente especializados en todos los campos de la industria y de los negocios. Esos hombres y mujeres abren caminos y experimentan en nuevos campos abiertos a su iniciativa; sostienen universidades, hospitales y escuelas; construyen buenos caminos; publican periódicos; pagan la mayor parte del coste gubernamental y se ocupan de los numerosos detalles esenciales para el progreso humano. En pocas palabras, los capitalistas son el cerebro de la civilización, porque ellos proveen la totalidad del material para la educación, la civilización y el progreso.
Sin un cerebro que lo controle, el dinero es siempre peligroso. Si se lo utiliza en la forma apropiada, es el elemento esencial más importante de la civilización. Se puede tener una ligera idea de la importancia del capital organizado si uno intenta imaginarse sin ayuda alguna del capital— cargado con la responsabilidad de reunir los elementos para un sencillo desayuno y servírselo a una familia.
Para conseguir el té tendría que viajar a China o a la India, y ambos países se hallan a muchísima distancia de Estados Unidos. A menos que fuera un excelente nadador, se cansaría bastante antes de completar el viaje. Además, se encontraría también con otros problemas. Aun si tuviera las fuerzas físicas suficientes para atravesar nadando el océano, ¿qué usaría como dinero?
Para conseguir el azúcar, tendría que lograr una nueva marca de resistencia natatoria para llegar a Cuba, o de marcha a pie hasta el sector de la remolacha azucarera, en nuestro remoto estado de Utah. Pero, incluso así, podría ser que regresara sin el azúcar, porque para su producción —sin hablar de lo que representa refinarla, transportarla y servírsela en la mesa del desayuno a cualquier habitante de Estados Unidos— se necesita tanto esfuerzo organizado como dinero.
Encontraría los huevos en las granjas más próximas, pero otra vez tendría que hacer una marcha de ida y vuelta muy larga hasta Florida para poder servir zumo de pomelos.
Y le esperaría otra larga caminata a Kansas o a cualquier otro de nuestros Estados cerealeros para conseguir pan de trigo.
No le quedaría más remedio que servir el desayuno sin cereales porque no los conseguiría sin el esfuerzo de una mano de obra especializada y organizada —sin hablar de las máquinas necesarias—, y todo eso requiere capital.
Tras haber descansado, podría partir en un nuevo viajecito, a nado otra vez, a América del Sur, donde cosecharía un par de plátanos, y, de regreso, sólo le faltaría caminar un poquito más hasta la granja más próxima donde tuvieran organizada la producción lechera para conseguir un poco de mantequilla y crema. Entonces, su familia podría sentarse ya a disfrutar del desayuno.
Parece un tanto absurdo, ¿verdad? Bueno, pues el procedimiento que acabo de describirle sería la única manera posible de conseguir esos simples artículos alimenticios si no contáramos con la bendición del sistema capitalista.