Relatos de Faerûn

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Authors: Varios autores

BOOK: Relatos de Faerûn
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En enero de 2003, los lectores escogieron sus relatos preferidos de entre todos los aparecidos en las ocho antologías previas de Reinos Olvidados (que no se han publicado en castellano); este volumen es el resultado. En él se incluyen catorce cuentos: trece escogidos por los lectores y un relato inédito de R.A. Salvatore.

Ed Greenwood, J. Robert King, Jean Rabe, Elaine Cunningham y otros autores nos acompañan en este peculiar recorrido por la mítica historia de Faerûn

Varios autores

Relatos de Faerûn

ePUB v1.0

Garland
01.11.11

Introducción

En enero de 2003, una encuesta incluida en la página
www.wizards.com
animaba a los lectores a elegir por votación sus relatos preferidos aparecidos en las ocho antologías previas de Reinos Olvidados
[1]
. Como en casos anteriores, la respuesta de los lectores fue abrumadora y entusiasta. Los resultados fueron tan interesantes como reveladores: los lectores por fin teníais oportunidad de decirnos qué era lo que queríais leer, dándonos ocasión de corresponder a vuestros deseos.

Como es natural, del mismo modo que la encuesta no apareció en la página web así por las buenas, todos estos relatos de hasta diez años de antigüedad no cayeron en mis manos por arte de magia. Hay que quitarse el imponente sombrero emplumado de Jarlaxle en homenaje a Kim Lundstrom, Julia Martin, Ramón Arjona, Peter Archer, marty Dunham y Mark Sehetedt, los brillantes editores que fueron los primeros en seleccionar estas narraciones. La misma consideración merecen James Lowder, J. Robert King, Brian M. Thomsen y Lizz Baldwin, al igual, claro está, que los propios autores de los relatos.

Este volumen incluye catorce cuentos: trece de ellos fueron escogidos por vosotros para figurar en esta antología denominada
Lo mejor de los Reinos
, mientras que el último relato, inédito, sin duda merece ser incluido en la recopilación. La lectura de estas narraciones viene a ser algo así como un recorrido por la mítica historia de la misma Faerun. ¿Es posible que hayan transcurrido diez años desde que la primera de estas antologías apareció en las librerías? Me temo que sí. Estos diez años han sido cruciales en el desarrollo de los Reinos, y hemos tenido la fortuna de estar presentes en todas las etapas del proceso. Aquí tenéis una muestra de lo que hoy es —en mi opinión, cuando menos— el principal entorno fantástico del género. Asimismo podéis disfrutar de un nuevo relato de un autor bien conocido, relato que apunta a un futuro muy brillante y —confiemos en ello— muy largo

P
HILIP
A
THANS

Junio, 2003

El Rito de Sangre

Elaine Cunningham

Elaine Cunningham ha escrito una quincena de obras, entre las que se cuenta el bestseller
Dark Journey
, libro diez de la serie La Nueva Orden Jedi de
La guerra de las galaxias
. En la actualidad está preparando el primer volumen de una serie de género fantástico ambientada en la actualidad y un nuevo libro, escrito al alimón con Ed Greenwood, perteneciente a la serie Reinos Olvidados y ambientado en Aguas Profundas. Encontraréis más información sobre sus obras en
www.elainecunningham.com
.

Publicado por primera vez en

Realms of the Underdark

Edición de J. Robert King, abril de 1996.

La adolescencia suele presentarse de improviso, si bien hay casos en los que un momento o acontecimiento particular viene a señalar el final irremediable de la niñez. Como tantos otros pueblos, los elfos oscuros acostumbran a rubricar dicho tránsito mediante un ritual de iniciación. En esta narración, a mitad de camino entre relato y la novela corta, una Liriel jovencísima se prepara para el Rito de la Sangre, que celebra lo que supone ser una drow.

E
LAINE
C
UNNINGHAM

Marzo de 2003

1
Un viaje a la oscuridad

E
n las tierras de Toril vivían unos hombres poderosos cuyos nombres raramente se mencionaban y de cuyas hazañas sólo se hablaba entre murmullos furtivos. Entre ellos se encontraban los Comerciantes del Crepúsculo, una asociación de capitanes mercantes que comerciaban con las misteriosas gentes de la Antípoda Oscura.

Tan exclusiva hermandad contaba con una media docena de miembros, todos tan astutos como audaces, menos atentos a la moralidad de sus actos que a su ambición. La integración en este grupo clandestino tenía lugar en secreto, tras un proceso largo y complicado supervisado no sólo por los miembros de la asociación, sino también por fuerzas misteriosas de los reinos inferiores. Quienes superaban dicha iniciación conseguían un acceso privilegiado a los reinos ocultos: el derecho a entrar en la ciudad comercial subterránea conocida como Mantol—Derith.

Construida en el interior de una gigantesca caverna enclavada a unos cinco mil metros de profundidad, Mantol—Derith estaba envuelta en una atmósfera de magia más tupida que la de la ciudadela de un hechicero. El secreto que la rodeaba era la principal de sus defensas: pocos eran los que en la misma Antípoda Oscura conocían la existencia de aquel gran mercado. Muy pocos sabían cuál era su emplazamiento exacto. De hecho, bastantes de los mercaderes que acudían a ella con regularidad habían tenido dificultades para situar la caverna en un mapa. Tan complicadas eran las rutas de acceso a Mantol—Derith que los mismos duergars y gnomos de las profundidades tenían problemas para orientarse por ellas. Entre la ciudad—mercado y las poblaciones más próximas se extendían unos laberintos de túneles infestados de monstruos y cuajados de puertas secretas, portales de teletransporte y trampas mágicas.

Nadie llegaba a Mantol—Derith por casualidad: el comerciante que a ella se dirigía conocía el camino a la perfección o moría en el empeño.

El gran mercado subterráneo tampoco podía ser localizado mediante la magia. Las extrañas radiaciones de la Antípoda Oscura resultaban particularmente poderosas en los gruesos muros de piedra que envolvían la caverna. Ninguna llave mágica servía para atravesarlos. Todo conjuro se veía disipado o devuelto, en algunas ocasiones después de haber sufrido una peligrosa mutación.

Los mismos drows, los indiscutidos reyes de la Antípoda Oscura, no tenían fácil acceso al mercado. En la población de los elfos oscuros más cercanos, la gran ciudad de Menzoberranzan, apenas llegaban a ocho las asociaciones mercantiles que conocían aquellas rutas secretas. La posesión de dicho secreto era la clave para disfrutar de una riqueza y un poder inmensos, la máxima distinción a que podía aspirar un mercader de la ciudad. No es de extrañar, por consiguiente, que se diera una lucha feroz por hacerse con él, una lucha que con frecuencia implicaba complejas intrigas y desembocaba en sangrientas luchas en las que ambas partes recurrían por igual a las armas y a la magia. Tales enfrentamientos y disputas eran del agrado de las matronas que gobernaban la ciudad, las sacerdotisas de Lloth, quienes, por otra parte, no prestaban demasiada atención a las actividades de sus súbditos de a pie.

Eran pocas las gobernantas de Menzoberranzan —excepción hecha de aquellas que mantenían alianzas con una u otra asociación de mercaderes— que mostraban demasiado interés por el mundo que se extendía más allá de la caverna de su ciudad. Los drows eran un pueblo insular, convencidos de su superioridad racial, fanáticamente devotos del culto a Lloth, por entero inmersos en las intrigas y la división inspiradas por su Señora del Caos.

La posición social lo era todo, y la lucha por el poder agotaba todas las energías. La visión del mundo que tenían los elfos subterráneos era estrecha por tradición, y muy pocas cosas conseguían distraerlos de sus querellas intestinas. Con todo, la existencia de Xandra Shobalar, la tercera hija de cierta casa noble de la ciudad, se regía por las dos principales fuerzas motrices de los drows: el odio y la sed de venganza.

Los miembros de la casa Shobalar eran de naturaleza muy reservada, incluso en aquella ciudad tendente a la paranoia, hasta el punto de que raramente se aventuraban fuera del complejo residencial familiar. En aquel momento Xandra se encontraba más lejos de su hogar de lo que nunca había querido estar. El viaje a Mantol—Derith era muy largo: la medianoche de Narbondel seguramente se presentaría un centenar de veces hasta que volviera a encontrarse entre los muros de la casa Shobalar.

Eran pocas las aristócratas que se atrevían a viajar tan lejos, por miedo a que su posición fuera usurpada durante su ausencia. Xandra no albergaba dicho temor. Ella tenía diez hermanas, cinco de las cuales, como la propia Xandra, se contaban entre las escasas magas de Menzoberranzan. Sin embargo, ninguna de las cinco ambicionaba su posición.

Xandra era una Señora de la magia, encargada de formar en el arte de los encantamientos a los jóvenes de Shobalar y, por supuesto, a todos los retoños de la Casa que mostraran predisposición a la magia. Aunque su responsabilidad era muy  importante, la gloria de su misión estribaba en la acumulación de poderes mágicos y en el estudio y creación de misteriosos experimentos, que le permitieran crear nuevos y prodigiosos objetos mágicos. Si alguna de las hechiceras de Shobalar tratara de arrebatarle su cargo de instructora, Xandra la mataría en el acto, aunque sólo fuese por mera formalidad. Ninguna hembra drow permitía jamás que una rival le quitase algo que era suyo, incluso cuando ese algo no le merecía especial estima.

Es posible que no sintiera gran pasión por su cometido, pero Xandra Shobalar era muy efectiva en lo que hacía. En Menzoberranzan se tenía los brujos de Shobalar por grandes innovadores, y todos sus alumnos eran educados a conciencia.

Entre dichos alumnos se contaban los hijos, y las hijas, de la casa Shobalar, algunos niños de otras casas nobles que Xandra había aceptado como aprendices y unos cuantos muchachos de origen humilde y disposición prometedora que había comprado, secuestrado o adoptado. Estas últimas adopciones generalmente tenían lugar tras la conveniente desaparición de una familia, cuando un niño con dotes mágicas se quedaba huérfano.

Una vez convertidos en miembros de la casa Shobalar, lo habitual era que los alumnos de Xandra obtuvieran los máximos galardones en las competiciones anuales destinadas a estimular las dotes de los jóvenes drows. Tales triunfos garantizaban el acceso a la Sorcere, la escuela de magia dependiente de la reputada Academia Tier Breche. Hasta la fecha, todos los alumnos educados en la casa Shobalar habían ingresado en esa Academia, y la mayoría de ellos sobresalían en el dominio del Arte. Estos éxitos eran fuente de orgullo, un orgullo que Xandra Shobalar poseía en grado superlativo.

Pero esta misma reputación había sido la causante de que Xandra hubira ido a la lejana Mantol—Derith.

Hacía unos diez años, Xandra había reclutado a una muchacha con grandes dotes para la magia. Al principio, la Dama Shobalar se había mostrado entusiasmada con aquella niña que prometía engrandecer todavía más su reputación. Xandra tenía por misión iniciar en la magia a Liriel Baenre, la hija única y casi segura heredera de Gomph Baenre, el poderoso archimago de Menzoberranzan. Si la muchacha respondía a las esperanzas en ella depositadas (lo que era más que probable, pues de lo contrario el influyente Gomph no perdería el tiempo con la hija que había tenido con la bella y estúpida Sosdrielle Vandree), podía ser que la joven Liriel acabara por heredar el título nobiliario de su padre.

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