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Authors: Javier Casado

Rumbo al cosmos (43 page)

BOOK: Rumbo al cosmos
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El largo camino hacia la independencia espacial

India no se limita a diseñar y fabricar sus propios satélites: también ha desarrollado los lanzadores necesarios para ponerlos en el espacio sin ninguna dependencia exterior, situándola entre el selecto grupo de seis países con capacidad de puesta en órbita de satélites geoestacionarios. Aunque no ha sido un camino fácil.

Los primeros pasos se dieron en 1962 con la creación del Comité Indio para la Exploración del Espacio (INCOSPAR), dedicado inicialmente a la investigación atmosférica y meteorológica mediante cohetes de sondeo. Para iniciar sus actividades, un equipo de técnicos indios recibió formación durante seis meses en los Estados Unidos sobre este tipo de cohetes, culminando a su vuelta con el lanzamiento del primer Nike-Apache (de fabricación norteamericana) en noviembre de 1963. El programa de cohetes de sondeo crecería luego rápidamente a través de la cooperación con varios países, incluyéndose la fabricación bajo licencia de ingenios franceses. Pero en las aspiraciones indias estaba el desarrollo de cohetes de sondeo propios que les proporcionaran las bases para construir finalmente un lanzador de satélites nacional.

En 1967 se lanzaba el primer cohete de sondeo de diseño indio, el Rohini; y dos años más tarde se aprobaba el comienzo del desarrollo de un vehículo lanzador de satélites. Ese mismo año, 1969, INCOSPAR se convertía en ISRO, Organización India para la Investigación Espacial, y se iniciaba la construcción de una base de lanzamiento de satélites.

Pero tras unos comienzos tan prometedores, apenas cinco años más tarde, en 1974, el panorama se ponía muy negro para las aspiraciones espaciales del país asiático. Ese año, India detonaba su primera bomba atómica, lo que desencadenaría una avalancha de condenas y sanciones por parte de los Estados Unidos y los países europeos, imponiéndose severas restricciones en cuanto a transferencia de tecnología para impedir el desarrollo de misiles nucleares. El avance en el lanzador de satélites propio se vería así gravemente amenazado, al impedirse el acceso a tecnología exterior, y obligando a la India a desarrollar de forma autóctona la tecnología necesaria. Aunque en la práctica, estas restricciones no serían finalmente tan drásticas ni tan duraderas, principalmente por parte de Europa.

El gobierno indio no se amilanó, y mantuvo su apuesta por el desarrollo de un lanzador propio que le proporcionara capacidad para lanzar sus satélites sin tener que comprar estos servicios al exterior. El embargo, que en un principio suponía un serio obstáculo para sus aspiraciones, permitió a la larga que la India desarrollara toda una completa infraestructura industrial y tecnológica alrededor de su programa espacial. Así, en 1979 se lanzaba el primer SLV-3 (siglas de Vehículo Lanzador de Satélites), un lanzador de propulsante sólido de 4 etapas con capacidad para poner en órbita baja satélites de hasta 42 kg. Aunque hay que reconocer que no todo fue un desarrollo propio: en el fondo, el SLV-3 era una copia prácticamente idéntica del Scout norteamericano, a cuya documentación habían tenido acceso los técnicos que se formaron en Estados Unidos en los inicios del programa espacial indio.

El primer lanzamiento del SLV-3 fue un fracaso, al estrellarse el cohete cinco minutos después de su lanzamiento; pero al año siguiente se conseguía la primera victoria con la puesta en órbita del satélite de fabricación propia Rohini 1-B, al que le seguirían los Rohini 2 y 3 en el periodo que va hasta 1983. Con el paso del tiempo, algunas de las restricciones de transferencia tecnológica se habían ido relajando, iniciándose una cooperación con la Agencia Espacial Alemana principalmente en el área del guiado.

Entretanto, el SLV-3 era potenciado con dos aceleradores sólidos adicionales añadidos alrededor de la primera etapa, para dar lugar al ASLV (con “A” de “Aumentado”), incrementando su capacidad hasta los 150 kg en órbita baja. Los dos primeros vuelos, en 1987 y 1988, terminaron en fracaso, pero en 1992 se conseguía ya un éxito parcial (aunque sin alcanzar la órbita prevista), culminando con un éxito completo en 1994.

Pero tanto el SLV-3 como el ASLV no eran sino pasos intermedios en el camino para conseguir un lanzador de satélites con una capacidad de carga realmente operativa. Mientras los grandes satélites indios seguían siendo enviados al espacio a bordo de lanzadores extranjeros (rusos, principalmente), la India daba el siguiente paso con el PSLV, Vehículo Lanzador de Satélites Polares. Como su nombre indica, estaba destinado a ser el caballo de batalla de la flota de satélites de observación terrestre indios en órbita polar heliosíncrona.

El primer lanzamiento del PSLV en 1993 falló por un problema menor de software, pero desde entonces ha funcionado satisfactoriamente, poniendo en órbita 7 satélites indios más 5 de otros países, y permitiendo entrar al subcontinente asiático en el mercado comercial. Con el PSLV, India se introducía por primera vez en los motores cohete de propulsante líquido, más eficientes pero también mucho más complejos que los sólidos. Para ello había contado con la inestimable ayuda francesa, que transfirió a los técnicos indios la tecnología necesaria para el desarrollo del motor Vikas, derivado del Viking-4 que equipaba a los primeros lanzadores Ariane.

El PSLV cuenta con cuatro etapas que combinan propulsante sólido y líquido, más seis pequeños aceleradores sólidos alrededor de la primera etapa (también sólida), que pueden ser sustituidos por dos de mayor tamaño. Las etapas 2 y 4 son de propulsante líquido hipergólico, la 2 equipada con el motor Vikas y la 4 con otro motor de desarrollo totalmente propio. La capacidad del lanzador es de hasta 1600 kg puestos en órbita polar heliosíncrona a 904 km de altura, aunque reducida a unos 1000 kg en la práctica por limitaciones en los acimuts permitidos desde la base de lanzamiento habitual, lo que impide utilizar la dirección óptima de despegue.

El siguiente paso tras conseguir su primer lanzador realmente operativo estaba bastante claro: alcanzar la capacidad de puesta en órbita geoestacionaria. Para ello había que desarrollar un nuevo lanzador, el GSLV (Vehículo Lanzador de Satélites Geoestacionarios), que debía elevar la capacidad orbital india desde los 1000 kg en órbita polar hasta las 2,5 toneladas puestas en órbita GEO.

El GSLV parte de un PSLV al que se le sustituyen las dos etapas superiores por una etapa única de propulsante criogénico, de mayor impulso específico, y al que se sustituyen también los aceleradores de propulsante sólido por otros de propulsante líquido. Pero desarrollar la etapa criogénica no ha sido tarea fácil.

Imagen: Lanzador GSLV, el mayor en la actualidad de la flota de lanzadores indios. (
Foto: ISRO
)

Luchando contra los elementos

Comprendiendo que un desarrollo propio sería un proceso largo y complejo, la India decidió comprar la tecnología al exterior. Así se iniciaron contactos con Japón, aunque no darían ningún fruto. Viendo la oportunidad de negocio, tanto General Dynamics (EE.UU.) como Arianespace (Europa) ofrecieron sus productos, pero el coste resultaba desproporcionado para la débil economía india. Una tercera aproximación por parte de la entonces todavía URSS ofrecería unos precios mucho más asequibles.

Así, la India llegó a un acuerdo comercial con Rusia en enero de 1991, para el suministro de dos motores criogénicos KVD-1, junto con la transferencia de la tecnología necesaria para desarrollarlos posteriormente de forma doméstica. Se trataba de unos magníficos motores desarrollados en su día para el programa lunar ruso y que hoy se usan en la última etapa del Proton-M. Sin embargo, fuertes presiones de los Estados Unidos alegando que violaba los tratados de transferencia de tecnología de misiles, obligaron a los rusos a romper el acuerdo en agosto de 1993. Rusia podría vender los motores a la India, pero nunca la tecnología; a cambio, los rusos recibirían contratos para lanzar ocho satélites norteamericanos hasta el año 2000. La cooperación ruso-norteamericana en torno a la Mir y la ISS también pesaron como elementos de cambio en esta negociación, firmándose ambos acuerdos un mes después de la ruptura del compromiso con la India.

La argumentación de los Estados Unidos era un simple pretexto que no engañaba a nadie más allá de la opinión pública: no sólo habían sido los propios americanos los primeros en ofrecer la venta de este tipo de motores, sino que es de todos sabido que los misiles bélicos se impulsan con propulsante sólido o hipergólico, pero nunca criogénico, por razones puramente operativas. Los motores criogénicos sólo tienen sentido en el terreno espacial. Pero el desarrollo de un lanzador potente y de bajo coste situaría a la India en una peligrosa posición en el mercado mundial; obligarle a comprar los motores en el exterior mantendría los costes a un nivel que evitase la aparición de un lanzador extremadamente competitivo.

Forzada por las circunstancias, la India desarrolló el GSLV con los motores rusos, pero puso en marcha al mismo tiempo un proyecto encaminado a conseguir el primer motor criogénico indio. En 1998 las sanciones y restricciones sobre transferencia de tecnología se endurecieron de nuevo tras unas pruebas atómicas, pero para entonces la India ya apenas necesitaba la asistencia técnica exterior. Aunque plagado de problemas, el desarrollo del motor criogénico sigue su curso y parece que llegará a buen término en un plazo breve. De todas formas, según fuentes norteamericanas este motor indio no sería realmente de desarrollo doméstico, sino que estaría basado en tecnología rusa transferida de forma secreta a pesar de los acuerdos forzados en 1993.

El 18 de abril de 2001, el primer vuelo de pruebas del nuevo GSLV se completaba con éxito, repitiéndose con igual resultado en 2003. El 20 de septiembre de 2004 era utilizado para lanzar el satélite de 2 toneladas EDUSAT, el primero del mundo dedicado a proyectos educativos. La acción social sigue siendo el motor del programa espacial indio, aunque ahora la tecnología que la hace posible es totalmente propia.

Perspectivas de futuro

El desarrollo del motor criogénico indio ha seguido su camino, y de acuerdo a declaraciones del director del ISRO, ha superado ya todos los ensayos en tierra. Se prevé que el primer GSLV Mark II, equipado con el nuevo motor, pueda volar a finales de 2006. Según algunos técnicos involucrados, este motor indio sería similar al motor ruso que equipa el GSLV básico, pero más ligero y algo más potente; algo verdaderamente notable, si se confirma, teniendo en cuenta la gran calidad del motor ruso. Por otra parte, parece ser que dificultades en la consecución de aleaciones avanzadas debido a las sanciones internacionales, podrían disminuir las prestaciones finales de este motor en tanto no se solucionen los problemas de suministro.

También está en marcha el GSLV Mark III, que será un lanzador totalmente nuevo y mucho más potente, con una capacidad de hasta 4 toneladas en órbita geoestacionaria. Las autoridades indias prevén que el nuevo cohete reduzca los costes de lanzamiento a aproximadamente la mitad de lo que en la actualidad cargan los Estados Unidos, Europa o Rusia, lo que podría situar a la India en un lugar de privilegio en el mercado comercial. Se prevé que los ensayos en tierra den comienzo en 2006, y que el primer vuelo tenga lugar hacia 2008. Y ya hay prevista una versión Mark IV, aún más potente.

Existen también rumores de un lanzador reutilizable, que podría llevar a cabo los primeros vuelos de prueba entre 2007 y 2008. Pero al mismo tiempo se ha negado que se persiga iniciar un programa espacial tripulado, algo en lo que por el momento, según declaraciones oficiales, la India no tiene interés. No parece que estos rumores sean fiables, al menos en el corto plazo.

Pero aunque el programa de lanzadores continúa imparable, el programa de satélites sigue siendo prioritario en la política espacial del país. De los 450 millones de dólares de presupuesto anual para el espacio, más de la mitad van dirigidos al desarrollo de nuevos satélites. Vehículos que no sólo siguen sirviendo a fines sociales, sino que empiezan a ser fuente de ingresos a través de la venta de sus servicios a terceros países, o incluso la venta de satélites completos.

Un centro de lanzamiento envidiable, pero con problemas

La India no sólo puede ofrecer al mercado comercial unos potentes lanzadores a un bajo coste, sino que puede complementarlos también con un centro de lanzamiento, el SHAR, situado en una ubicación privilegiada. Localizado en la isla de Sriharikota, en la costa este del país y a tan sólo 13,5º al norte del ecuador, tiene hoy día la segunda mejor situación geográfica del mundo para el lanzamiento de satélites geoestacionarios, tras el centro espacial europeo de Kourou.

Por el contrario, esta misma ubicación, unida a restricciones en los acimuts de lanzamiento por razones de seguridad, lo hacen ineficiente para el lanzamiento de cargas a órbita polar, una de las principales necesidades indias para sus satélites de observación terrestre. Algo que, como hemos visto, no ha frenado los avances de este país asiático en esta materia, considerada prioritaria para la nación.

Un salto adelante

Ante este escenario, la misión de la Chandrayaan-1 parece tener un doble significado. Por un lado, representa la introducción de la India en el campo científico de la exploración espacial, abriendo paso a posteriores misiones de exploración planetaria de mayor carácter científico. Pero muy probablemente sea también una demostración tecnológica de cara a hacerse un hueco dentro del mercado comercial de lanzamientos y fabricación de satélites, donde el demostrado nivel de sus productos unido a su competitividad económica podría situar a la India como un importante competidor a nivel mundial.

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