Pórtico (13 page)

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Authors: Frederik Pohl

BOOK: Pórtico
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Era un trabajo agradable, resultaba útil (me imagino), y ayudaba a pasar el tiempo. Shicky no nos hacía trabajar demasiado. Había establecido un cupo para el trabajo del día. Mientras instaláramos sesenta repisas y las llenáramos no le importaba que holgazaneásemos un poco, con la condición de que no se notara mucho. Klara iba a verme a alguna hora del día, a veces con la niña, y teníamos muchos otros visitantes. Y cuando no había demasiado trabajo o no se presentaba nadie interesante con quien hablar, podíamos irnos de uno en uno a pasear por ahí durante una hora. Exploré una gran parte de Pórtico que aún no conocía, y fui posponiendo la decisión día a día.

Todos hablábamos de irnos. Casi cada día oíamos el zumbido y la vibración de alguna nave que abandonaba Pórtico, elevándose hasta donde el piloto automático Heechee entraba en funcionamiento. Casi con la misma frecuencia notábamos la vibración, menor y más rápida, de las naves que regresaban. Por la noche íbamos a alguna fiesta. A estas alturas, todos los miembros de mi clase se habían embarcado. Sheri se fue en una Cinco; no la vi antes de irse y no tuve ocasión de preguntarle por qué había cambiado sus planes, aunque la verdad es que no estaba seguro de querer saberlo; la nave que escogió tenía una tripulación compuesta exclusivamente por hombres. Hablaban alemán, pero supongo que Sheri se imaginó que podría arreglárselas sin hablar demasiado. La última fue Willa Forehand. Klara y yo fuimos a su fiesta de despedida y a la mañana siguiente acudimos a los muelles para presenciar su lanzamiento. Yo habría tenido que estar trabajando, pero no creí que a Shicky le importara. Por desgracia, el señor Hsien también estaba allí y me di cuenta de que me había reconocido.

—Oh, mierda —dije a Klara.

Ella se rió nerviosamente y me cogió la mano, marchándonos a toda prisa del área de lanzamiento. Seguimos adelante hasta llegar a un pozo, donde subimos al siguiente nivel. Nos sentamos a la orilla del Lago Superior.

—Rob, viejo amigo —dijo—, dudo que te despida por faltar al trabajo una sola vez. Lo más probable es que se conforme con regañarte.

Me encogí de hombros y lancé una piedrecita a la superficie curvada del lago, alcanzando una distancia de más de doscientos metros. Me sentía inquieto, y llegué a preguntarme si ya habría llegado al punto en que mi repugnancia por arriesgarme a una muerte espantosa en el espacio se veía superada por mi repugnancia a permanecer en Pórtico como un cobarde. El miedo es algo extraño. Yo no lo sentía. Sabía que la única razón por la que me quedaba en Pórtico era que estaba asustado, pero no me sentía como si estuviera asustado, sino como si fuera razonablemente prudente.

—Me parece —dije, consciente de haber empezado la frase sin saber cómo la terminaría— que voy a hacerlo. ¿Qué tal si vienes conmigo?

Klara se incorporó y tuvo un estremecimiento. Dejó pasar unos minutos antes de responder:

—Tal vez. ¿Qué has pensado?

No había pensado nada. Yo sólo era un espectador, y me oía a mí mismo hablando de algo que tenía la virtud de ponerme los pelos de punta. Pero dije, tal como si llevara muchos días planeándolo:

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—Creo que sería buena idea escoger un reestreno.

—¡No hay trato! —Parecía realmente enfadada—. Si voy, voy adonde esté el dinero.

Naturalmente, eso era también donde estaba el peligro. De todos modos, incluso los reestrenos acaban mal con bastante frecuencia.

Lo bueno de los reestrenos es que sales con la certeza de que alguien ha realizado este viaje con anterioridad y ha podido volver, y no sólo eso, sino que también ha hecho un hallazgo que vale la pena seguir. Algunos son bastante ricos. Está el Mundo de Peggy, de donde proceden los serpentines de la calefacción y las pieles. Está Eta Carina Siete, donde probablemente encontraríamos muchas cosas útiles si pudiéramos llegar a él. Lo malo es que ha atravesado por un período glaciar desde que los Heechees estuvieron allí por última vez. Las tormentas son horribles. De cinco naves que aterrizaron allí, una regresó con la tripulación completa, indemne. Las demás no regresaron.

Por regla general, Pórtico no tiene un empeño especial en que efectúes un reestreno. Te hacen una oferta en efectivo en lugar de un porcentaje, que te reportaría ganancias bastante fáciles, como en el caso de Peggy. Lo que pagan no es tanto productos comerciales como mapas. Así pues, sales al espacio y empiezas a hacer viajes orbitales, a fin de descubrir las anomalías geológicas que indican la presencia de excavaciones Heechee. Es posible que ni siquiera aterrices. La paga es buena, pero no tanto. Tendrías que hacer un mínimo de veinte viajes para reunir un capital suficiente, en el caso de aceptar el trato de un solo pago propuesto por la Corporación. Y si dices seguir por tu cuenta y continúas explorando, tienes que pagar una parte de los beneficios a la tripulación que hizo el descubrimiento, y una parte de lo que te queda a la Corporación. Terminas con una fracción de lo que podrías ganar con un hallazgo virgen, aun sin tener una colonia establecida sobre el terreno contra la cual luchar.

También puedes tratar de obtener una bonificación: cien millones de dólares si encuentras una civilización desconocida, cincuenta millones para la primera tripulación que localice una nave Heechee mayor que una Cinco, y un millón de dólares por descubrir un planeta habitable.

Quizá parezca raro que sólo paguen un millón por todo un planeta nuevo. Pero la cuestión, una vez lo has descubierto, es qué haces con él. No puedes exportar a demasiada población sobrante si sólo te es posible transportarlos de cuatro en cuatro. Eso, aparte del piloto, es todo lo que cabe en la mayor nave de Pórtico. (Y si no tienes piloto, no puedes hacer regresar la nave.) Así pues, la Corporación ha establecido algunas colonias pequeñas, de las cuales hay una muy floreciente en Peggy y las demás están poco desarrolladas. Pero esto no resuelve el problema de veinticinco mil millones de seres humanos, en su mayoría mal alimentados.

De Shikitei Bakin a Aritsune, su distinguido nieto:

No puedo describirte mi gran alegría al enterarme del nacimiento de tu primer hijo. No te desesperes. El próximo será niño.

Te pido humildemente perdón por no escribirte antes, pero hay poco que contar. Hago mi trabajo e intento crear belleza donde puedo. Quizás algún día me decida a salir otra vez. No es fácil sin piernas.

Sin duda, Aritsune, podría comprar unas piernas nuevas. Había un par muy bien hecho hace pocos meses. Pero ¡el precio! Casi podría comprar un Certificado Médico Completo. Eres un buen nieto al aconsejarme que use mi capital para esto, pero yo soy quien debe decidir. Te envío la mitad de mi capital para ayudarte en los gastos de mi bisnieta. Si muero aquí, recibirás el resto, para ti y todos aquellos que os nacerán, a ti y tu buena esposa, dentro de poco. Esto es lo que yo deseo. No te resistas a mi voluntad.

Todo mi inmenso cariño a los tres. Si puedes, envíame una holografía de los cerezos en flor; no tardarán en florecer, ¿verdad? ¡Aquí uno pierde el sentido del tiempo de casa!

Muchos abrazos de

Tu abuelo

Nunca obtienes esa clase de bonificación en un reestreno. Quizá no la obtengas en ningún caso; es posible que las cosas que premian ni siquiera existan.

Es extraño que nadie haya encontrado jamás algún rastro de otra criatura inteligente. Pero en dieciocho años, después de dos mil vuelos, nadie lo ha hecho. Hay unos doce planetas habitables, y otros cien donde la gente podría vivir si no hubiera más remedio, tal como hemos hecho en Marte y en, tendría que decir «dentro de», Venus. Existen algunos vestigios de pasadas civilizaciones, ni Heechees ni humanas. Y también existen restos de los propios Heechees. A este respecto hay más en las madrigueras de Venus que en cualquier otro lugar de la Galaxia. Incluso Pórtico sufrió una limpieza a fondo antes de que sus habitantes lo abandonaran.

Malditos Heechees, ¿por qué tenían que ser tan pulcros?

Así pues, descartamos los reestrenos porque no daban suficiente dinero, y nos quitamos de la cabeza las bonificaciones por hallazgos especiales porque era imposible planear nada de esto por adelantado.

Finalmente dejamos de hablar, nos miramos, y después incluso dejamos de mirarnos.

Pese a lo que dijéramos, no iríamos. No teníamos el temple necesario. Klara lo había perdido durante su último viaje, y supongo que yo no lo había tenido nunca.

—Bueno —dijo Klara, levantándose y desperezándose—, creo que iré a probar suerte en el casino. ¿Quieres venir a mirar?

Meneé la cabeza.

—Lo mejor será que vuelva al trabajo; si es que aún lo tengo.

Nos dimos un beso de despedida junto al pozo, y al llegar a mi nivel alcé una mano, le acaricié los tobillos y salté al suelo. No estaba de muy buen humor. Nos habíamos esforzado tanto en creer que no había ningún lanzamiento por cuya recompensa valiera la pena arriesgarse, que casi lo había conseguido.

Naturalmente, ni siquiera habíamos mencionado la otra clase de recompensa: las bonificaciones de peligro.

Tienes que estar muy desesperado para recurrir a ellas. Por ejemplo, había veces en que la Corporación ofrecía medio millón o más a la tripulación que emprendiera un viaje previamente realizado por otra tripulación... que no había vuelto. Su razonamiento es que quizás hubiera habido un fallo en la nave, que se quedara sin combustible o algo así, y que una segunda nave podría incluso rescatar a la tripulación de la primera. (¡Muy improbable!) Lo más probable, como es natural, era que lo que había matado a la primera tripulación se encontrara todavía allí, dispuesto a matarte a ti.

Después llegaban a ofrecer un millón, que se convertía en cinco millones si tratabas de cambiar el rumbo tras el lanzamiento.

La razón por la que aumentaban las bonificaciones hasta cinco millones era que las tripulaciones dejaban de presentarse al ver que ninguna, absolutamente ninguna, lograba regresar. Después las anulaban, porque perdían demasiadas naves, y finalmente se olvidaban de la cuestión. De vez en cuando te instalan un control de mando adicional, una computadora nueva diseñada para actuar simbólicamente con el tablero Heechee. Estas naves tampoco ofrecen demasiadas posibilidades de éxito. El cierre de seguridad del tablero Heechee tiene una razón de ser. No puedes cambiar el punto de destino mientras está conectado. Quizá no puedes cambiarlo de ningún modo, sin destruir la nave.

Una vez vi cómo cinco personas trataban de obtener una bonificación de peligro de diez millones de dólares. Algún genio de la Corporación perteneciente a la plantilla fija estaba preocupado sobre el modo de transportar a más de cincuenta personas, o el equivalente en carga, de una sola vez. No sabíamos construir una nave Heechee, y jamás habíamos logrado encontrar una grande. Así que quiso superar ese obstáculo utilizando una Cinco como una especie de tractor.

Por lo tanto construyeron una especie de embarcación espacial con el metal Heechee. La cargaron con trozos de chatarra, y elevaron una Cinco con propulsión de aterrizaje, que funciona a base de hidrógeno y oxígeno, y resulta bastante fácil de controlar. Después ataron la Cinco a la embarcación con cables monofilamentales de metal Heechee.

Nosotros observábamos toda la operación desde Pórtico por PV. Vimos que los cables cedían cuando la Cinco los presionó con sus reactores. Es lo más impresionante que he visto jamás.

Todo lo que vimos por PV fue que la embarcación sufría una brusca sacudida y que la Cinco desaparecía de la vista.

No regresó. Las cintas mostraron la primera parte de lo que sucedió. El nudo del cable había partido aquella nave en segmentos como si fuera un huevo duro. Sus ocupantes nunca supieron lo que les había alcanzado. La Corporación sigue teniendo esos diez millones; nadie quiere volver a intentarlo.

Recibí una llamada telefónica realmente horrible, pero breve del señor Hsien, pero eso fue todo. Al cabo de uno o dos días Shicky empezó a dejarnos salir de nuevo.

INFORME DE LA MISIÓN

Nave 5-2, Viaje 08D33. Tripulación L. Konieczny, E. Konieczny, E. Ito, F. Lounsbury, A. Akaga.

Tiempo de tránsito 27 días 16 horas. Primario no identificado, pero probablemente a la altura de la estrella Tucanae en grupo 47.

Sumario:
«Emergimos en caída libre. Ningún planeta cercano. Primario A6, muy brillante y caliente, distancia aproximada 3.3 U.A.

»Ocultando la estrella primaria obtuvimos una vista magnífica de lo que parecían ser doscientas o trescientas estrellas muy brillantes y cercanas, cuya magnitud aparente oscila entre 2 y -7. Sin embargo, no se detectaron artefactos, señales, ni planetas o asteroides donde pudiéramos aterrizar. Sólo podíamos permanecer tres horas en la estación por la intensa radiación de la estrella A6. Larry y Evelyn Konieczny cayeron gravemente enfermos durante el viaje de regreso, al parecer debido a la exposición radiactiva, pero se curaron. No se obtuvo ningún artefacto.»

Yo pasaba la mayor parte del tiempo libre con Klara. Muchas veces nos reuníamos en su habitación, y de vez en cuando en la mía, para pasar una hora en la cama. Dormíamos juntos casi todas las noches; podría pensarse que ya teníamos que estar hartos de aquello. No lo estábamos. Al cabo de un rato yo no sabía con exactitud por qué copulábamos, si por el mismo placer de hacerlo o la distracción que se derivaba de la contemplación de nuestras propias imágenes. Me quedaba allí tendido y miraba a Klara, que siempre daba media vuelta, se acostaba sobre mi estómago y cerraba los ojos después de hacer el amor, incluso cuando teníamos que levantarnos a los dos minutos. Pensaba en lo bien que conocía cada pliegue y la superficie de su cuerpo. Olía aquel aroma dulce y erótico que se desprendía de ella y deseaba... ¡Oh, no sé lo que deseaba! Deseaba cosas que sólo podía entrever: un apartamento bajo la Gran Burbuja en compañía de Klara, una celda en un túnel de Venus en compañía de Klara, incluso toda una vida en las minas de alimentos en compañía de Klara. Me imagino que eso era amor. Pero después seguía mirándola, y la imagen que mis ojos veían se transformaba, y lo que veía era el equivalente femenino de mí mismo: un cobarde a quien se le ofrece la mayor oportunidad que un humano puede tener, y que está demasiado asustado para aprovecharla.

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