Robots e imperio (10 page)

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Authors: Isaac Asimov

Tags: #ciencia ficción

BOOK: Robots e imperio
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–Me parece, amigo Daneel, que no te ha ido mal en este aspecto. Ya te he dicho que tiendes a pensar como un ser humano.

–Entonces habrás observado que el doctor Mandamus traía dos asuntos que quería discutir con Gladia. Insistió en ello. Uno era el asunto de su propia ascendencia, si era o no de Elijah Baley. El segundo, pedir a Gladia que recibiera a un colono e informara después. De los dos, el segundo era importante para el Consejo. La importancia del primero era sólo para él.

–El doctor Mandamus presentó el asunto de su ascendencia como importante también para el doctor Amadiro – observó Giskard.

–En ese caso sería un asunto de importancia personal para dos personas, no para una sola, amigo Giskard. Así y todo, no sería tema importante para el Consejo y por tanto para el planeta en general.

–Sigue, amigo Daneel.

–No obstante, el asunto de Estado, como lo calificó el propio doctor Mandamus, fue tratado en segundo lugar, casi como si se le ocurriera de pronto, y acabó con él enseguida. A decir verdad, me pareció un tema que no requería una visita personal. Pudo haberse tratado por imagen holográfica y a través de cualquier funcionario del Consejo. Por el contrario, el doctor Mandamus tocó el tema de su ascendencia en primer lugar, lo discutió con gran lujo de detalles, siendo un asunto que sólo él y nadie más podía tratar.

– ¿Cuál es tu conclusión, amigo Daneel?

–Creo que el asunto del colono fue aprovechado por el doctor Mandamus como excusa para una conversación personal con Gladia, a fin de poder discutir su ascendencia en privado. Era esto y nada más que esto lo que verdaderamente le interesaba... ¿Tienes algún medio de confirmar esta suposición, amigo Giskard?

El sol de Aurora no había salido aún de entre las nubes y el leve resplandor de los ojos de Giskard era bien visible. Dijo:

–La tensión mental del doctor Mandamus parecía mucho más intensa en la primera parte de la entrevista que en la segunda. Esto quizá te sirva para corroborarlo, amigo Daneel.

–Entonces debemos preguntarnos por qué la cuestión de la ascendencia del doctor Mandamus es un asunto de tanta importancia para él.

–El doctor Mandamus lo explicó. Solamente demostrando que no desciende de Elijah Baley se le abrirá el camino de la promoción. El doctor Amadiro, de cuya buena voluntad depende su futuro, se pondría decididamente contra él si fuera descendiente de Elijah Baley.

–Eso fue lo que dijo, amigo Giskard, pero lo que ocurrió durante la entrevista me hace pensar lo contrario.

–¿Por qué dices eso? Por favor, sigue pensando como un ser humano, amigo Daneel. Lo encuentro muy instructivo.

–Gracias, amigo Giskard –dijo Daneel gravemente–. ¿Observaste que ni una sola de las aclaraciones de Gladia, respecto de la imposibilidad de que el doctor Mandamus descendiera del colega Elijah, fue considerada convincente? El doctor Mandamus dijo que el doctor Amadiro no aceptaría la declaración.

–Sí, ¿y qué deduces de ello?

–Que si el doctor Mandamus estaba tan convencido de que el doctor Amadiro no aceptaría ningún argumento en contra de Elijah Baley como antepasado, uno no puede menos que preguntarse por qué se molestó en interrogar a Gladia sobre el asunto. Por lo visto sabia, desde un principio, que sería inútil.

–Quizás, amigo Daneel, pero es pura especulación. ¿Puedes avanzar un motivo plausible de su acto?

–Sí, puedo. Creo que preguntó sobre su ascendencia, no para convencer a un implacable doctor Amadiro, sino para convencerse a sí mismo.

–En este caso, ¿por qué mencionar al doctor Amadiro? ¿Por qué no decir simplemente "quiero saber"?

Una tenue sonrisa iluminó el rostro de Daneel, un cambio de expresión que el otro robot hubiera sido incapaz de lograr. Dijo:

–Si hubiera dicho "Quiero saber" a Gladia, seguramente le hubiera contestado que no era asunto de su incumbencia y no habría descubierto nada. Sin embargo, Gladia siente tanta aversión al doctor Amadiro, como éste a Elijah Baley. Gladia tenía forzosamente que ofenderse ante cualquier postura del doctor Amadiro referida a ella. Se pondría furiosa, incluso si la cosa hubiera sido más o menos cierta, muchísimo más que si fuera absolutamente falsa, como en este caso. Se esforzaría por demostrar que el doctor Amadiro estaba equivocado y presentaría hasta la última prueba necesaria para lograr su fin.

En este caso, la fría seguridad del doctor Mandamus al decir que cada una de las pruebas era insuficiente, no haría sino enfurecerla más y llevarla a las últimas revelaciones. La estrategia del doctor Mandamus fue elegida para asegurarse de que averiguaría el máximo sobre Gladia, y al final él quedó convencido de que no tenía a un terrícola como antepasado; por lo menos en las últimas veinte décadas. La opinión de Amadiro a este respecto, creo que no tenía realmente nada que ver.

–Amigo Daneel –dijo Giskard–, éste es un punto de vista muy interesante pero me parece infundado. ¿Cómo puedes llegar a la conclusión de que no es una suposición tuya?

–¿No te parece. amigo Giskard, que cuando el doctor Mandamus terminó su encuesta sobre su ascendencia, sin haber obtenido pruebas suficientes para satisfacer al doctor Amadiro, como quería que creyéramos, hubiera debido mostrarse deprimido y descorazonado? Según su propia afirmación, esto significaba que no tenía la menor probabilidad de ascender y que jamás alcanzaría el cargo de jefe del Instituto de Robótica. En cambio a mí me pareció que lejos de estar deprimido, rebosaba de júbilo.

Yo solamente puedo juzgar por la apariencia externa, pero tú puedes saber más. Dime, amigo Giskard, cuál era su actitud mental al término de esta parte de su conversación con Gladia.

–Volviendo a ese punto, amigo Daneel, no fue solamente jubilosa sino triunfante. Tienes razón. Después de haberme explicado el proceso de tu pensamiento, la sensación de triunfo que detecté claramente, marca la exactitud de tu razonamiento. De verdad, ahora que lo has puesto en evidencia, no me explico cómo no fui capaz de verlo yo.

–Ésta, amigo Giskard, fue mi reacción a los razonamientos de Elijah Baley. El que haya podido razonar así ahora es debido, en parte, al fuerte estímulo ante la existencia de la crisis actual. Eso me obliga a pensar de forma más concluyente.

–Te menosprecias, amigo Daneel. Llevas mucho tiempo pensando concluyentemente. Pero, ¿por qué hablas de una crisis actual? Piensa un momento y explícate. ¿Cómo puedes pasar de la sensación de triunfo del doctor Mandamus al no ser descendiente del señor Baley, a esta crisis de que me hablas?

–El doctor Mandamus puede habernos engañado en sus declaraciones respecto al doctor Amadiro, pero es justo suponer que es verdad que desea el ascenso; que ambiciona el cargo de jefe del Instituto. ¿No es así, amigo Giskard?

Giskard tardó un instante en contestar, como si estuviera pensando, luego dijo:

–Yo no investigué su ambición. Estudié su mente sin un propósito definido y sólo me di cuenta de las manifestaciones superficiales. Sin embargo, pudo haber destellos de ambición cuando habló de ascenso. No tengo base suficiente para estar de acuerdo contigo, amigo Daneel, pero tampoco la tengo para disentir.

–Aceptemos que el doctor Mandamus es un hombre ambicioso, y veamos a dónde nos lleva esto; ¿de acuerdo?

–De acuerdo.

–Entonces no parece plausible que su sentimiento de triunfo, una vez convencido de que no descendía del colega Elijah, procediera de que su ambición no se realizaría. No podía ser por la aprobación del doctor Amadiro puesto que hemos llegado a la conclusión de que la excusa de Amadiro fue introducida por el doctor Mandamus como diversión. Su ambición quedaba servida ahora por alguna otra razón.

–¿Qué otra razón?

–No veo aparecer ninguna de entre la evidencia que tenemos. Pero en plan especulativo, puedo sugerirte una. ¿Qué te parece si el doctor Mandamus sabe o puede hacer algo que le lleve a un éxito espectacular, algo que le haga conseguir la jefatura con toda seguridad? Recuerda que al final de su investigación sobre su ascendencia, el doctor Mandamus dijo: "Todavía me quedan métodos poderosos." Supón que fuera verdad, que sólo pudiera servirse de estos métodos si no es descendiente de Elijah Baley. Su júbilo por haberse convencido de su no-descendencia, procedería de que ahora podía emplearlos y asegurarse una carrera fulgurante.

–Pero, ¿qué serán esos métodos poderosos, amigo Daneel?

–Debemos continuar especulando. Sabemos que el doctor Amadiro no desea otra cosa que derrotar a la Tierra y forzarla a su anterior posición de dependencia de los mundos espaciales. Si el doctor Mandamus tiene medios para conseguirlo, puede sacar todo lo que quiera del doctor Amadiro, incluso una garantía de su sucesión a la jefatura. No obstante, pudiera ser que el doctor Mandamus sintiera reparos en derrotar a la Tierra y humillarla, a menos que tuviera la seguridad de que no existía parentesco con su gente. El hecho de descender de Elijah Baley le inhibiría. Al no descender de él, le permite actuar y esto le llena de júbilo.

–¿Quieres decir que el doctor Mandamus tiene conciencia?

–¿Conciencia?

–Sí, es una palabra que los humanos emplean a veces. Yo he descubierto que se aplica a una persona que sigue las reglas del comportamiento que le obligan a actuar de modo que a veces se opone a su interés inmediato. Si el doctor Mandamus siente que no puede permitirse progresar a expensas de aquellos con los que le une un lejano parentesco, le supongo un hombre de conciencia. He pensado mucho en estas cosas, amigo Daneel, pues parecen indicar que los seres humanos poseen leyes que gobiernan su comportamiento, por lo menos en algunos casos.

–¿Y puedes decir si el doctor Mandamus es, en verdad, un hombre que tiene conciencia?

–¿Por mi estudio de sus emociones? No, yo no buscaba nada de eso, pero si tu análisis es correcto, parece que sí. Si empezamos por suponerle un hombre de conciencia, y retrocedemos en nuestro análisis, llegamos a otras conclusiones. Si el doctor Mandamus creía tener a un terrícola en su pasado de hace unas diecinueve décadas, podía sentirse empujado, en contra de su conciencia, a encabezar un intento de derrota a la Tierra como un modo para liberarse del estigma de su ascendencia. Al no ser descendiente, no se sentirá insoportablemente impelido a actuar contra la Tierra y su conciencia podrá libremente llevarle a dejar la Tierra en paz.

–No, amigo Giskard, esto no encaja con los hechos. Por aliviado que se sintiera al no tener que actuar violentamente contra la Tierra, quedaba sin medios de satisfacer al doctor Amadiro y asegurar su promoción. Dada su naturaleza ambiciosa, se quedaría sin el sentimiento de triunfo que tan claramente notaste.

–Comprendo. Así llegamos a la conclusión de que el doctor Mandamus tiene un sistema para derrotar a la Tierra.

–Sí, y si es así, la crisis prevista por el colega Elijah no ha sido superada, sino que está aquí ahora.

–Pero nos queda –dijo Giskard pensativo– la pregunta clave que no se ha contestado, amigo Daneel. ¿Qué tipo de crisis es? ¿Cuál es el peligro mortal? ¿Puedes también deducir esto?

–No puedo hacerlo, amigo Giskard. He llegado tan lejos como he podido. Quizá si el colega Elijah viviera aún, podría llegar más lejos, pero yo no puedo... Aquí dependo de ti, amigo Giskard.

–¿De mí? ¿Cómo?

–Tú puedes estudiar la mente del doctor Mandamus, ya que ni yo, ni nadie más, puede hacerlo. Puedes descubrir la naturaleza de la crisis.

–Me temo que no, amigo Daneel. Si hubiera vivido yo con un ser humano durante un largo período de tiempo, como viví con el doctor Fastolfe, como vivo ahora con Gladia, podría poco a poco abrir las capas de la mente, una hoja tras otra, ir deshaciendo el complicado nudo, y aprender mucho sin dañarles. Hacer esto con el doctor Mandamus después de un breve encuentro, o después de cien breves encuentros, alcanzaría poco. Las emociones son fácilmente aparentes, los pensamientos no. Si, acuciado por la urgencia, tratara de apresurarme, forzando el proceso, tengo la seguridad de que le lesionaría... y esto no puedo hacerlo.

–Sin embargo, el destino de millones de gentes en la Tierra y más millones en el resto de la Galaxia puede que dependa de ello.

–Puede que dependa. Pero esto es una conjetura. Lesionar a un ser humano es un hecho. Piensa que tal vez el único que conozca la naturaleza de la crisis sea el doctor Mandamus, y que él puede conducirla a buen fin. No podría utilizar su conocimiento o habilidad para obligar al doctor Amadiro a concederle la jefatura si éste la consiguiera a través de otra fuente.

–Cierto. Podría ser.

–En este caso, amigo Daneel, no es necesario conocer la naturaleza de la crisis. Si se pudiera impedir que el doctor Mandamus le contara algo al doctor Amadiro, ni a nadie más, sea lo que fuere lo que él sepa, la crisis no ocurrirá.

–Pero alguien más podría descubrir lo mismo que ahora conoce el doctor Mandamus.

–Sí, pero ignoramos cuándo sucederá. Probablemente disponemos de tiempo para ahondar más y descubrir más... y estar mejor preparados para representar un papel más útil.

–Muy bien.

–Si hay que coartar al doctor Mandamus, sólo puede hacerse lesionando su mente hasta el extremo de que ya no sea efectiva, o destruyendo su vida directamente. Sólo yo poseo la habilidad de lesionarle adecuadamente, pero no puedo hacerlo. No obstante, cualquiera de nosotros puede acabar físicamente con su vida. Tampoco puede hacerlo. ¿Puedes hacerlo tú, amigo Daneel?

Después de una pausa, Daneel murmuró al fin:

–No puedo. Lo sabes bien.

–¿Aunque sepas que está en juego el destino futuro de millones de gentes de la Tierra y de otras partes? –preguntó Giskard.

–No puedo decidirme a dañar al doctor Mandamus.

–Y yo tampoco. Así que nos dejan con la seguridad de que se acerca una crisis mortal, cuya naturaleza ignoramos y no podemos descubrir y que, por tanto, somos impotentes para detenerla.

Se contemplaron en silencio, sin que nada se reflejara en sus rostros, pero envueltos, en cierto modo, por un aura de desesperación.

Primera parte AURORA

IV. OTRO DESCENDIENTE
10

Gladia trató de relajarse después de la agotadora sesión con Mandamus, y lo hizo con tal intensidad que luchó a brazo partido con el descanso. Volvió opacas todas las ventanas de su dormitorio, ajustando el ambiente a una brisa tibia y suave acompañada del rumor de hojas y algún que otro trino de pájaro. Luego cambió a un rumor de olas, lejano, y añadió un aroma leve, pero inconfundible, de mar.

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