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Authors: José Antonio Cotrina Javier Negrete

Tags: #Colección NOVA 141

Premio UPC 2000 (30 page)

BOOK: Premio UPC 2000
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Apoyo mi frente en el cristal y suspiro.

¿Cuándo perdí el control de mi destino? ¿En qué momento de mi vida ya fue inevitable que tomara esta nave rumbo a Miranda? ¿Cuándo conocí a Vincent? ¿Al aceptar su reto de entrar en el coloso? ¿Cuándo desperté en Luna, borrada y aturdida? ¿O pudo ser antes? Tal vez los pasos que di en mi vida interior ya me encaminaban a esto. Tal vez no había forma de librarse y Vargas Patricia estaba condenado desde el principio de los tiempos a sacar pasaje en la
Stefánikova
rumbo a Miranda.

La nave tiembla preparándose para el despegue y mi perspectiva del puerto espacial tiembla en consonancia. En algún lugar lejano una bestia dormida despierta y brama, escupe fuego, jadea y ruge hasta que la realidad entera se doblega ante su poder. Los campos de enlace que nos mantenían sujetos a la torreta se sueltan y la
Stefánikova
, libre por fin, da un brinco agradecido antes de saltar hacia el espacio. Por un instante creo que Luna se está precipitando hacia una sima profunda, envuelta en nieblas negras. Y más allá está Tierra hundiéndose también con ella en el abismo, muerta, estéril.

Doy la orden para que comience la cuenta atrás. En el arco inferior de mi visión se superpone, en dígitos apenas visibles, el tiempo que resta para que la bomba estalle:

Veinte horas cero minutos cero segundos.

Mi primera visión de Urano es un lejano tremolar de aguamarina. A medida que nos acercamos el tremolar se va concretando y se hace esfera. El séptimo planeta del Sistema Solar aparece ante mí como una pulida bola azul que va creciendo hasta hacerse inmensa, magnífica.

Luego, uno a uno, van surgiendo sus satélites y, entre ellos, mi destino: Miranda.

Miranda siempre ha sido una luna castigada. Hasta su génesis fue violenta: en la prehistoria del Sistema Solar un objeto sideral de considerable tamaño chocó contra Urano con tal fuerza que trastocó su rotación y le dejó una amplia carnada de lunas de recuerdo. Por si eso fuera poco los análisis geológicos practicados a Miranda indican que, en siete ocasiones diferentes, la luna se desintegró y, posteriormente, volvió a ensamblarse. A eso se debe su geografía herida y confusa; la superficie de Miranda parece construida a base de retales, como si un dios bromista la hubiera convertido en un inmenso
collage
en el que hubiera repartido al azar llanuras y cordilleras, riscos y acantilados inmensos, engarzándolos unos a otros sin orden ni concierto ni lógica. Si la potencia de la bomba es la correcta pronto habrá que añadir un nuevo capítulo a su colección de desastres.

Un crucero interceptor de la
Zone
aparece de pronto ante mi vista, hasta ahora se encontraba oculto en órbita a Ariel y el potente brillo de la luna me ha impedido descubrirlo antes. Maniobra lentamente hasta enfilarnos y se acerca a nosotros aumentando su velocidad. En cambio la
Stefánikova
reduce su velocidad y maniobra para ofrecer su flanco izquierdo a la nave que llega. Pierdo de vista al interceptor cuando la
Stefánikova
completa su maniobra, aunque algo me dice que pronto sabré de sus tripulantes.

—Señor Vargas —la misma voz que me ha recibido al subir de la nave resuena ahora en mi camarote. Ya no parece contenta de mi presencia a bordo—. Le ruego encarecidamente que se rinda sin oponer resistencia a las fuerzas de la
Zone
que van a abordarnos en breves instantes. Me veo en la obligación de informarle de que si se produce el menor desperfecto en la nave su reparación deberá ser enteramente sufragada por usted. Muchas gracias por su cooperación. Espero que haya disfrutado del viaje.

—¡Que te jodan…!

Tres horas diecinueve minutos cuarenta y dos segundos.

Cuando me acerco a la puerta y la abro me encuentro con un campo de fuerza que me impide el paso y éste no es un campo que pueda colapsar. Sólo me queda aguardar acontecimientos y éstos no se hacen esperar. Una escuadra entera de Persuasores de la
Zone
enfila a paso veloz el amplio pasillo que lleva a mi puerta. Son cuerpos pequeños pero recios, potentes, su principal baza son los dos cañones de plasma que llevan incorporados en la parte superior de sus hombros, sólo tienen potencia para un único disparo, pero ese disparo puede ser suficiente. Armas persuasivas las llaman.

—Alexandre Sara… —dice el que parece ser el cabecilla acercándose hasta la puerta cuyo campo de fuerza se repliega ante su cercanía—. Estamos aquí para trasladarle a Miranda. Nuestra primera orden es llevarle intacto en un cuerpo desarmado. La segunda nos deja completa libertad de acción. En todo caso la decisión final es suya.

—Me temo que eso está fuera de mi alcance. Mi zócalo craneal está sellado y no puedo salir de fase. Estoy atrapado en este cuerpo —les informo con una media sonrisa.

—Thea, ¿puede comprobarlo?

Uno de los Persuasores se acerca hasta mí cautelosamente, sin colocarse en la línea de disparo del resto y sin dejar de apuntarme con sus cañones de plasma y con el subfusil láser que lleva entre manos. Me doy la vuelta para que compruebe que digo la verdad.

—Está sellado. No distingo el material pero parece trabajo de neurata.

Por un momento el cabecilla guarda silencio, pidiendo y recibiendo nuevas órdenes a través de la red privada de la
Zone.
Yo compruebo el estado de mis armas y me preparo para un posible ataque. Si éste se produce aquí acaba todo. Podré llevarme conmigo a buena parte de la escuadra pero no a todos. No es un pensamiento agradable.

—La cuenta atrás del dispositivo explosivo sigue su marcha, señor. Tres horas quince para su detonación.

—¿Puedes detener esa cuenta? —me pregunta.

—Me temo que no.

No siento el primer disparo. Es un trallazo de baja intensidad pero sumamente doloroso. Lo recibo en plena cara. Aturdido desconecto mis centros de dolor y me dispongo a responder a su fuego, cuando caen en manada sobre mí y me reducen por el simple peso de sus cuerpos. Uno de ellos me dispara un disruptor que entorpece mis movimientos y frena mi velocidad de reacción.

Tengo dos opciones: luchar o rendirme. Al final me decido por la segunda.

VeiNTiCiNCo

—Una mente colmena, eso es lo que está buscando crear Ethan Lárnax. Dotar a la raza humana de una mente colectiva —dijo Marion en un suspiro.

—¿Qué? ¿Qué significa eso? —pregunté yo. Había acudido a la cita que la doctora había fijado a través de mi red personal. El mensaje había sido una excusa: pretendía hacerme unas pruebas para intentar paliar las secuelas sinestésicas que me asaltaban tras el
change.

Marion bajó la voz y se acercó más aún a mí. En la expresión de su rostro había terror, sí, pero también un cierto grado de admiración morbosa. Fuera lo que fuese lo que Ethan Lárnax se traía entre manos era algo capaz de aterrarla y estimular su interés científico a la vez.

—Estudié el comportamiento del virus en otros discos de identidad —cada frase, cada palabra, era subrayada por un gesto nervioso—. Al principio no me di cuenta de la pauta que seguía, fui incapaz de comprender el verdadero alcance de la transformación a la que el virus sometía a las neuronas. Creía que era un virus nocivo, dañino, un virus que buscaba la destrucción de la identidad…

—¿Y no me dirás que no es nocivo? Esa mierda acabó con Vincent…

—Oh… Sí… sí lo es. Pero de un modo diferente, de un modo atroz… —hizo ademán de secarse la frente aunque no había rastro de sudor en ella—. No borra la identidad del sujeto… No la borra, la sustituye. El virus replica la pauta genética de Ethan Lárnax y la implanta en la mente antigua.
Convierte al sujeto en Ethan Lárnax…

—¿Qué?, ¿qué?,
¿QUÉ?
¿Me estás diciendo que el cabrón se clona en los discos de identidad? ¿Eso fue lo que acabó con Vincent? ¿Ethan Lárnax se intentó clonar en su disco?

—No… No es tan sólo eso… Ojalá lo fuera… probé introduciendo los discos de identidad en biomodelos funcionales e infectándolos entonces. El nuevo Ethan Lárnax intenta entrar en la red personal del Ethan Lárnax original.
Busca integrarse en la mente antigua.
Convertirse en una única mente a través de la red virtual, sólo que repartida en dos discos de identidad. Es entonces cuando se produce la autodestrucción del virus, el sujeto sobre el que se ha copiado está muerto, por lo tanto el Ethan Lárnax resultante también lo está y el virus fracasa al intentar cumplir las últimas instrucciones de su programa. ¿Comprendes?

Guardé silencio un instante. Sopesando las implicaciones de lo que Marion Bastian acababa de contarme y dándome cuenta de que no era capaz.

—No lo entiendo, no lo entiendo… ¿No le resultaría más sencillo duplicarse de otro modo? No sé… Recrearse a sí mismo mediante clonación estándar. Crear un nuevo Ethan Lárnax a partir de un disco de identidad vacío o algo por el estilo.

—No, eso es del todo imposible, Sara. Necesita un entramado consciente sobre el que instalarse. Y la clonación estándar como tú la llamas tampoco surtiría efecto. No serían dos mentes complementarias sino dos mentes diferentes basadas en el mismo patrón.

—¿Y qué es lo que pretende?

—Ya te lo he dicho. Lo conozco desde hace tiempo. Conozco el alcance de su locura. Quiere crear una mente colmena. Dotar a la humanidad de una sola mente. Y esa mente será la suya.

—Dios…

—Sí, sin duda es a eso a lo que aspira.

—Pero…, pero…, si tienes razón y es eso lo que pretende, ¿cómo lo va a conseguir?, ¿cómo va a infectar a toda la humanidad con ese virus?

—Como infectó a Vincent, Sara. A través de sus cuerpos. No olvides que Ethan Lárnax es el director de Bodyline Enterprise y tiene bajo su control al resto de empresas. Nada más sencillo para él que agregar una cápsula inyectable a todos los cuerpos que manufacturen. O incluir el virus en el momento de la compilación. Le resultará muy sencillo hacerlo cuando llegue el momento, te lo aseguro.

—Cuando llegue el momento…

—Exacto. El virus todavía no es operativo. Está en fase de pruebas y por lo que parece no las está pasando con el éxito deseado. Pero otra cosa que te aseguro es que tarde o temprano Ethan Lárnax resolverá esos problemas. Y entonces…

—Lo entiendo, lo entiendo… Tenemos que detenerlo antes de que consiga que el virus sea funcional, de acuerdo. Pero ¿cómo lo haremos…? ¿Cómo podemos vencerle? ¡Sólo somos dos personas contra todo un imperio! ¡Es un suicidio!

—No…, ahí te equivocas… Somos muchos más.

VeiNTiSéiS

Primero sentí la vibración corta que indicaba que alguien intentaba comunicarse conmigo a través de mi red privada. El sistema operativo estudió entonces la procedencia de la llamada y, una vez identificada ésta, vertió el nombre a mi retina: Ethan Lárnax.

Tragué saliva. Mi pulso se disparó. Respiré profundamente unos segundos antes de contestar, intentando controlar en lo posible el temblor que predecía iba a dominar mi voz.

—Sí, señor…, ¿desea usted algo?

—Querida amiga… —escuché en mi mente. Tuve la imperiosa necesidad de hundir mis manos en mi cráneo, buscar aquella voz y arrojarla lejos de mí, aunque aquello me costara la vida—. Lo primero que deseo es que hayas encontrado la calma. La muerte de Vincent Aurora nos afectó muchísimo a todos. Su pérdida nos deja huérfanos y a ti, amiga mía, más que a nadie. ¿Cómo te encuentras?

—Falta de aire, señor…

—Por favor, tutéame. No me siento a gusto cuando gente a la que tengo en gran estima me trata de usted. No me gustan las distancias, ni siquiera las verbales…

—Me siento falta de aire, Ethan… —me mordí los labios con fuerza—. Siento como si me hubieran robado una parte importante de mi vida. Algo imprescindible. Han pasado dos meses pero todavía no me he hecho a la idea. Es como si acabara de suceder ahora.

—Pero hay que seguir viviendo, Sara. Tú no has muerto, recuerda eso, no lo olvides nunca. Tienes que aceptar esa pérdida en lo que vale, pero no dejar que te lastre. Debes sobreponerte. Eres fuerte. Usa esa fuerza para seguir adelante. No te rindas…

—Eso es lo que me digo cada mañana —y la fuerza necesaria para seguir viviendo me la daba el ansia de venganza que me consumía.

—Lamenté no poder asistir personalmente a las exequias. Soy esclavo de mil responsabilidades a las que, ni siquiera en momentos como ésos, puedo sustraerme, espero que lo entiendas, Sara.

—Lo comprendo. Lo comprendo.

—Hay una última cosa, aunque entendería que te negaras. Los dos conocíamos a Vincent y creo conocer la forma en que le hubiera gustado que honraras su memoria… —un hálito premonitorio recorrió mi espalda—. A Vincent le hubiera gustado que terminaras el trabajo que él no pudo concluir.

Llegué a la hora convenida al hangar secundario. Allí, en la entrada, se encontraba Demetrio y, nada más verme llegar, se aproximó sonriente, tendiéndome una mano que tomé con el entusiasmo justo como para que no sospechara que algo iba mal. No había nadie más en el hangar.

El espacioso pabellón estaba desierto, a excepción hecha de los biomodelos en proceso de pruebas que colgaban de arneses o estaban a medio embalar.

—¡No sabes lo complacido que está Ethan de que hayas aceptado retomar el trabajo de Vincent! ¡Se deshace en elogios hacia ti, de verdad!

Demetrio me indicó el cuerpo que debía probar: un biomodelo de combate destinado, decía, a las tropas del
Caesar
de Caronte. Era un diseño experimental que el propio Lárnax había concebido.

—El fallo que acabó con Vincent ya está subsanado. Fue un error humano. Uno de los operarios realizó mal una conexión en el montaje final. Sé que no te va a servir de consuelo, pero fue despedido y Bodyline Enterprise ha abierto diligencias contra él… —me miró, me dedicó una sonrisa que supuse trataba de ser consoladora, se dio la vuelta para mirar hacia la entrada del hangar y siguió hablando—: Deberemos esperar unos minutos… Ethan Lárnax no tardará en llegar —dijo—, está muy interesado en este proyecto y quiere asistir a las pruebas.

Al alcance de mi mano, apoyada contra una de las finas columnas había una larga y pesada herramienta que era utilizada en las pruebas de equilibrio y manipulación. La tomé, la sopesé un instante y, cuando Demetrio se volvía hacia mí, descargué con tal fuerza un golpe contra su nuca que casi le arranco de cuajo la cabeza. Cayó al suelo.

Actué con rapidez, casi sin pensar. Coloqué mi extractor manual en el zócalo de su cráneo y saqué su disco de identidad. Si había conseguido aturdido lo suficiente Demetrio no habría tenido tiempo de dar la alarma en la red. Pero Ethan Lárnax no tardaría en llegar y dudaba de que lo hiciera solo. No sabía con cuánto tiempo iba a contar y mi deseo era largarme del complejo Miranda antes de que las tropas de Lárnax, como sin duda harían, salieran en mi busca.

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