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Authors: Isaac Asimov

Tags: #ciencia ficción

Robots e imperio (35 page)

BOOK: Robots e imperio
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La relación padre-hijo entre los espaciales era débil y hasta indiferente. Con la longevidad, era natural. Tampoco nadie se interesaría por Vasilia en este aspecto, excepto porque Fastolfe era un jefe de partido siempre eminente y Vasilia una igualmente destacada partidaria del otro bando. Era desastroso. Se había tomado la molestia de hacer de Vasilia Aliena su nombre legal, poniéndolo en todos los documentos, en todas las entrevistas, en cualquier tipo de trato. No obstante, sabía con seguridad que la mayoría de la gente pensaba en ella como en Vasilia Fastolfe. Era como si nada pudiera borrar aquel parentesco totalmente sin sentido, de modo que tenía que conformarse con que se la llamara únicamente por su nombre, que, por lo menos, era poco corriente.

Y esto también parecía relacionar su imagen con la mujer solariana que, por razones totalmente distintas renegó de su primer marido, como Vasilia renegó de su padre. La mujer solariana tampoco podía vivir con su primer apellido y terminó también con su nombre: Gladia.

Vasilia y Gladia, desplazadas, renegadas... Incluso se parecían. Vasilia echó una mirada al espejo del camarote de su nave. Hacía mucho tiempo que no había visto a Gladia, pero estaba segura de que el parecido perduraba. Ambas eran menudas y esbeltas. Ambas eran rubias y sus rostros muy parecidos.

Pero era Vasilia la que siempre perdía y Gladia la que siempre ganaba. Cuando Vasilia dejó a su padre y lo borró de su vida, él encontró a Gladia: ella era la flexible y pasiva hija que él quería, la hija que Vasilia jamás podría ser. Pero Vasilia, pese a todo, estaba amargada. Era una especialista en robótica, tan competente y hábil, por lo menos, como había sido el propio Fastolfe, mientras que Gladia era solamente una artista que se divertía coloreando los campos magnéticos y con la fantasía de la indumentaria robótica. ¿Cómo podía Fastolfe sentirse satisfecho perdiendo a una y ganando, a cambio, a la otra que no era nada?

Y cuando aquel policía de la Tierra, Elijah Baley, llegó a Aurora, logró que Vasilia revelara de sus pensamientos y de sus sentimientos más de lo que jamás confiara a nadie. Con Gladia, sin embargo, fue todo dulzura y la ayudó, a ella y a su protector Fastolfe a ganar, contra todo lo previsto aunque hasta aquel mismo día Vasilia no pudo comprender claramente cómo pudo ocurrir.

Fue Gladia la que estuvo junto a la cama de Fastolfe durante su enfermedad, la que había tenido su mano entre las suyas hasta el final, y la que había oído sus últimas palabras. Por qué se sentía Vasilia resentida, no lo comprendía, porque ella, en ningún caso hubiera reconocido la existencia del anciano hasta el extremo de acompañarle en su paso a la noexistencia en un sentido absoluto, más que subjetivo; no obstante, estaba rabiosa por la presencia de Gladia.

"Es lo que siento –se dijo retadora–, y no debo explicaciones a nadie."

Y había perdido a Giskard. Giskard había sido su robot, su robot personal de cuando era jovencita, el robot cedido por un padre que parecía afectuoso. A través de Giskard aprendió robótica y por él sintió un sincero afecto. De niña, no especuló nunca sobre las tres leyes ni se ocupó con la filosofía del automatismo positrónico. Giskard parecía afectuoso, se comportaba como si lo fuera, y esto bastaba para una niña. Jamás encontró tanto afecto en un ser humano y, por supuesto, no en su padre.

Hasta aquel día, no había sido tan débil como para llegar al extremo de jugar al imbécil juego del amor con nadie. Su amargura por la pérdida de Giskard le había enseñado que cualquier ganancia inicial no compensaba la pérdida final.

Cuando abandonó su casa, renegando de su padre, él no dejó que Giskard fuera con ella, aunque, en el transcurso de su reprogramación, lo había mejorado infinitamente. Y cuando murió su padre, legó Giskard a la mujer solariana. También le había dejado Daneel, pero a Vasilia no le interesaba aquella pálida imitación de hombre. Quería a Giskard, que era suyo. Vasilia viajaba ahora de regreso a Aurora. Su viaje había terminado, y los motivos del mismo habían acabado, en realidad, meses atrás, pero se quedó en Hésperos porque necesitaba un descanso y así lo había notificado al Instituto. Pero ahora que Fastolfe ya había muerto podía regresar. Y aunque no pudiera cambiar todo el pasado, sí podría cambiar parte del mismo. Giskard volvería a ser suyo.

Estaba decidida a conseguirlo.

50

Amadiro era ambivalente en cuanto a su reacción al regreso de Vasilia. No había regresado hasta que el viejo Fastolfe (podía pronunciar su nombre fácilmente ahora que estaba muerto) llevaba un mes en su sepultura. Esto le halagaba en su opinión sobre sí mismo. Después de todo, había contado a Mandamus que el motivo de que ella permaneciera alejada de Aurora era porque no quería volver hasta que su padre hubiera muerto. Luego, Vasilia era diáfana. Carecía de la exasperante cualidad de Mandamus, su nuevo favorito, de parecer que siempre guardaba otra idea sin expresar, bien escondida, por más que pareciera haber descargado por completo el contenido de su mente.

Por el contrario, ella era desagradablemente difícil de controlar, de seguir sin discutir el camino que él le indicara. Era capaz de indagar hasta el fondo sobre los espaciales de otros mundos, durante los años que había pasado lejos de Aurora, pero también de interpretarlo todo de forma oscura y enigmática.

Así que la recibió con un entusiasmo que era un intermedio entre simulado y sincero.

–Vasilia, me alegro de volver a tenerte entre nosotros. El Instituto vuela con una sola ala cuando tú no estás.

Vasilia se echó a reír.

–Vamos, Kelden... –Solamente ella no se sentía inhibida, ni vacilaba, llamándole por su nombre, aunque contaba dos décadas y media menos que él–. La única ala que queda es la suya, y ¿cuánto tiempo ha transcurrido desde que dejó de estar seguro de que con su única ala había suficiente?

–Desde que decidiste alargar a años tu ausencia. ¿Has encontrado Aurora muy cambiado en este tiempo?

–En absoluto..., lo que tal vez debiera preocuparnos. No cambiar equivale a decadencia.

–Una paradoja. No hay decadencia sin un cambio a peor.

–Kelden, el hecho de no cambiar es un cambio a peor, si lo comparamos con los vecinos mundos de los colonizadores. Cambian rápidamente, extendiendo su control a otros muchos mundos y sobre cada mundo individualmente y por completo. Aumentan su fuerza, su poder y su seguridad, mientras nosotros estamos sentados soñando y descubriendo cómo nuestro invariable poderío disminuye poco a poco en comparación.

–¡Maravilloso, Vasilia! Tengo la impresión de que lo has memorizado cuidadosamente durante tu vuelo hacia aquí. Sin embargo, ha habido un cambio en la situación política de Aurora.

–Se refiere a que mi padre biológico ha muerto.

Amadiro abrió los brazos con una pequeña inclinación de cabeza.

–Tú lo dices. Él fue, en gran parte, responsable de nuestra parálisis, y se ha ido así que imagino que ahora habrá cambios, aunque no necesariamente visibles.

–Tiene secretos para mí, ¿no es cierto?

–¿Crees que lo haría?

–Estoy segura. Esa falsa sonrisa suya le delata siempre.

–Entonces, debo aprender a mostrarme grave contigo... Ven, tengo tu informe. Dime ahora lo que no has incluido en él.

–Está todo incluido... Bueno, casi todo. Cada mundo espacial declara con vehemencia que le molesta la arrogancia colonizadora. Cada uno en particular está firmemente decidido a resistir a los colonizadores hasta el fin, siguiendo con entusiasmo el liderazgo de Aurora, con vigor y valentía, para desafiar a la muerte.

–Seguir nuestro liderazgo, sí. ¿Y si no les proporcionamos un líder?

–Entonces, esperarán y tratarán de arreglarse al no verse dirigidos por nosotros. De lo contrario... Bueno, todos están dedicados al avance tecnológico y se muestran reacios a revelar lo que están haciendo exactamente. Cada uno trabaja independientemente y ni siquiera se unifican entre ellos. No hay ni un solo equipo de investigación, en ninguno dé los mundos, que se parezca a nuestro Instituto de Robótica. Cada mundo está lleno de investigadores individuales, y cada investigador guarda celosamente sus propios trabajos para que no los vean los demás.

Amadiro se mostró casi complaciente al decir:

–No esperaba que hubieran adelantado tanto como nosotros.

–Y es malo que no lo hayan hecho –replicó Vasilia cortante–. Con todos los mundos espaciales llenos de individualistas, el progreso es demasiado lento. Los colonizadores se reúnen regularmente en convenciones, tienen sus propios institutos, y aunque de momento quedan lejos de nosotros... nos alcanzarán. Así y todo, he conseguido descubrir unos cuantos adelantos tecnológicos logrados en los mundos espaciales y están todos consignados en mi informe. Todos ellos trabajan en el intensificador nuclear, por ejemplo, pero no creo que este artilugio haya llegado más allá del nivel de demostración en el laboratorio, en ninguno de los mundos. Algo que aún no está aquí si resultara práctico a bordo de las naves.

–Ojalá estés en lo cierto en esto, Vasilia, El intensificador nuclear es un arma que vendría muy bien a nuestra flota, porque acabaría de una vez con los colonizadores. Pero pienso que, en general, sería mejor que Aurora poseyera un arma antes que sus hermanos espaciales... Pero dijiste que estaba incluido en tu informe casi todo. He oído ese casi. ¿Qué es lo que no está incluido?

– ¡Solaria!

–Ah, el más joven y más peculiar de los mundos espaciales.

–Casi no pude sacarles nada, directamente. Me vieron con absoluta hostilidad, como verían a cualquier no-solariano, ya fuera espacial o colonizador. Y cuando digo "vieron", lo digo en el verdadero sentido de la palabra. Permanecí casi un año en su mundo, mucho más tiempo que en cualquier otro, y en todos esos meses jamás "vi" a un solo solariano cara a cara. En todos los casos le miré a él o a ella, en holograma por hiperhonda. Nunca traté con nada tangible, solamente imágenes. El mundo era cómodo, en realidad increíblemente lujoso y para un amante de la naturaleza totalmente intacto, ¡ah, pero cómo eché de menos "ver"!

–Bueno, la visión es una costumbre solariana. Todo el mundo lo sabe, Vasilia. Vive y deja vivir.

– ¡Bah! –rezongó Vasilia–, Su tolerancia puede estar fuera de lugar. ¿Están sus robots en posición de no-repetición?

–En efecto. Y te aseguro que nadie nos está escuchando.

–Así lo espero, Kelden. Tengo una muy clara impresión de que los solarianos están a punto de lograr un intensificador nuclear miniatura antes que los otros mundos, antes que nosotros. Tal vez lo consigan portátil y capaz de funcionar con un mínimo consumo de energía, lo suficientemente pequeño para que resulte práctico en naves espaciales.

Amadiro frunció profundamente el entrecejo.

–¿Cómo lo han conseguido?

–No podría decirlo. No supondrá que me enseñaron los planos, ¿verdad? Mis impresiones son tan incipientes que no me atreví a ponerlas en el informe, pero por lo poco que he oído aquí... u observado allí... creo que están haciendo progresos importantes. Esto es algo en lo que deberíamos pensar cuidadosamente.

–Lo haremos. ¿Hay algo más que quieras decirme?

–Sí, y tampoco consta en el informe. Solaria lleva varias décadas trabajando en robots humanoides y creo que esta meta, por lo menos la han alcanzado. Ningún otro mundo espacial, excepto nosotros, ha intentado siquiera el asunto. Cuando fui preguntando, en cada mundo, qué estaban haciendo respecto de los robots humanoides, la reacción fue unánime. Encontraban el concepto horripilante y desagradable. Sospecho que todos ellos habían observado nuestro fracaso y les había llegado al alma.

–Pero Solaria, no. ¿Por qué?

–En primer lugar, siempre habían vivido en la sociedad más robotizada de la Galaxia. Están rodeados de robots: diez mil por individuo. El mundo está saturado de ellos. Si pasearas por él, sin rumbo fijo, en busca de humanos, no encontrarías a nadie. Así, ¿por qué unos pocos solarios viviendo en semejante mundo, iban a inquietarse por unos cuantos robots de más, sólo porque son humanoides? También está ese desgraciado engendro pseudohumano diseñado por Fastolfe y construido por él y que todavía existe...

–Daneel –dijo Amadiro.

–Sí, ése. Él... Bueno, estuvo en Solaria hace veinte décadas y los solarianos lo trataron como a un humano. No se han recuperado aún del sofoco. Aunque no les importaban los humanoides, se sentían humillados por haber sido engañados. Fue una inolvidable demostración de que Aurora estaba muy por delante de ellos en esa faceta de robótica, por lo menos. Los solarianos se sienten excesivamente orgullosos de ser los más avanzados roboticistas de la Galaxia y, desde siempre, han estado trabajando individualmente en los humaniformes, aunque sólo sea para borrar aquella vergüenza. De haber sido más, o de haber tenido un Instituto que coordinara su trabajo, indudablemente los habrían producido hace mucho tiempo. En todo caso, creo que ahora ya lo han conseguido.

–Pero no estás segura, ¿verdad? Esto no es más que una sospecha basada en indicios recogidos aquí y allá.

–Exactamente, pero es una sospecha muy sólida y que merece una mayor investigación. En tercer lugar, juraría que están trabajando en comunicación telepática. Había cierto equipo que, imprudentemente, me dejaron ver. Y una vez que tuve a la vista uno de sus roboticistas, la pantalla de la hiperhonda dejó entrever una pizarra en la que se veía una matriz de diseño positrónico, que no se parecía a nada de lo que recuerdo haber visto en mi vida y, no obstante, me pareció que el trazado podía encajar con un programa telepático.

–Sospecho, Vasilia, que este dato está hecho de mucha más fantasía que lo de los robots humanoides.

Una expresión de ligero embarazo cruzó por el rostro de Vasilia:

–Debo confesar que tal vez en esto tenga razón.

–La verdad, Vasilia, es que me suena a mera fantasía. Si el trazado que creíste ver no era como nada de los que recuerdas haber visto jamás, ¿cómo pudiste pensar que podía encajar con algo?

–A decir verdad –murmuró Vasilia, indecisa–, yo también me lo he estado preguntando. Sin embargo, cuando lo vi, la palabra "telepatía" saltó de pronto en mi mente.

–Aunque la telepatía sea imposible, incluso en teoría.

–Se cree imposible, incluso en teoría. Y eso no es exactamente lo mismo.

–Nunca nadie ha sido capaz de progresar en ello.

–De acuerdo, pero ¿por qué al ver el trazado, se me ocurrió la palabra "telepatía"?

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