Rito de Cortejo (43 page)

Read Rito de Cortejo Online

Authors: Donald Kingsbury

Tags: #Ciencia-Ficción

BOOK: Rito de Cortejo
12.5Mb size Format: txt, pdf, ePub

—Gracias, amable sacerdotisa. Ataca Soebo. Ve con la bendición de Dios y véngame por mi hija.

Entonces narró una historia que explicaba su cólera. Había compartido una esposa con su hermano. Eran pobres, pero de haber encontrado otra mujer tal vez hubiesen podido mantenerla. Mientras los dos marineros se hallaban en el mar, la esposa dio a luz a una niña y murió, dejando al bebé con unos vecinos. Aquella tragedia cambió sus vidas. Mientras uno se embarcaba en un barco mercante Mnankrei, el otro permanecía en casa para cuidar a la hija y trataba de conseguir trabajo en algún astillero o remendando velas. Cuando creció, la niña se convirtió en una joven bella y orgullosa. Sentía desprecio por sus raíces Geineira y ambicionaba las riquezas de los clanes superiores. Se propuso llegar a ser una Mnankrei y finalmente encontró un hombre que la aceptó como amante, pero cuando ella tuvo un hijo él la abandonó dejándola en la pobreza y el dolor.

La angustiada joven llevó al bebé al Templo de los Mares Embravecidos y, en presencia del padre, le dio muerte. Después de ello fue apresada, y nadie volvió a verla. La historia que les contaron a los padres decía que ella había sido invitada a cometer Suicidio Ritual. Uno de los hermanos la creía pero el otro no, ya que de ser así, ¿por qué no les habían entregado a su hija para celebrar el Banquete Funerario?

Él era un hombre persistente. Enloquecido por la pérdida de su hija, nunca había creído que estuviese muerta —¿la había comido acaso, para comprobar que lo estaba?—y todavía trataba de averiguar cuál fue su destino. Lo único que tenía hasta el momento eran recuerdos de lo que la joven decía sobre su hombre y tenebrosos rumores. No había muros ni puertas que le impidiesen el paso ya que él era herrero de un barco, y un día, seguro de que la había encontrado, llegó a una habitación sellada con vidrio a la cual no pudo entrar. Al otro lado del vidrio había mujeres dementes para las cuales la muerte hubiese sido una bendición.

Temiendo que lo descubriesen, se retiró del lugar. Enfurecido y trastornado por el dolor se dirigió a la casa del amante de su hija, dispuesto a matarlo. Allí encontró a una mujer Liethe, que lo tranquilizó y le extrajo su historia con la misma suavidad con la que una afilada navaja se desliza sobre los cabellos. Ella le pidió que la llevase a ver a aquellas mujeres lo antes posible, pero cuando él acudió al lugar convenido descubrió que había sido traicionado ante el hombre que había sido amante de su hija. El Mnankrei lo llevó a las celdas más profundas del Templo y se rió de él por haber confiado en una Liethe. Los muros no fueron un obstáculo y al fin pudo escapar de allí, no sin antes observar los accesos inferiores durante varias semanas, por donde entraban y salían ataúdes para ser quemados en secreto. También pudo ver que en el lugar trabajaban algunas Liethe.

Después de todo aquello su furor se calmó, y cuando se enteró del Concilio decidió surcar el mar buscando venganza para su hija. Él sabía que los Kaiel eran famosos por su crueldad, pero estas historias no lo impulsaban a aferrarse más a su amo, tal como se pretendía con ellas. Más bien albergaba la esperanza de que aquellos sacerdotes fuesen lo bastante violentos para matar a los Mnankrei.

Mientras continuaba con sus pesquisas por la costa en un pequeño lugar, Noé reflexionó sobre lo que había escuchado. Por lo general ella disfrutaba del mar ya que había pasado en él toda su juventud. De todos los maran-Kaiel, era la única que encontraba algún placer en estar apostada en Congoja. No era mujer de las montañas ni del desierto. Pero ahora el flamear de las velas y el rocío del mar no calmaban la tormenta que había en su interior.

Había sido Kathein, con su capacidad para indagar las leyes naturales a partir de extraños sucesos, quien le enseñó el secreto para llevar a cabo un buen procedimiento de inteligencia. Jamás había que reunir los datos recibidos en un resumen general. Siempre se tenían que mantener dos series de informes: los optimistas y los pesimistas. Un informe debía evaluar los datos en función del mejor significado posible, y el otro ocuparse de la peor interpretación. Si ambos informes coincidían, existían pocas probabilidades de error en la conclusión, pero si divergían demasiado había que prestar mucha atención a los matices negativos que se hubiesen perdido en cualquier resumen general.

Todas las piezas parecían encajar. Cada una era tan pequeña que por separado nadie les hubiese prestado atención. El Geineira podía ser un espía enviado para confundirla, pero ya había oído de otra fuente la historia de los Mnankrei enmascarados que quemaban ataúdes. Encajaba. Y Noé, que había trabajado largos días en la estructura genética del escarabajo aberrante, tenía la pieza final que le otorgaba sentido a todo aquello. Si los Mnankrei habían destinado tanto tiempo a desarrollar un arma genética tan letal —había aprendido el significado de la palabra «arma» en
La Fragua de la Guerra
—entonces era posible que hubiesen perfeccionado muchas armas semejantes.

Noé se había instalado en una granja que alquiló a una familia que se había marchado en peregrinación a los dominios Itraiel de sus ancestros. Convenientemente situada cerca del mar, estaba construida en la ladera de sotavento de una colina, protegida de las tormentas de Njarae y oculta de las patrullas costeras. Se extendía en tres sectores ladera abajo, construida a lo largo de los siglos, con sus gruesos muros de piedra cementados con la argamasa cocida en los hornos de la cantera local. Los techos eran de madera recubiertos con juncias. En la cima de la colina se hallaba su antena de rayófono.

Noé aguardó hasta que las estrellas desaparecieron del cielo. El aparato funcionaba mejor en esas condiciones.

—Llama a Joesai —le dijo al operador. ¿Debía decírselo a Hoemei primero? No. Él tenía un plan riguroso y trataría de atenerse a él. Era la vida de Joesai la que corría peligro.

Hablaron en clave. Puntos y rayas, porque ella sólo disponía de un equipo portátil. La clave eliminó la urgencia de sus palabras.

Debes actuar ya.

¿Estás...?
Ruidos de interferencia.
Hoemei me matará.

Evidencia de enfermedad sagrada.

??? Repite.

Microvida genéticamente creada que se transmite de un hombre a otro, matando.

¿Verificado?

No. No hay tiempo. Ataca. Todo tu campamento puede ser destruido esta noche.

No hay datos suficientes.

Esto puede ser devastador. No tienes alternativa salvo arrasar Soebo.

??? Repite.

¡Quema el lugar! ¡Arrásalo! ¡Esterilízalo!

Drástico.

Tu única posibilidad. Concéntrate en el Templo de los Mares Embravecidos. Ataca.

¿Quién está implicado?

Cualquier miembro del Viento Rápido. Se sospecha de las Liethe.

¿De quién?

De tus mimosas amiguitas. Tengo fuentes de información que las señalan como implicadas.

¿De cuánto tiempo dispongo?

¡Ataca ayer!

Que Dios esté con nosotros.

Que Dios esté contigo.

Capítulo 47

Un hombre que ha temido toda su vida piensa que el miedo es la única estrategia para vencer, porque ha sido conquistado por el miedo. Por esto cuando una mente oprimida se rebela y ataca, se convierte en la opresora.

Primer Profeta Tae ran-Kaiel en
Gobierno

La alegre se-Tufi que Camina con Humildad se había habituado demasiado a la vida independiente durante su larga travesía. Las ancianas de Soebo eran conscientes de su conducta emancipada, y la sometieron a un programa riguroso para que recuperase la disciplina.

Al despertar debía centrar su atención en el Control Mental: las Posiciones de Fuerza en Descanso reintegraban el equilibrio de su cuerpo y las Estructuras de Pensamiento se ocupaban de su mente. Luego, después del desayuno, cuando la se-Tufi que Propina Palmadas se encontraba disponible, Humildad se ejercitaba en los hábitos de Gran Ola Ogar tu'Ama para aprender el personaje de Consuelo. Esta joven, compasiva y sensible, comprendía los sentimientos de un viudo que había amado a una sola mujer durante dos tercios de su vida y todavía la lloraba.

Pero Palmadas no siempre tenía tiempo para instruir a Humildad. Ella se especializaba en intrigas políticas y estaba embarcada en algo más importante que Ama, que después de todo no era más que un portavoz de los Mnankrei que no simpatizaba con la Facción Rápida. El Amo de las Tormentas Invernales Nie t'Fosal, de la Guardia Central del Viento Rápido, era muy exigente. Ella ya no podía brindarle a Ama las atenciones habituales de una Liethe pero, al mismo tiempo, por más que necesitaba un alter ego, no disponía de mucho tiempo para ejercer de tutora. Por lo tanto, Humildad la aprovechaba cuando podía, y mientras tanto tu'Ama suspiraba por una mujer que raras veces se encontraba con él.

Para mantener a la joven asesina bajo estricto control, las ancianas le impusieron otras tareas a Humildad.

Muchas de las ancianas madres estaban fascinadas con el rayófono. La conexión con Kaiel-hontokae todavía las sorprendía. Una magia como aquélla era arcana y difícil de comprender para las grandes seductoras de hombres, pero ellas se consideraban extraordinariamente afortunadas al tener consigo a una mujer que poseía ciertos conocimientos sobre los misterios de la voz omnipresente.

A Humildad se le asignó un equipo de diez Liethe. Algunas todavía eran demasiado jóvenes para ser aprendices de cortesanas y concubinas, pero eran rápidas, diestras y disciplinadas. Otras eran mayores y más instruidas en cuestiones de lógica. Dos eran excelentes joyeras, y conocían tanto de metales y joyas como Humildad de muerte. Una sabía trabajar el tungsteno, un raro metal que en su forma ultra pura era maleable, y mucho más resistente al calor que cualquier otra sustancia conocida por la química getanesa.

Cuando no estaba con Palmadas, Humildad trabajaba con el equipo en los secretos del rayófono hasta que las sombras del atardecer pleno oscurecían las habitaciones de la torre. En la penumbra aprovechaba para practicar el Control Corporal, que les proporcionaba la agilidad de las bailarinas (y luchadoras). Al amanecer bajo, realizaba diversas tareas domésticas como sacar la basura, limpiar, cocinar y tejer. Luego se ponía nuevamente a trabajar con el rayófono hasta la bendita llegada del atardecer bajo, cuando comía una cena frugal y finalmente se acostaba a dormir sobre un jergón.

No era ningún problema enseñar a enrollar las bobinas, colocar los absorbentes de electrones y trazar los mapas de cobre. Incluso era capaz de explicar la fórmula por la cual cambiaban los números de los mapas para que el artefacto se mantuviese en el reino de la magia, pero las cubas de electrones excedían su capacidad. Ella sabía cuándo una cuba era buena y cuándo no servía para nada; incluso tenía dibujos de su montaje... pero no sabía cómo hacerlas.

Por lo tanto, observó con cierta admiración a una mujer que sentada ante una mesa era capaz de realizar delicadas filigranas de oro, y labrar mallas de plata con sus pequeñas herramientas de joyero. Con un delicado trabajo con soplete fabricó la caja de vidrio. Sin embargo, no era suficiente. Los electrones necesitaban su vacío, y este obstáculo no fue superado hasta que una hermana Liethe cogió prestada una bomba de mercurio de un programa Mnankrei para la síntesis de genes.

Sus primeras cuatro cubas fueron completamente inútiles. Con la quinta aprendieron a extraer todo el oxígeno mediante la oxidación del interior de la cuba. Pero el verdadero logro sólo llegó con la duodécima cuba. Para la número dieciocho, ya se hallaban definitivamente encaminadas.

Poco después de la primera demostración ante las ancianas madres, todo el programa fue abruptamente interrumpido. Una noche, las integrantes del equipo de Humildad, todas antiguas residentes de Soebo y algunas emocionalmente comprometidas con sus amantes, fueron embarcadas con rumbo desconocido por la nueva anciana madre. Estaban muy enfadadas, pero obedecieron las órdenes y se prepararon rápidamente para partir. De hecho, hacía un tiempo que las residentes de la colmena se renovaban constantemente. Había un permanente flujo de recién llegadas, como ellas, pero el propósito por el que estaban allí no se había desvelado. Humildad se preguntaba qué significaría todo aquello.

Inesperadamente, Humildad conoció a t'Fosal en su personaje de Radiante antes de encontrarse con tu'Ama en su papel de Consuelo.

La que Propina Palmadas había infundido demasiada seguridad en la Radiante que entrenaba para Fosal. Esto hacía que él se sintiera incómodo. Era de aquellos que creían que cuando las mujeres no temían a los hombres, la situación resultaba peligrosa. La golpeaba con el único propósito de restaurar el equilibrio autoridad-sumisión. Pero luego no se detenía. Cuando calmaba su ira continuaba golpeándola por puro placer. Palmadas nunca había visto una conducta semejante, y el hecho de que estuviese dirigida en su contra la llenaba de terror.

La anciana madre que estaba a cargo de la investigación acerca de Nie t'Fosal era una se-Tufi, La que Tañe la Campana del Alma, e intentó convencer a la joven hermana para que continuase su relación con Fosal. Palmadas se negó. La anciana insistió con toda clase de argumentos, pero Palmadas solicitó otra misión, cualquier cosa por más insignificante que fuese con tal de que Fosal no volviese a tocarla. Al fin Campana del Alma rió y llamó a Humildad.

—Lo verás esta noche.

—Pero todavía no he aprendido el personaje de Radiante.

—Palmadas te ejercitará hasta el sol del nodo pleno.

—No será suficiente.

Palmadas emitió un sonido de desprecio.

—Él no es capaz de percibir la diferencia más grosera. ¡Podría entrenarte durante el tiempo que tarda en caer un guijarro desde mi pie hasta el suelo! ¡Él te
golpeará,
eso es lo que necesitas saber!

Parte del aprendizaje de Humildad había sido en Contención, el arte de ser golpeada sin resultar lastimada. Había métodos para absorber los golpes en forma inocua.

—No sabré qué decirle.

Campana del Alma unió las manos. Su rostro era inescrutable.

—Habrás sufrido un profundo cambio de personalidad debido a las zurras. Tendrás miedo, te sentirás insegura y tratarás desesperadamente de complacerlo. Le demostrarás que estarías dispuesta a morir por él si te lo pidiera.

Other books

The Budapest Protocol by Adam LeBor
The Forgotten War by Howard Sargent
DEAD BY WEDNESDAY by BEVERLY LONG
Mad enough to marry by Ridgway, Christie
Betrothed by Wanda Wiltshire
The Good Doctor by Paul Butler
Stone Junction by Jim Dodge