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Authors: Arthur C. Clarke & Gentry Lee

Tags: #Ciencia ficción

Rama Revelada (51 page)

BOOK: Rama Revelada
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2

Los ruidos de tres niños que jugaban en la sala de estar despertaron a Nicole. Mientras se estaba poniendo el salto de cama, Ellie fue hasta la puerta del dormitorio y le preguntó si había visto la muñeca favorita de Nikki.

—Creo que está debajo de la cama —respondió Nicole.

Ellie regresó a su actividad de empacar cosas y Nicole pudo oír a Richard en el baño.

No falta mucho ahora
, pensaba, cuando su nieta apareció de repente en el vano de la puerta.

—Mami y yo nos vamos, Nonni —dijo la niñita con una sonrisa—. Vamos a ver a papito.

Nicole abrió los brazos y la pequeña corrió hacia ellos para recibir un fuerte abrazo.

—Lo sé, mi querida —contestó Nicole. Mantuvo a la niña muy apretada entre los brazos y, después, le empezó a acariciar el cabello—. Te voy a extrañar, Nikki.

Pocos segundos después, se dejaron oír los dos mellizos Watanabe en la habitación.

—Tengo hambre, señora Wakefield —dijo Galileo.

—Yo también —añadió Kepler.

Con renuencia, Nicole soltó a su nieta y empezó a caminar hacia el otro lado del dormitorio.

—Muy bien, chicos —dijo—. Tendré su desayuno listo dentro de unos minutos.

Cuando los tres niños casi habían terminado de comer, Max, Eponine y Marius llegaron a la puerta.

—¿A que no sabes una cosa, tío Max? —dijo Nikki, antes de que Nicole hubiera tenido la oportunidad, siquiera, de saludar a los Puckett—, voy a ver a mi papito.

Las cuatro horas transcurrieron con rapidez. Richard y Nicole explicaron todo dos veces, primero a Max y Eponine y, después, a los recién casados, que todavía estaban radiantes por los placeres de su noche de bodas. A medida que se acercaba la hora para la partida de Richard, Ellie y Nikki, la agitación y la energía que habían caracterizado la conversación matinal empezó a amenguar. Nicole comenzó a sentir cosquilleos en el vientre.
Relájate y sonríe
, se dijo.
No vas a facilitar las cosas si te pones triste
.

Max fue el primero en decir adiós.

—Ven aquí, princesa —le dijo a Nikki—, y dale un beso a tu tío Max. —La niña obedientemente siguió las instrucciones. Max, entonces, se puso de pie y cruzó la habitación hacia donde Ellie estaba hablando con su madre.

—Cuida a esa niñita, Ellie —dijo, abrazándola—, y no permitas que esos bastardos te quiten algo. —Max estrechó la mano de Richard y, después, llamó a los mellizos Watanabe para que se le unieran afuera.

La disposición de ánimo que había en la habitación cambió rápidamente. A pesar de la promesa que se había hecho de permanecer calmada, Nicole sintió una oleada de pánico cuando, de pronto, se dio cuenta de que sólo tenía unos minutos para completar las despedidas. Patrick, Nai, Benjy y Eponine habían seguido la indicación de Max y estaban dando fuertes abrazos al trío que estaba por partir.

Nicole trató de abrazar a Nikki otra vez, pero la niñita se escabulló velozmente, yendo afuera a la carrera para jugar con los mellizos. Ellie terminó de decirle adiós a Eponine y se volvió hacia Nicole.

—Te voy a extrañar, mamá —manifestó con vivacidad—. Te quiero mucho.

Nicole luchó por conservar el equilibrio emocional.

—No pude haber pedido una hija mejor —declaró. Mientras las dos se estrechaban en un abrazo, Nicole le habló en voz baja al oído de Ellie—: Ten cuidado. Hay mucho en juego…

Ellie se separó, miró a su madre en los ojos y tomó una bocanada profunda de aire.

—Lo sé, mamá —dijo con tono sombrío—, y eso me asusta. Espero no decepcion…

—No lo harás —replicó Nicole como a la ligera—. Tan sólo recuerda lo que dijo el grillo de Pinocho.

Ellie sonrió.

—«Y deja siempre que tu conciencia sea tu guía».

—¡Llegó Archie! —Nicole oyó gritar a Nikki. Buscó con la mirada a su marido.

¿Dónde está Richard?
, pensó, asustada.
No le dije adiós…

Ellie era una imagen borrosa mientras se dirigía hacia la puerta llevando dos mochilas.

Nicole apenas podía respirar. Oyó a Patrick decir «¿Dónde está tío Richard?», y una voz contestar desde el estudio, «Estoy aquí atrás».

Nicole corrió por la sala de estar hacia el estudio.

Richard estaba sentado en el piso, en medio de componentes electrónicos y de su propia mochila abierta. Nicole se paró en el vano de la puerta durante un segundo, recuperando el aliento.

Richard la oyó detrás de él y se volvió.

—Ah, hola, amor —dijo con tono indiferente—. Todavía estoy tratando de decidir cuántos componentes auxiliares debo llevar para mis traductores.

—Archie ya está aquí —anunció Nicole en voz baja.

Richard echó un vistazo al reloj de pulsera.

—Creo que es hora de irnos —dijo. Levantó un puñado de piezas para equipo electrónico y las embutió en la mochila. Después se puso de pie y fue hacia Nicole.

—¡Tío Richard! —aulló Patrick.

—Ya voy —gritó Richard—. Un minuto, nada más.

Nicole empezó a temblar en el instante mismo que Richard pasó los brazos alrededor de ella.

—Eh —señaló él—, todo está bien… Ya estuvimos separados antes.

El miedo de Nicole se había vuelto tan poderoso que no le permitía hablar. Trató con desesperación de ser valiente, pero le fue imposible. Sabía que ésa sería la última vez que volvería a tocar a su marido.

Puso una mano detrás de la cabeza de Richard y se apartó levemente, de modo de poder besarlo. Ahora corrían lágrimas por las mejillas de Nicole. Quería detener el tiempo, hacer que ese instante durara una eternidad. Sus ojos tomaron una fotografía de la cara de Richard, y lo besó suavemente en los labios.

—Te amo, Nicole —dijo él.

Durante un instante, Nicole creyó que no podría contestar.

—Yo también te amo —logró decir finalmente.

Richard alzó la mochila e hizo un breve ademán de saludo. Nicole se quedó parada en el vano de la puerta y lo miró caminar hacia la salida.

«Recuerda», oyó la voz de Omeh dentro de la cabeza.

Nikki casi no podía creer en su buena suerte. Ahí, delante de ella, apenas afuera de los portones de la Ciudad Esmeralda, un avestrusaurio los estaba esperando, tal como Archie había dicho. La niña se movía de acá para allá con impaciencia, mientras su madre le cerraba el abrigo.

—¿Puedo darle de comer, mamá? —preguntó—. ¿Puedo? ¿Puedo?

Aun con el avestrusaurio sentado en el suelo, Richard tuvo que ayudar a Nikki a montar sobre el animal.

—Gracias, Boobah —dijo la niña, cuando estuvo cómodamente acurrucada en la concavidad.

—La sincronización se calculó con sumo cuidado —les dijo Archie a Richard y Ellie, mientras se desplazaban por el sendero que cruzaba el bosque—. Llegaremos al campamento cuando todas las tropas estén iniciando el desayuno, de ese modo, todos nos verán.

—¿Cómo sabremos en qué momento preciso debemos aparecer? —preguntó Richard.

—Algunos de los cuadroides son dirigidos desde los campos que están más al norte. Poco después de que despierten los primeros soldados y estén saliendo de sus carpas, tu amigo aviano, Timmy, llevando el anuncio escrito de nuestra inminente llegada, va a volar sobre sus cabezas en la oscuridad. Nuestro mensaje va a indicar que seremos precedidos por las luciérnagas y que vamos a estar agitando una bandera blanca, como sugeriste tú.

Nikki advirtió unos ojos extraños que los miraban desde la oscuridad del bosque.

—¿No es divertido? —le dijo a su madre. Ellie no respondió.

Archie detuvo el avestrusaurio cerca de un kilómetro al sur del campamento de los humanos. Los faroles, y otras luces que había afuera de las lejanas carpas que el grupo tenía delante de sí, parecían estrellas que titilaban en la oscuridad.

—Timmy debe de estar dejando caer nuestro mensaje más o menos en este preciso momento —dijo.

Se habían estado desplazando cautelosamente en la oscuridad durante casi un tert, no queriendo usar las luciérnagas debido a la leve posibilidad de que se los pudiese advertir demasiado temprano. Nikki dormía serenamente, la cabeza apoyada en el regazo de su madre. Tanto Richard como Ellie estaban tensos.

—¿Qué vamos a hacer —preguntó Richard antes que se detuvieran— si las tropas nos disparan antes que podamos decir algo?

—Damos la vuelta y nos retiramos tan rápido como podamos contestó Archie.

—¿Y qué pasa si nos persiguen con los helicópteros y los reflectores? —terció Ellie.

—En máxima velocidad, al avestrusaurio le toma casi cuatro wodens llegar hasta el bosque —respondió Archie.

Timmy regresó al grupo e informó, en una breve conversación de parloteos y colores con Archie, que había cumplido su misión. Richard y Timmy, entonces, se despidieron el uno del otro; los grandes ojos del aviano expresaban una emoción que Richard no había visto antes, cuando le frotó el vientre al alienígena. Pocos instantes después, mientras Timmy volaba en dirección de la Ciudad Esmeralda, dos luciérnagas se encendieron al lado del sendero y, después, enfilaron hacia el campamento de los seres humanos. Richard abría la procesión, aferrando la bandera blanca en la mano derecha. Lo seguía el avestrusaurio, a unos cincuenta metros por detrás, llevando a Ellie, Archie y la niña dormida.

Richard pudo ver los soldados con sus prismáticos, cuando el grupo estaba a unos cuatrocientos metros. Las tropas estaban paradas en los alrededores, mirando en la dirección general del grupo. Richard contó veintiséis soldados en total, comprendidos tres con los rifles levantados y otros dos explorando la oscuridad con prismáticos.

Tal como se planeó, Ellie, Nikki y Archie desmontaron cuando estaban a unos doscientos metros del campamento. Al avestrusaurio se lo envió de regreso a la Ciudad Esmeralda, antes que sus cuatro jinetes fueran caminando hacia los soldados humanos. Nikki, que no había estado lista para despertar, se quejó al principio, pero se calló cuando percibió la importancia del pedido de su madre para que permaneciera en silencio.

Archie caminaba entre los dos seres humanos adultos. Nikki, aferrada a la mano de su madre, y corría para mantener el paso.

—¡Hola, allá! —gritó Richard cuando creyó estar a distancia de ser oído—. Soy Richard Wakefield. Venimos en paz. —Agitó vigorosamente la bandera blanca—. Estoy con mi hija Ellie, mi nieta Nikki y un representante de las octoarañas.

Debió de haber sido un cuadro asombroso para los soldados, ninguno de los cuales había visto una octoaraña antes. Con las luciérnagas revoloteando sobre la cabeza de las tropas, Richard y su grupo surgieron de la oscuridad ramana.

Uno de los soldados se adelantó.

—Soy el capitán Enrico Pioggi —dijo—, el comandante en jefe de este campamento… Acepto su rendición en nombre de las fuerzas armadas de Nuevo Edén.

Como el anuncio de la inminente llegada del grupo se le había informado al campamento menos de media hora antes, la cadena de mando de Nuevo Edén no había tenido tiempo de formular un plan sobre qué hacer con los prisioneros. No bien se hubo confirmado que una partida formada por un hombre, una mujer, una niña y una octoaraña alienígena en verdad se estaba acercando a su campamento, el capitán Pioggi nuevamente se puso en contacto radial con el cuartel general de línea, en Nuevo Edén, y solicitado instrucciones respecto de cómo proceder. El coronel a cargo de la campaña le dijo que “pusiera los prisioneros a buen recaudo” y que “esperara órdenes ulteriores”.

Richard había previsto que ninguno de los oficiales iba a estar dispuesto a tomar actitud definitiva alguna, hasta que se le hubiera consultado a Nakamura mismo. Le señaló a Archie, durante la larga marcha en avestrusaurio, que iba a ser importante emplear el tiempo que fuere que pudieran tener con los soldados del campamento, para empezar a refutar la propaganda que estaba difundiendo el gobierno de Nuevo Edén.

—Este ser —dijo Richard en voz alta, después que se hubo registrado a los prisioneros, y cuando las tropas, presa de la curiosidad, se arremolinaron en tomo de ellos— es lo que llamamos octoaraña. Todas las octoarañas son muy inteligentes, en algunos aspectos, más inteligentes que nosotros, y alrededor de quince mil de ellas viven en el hemicilindro austral, que se extiende desde aquí hasta la base de la cuenca polar sur. Mi familia y yo hemos estado viviendo en su comarca durante más de un año, por nuestra propia elección podría agregar, y hemos descubierto que las octoarañas tienen ética y aman la paz. Mi hija Ellie y yo nos hemos adelantado con este representante de las octoarañas, al que llamamos Archie, para tratar de encontrar alguna manera de detener una confrontación militar entre nuestras dos especies.

—¿No es usted la esposa del doctor Robert Turner? —intervino uno de los soldados—. ¿La que fue secuestrada por las octoarañas?

—Sí, lo soy —dijo Ellie con voz clara—, excepto que no fui secuestrada en el verdadero sentido de la palabra. Las octoarañas quisieron establecer la comunicación con nosotros, y no habían podido hacerlo. Se me llevó porque estaban convencidos de que yo tenía la capacidad de aprender su idioma.

—¿Esa cosa
habla
? —preguntó otro soldado, con incredulidad.

Hasta ese momento, Archie, tal como se había planeado, se mantuvo en silencio. Toda la tropa se quedó mirando, atónita, cómo los colores se empezaban a verter del costado derecho de la ranura de Archie y le circunnavegaban la cabeza.

—Archie dice que los saluda —tradujo Ellie—. Le pide a cada uno de ustedes que entienda que ni él ni miembro alguno de su especie desea hacerles el menor daño. Archie también quiere que les informe que puede leer los labios, y que va a sentirse feliz de responder cualquier pregunta que ustedes pudieran tener…

—¿Eso es verdad? —preguntó un soldado.

Mientras tanto, un frustrado capitán Pioggi se mantenía apartado, suministrando por radio a su coronel, que estaba en Nueva York, un informe presencial.

—Sí, señor —estaba diciendo—, colores en su cabeza… todos colores diferentes, señor, rojo, azul, amarillo… como rectángulos, rectángulos móviles, van alrededor de su cabeza, y después los siguen más… ¿Cómo, señor…? La mujer, la esposa del médico, señor… ella, aparentemente, sabe qué significan los colores… No, señor, no hay letras de colores, nada más que las bandas de colores…

—En este preciso momento, señor, el alienígena está hablando con los soldados… No, señor, ellos no usan colores… Según la mujer, señor, la octoaraña puede leer los labios… como una persona con incapacidad de audición, señor… la misma técnica, supongo… de todos modos, después contesta con colores y la esposa del médico traduce…

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