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Authors: Isaac Asimov

Tags: #ciencia ficción

Robots e imperio (41 page)

BOOK: Robots e imperio
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–Seguro que ahora sí se siente en casa, Gladia.

–Estoy en mi vivienda –murmuró–. Ha sido mi vivienda desde que el doctor Fastolfe me la asignó, hace veinte décadas, y todavía se me hace rara.

–Para mí sí es rara –comentó D.G.–. Me encuentro perdido viviendo aquí, solo.

Miró a su alrededor con una media sonrisa, a la complicada decoración, al adorno de las paredes.

–No estará solo, D.G. – le tranquilizó Gladia–. Mis robots estarán con usted y han recibido amplias instrucciones. Se dedicarán a su comodidad.

–¿Entenderán mi acento colonizador?

–Si no lo entienden, le pedirán que lo repita y en este caso hable despacito y con gestos. Le prepararán comida, le enseñarán cómo servirse de las distintas comodidades de la habitación de invitados... y le vigilarán por si se comporta en desacuerdo con su estado. Se lo impedirán, si fuera necesario, pero lo harán sin lastimarle.

– Espero que no me vayan a considerar no-humano.

–¿Como la capataz? No, puedo garantizárselo, D.G. Aunque su barba y su acento pueden confundirles hasta el extremo de que tarden un segundo o dos en reaccionar.

–Y espero también que me protegerán contra los intrusos.

–Lo harán, pero no habrá intrusos.

–El Consejo querrá apoderarse de mí.

–En ese caso mandarían robots y los míos les echarán.

–¿Y si sus robots no dominan a los del Consejo?

–No puede ocurrir, D.G. Una vivienda es inviolable.

–Vamos, Gladia. Quiere decir que nadie nunca ha...

–¡Nadie!, ¡nunca! –respondió vivamente–. Permanezca aquí, tranquilamente y mis robots se ocuparán de todas sus necesidades. Si quiere ponerse en contacto con su nave, con Baleymundo, incluso con el Consejo de Aurora, saben exactamente lo que hay que hacer. No tendrá que mover un solo dedo.

D.G. se dejó caer en el sillón más cercano, se acomodó en él y suspiró profundamente.

–¡Qué prudentes somos al no permitir robots en nuestros mundos! ¿Sabe cuánto tiempo tardaría en corromperme, sumirme en el ocio, si me quedara en este tipo de sociedad? Cinco minutos como máximo. En realidad, ya estoy corrompido. –Bostezó y se desperezó.– ¿Les importará si me quedo dormido?

–Claro que no. Si lo hace, se preocuparán de que su entorno se mantenga silencioso y oscuro.

D.G. se enderezó de pronto.

–¿Y si no vuelve?

–¿Por qué no iba a volver?

–El Consejo parece reclamarla con mucha urgencia...

–No pueden retenerme. Soy ciudadana aurorana libre, y voy a donde quiero.

–Siempre surgen emergencias cuando un gobierno desea fabricarlas..., y en una emergencia, suelen romperse las reglas.

–Tonterías. Giskard, ¿van a retenerme allí?

–Gladia, no la retendrán. El capitán no debe preocuparse por esto.

–Ya lo ve, D.G. Su antepasado, la última vez que me vio, me encareció que siempre confiara en Giskard.

–¡Bien! ¡Excelente! De todos modos, la razón de que haya venido con usted, Gladia, era para estar seguro de que la recuperaré. Recuérdelo y dígaselo a su doctor Amadiro, si es preciso. Si tratan de retenerla contra su voluntad, tendrán que retenerme a mí también... Mi nave, que esta en órbita, es perfectamente capaz de reaccionar.

–No, por favor –suplicó Gladia turbada–. No piense en hacer tal cosa. Aurora también tiene naves, y estoy segura que la suya está bajo vigilancia.

–Pero hay una diferencia, Gladia. Dudo mucho de que Aurora quiera ir a la guerra por usted. Por el contrario, Baleymundo estaría dispuesto a hacerlo.

–No puede ser. No me gustaría que fueran a la guerra por mi causa. ¿Y por qué iban a hacerlo? ¿Porque fui amiga de su antepasado?

–No; precisamente por eso, no. No creo que nadie pueda creer que usted fuera su amiga. Tal vez su bisabuela, pero no usted. Incluso yo no creo que fuera usted.

–Sabe que fui yo.

–Intelectualmente, sí. Emocionalmente, lo encuentro imposible. Eso ocurrió hace veinte décadas.

Gladia sacudió la cabeza.

–Es que tiene un punto de vista de vida breve.

–Puede que sea así, pero no importa. Lo que la hace importante para Baleymundo es el discurso que les hizo. Es una heroína y debe ser presentada en la Tierra. Nadie debe impedirlo.

–¿Presentada en la Tierra? –exclamó Gladia algo alarmada– ¿Con toda ceremonia?

–Con la máxima ceremonia.

–¿Por qué se me considera tan importante como para valer una guerra?

–No estoy seguro de poder explicárselo a una espacial. La Tierra es un mundo especial. La Tierra es un mundo... sagrado. Es el único mundo de verdad. Es donde surgieron los seres humanos y es el único mundo donde evolucionaron y se desarrollaron y vivieron sobre todo un fondo de vida. En Baleymundo tenemos árboles e insectos... En la Tierra tienen una loca profusión de árboles y de insectos que jamás hemos visto en ninguna parte excepto en la Tierra. Nuestros mundos son imitaciones, pálidas imitaciones. No existen, ni pueden existir excepto por la fuerza intelectual, cultural y espiritual que extraen de la Tierra.

–Esto está en oposición a la opinión que los espaciales tienen de la Tierra –musitó Gladia–. Cuando nos referimos a ella, y pocas veces lo hacemos, es como hablar de un mundo bárbaro y en decadencia.

D.G. enrojeció:

–Por eso los mundos espaciales han ido debilitándose. Son como plantas que se han desarraigado, como animales que se han arrancado el corazón.

–Pues yo –dijo Gladia– deseo ver la Tierra por mí misma, pero ahora tengo que marcharme. Por favor, considere ésta como su propia casa hasta que vuelva.

Se dirigió vivamente hacia la puerta, pero se detuvo y agregó: –En esta vivienda ni en ninguna parte de Aurora hay bebidas alcohólicas ni tabaco, ni estimulantes alcaloides, ni nada de tipo artificial, nada a lo que usted pueda estar acostumbrado... ,

D.G. sonrió con amargura:

–Lo sabemos. Su gente es muy puritana.

–Nada de puritanos –protestó Gladia–. Las treinta o cuarenta décadas de vida hay que pagarlas... y éste es uno de los pagos. No supondrá que se consigue por arte de magia, ¿verdad?

–Bueno, me arreglaré con sanos zumos de frutas, con imitación de café y oleré las flores.

–Encontrará abundante surtido de tales cosas. Cuando regrese a su nave, estoy segura de que encontrará compensación por todos los síntomas de abstinencia que tenga que sufrir ahora.

–Sufriré sólo por su ausencia,– declaró gravemente D.G.

Gladia se vio obligada a sonreír:

–Es un embustero incorregible, capitán. Volveré... Daneel… Giskard.

60

Gladia estaba sentada, rígida, en el despacho de Amadiro. Durante muchas décadas había visto solamente a Amadiro a distancia, o en la pantalla... En esas ocasiones, le volvía la espalda. Le recordaba solamente como al gran enemigo de Fastolfe y ahora, por primera vez, se encontraba en la misma habitación que él, cara a cara, y tenía que borrar toda expresión de su rostro para que no viera asomar el odio que sentía, Aunque ella y Amadiro eran los únicos seres humanos presentes en la estancia, había por lo menos una docena de altos cargos, incluido el propio Presidente, que presenciaban la entrevista por holovisión de circuito cerrado. Gladia reconoció al Presidente y a algún otro, pero no a todos.

Era una extraña experiencia. Se parecía a la visión generalizada en Solaria, a la que se había acostumbrado de niña... y que recordaba con tanto disgusto.

Hizo un esfuerzo por hablar claramente, sin emoción pero con precisión. Cuando se le formulaba una pregunta, respondía con tanta brevedad como le permitía la claridad y tan indiferente como podía sin faltar a la cortesía. El Presidente escuchaba impasible y los demás le imitaban. Era un hombre mayor. . , Todos los presidentes lo eran porque se trataba de un cargo que alcanzaban a edad avanzada. Tenía un rostro alargado, mucho cabello aún en la cabeza y cejas hirsutas. Su voz era meliflua, pero nada amistosa. Cuando Gladia terminó, le dijo:

–¿Sugiere que los solarios han redefinido "ser humano" en un sentido limitado que lo reduce a los solarios solamente?

–No sugiero nada, señor Presidente. Es simplemente que nadie ha podido encontrar otra explicación que justifique los acontecimientos.

–¿Se da usted cuenta, señora Gladia, de que en toda la historia de la ciencia robótica, ningún robot ha sido diseñado con una definición limitada del "ser humano"?

–No soy una robotista, señor Presidente, y no conozco nada de la matemática de los circuitos positrónicos. Puesto que usted dice que no se ha hecho nunca, yo, claro, lo acepto. Pero por lo que sé, de que no se haya hecho nunca, no se desprende que no pueda hacerse en el futuro.– Sus ojos jamás habían parecido tan grandes y tan inocentes como ahora. El Presidente se ruborizó, y dijo:

–Teóricamente no es imposible limitar la definición, pero es impensable.

Con los ojos bajos, la mirada puesta en las manos que tenía cruzadas sobre su regazo, Gladia comentó:

–A veces la gente piensa en tales peculiaridades.

El Presidente cambió de tema, y preguntó:

–Una nave aurorana fue destruida, ¿cómo se lo explica?

–Yo no estaba presente en el lugar del incidente, señor Presidente. No tengo idea de lo que ocurrió, ni puedo explicárselo.

–Estaba usted en Solaria, y ha nacido en el planeta. Dada su reciente experiencia y el ambiente de su juventud, ¿que diría que ocurrió?

El Presidente daba muestras de una mal disimulada impaciencia.

–Si quiere que lo adivine –dijo Gladia–, yo diría que nuestra nave fue destruida por el uso de un intensificador nuclear portátil, similar al que estuvo a punto de utilizarse contra la nave colonizadora.

–¿No le llama la atención que los dos casos sean diferentes? En uno, la nave colonizadora invade Solaria para confiscar robots solarios; en el otro, una nave de Aurora llega a Solaria para ayudar en la protección de un planeta hermano.

–Yo sólo puedo suponer, señor Presidente, que los capataces, los robots humanoides dejados para guardar el planeta, fueron insuficientemente instruidos para detectar la diferencia.

El Presidente pareció ofendido.

–Es inconcebible que no fueran instruidos sobre la diferencia que hay entre colonizadores y compañeros espaciales.

–Si usted lo dice, señor Presidente. No obstante, si la única definición de ser humano es aquel que, con aspecto físico de humano, habla en solario, como nos pareció a los que nos encontrábamos en el lugar, lógicamente los auroranos, que no hablan al estilo, no encajaban con la definición que poseían los capataces.

–Entonces me está diciendo que los solarianos definieron a los espaciales como no-humanos y los sometieron a destrucción.

–Lo presento sólo como una posibilidad porque no se me ocurre otro medio para explicar la destrucción de una nave de guerra aurorana. Gente con más experiencia tal vez presente explicaciones alternativas. –Y de nuevo aquella mirada inocente, casi vacía.

–¿Se propone regresar a Solaria, señora Gladia? –preguntó el Presidente.

–No, señor Presidente, no tengo tal propósito.

–¿No se lo ha pedido su amigo colonizador, a fin de limpiar el planeta de capataces?

Gladia sacudió lentamente la cabeza.

–No me ha pedido nada de eso. De haberlo hecho, me habría negado. Fui a Solaria, en primer lugar, para cumplir mi deber para con Aurora. El doctor Levular Mandamus, del Instituto de Robótica, que trabaja a las órdenes del doctor Amadiro, me lo pidió. Se me pidió que fuera para, a mi regreso, informar sobre los acontecimientos..., como acabo de hacer. La petición, por lo que oí y comprendí, tenía todo el aspecto de una orden, y la recibí –miró fugazmente en dirección de Amadiro– del propio doctor Amadiro.

Amadiro no reaccionó visiblemente. El Presidente prosiguió: ¿Cuáles son sus planes para el futuro?

Gladia esperó un par de latidos y luego decidió que era mejor enfrentarse directamente con la situación.

–Mi intención, señor Presidente –dijo Gladia despacio y con voz muy clara– es visitar la Tierra.

–¿La Tierra? ¿Y por qué quiere visitar la Tierra?

–Puede ser importante, señor Presidente, para las autoridades auroranas averiguar lo que está ocurriendo allí. Como he sido invitada por las autoridades de Baleymundo a visitarla y el capitán Batey está dispuesto a llevarme, sería una buena oportunidad para traer un informe sobre los acontecimientos, lo mismo que ahora he informado sobre los que tuvieron lugar en Solaria y en Baleymundo.

"Bien –pensó Gladia–, ¿violará la costumbre y me encarcelará en Aurora? De ser así, debía de haber medios para discutir la decisión." Gladia sintió que aumentaba la tensión y dirigió una rápida mirada a Daneel que, naturalmente, parecía totalmente impasible. No obstante, el Presidente, con expresión seria, expuso:

–A este respecto, señora Gladia, tiene usted el derecho de todo aurorano de hacer lo que le parezca, pero será bajo su propia responsabilidad. Nadie se lo va a pedir, como algunos solicitaron, según usted, su visita a Solaria. Por esta razón la advierto que Aurora no se sentirá obligada a ayudarla en caso de una desgracia.

–Lo comprendo, señor.

El Presidente dijo de pronto:

–Habrá mucho que discutir sobre el asunto más tarde, Amadiro. Me pondré en contacto con usted.

Las imágenes desaparecieron y Gladia se encontró repentinamente sola con sus robots y con Amadiro y los suyos.

61

Gladia se puso en pie y dijo, evitando cuidadosamente mirar a Amadiro al hablarle:

–Me figuro que la reunión ha terminado, así que me voy ya.

–Por supuesto, pero tengo que hacerle una o dos preguntas, que confío en que no la molestarán. –Su alta figura parecía dominarla cuando se puso en pie, pero le sonrió y se dirigió a ella con suma cortesía, como si se hubiera establecido cierta amistad entre ambos. –Deje que la acompañe, señora Gladia. ¿Así que va a ir a la Tierra?

–Sí. El Presidente no tuvo ninguna objeción y una ciudadana aurorana puede viajar libremente por la Galaxia en tiempos de paz. Le ruego me perdone, pero mis robots, y los suyos si fuera necesario, son suficiente compañía.

–Como usted diga. –Un robot les abrió la puerta. –Me figuro que llevará robots con usted, cuando vaya a la Tierra.

–Por supuesto.

–¿Qué robots, señora, si me permite preguntárselo?

–Estos dos. Los dos que están conmigo –sus zapatos pisaban fuerte al avanzar, rápida, por el corredor tras Amadiro sin hacer el menor esfuerzo por averiguar si la había oído.

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