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Authors: Bret Easton Ellis

Tags: #Drama, Intriga

Suites imperiales (8 page)

BOOK: Suites imperiales
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—Eso es lo que pasa cuando te juntas con elementos peligrosos —es lo único que Rip tiene que ofrecer, y su voz se arrastra hacia mí.

—¿Qué elementos peligrosos?

Una pausa y, por primera vez que yo recuerde, su voz suena ligeramente enfadada.

—¿De verdad tienes que preguntármelo, Clay?

—Mira, Rip. Te llamaré.

—Sí, hazlo. Creo que cuanto antes te enteres de esto, mejor.

—¿Por qué no me lo dices ahora?

—Porque es… personal —responde Rip—. Sí, es muy personal.

Más adelante esa semana, estoy colocado y dando vueltas por la quinta planta del Barney's de Wilshire, comprobando constantemente mi iPhone por si tengo mensajes de Rain que nunca llegan, mirando las etiquetas de los precios que cuelgan de las mangas de las brillantes camisas, prendas con las que exhibirte, incapaz de concentrarme en nada más que en la ausencia de Rain, y en el departamento de ropa para caballero no soy capaz de mantener siquiera la más rudimentaria conversación con un dependiente sobre un traje Prada, y acabo en la barra del Barney Greengrass pidiendo un Bloody Mary y tomándolo con las gafas de sol puestas. Rip está comiendo con Griffin Dyer y Eric Thomas, un concejal con aire de socorrista del que se ha quejado pero con quien ahora parece hacer buenas migas., y lleva una camiseta con una calavera demasiado juvenil para él y unos pantalones japoneses holgados, y me estrecha la mano y, al ver que estoy solo con un Bloody Mary, murmura:

—Así que estás muy ocupado, ¿eh?

Detrás de él siento el viento ardiente que entra en el patio. Sus ojos abiertos por la sorpresa están inyectados en sangre y me fijo en lo musculosos que tiene los brazos.

—Sí.

—¿Aquí sentado? ¿Meditando en el Barney's?

—Sí. —Muevo el taburete y cojo la copa helada.

—Te estás abandonando un poco.

Me toco la mejilla, sorprendido de lo espesa que tengo la barba y del tiempo que hace que no me afeito, y hago rápidamente el cálculo: desde que se fue Rain.

—Sí.

La cara anaranjada piensa un momento y se inclina hacia mí.

—Estás mucho más pasado de rosca de lo que imaginaba, tío.

Se me presenta un entrenador de Equinox que lleva rato mirándome mientras hago ejercicio con mi entrenador y me pregunta que si quiero tomar café con él en el Caffe Primo de al lado. Cade lleva una camiseta negra con la palabra Trainer en pequeñas letras mayúsculas y tiene los labios gruesos y una blanca sonrisa y grandes ojos azules y una barba incipiente cuidadosamente recortada y desprende un olor a limpio, casi antiséptico, y consigue hablar con un tono alegre y hostil a la vez y bebe de una botella llena de un líquido rojizo y está sentado con tanta pose que te das cuenta de que está esperando que alguien se fije en él y mientras estamos sentados a una mesa fuera, bajo una sombrilla adornada con luces de Navidad, miro el tráfico de Sunset y estoy pensando en lo guapo que es el chico de la cinta de andar con la camiseta de I still have a dream y me doy cuenta de que podría no ser irónico.

—He leído
The Listeners
—dice desviando la mirada de su móvil, donde un mensaje de texto ha estado acaparando su atención.

—¿En serio?

Bebo un sorbo de mi café y ofrezco una sonrisa tensa, sin saber muy bien qué hago aquí.

—Sí, un amigo mío hizo una prueba para el papel de Tim.

—¿Vas a presentarte tú?

—Me gustaría. ¿Crees que podría conseguirme el papel?

—Oh —digo, entendiendo por fin—. Sí, claro.

—Podríamos salir algún día —añade en voz baja, con ensayada timidez.

Me quedo momentáneamente confuso.

—Como… ¿cuándo?

—No lo sé, salir por ahí —dice él—. Ir a un concierto, oír a algún grupo…

—Eso estaría muy bien.

Pasan chicas en trance con una estera de yoga en la mano, llega hasta nosotros un olor a pachulí y a romero, y entreveo el tatuaje de una mariposa en un hombro, y estoy tan nervioso por no haber hablado con Rain en casi cinco días que sigo esperando que se estrelle un coche por Sunset porque el desastre parece inminente y Cade sigue posando como si le hubieran fotografiado toda su vida y frente a la tienda de H&M del otro lado de la plaza hay unos hombres desenrollando una alfombra roja corta.

—¿Por qué has acudido a mí? —pregunto.

—Alguien te señaló.

—Quiero decir que por qué yo. Por qué no otra persona relacionada con la película.

—Bueno… —Cade trata de adivinar por donde voy—. He oído decir que ayudas a la gente.

—¿Ah sí? ¿Quién te ha dicho eso?

La pregunta suena a desafío. Eso le obliga a ser más abierto conmigo de lo que podría haberlo sido.

—Creo que lo conoces.

—¿A quién?

—A Julián. Conoces a Julián Wells, ¿verdad?

Me pongo tenso, a pesar de la inocencia con que ha pronunciado el nombre. Pero de pronto se convierte en otra persona debido a su contacto con Julián.

—Sí. ¿De qué lo conoces tú?

—Trabajé un tiempo para él.

—¿Haciendo qué?

Se encoge de hombros.

—Asuntos personales.

—¿Como secretario?

Cade sonríe y se vuelve, luego me mira de nuevo, tratando de no parecer demasiado preocupado por la pregunta.

—Supongo que sí.

Blair llama para invitarme a una cena la semana que viene en Bel Air y de entrada desconfío, pero cuando añade que es por el cumpleaños de Alana entiendo por qué me está invitando y es una conversación afable e impregnada de comprensión y después de hablar de cosas triviales me resulta bastante fácil preguntar:

—¿Puedo ir con alguien?

Una breve pausa por parte de Blair me hace retroceder en el tiempo.

—Sí, claro —responde con naturalidad—. ¿Con quién?

—Con una amiga. Alguien con quien trabajo.

—¿Quién es? ¿La conozco?

—Es una actriz. Se llama Rain Turner.

Blair guarda silencio. Lo que hemos recuperado hace un momento por teléfono se desvanece.

—Es una actriz —repito—. ¿Hola?

Blair no dice nada.

—¿Blair?

—Mira, pensé que tal vez vendrías solo, pero no quiero verla por aquí —dice rápidamente—. Nunca la habría dejado pasar.

—¿Por qué? —pregunto con voz alarmada—. ¿La conoces?

—Mira, Clay…

—A la mierda. ¿Por qué me invitas, de todos modos? ¿Qué pretendes, Blair? ¿Estás tratando de joderme? ¿Sigues cabreada? Hace dos años que se acabó, Blair.

—Creo que deberíamos hablar —dice ella después de un silencio.

—¿Sobre qué?

Otro silencio.

—Quedemos en alguna parte.

—¿Por qué no hablamos ahora?

—No podemos hablar por teléfono.

—¿Por qué, Blair?

—Porque ninguna de estas líneas es segura.

Al dejar Sunset para meterme en Stone Canyon me sumerjo en la oscuridad de los cañones y dejo el BMW al aparcacoches del hotel Bel Air. Cruzo el puente pasando junto a los cisnes del estanque y me abro paso hasta el comedor, pero Blair no está, y cuando pregunto a la camarera averiguo que no ha reservado ninguna mesa y recorro el patio con la mirada, pero tampoco está, y estoy a punto de llamarla por el móvil cuando caigo en la cuenta de que no tengo su número. Mientras me encamino hacia el mostrador de pronto soy consciente de lo que me esfuerzo por dar buena imagen aunque no vaya a pasar nada. La recepcionista me dice en qué habitación está la señora Burroughs.

Me paseo por los jardines tratando de decidir qué hacer y luego me rindo y subo a la habitación y llamo. Cuando Blair abre la puerta, paso por su lado.

—¿Qué estás haciendo?

—¿A qué te refieres?

—No va a ocurrir.

—¿Qué no va a ocurrir?

—Esto. —Abarco la suite con un gesto cansado.

—Esa no es la razón por la que estamos… —Aparta la vista.

Lleva unos pantalones holgados de algodón y va sin maquillar, con el pelo peinado hacia atrás, y sean cuales sean los retoques que se ha hecho, no los notas, y está sentada en el borde de la cama junto a una bolsa de viaje Michael Kors y no lleva el anillo de boda.

—Solo es una suite que tiene Trent.

—¿Sí? —digo, dando vueltas—. ¿Dónde está él?

—Sigue afectado por lo de Kelly Montrose. Estaban muy unidos. Trent lo representó un tiempo. —Hace una pausa—, Trent está ayudando a preparar el funeral.

—¿Qué creías que iba a pasar? ¿Por qué estoy aquí?

—No sé por qué insistes…

—No va a suceder, Blair.

—Basta, Clay —dice ella con tono áspero—. Ya lo sé.

Abro el minibar. No me fijo siquiera en la botella que saco. Enfadado y tembloroso, me sirvo una copa.

—Pero ¿por qué no va a pasar? —pregunta Blair—. ¿Por ella? ¿La chica a la que querías traer a mi casa? —Un silencio—. ¿La actriz? —Otro silencio—. ¿Creías que no me importaría?

—¿Sobre qué quieres hablar? —pregunto con impaciencia.

—Supongo que de algún modo es sobre Julián.

—¿Sí? ¿Qué pasa con él? —Me bebo la copa de golpe—. ¿Te liaste con él? ¿Os acostasteis? ¿Qué?

Cuando Blair se muerde el labio inferior, vuelve a tener dieciocho años.

—¿Te lo dijo él? ¿Por eso lo sabes?

—Solo estoy adivinando, Blair. Me dijiste que me mantuviera alejado de él, ¿recuerdas? —Y añado—: ¿Qué importa? Hace más de un año que se acabó, ¿no?

—¿Sabías que rompió él? —pregunta ella titubeante.

—Blair, no sé nada, ¿de acuerdo?

—Rompió por otra chica.

—¿Qué chica?

—Clay, por favor, no me lo pongas aún más difícil…

—No sé de qué chica estás hablando.

—Estoy hablando de la chica que querías llevar a la fiesta. Me dejó por ella. —Vuelve a hacer una pausa para dar mayor énfasis a sus palabras—. Es con quien está ahora.

Rompo el silencio que sigue.

—Estás mintiendo.

—Clay…

—Estás mintiendo porque quieres que…

—¡Calla! —grita ella.

—Pero no sé de qué estás hablando.

—Rain. Se llama Rain Turner. Es la chica que querías traer, ¿verdad? Julián rompió conmigo por ella. Llevan juntos desde entonces. —De nuevo otro silencio, para crear efecto—. Sigue con ella.

—¿Cómo… lo sabes? Creía que no hablabas con él.

—No hablo con Julián, pero sé que están juntos.

Tiro el vaso contra la pared. Blair desvía la mirada, avergonzada.

—¿Tanto te afecta? Vamos, ¿cuánto tiempo has estado con ella? —pregunta, con la voz quebrada—. ¿Un par de semanas?

Solo puedo fijar la vista en el ramo de flores que hay en medio de la suite mientras Blair continúa hablando.

—Conseguí que Trent la representara porque me lo pidió Julián, sin decirme que estaba saliendo con ella. Fue un favor que le hice. Pensé que solo era una amiga. Otra actriz que necesitaba ayuda… Lo hice porque… —Se interrumpe—. Porque me gustaba Julián.

—Por eso estaba ella en tu casa —murmuro.

Al oír mis palabras, Blair cae en algo.

—Nunca le preguntaste qué hacía allí, ¿verdad? —Otro silencio—, Dios, todo sigue girando a tu alrededor, ¿no? ¿Alguna vez te preguntaste qué hacía ella allí? —Su voz sigue elevándose—, ¿Sabes algo de ella aparte de cómo te hace sentir?

—No me creo nada.

—¿Por qué?

—Porque… está conmigo.

Al final me acerco a la puerta tambaleándome.

—Espera —dice Blair en voz baja—. Será mejor que yo salga primero.

—¿Qué más da? —pregunto, secándome la cara.

—Porque creo que me están siguiendo.

Escribo a Rain: «Si no sé nada de ti les diré que le den el papel a otra». Al cabo de unos minutos recibo un mensaje de ella: «¡Eh, loco, ya he vuelto! A ver cuándo quedamos».

Sentado ante el escritorio de mi despacho fingiendo trabajar en un guión, estoy observando a Rain, que acaba de aparecer, y está bronceada y da vueltas por la habitación con una copa de hielo con un chorrito de tequila, charlando con toda naturalidad de lo pirada que está su madre, y de su hermanastro pequeño, que está en el ejército, y cuando se deja caer en el diván de la esquina, reúno todas las fuerzas que tengo para levantarme y acercarme a ella sin decir nada de Julián. Ella alza la mirada hacia mí y sigue hablando, un poco distraída, pero cuando no respondo a una pregunta, me roza la rodilla con la suya, y entonces le cojo el brazo y la levanto del diván, y cuando ella me recuerda que tenemos una reserva en el Dan Tanas, le digo:

—Quiero follar contigo primero.

Y empiezo a llevarla al dormitorio.

—Tengo hambre. Vamos al Dan Tanas.

—Creía que no querías ir —digo presionándola—. Creía que preferías ir a otro sitio.

—He cambiado de opinión.

—¿Por qué? ¿A quién no querías ver?

—¿No podemos simplemente salir un rato?

—No.

—Mira, puede que después de cenar. Solo quiero relajarme un poco.

Me acaricia la cara y me besa con delicadeza en los labios mientras se suelta, y sale del despacho. La sigo por el salón hasta la cocina, donde se acerca a la botella de tequila y se sirve otra copa.

—¿Quién estaba en San Diego? —pregunto.

—¿Qué?

—¿Quién estaba en San Diego? —vuelvo a preguntar.

—Mi madre. Te lo he dicho cien veces.

—¿Quién más?

—Basta, loco —dice—. Oye, ¿ya has hablado con Jon y Mark?

—Quizá.

—¿Quizá? —Hace una mueca—. ¿Qué significa exactamente «quizá»?

Me encojo de hombros.

—Quiere decir «quizá».

—No hagas eso —se apresura a decir ella, volviéndose hacia mí.

—¿Hacer qué?

—Amenazarme —dice antes de relajar la cara con una sonrisa.

En el Dan Tanas nos sentamos en la sala delantera, junto a un reservado de jóvenes actores, y Rain trata de atraer mi atención rozándome la rodilla con el pie, y después de unas cuantas copas me ablando hasta el punto de aceptarlo todo, aunque un tipo de la barra no para de mirar a Rain y por alguna razón no dejo de pensar que es el tipo con quien la vi en el aparcamiento de Bristol Faros, con el brazo en cabestrillo, y luego me doy cuenta de que lo adelanté en el puente del hotel Bel Air cuando fui a ver a Blair, y Rain está hablando de la mejor manera de abordar al productor y al director de
The Listeners
para que la contraten y que hemos de hacerlo con cuidado y que es «superimportante» que consiga el papel porque hay mucho en juego para ella y estoy absorto en otras cosas pero sigo mirando hacia el tipo apoyado contra la barra que está con un amigo y los dos parecen salidos de un culebrón y luego me doy cuenta de que tengo que interrumpirla.

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