Read Trilogía de la Flota Negra 3 La Prueba del Tirano Online
Authors: Michael P. Kube-McDowell
—Tengo a los técnicos de Evaluación de Recursos trabajando en la grabación —dijo Graff—. Nylykerka debería ser capaz de decirnos si hemos visto esas naves antes durante la operación de reconocimiento.
—¿Será capaz de decirnos cuándo llegaron allí y quién las controla? —preguntó Rieekan—. Puede que este pacto sea real y que fuera firmado en secreto hace meses.
—¿Y por qué revelarlo ahora?
—¿Y por qué no? Dado que ya conocemos la existencia de las naves imperiales, Nil Spaar no tiene nada que perder revelando su existencia al resto del universo. Y en cuanto a lo que espera conseguir con ello...
Bueno, me parece que resulta obvio.
—¿Qué ha querido decir con eso de «al resto del universo»? —preguntó Leia—. ¿Pretende decirme que esta grabación ha sido difundida por todo el sistema?
Rieekan enarcó una ceja y bajó la mirada hacia la mesa.
—Sí —admitió el director de la agencia de comunicaciones—. Apareció en el sistema bajo la forma de un paquete diplomático estándar acompañado de la codificación esperada en estos casos. No había ninguna razón para que los filtros la capturasen.
—Nos esperan tiempos muy interesantes —murmuró Ackbar meneando la cabeza.
Leia parecía cada vez más disgustada.
—Comprendo. ¿Podemos averiguar al menos por dónde entró en el sistema esta vez?
—Estamos trabajando en ello —dijo la otra mujer, adoptando un tono claramente defensivo—. En un canal de baja seguridad como es el 81, existen más de trescientos mil accesos de entrada autorizados.
—Lo único que necesitan es una caja negra conectada a un hipercomunicador que tenga una potencia de emisión lo suficientemente elevada —dijo Rieekan—. Ni siquiera tiene por qué estar en Coruscant.
—Discúlpenme —dijo Nanaod Engh. Sólo unas cuantas cabezas se volvieron en su dirección, y Engh carraspeó y repitió lo que acababa de decir—. Discúlpenme, pero todo esto carece de importancia. Son meros detalles..., trivialidades. El desenlace de esta crisis no depende únicamente de lo que ocurra en esta sala.
Leía hizo girar bruscamente su asiento hasta quedar de cara a él.
—Explíquese.
—El mensaje del virrey no va dirigido a nosotros, sino que pretende llegar a otro público —dijo Engh, y extendió las manos en un gesto que parecía querer abarcar cuanto le rodeaba—. Su público está ahí fuera. Ese dardo ha sido lanzado contra el corazón de nuestros ciudadanos.
—Pero es un fraude —insistió Ackbar—. No hay ningún pacto. No existe ningún Moff Brathis, y tampoco existe ninguna Gran Unión ni ninguna flota imperial. Estoy totalmente seguro de ello.
—Y es muy posible que tenga razón —dijo Engh—. Pero eso es irrelevante. El hecho de que lo que hemos visto sea verdad o sea mentira no tiene ninguna importancia, y lo que creamos los que estamos aquí tampoco tiene ninguna importancia. General Rieekan, ¿qué clase de pruebas puede ofrecer para refutar esa imagen..., y me refiero al comandante vestido de negro que estaba junto a Nil Spaar en el puente de un Destructor Estelar imperial?
—Bueno, hay muchas formas de atacarla. Disponemos de muchos expertos en...
—No, general. No puede refutar esa imagen con palabras —dijo Engh, y miró a Leia—. Sea cual sea la especie a la que pertenece, la gente siempre cree en lo que ve. Las palabras no bastarán para convencerles de que han sido engañados. Ahora mismo se están volviendo los unos hacia los otros y lo que dicen no es «¿Crees que es verdad?», sino «Bueno, ¿qué piensas que deberíamos hacer acerca de esto?». No sé qué decidirán que deben pensar en cuanto hayan dispuesto de algún tiempo para hablar. Sólo sé que para ellos la verdad es que los yevethanos se han aliado con el Imperio.
Engh se recostó en su asiento.
—Creo que los analistas de imagen de la presidenta deberían ver esta grabación lo antes posible —siguió diciendo—. Espero que por fin encontrará unos momentos para hablar con ellos, Leia. Los días que nos esperan no serán moldeados por las preguntas y las respuestas, la sabiduría de los expertos o el juicio cuidadosamente razonado de unos cuantos comités reunidos alrededor de sus mesas. Las creencias más queridas, las emociones más poderosas y la imagen que está presente en la mente un momento antes de conciliar el sueño... Ésas son las fuerzas que escribirán la historia de los próximos días.
Tholatin estaba deshabitado salvo por el escondite de contrabandistas conocido como el Risco de Esau, que ocupaba una profunda erosión lateral en la base de un imponente acantilado rocoso. La abertura tenía un millar de metros de longitud y unos cien metros de diámetro en su punto más profundo, con un máximo de seis metros de espacio en la zona de estacionamiento que se extendía por debajo de las protuberancias del techo de granito. Un laberinto de túneles y cámaras artificiales más pequeñas prolongaba el complejo doscientos metros más hacia el interior de la montaña.
El Risco de Esau era uno de los santuarios más secretos de los contrabandistas, totalmente invisible desde el espacio y muy bien defendido contra los intrusos. Incluso los tres claros utilizados como pistas de descenso en el bosque que cubría el suelo del valle estaban escondidos, y quedaban ocultos debajo de redes de camuflaje retráctiles de nivel militar provistas de pantallas infrarrojas.
También era uno de los santuarios más exclusivos, ya que sólo podían acceder a él los veteranos de la profesión y siempre daba preferencia a los que tenían buenas conexiones por encima de los que tenían mucho dinero..., o por lo menos así había sido en el pasado. Cuando el
Halcón Milenario
llegó allí, el Risco de Esau estaba más atestado de lo que jamás recordaba haberlo visto Chewbacca. Los espacios de aparcamiento de la zona de descenso habían quedado reducidos a medio metro, y las tarifas de los diques flotantes habían subido de manera proporcional a la congestión.
[La paz no parece haber perjudicado los negocios], le gruñó al cobrador mientras pagaba la tarifa del primer día.
—Cuando no están ocupados librando guerras, los gobiernos se entretienen prohibiendo cosas —dijo el cobrador—. Siempre tendremos trabajo. Bienvenido al Risco, Chewbacca. Es un placer volver a tenerte entre nosotros... Por cierto, he echado a dos de los chicos de aquí para hacerle sitio a este montón de chatarra que llamas nave.
Chewbacca pagó sin ninguna protesta el esperado soborno que siempre acompañaba a ese privilegio otorgado por la antigüedad.
[¿Y Plothis? ¿Sigue aquí?]
—Hace cuatro años tuvo una discusión con un cliente y acabó agujereado. Bracha e'Naso tomó las riendas del negocio.
[¿Qué me dices de Formayj y la agencia de información?]
—Sigue estando en el sitio de siempre —respondió el cobrador—. Y si vas allí no dejes de hacerle una visita a Armatin el Terrible; se retiró y compró el bar. Si consigues pillarle en uno de sus momentos de sobriedad, se alegrará de verte.
Chewbacca no quería que les ocurriera nada a Lumpawarump y Jowdrrl, por lo que les ordenó que no salieran de la nave. Con Shoran y Dryanta montando guardia, el
Halcón
estaba todo lo seguro que podía llegar a estarlo en un puerto de ladrones..., pero el Risco de Esau podía ser tan peligroso como la Fortaleza de las Sombras para quienes carecían de experiencia.
Chewbacca había ido allí en busca de información y de algunos suministros altamente especializados. El primer artículo resultó ser más caro que el segundo, y eso a pesar de que el precio del segundo ya era francamente elevado. e'Naso trató al wookie igual que si fuera una celebridad y después intentó cobrarle un precio exorbitante, como si Chewbacca fuese un cachorrito con los ojos llenos de estrellas que nunca hubiese recorrido una ruta estelar.
—Me resulta imposible tener esos artículos en existencia —protestó cuando Chewbacca emitió un gruñido amenazador—. Ya has visto lo lleno que está el atracadero y la cola que hay; la demanda es muy elevada, y reponer mis existencias me va a costar bastante dinero. Si quieres un precio mejor, consigue que Maniid y el resto de los capitanes que me traen los suministros acepten algunos créditos menos a cambio del riesgo que corren.
Otro cliente, un viejo kiffu que estaba examinando el catálogo de hologramas pirateados, oyó su conversación y decidió intervenir.
—Regateando con un wookie, ¿eh? —dijo el cliente mientras meneaba la cabeza—. Eso sí que es tener valor, e'Naso... Ni siquiera Plothis se hubiera atrevido a tanto. ¿Ya has decidido quién heredará el negocio?
Chewbacca se volvió hacia e'Naso y le dirigió una mueca llena de dientes que resultaba todavía más ominosa debido a la sombra de sonrisa que contenía.
e'Naso se apresuró a ofrecer una alternativa a su mejor oferta, que consistió en sustraer un veinte por ciento al total. Cuando eso no alteró la expresión de Chewbacca, permitió que el wookie enunciara su precio.
[Y lo entregarás todo en mi nave], añadió después.
—Por supuesto. Por supuesto.
Una vez fuera, Chewbacca pagó al kiffu su tercera parte de la rebaja.
Hacer negocios con Formayj era algo muy distinto. El yao, tan longevo como era habitual entre los de su especie, no sólo había visto emplear todos los trucos sino que había entrado en el negocio de la venta de información lo bastante pronto como para inventar varios de ellos. Además, Formayj nunca regateaba. Sus recuerdos y sus conexiones, que habían sido cuidadosamente cultivados y desarrollados a lo largo de un siglo de tráfico de informaciones, eran sus verdaderas herramientas comerciales.
Formayj siempre evaluaba minuciosamente el valor de unos y otros antes de desprenderse de ellos.
—El Cúmulo de Koornacht —dijo Formayj, asintiendo con la cabeza—. Mapas, habitantes, rutas hiperespaciales, diseños de naves, defensas planetarias, parrillas sensoras... Un artículo muy raro, y muy caro.
[Pagaré el precio que fijes.]
—Vuelve dentro de dos días. Entonces tendré algo más que decirte.
Y en consecuencia Chewbacca y los demás esperaron, manteniéndose cerca del
Halcón
y observando el tráfico de las naves que ocupaban las otras plazas del atracadero o que hacían cola para instalarse en ellas. La llegada del trineo de reparto de e'Naso supuso una interrupción de la espera que fue muy bienvenida, y las varias horas de trabajo requeridas por el estudio, las comprobaciones y el almacenamiento de la carga sirvieron para disipar una parte de su impaciencia. Pero a la mañana siguiente Lumpawarump ya estaba yendo de un mamparo a otro tan nerviosamente como si el
Halcón
fuera una jaula.
[¿Cuánto tiempo tendremos que seguir esperando, padre?]
[El suficiente para que puedas hacer cinco sesiones de caídas con Jowdrrl en el compartimento de carga delantero.]
[Jowdrrl vuelve a estar muy ocupada con la torreta dorsal.]
[Se ha inventado ese trabajo para no enloquecer. Si se lo pides, encontrará algo de tiempo para ti.]
[¿Y no podría practicar las caídas contigo en vez de con ella?]
[Ya sabes cómo perder..., y yo he de ir a ver a otros traficantes de información y a algunos viejos amigos], dijo Chewbacca, revolviendo enérgicamente el pelaje de su hijo con una de sus manazas. [No te muevas de aquí. Estudia la nave y dedícate a practicar tus habilidades de defensa y ataque..., porque muy pronto vas a necesitarlas.]
Un día de beber slava en el bar mientras escuchaba las fanfarronadas e historias de hazañas increíbles de los contrabandistas redujo considerablemente las reservas de paciencia de Chewbacca. Cuando estalló la tercera pelea de la tarde, el wookie se levantó con un rugido, agarró a los dos adversarios y los lanzó a rincones opuestos del bar..., por la única razón de que necesitaba descargar de alguna manera la insoportable tensión que se estaba empezando a acumular en su interior.
Chewbacca volvió a la agencia de Formayj a la mañana siguiente, pero la visita sólo ocupó una parte muy pequeña de su día.
—Es difícil —dijo Formayj—. Vuelve dentro de dos días.
Dos días después le dijo lo mismo.
Al quinto día de su estancia en el Risco de Esau, Chewbacca se dejó ablandar por las incesantes miradas de súplica que le lanzaba Lumpawarump y llevó a su hijo al santuario.
La excursión terminó casi tan deprisa como había empezado cuando Lumpawarump se detuvo delante de una nave que se dedicaba al tráfico de esclavos y dio unas muestras de interés por ella que su propietario, un trandoshano, encontró excesivas.
—¡Ocúpate de tus asuntos! —gritó desde lo alto de su nave. Un instante después un haz desintegrador chamuscó el pelaje del hombro derecho de Lumpawarump—. ¡Venga, largo de aquí!
Chewbacca agarró a su hijo por el cogote y se lo llevó a rastras hacia los túneles, agitando su arco de energía e intercambiando gruñidos de amenaza e insultos con el propietario de la nave mientras lo hacía.
[¿Es que no me has estado escuchando? La curiosidad nunca es recompensada en el Risco de Esau], le dijo en un tono muy severo a Lumpawarump cuando estuvieron a cubierto dentro de los túneles. [Vigila, pero que no te sorprendan mirando. Escucha, pero que no te sorprendan prestando oídos a lo que dicen los demás. No hagas preguntas, y finge creer todas las mentiras que te digan. Ése es el código que rige aquí.]
Siete días después de su llegada, Formayj llamó a Chewbacca y le dijo que fuera a su agencia de información.
—Antes yo te enseño precio y tú decides —dijo.
[Tú nunca intentarías estafarme], dijo Chewbacca. [Muéstrame qué tienes.]
El precio era casi indeciblemente alto, pero el valor de la información resultaba evidente. Formayj había reunido una copia de un mapa de navegación yevethano que incluía las anotaciones de un contrabandista —la copia ya tenía seis años de antigüedad, pero aun así seguía siendo inapreciable—; un informe de una antigua autopsia imperial sobre tres cadáveres yevethanos; una grabación del mensaje que Nil Spaar había enviado al Senado; una instantánea que mostraba una nave estelar esférica con los emplazamientos artilleros y los accesos indicados..., y lo mejor de todo: los archivos de datos y expedientes holográficos de una pasada de reconocimiento sobre Wakiza llevada a cabo por la Nueva República, con el sello de la INR incluido.
—Tan nuevo que todavía puedes oler la tinta de la Ciudad Imperial —dijo el traficante de información, señalando el sello con un dedo—. ¿Te gusta?
[Eres el mejor, Formayj.]