Sangre en el diván (7 page)

Read Sangre en el diván Online

Authors: Ibéyise Pacheco

Tags: #Ensayo, Intriga

BOOK: Sangre en el diván
6.32Mb size Format: txt, pdf, ePub

Los policías sabían qué iban a buscar. Necesitaban evidencia de que Roxana Vargas había estado allí. Hasta el momento habían recabado la relación de llamadas entrantes y salientes entre los celulares de Chirinos y de la estudiante, con resultados positivos, que los orientaban a pensar que el consultorio había sido el último lugar donde Roxana había estado con vida.

Los efectivos comenzaron con el levantamiento planimétrico. Una minuciosa inspección en la que utilizaron una aspiradora con el respectivo retenedor y papel filtro les permitió efectuar un barrido, tanto en el consultorio como en el área de tratamiento, de donde tomaron muestras de material heterogéneo y apéndices pilosos, que fueron guardados en dos sobres de papel para su evaluación en el laboratorio.

Luego vino la prueba de luminol, una técnica que se aplica en la oscuridad sobre cualquier superficie madera, cemento, tela, cartón, vidrio que permite ubicar trazas de sangre. En toda investigación suele ser un momento emocionante, de película, pues.

El luminol es una técnica basada en una manifestación química semejante a la de las luciérnagas. Su aplicación en investigaciones criminales es bastante reciente. Los primeros coqueteos con esta técnica fueron en el siglo XVI, con una infusión y un trozo de madera que emitió una peculiar coloración azul. Tres siglos después, en la mitad del siglo XIX, un físico y profesor de Cambridge, sir George Gabriel Stockes, y otro físico e historiador, Eilhardt Wedemann, acuñaron unos términos de relevante aporte. El primero, la florescencia, y el segundo, la luminiscencia, para luz fría, diferenciando con estos términos el efecto de emisión de luz por aumento de la temperatura denominado incandescencia.

Ya en l928, de manera accidental, así como se ha llegado a tantos maravillosos hallazgos, el alemán H. O. Albrecht descubrió una sustancia que emite una tenue luz brillante cuando es mezclada con peróxido de oxígeno y en presencia de un catalizador que podía ser hierro, cobre o cobalto. La minería de Alemania compró el descubrimiento de inmediato para detectar vetas de cobre.

A la criminalística llega en l937, cuando Walter Spech, de la Universidad de Medicina Legal y Criminalística de Jena, Alemania, comienza a utilizar el luminol en test de detección de sangre sobre diversas superficies. Tuvo éxito incluso en aquellas áreas que habían sido limpiadas hasta cinco veces.

En l95l, el luminol comenzó a aplicarse con mejorías en la investigación criminal, hasta l966 cuando se determinó una fórmula perfeccionada de hidróxido de sodio o potasio, en un medio hidratado de agua destilada y peróxido de hidrógeno, que será la mezcla más usada en criminalística hasta la inevitable llegada de las recetas comerciales.

Lo que el luminol busca realmente es el hierro que contiene la sangre. La mezcla de luminol reacciona con los denominados metales de transición como cloro, cobre y potasio, que pueden dar falsos positivos, es decir resultados que parecen indicar la presencia de sangre. Por eso la muestra colectada siempre es llevada al laboratorio.

Los investigadores también tienen en cuenta que algunos elementos naturales pueden alterar la eficiencia del luminol, como la lechosa o el mango, por ejemplo. Toda esta información es de fácil acceso por Internet. En las dos maletas de los carros de Chirinos se detectaron, además de un fuerte olor nauseabundo, restos de frutas, en apariencia de mango, que habían sido restregadas en toda la superficie. Por eso después, en el juicio, se manejó el argumento de' alteración con falso positivo. El psiquiatra había escuchado una conversación sobre el efecto de las frutas y había mostrado interés por el tema.

La oscuridad que debe reinar mientras el luminol es esparcido, suele aportar mayor teatralidad al momento. El acto que parecería rutinario se convierte en una ceremonia. Y cuando la luz azul se extiende, la mayoría de quienes lo presencian suelen erizarse, interpretando la luminiscencia como una especie de señal divina.

En el área médica del consultorio de Chirinos la ruta de la luz azul les pareció una evidencia contundente a los efectivos policiales. En criminalística, si se comprobaba que lo que se veía allí iluminado en efecto era sangre, había un alto porcentaje de que en ese lugar se hubiese cometido un asesinato. La luz iba desde la camilla hasta la salida principal del consultorio, con interrupción en algunas áreas. Con precisión, los funcionarios colectaron una muestra a nivel de la pared, donde se encuentra el diván que según Chirinos utiliza para las terapias, unos 3 centímetros por encima del borde superior del espaldar de dicho mueble. También tomaron una muestra de la esquina anterior del asiento del diván. Cortaron en el piso del área de terapias un segmento de alfombra de 32 por 22,5 centímetros, donde parecía haber un pozo de sangre. Otro segmento de alfombra de l7 por l9,5 centímetros fue colectado frente a la puerta de acceso principal. Allí parecía también haber otro pozo. Un rastro de sangre como de un zapato arrastrado, muy definido, los llevó hasta la salida del consultorio.

El operativo de allanamientos continuó en la residencia de Chirinos. Cercanos al psiquiatra confiesan que tuvo tiempo de sacar algunas cosas; tal vez nunca se sabrá cuáles. Podrían ser documentos íntimos que no tengan que ver con Roxana Vargas, expedientes médicos que, de ser difundidos, generarían escándalo en la sociedad venezolana.

Los funcionarios lo que procuraban era nuevos elementos que probaran la relación entre el psiquiatra y la estudiante. No creían encontrar indicios de que ella hubiese estado en ese apartamento, porque según el contenido del testimonio dejado escrito por Roxana y lo expresado a familiares y amigos, la joven nunca había acudido al
penthouse
de Chirinos.

Los investigadores notaron que la caja de seguridad estaba vacía y procedieron a decomisar algunas cosas de interés, como un revólver Smith&Wesson .38, bastante viejo y hasta oxidado, muchas municiones para armas de distinto calibre y un cargador. El detective Perozo no se distrajo en esos vejestorios. Con el olfato agudizado se dirigió a la parte baja de una escalera que comunicaba la habitación del psiquiatra con el segundo piso del
penthouse
, y sin titubear, como si alguien le hablara, localizó un archivo colocado como al descuido, debajo de un mueble, en el piso. Al abrirlo se sintió frente a un tesoro: más de mil fotografías, de distintas épocas, realizadas en lugares similares a su consultorio y su casa. Las gráficas mostraban cuerpos de mujeres desnudas o casi, posando unas y otras completamente dormidas. Algunas de éstas impresionaron a los funcionarios porque parecían las imágenes de mujeres muertas con la camisa y el brassiere mal subidos, así como quitados a medias los pantalones, faldas y pantaletas. «Seguramente estas mujeres ni se imaginan que Chirinos les hizo estas fotos», dijo uno de los policías sin poder ocultar su indignación. «Pues se enterarán en el juicio», respondió con ironía otro. Tres de esas fotos eran de Roxana, sonriente, desnuda.

El hallazgo activó la adrenalina de los funcionarios, pero faltaba más. Las fotos podían mostrar evidencia de abuso sexual del psiquiatra con sus pacientes, pero el médico no estaba siendo acusado por ese delito. Necesitaban recabar elementos de prueba que pudiesen relacionarlo con el homicidio. Y de pronto, una carta los sorprendió.

En la computadora de Chirinos estaba una correspondencia que el psiquiatra le había escrito a Ana Teresa Quintero de Vargas. El documento estaba ahí, sin haber sido enviado. Chirinos no niega su autoría, incluso muestra copia del documento sin mayor problema, asegurando que "hay otra carta más que no está en el expediente. El psiquiatra argumenta que la misiva tuvo la intención de amedrentar a madre y a hija, para evitar que Roxana cumpliera su amenaza de hacer pública la relación entre ellos, que para el médico era producto de su mente enferma.

Para los funcionarios policiales, en cambio, la carta arrojaba el móvil del crimen.

La carta, bajo el encabezado «Sobre Roxana para su madre», dice:

«Estimada amiga, no se imagina cuánto lamento tener qué hacerles llegar la información que a pesar del daño que va a provocarles, me veo obligado a hacerlo, como único recurso para evitar que vuestra hija Roxana, a su vez me lesione ética, humana y profesionalmente.

»Ante todo debo aclararle que en ningún momento cuando ella fue mi paciente, entre el 0l de octubre de 2007 hasta el l5 del mismo mes y año, hubo aproximación sexual alguna, como ustedes llegaron a creer y afirmar, y como a ella misma se lo demostré más recientemente, con otra paciente, sometida al mismo tratamiento que ella recibió, y que impide por sus efectos inmediatos, expresiones de experiencia sexual alguna. Pero en fin, preferí no polemizar sobre ello, y porque sin duda alguna se había recuperado de los severos trastornos psiquiátricos por los que me la habían conducido a mi consulta.

»Quiero que sepan que desde hace años presido la Comisión de Ética, tanto de la Federación Médica de Venezuela como de la Sociedad Venezolana de Psiquiatría, y he aprendido que todo tipo de polémica en este ámbito, perjudica, y sé por mi trayectoria, que constituyo un ejemplo para la colectividad médica del país, en cualquier especialidad, y haría mucho daño a los médicos venezolanos más que a mí mismo. Sospecho además que una amiga de Roxana, cuyo nombre no voy a mencionar, tuvo la intención de lesionarme.

«Después no supe más de vuestra hija hasta el inicio del pasado mes de febrero, cuando sin citas previas, comenzó a insistir en tener consultas conmigo, pese a las explicaciones de mis secretarias de no poder atender pacientes sin citas previas. Fue tal la insistencia, que admití verla sin que las secretarias se enteraran, para no modificar mi rutina de trabajo. Por ello siempre entraba a mi consultorio por mi puerta privada y sin que nadie lo supiese. Pero mi gran sorpresa y por qué no decirlo, muy agradable, tuvo lugar cuando desde la primera entrevista, sin mayor diálogo previo, se me entregó sexualmente, quedando claro y así me lo hizo creer, que venía para eso, y además lo hacía con gran pasión, habilidad y erotismo. Es decir, no venía al psiquiatra y sí al hombre.

»Teniendo mayoría de edad, pese a las diferencias cronológicas entre ella y yo, las cuales nunca me han importado, si quienes coitan legalmente son responsables de sus actos y ella lo era. Entonces se inició entre ambos una práctica casi compulsiva de intensas relaciones sexuales.

»Ciertamente sólo me molestaba que ella hubiese querido que lo hiciésemos diariamente, y sus llamadas y mensajes telefónicos, como puede comprobarse en el informe de Movilnet, se tornaban cada vez más insistentes y reiterados, como si estuviese poseída de un frenesí libidinoso. Y mis ocupaciones no siempre me permitían complacerla. Aun cuando debo confesar que cada vez que poseía a aquella joven, bella y de hermosas piernas, pese a su sobrepeso, lo disfrutaba plenamente. Y quise ayudarla hasta recomendándole citas con especialistas en nutrición que mejorara su imagen física. Hay también pruebas de ello y se anexan fotos tomadas por mí con total conciencia de ella.

»También insistió en venir a mi casa, a lo cual me negué por los vecinos de mi edificio, y porque insistía en la rigurosa confidencialidad de nuestra relación.

»Mi gran malestar se genera, cuando me informa que toda su experiencia sexual conmigo era para escribir una supuesta tesis para sus estudios de Comunicación Social.

»Llegué hasta amenazarla con prisión, y frente a su edificio, una patrulla policial esperaba mi orden de aprehenderla. Afortunadamente comprendí que si era una enferma mental, no era legal la prisión y tampoco tenía la autorización para hospitalizarla en una clínica u hospital psiquiátrico. Ordené al grupo policial que se retirara. Hay también pruebas de ello. Su cinismo llegó al grado de amenazarme con periodistas.

»Es por ello que decidí comunicarles a ustedes todo lo ocurrido, porque sé que por el amor que siente por ustedes, y ustedes por ella, además de gran confianza en sus principios, podía persuadirla de que al enterarlos de su comportamiento, podría prescindir de su absurdo propósito de hacer pública y por escrito la relación sexual que hemos sostenido.

»Lamento comunicarles esto, pues puedo prevenir las brutales consecuencias que va a generar en ella y en ustedes esta denuncia. Pero aspiro que entiendan que agoté otras opciones. Mil perdones».

Los detectives al leer este texto recabaron esta evidencia como una joya. En cuanto al caso, lo consideraron cerca, en términos policiales, de estar resuelto.

Por esos días, Chirinos, contra los consejos del equipo de su defensa, insistió en brindar unas declaraciones a un medio de comunicación. En ese territorio solía sentirse bastante seguro, y la prensa, a pesar del escándalo, lo había tratado con bastante magnanimidad. Ante las cámaras de Globovisión, el periodista José Vicente Antonetti lo entrevistó. La declaración cayó entre los amigos de Chirinos como un balde de agua fría. El psiquiatra hizo esfuerzos por mostrar su inocencia, pero sólo logró aumentar las sospechas. Además, manifestó desprecio por las características físicas de Roxana, haciendo entrever que ella no era merecedora de su atención sexual.

El psiquiatra dijo desconocer los intereses que pudiesen estar detrás de los señalamientos que lo involucraban con la muerte de la estudiante. Respecto a la sangre encontrada en su consultorio, argumentó que la terapia electro convulsiva podía provocar hemorragias nasales y bucales.

Insistió: «Es importante aclarar que no hubo ninguna relación de orden amoroso sexual, como se ha señalado en la prensa». Para Chirinos la relación entre él y Roxana desarrolló un vínculo sentimental, como todo paciente desde la época de Freud, a través de lo que se denomina una transferencia. Cualquier alusión que haya hecho Roxana sobre ellos, el psiquiatra la calificó como fantasía. «Yo lo quiero mucho doctor. Yo lo amo mucho doctor. Usted me hace mucha falta doctor». Según Chirinos, eso lo oye a cada rato de sus pacientes, «pero no de los masculinos», aclaró con una sonrisa. Negó además que Roxana hubiese intentado seducirlo, «era más bien tímida». Y agregó: «Murieron este fin de semana 79 personas, según leí en prensa. ¿Por qué tanta investigación y cobertura en medios de comunicación, cuando la única evidencia que hasta ahora ha exhibido la policía, es el blog donde ella como paciente describe sus condiciones? Vale la pena que todos se lo lean, para que se den cuenta de su estado mental, del cual no puedo opinar».

Other books

David's Inferno by David Blistein
True Born by L.E. Sterling
Disappearances by Howard Frank Mosher
Hopscotch by Brian Garfield
The Fall of Ossard by Colin Tabor
Garden of Lies by Amanda Quick