Authors: Ira Levin
Chip miró inseguro a Papá Jan y se encogió de hombros.
—No —dijo—. Quiero la clasificación que obtenga, aquélla para la cual sea más apto. Y los trabajos que llegue a realizar, que sean aquellos que la Familia necesite que haga. De todos modos, sólo hay un trabajo: ayudar al desarrollo de...
—«Ayudar al desarrollo de la Familia a través del universo» —citó Papá Jan—. Lo sé. A través del universo UniComp unificado. Vamos —dijo—, volvamos arriba. No puedo seguir por más tiempo en este frío ambiente.
—¿No hay otro nivel? —dijo Chip, azarado—. Dijiste que...
—No podemos —respondió Papá Jan—. Hay escáners ahí, y miembros por todos lados que verían que no los tocamos y se apresurarían a «ayudarnos». Además, no hay nada especial que ver allí; el equipo de recepción y transmisión y las plantas refrigeradoras.
Se dirigieron de vuelta a las escaleras. Chip se sentía deprimido. Por alguna razón, había decepcionado a Papá Jan; y, peor aún, no estaba bien querer discutir con Uni y no tocar los escáners y decir palabrotas.
—Deberías decir a tu consejero —murmuró, mientras empezaban a subir por las escaleras— de qué quieres discutir con Uni.
—No deseo discutir con Uni —dijo Papá Jan—. Sólo quiero poder discutir con él si quiero hacerlo.
Chip no pudo seguir aquel argumento.
—Deberías decírselo de todos modos —murmuró—. Quizá obtuvieras un tratamiento extra.
—Es lo más probable —admitió Papá Jan; y, al cabo de un momento, añadió—: De acuerdo, se lo diré.
—Uni lo sabe todo sobre todo —dijo Chip.
Subieron por el segundo tramo de escaleras, y se detuvieron en el descansillo de arriba para doblar las mantas. Papá Jan terminó primero. Observó cómo Chip acababa de doblar la suya.
—Ya está —dijo Chip, palmeando el bulto azul contra su pecho.
—¿Sabes por qué te di el nombre de Chip? —preguntó Papá Jan.
—No —dijo Chip.
—Es una antigua palabra en un viejo idioma, el inglés. Quiere decir «astilla». Y hay un viejo dicho que dice: «De tal palo, tal astilla.» Quiere decir que un niño es como sus padres o sus abuelos.
—Oh.
—No quiero decir que seas como tu padre, o siquiera como yo —se apresuró a decir Papá Jan—. Quiero decir que eres como mi abuelo. Por tu ojo. Él también tenía un ojo verde.
Chip se agitó, inquieto, deseoso de que Papá Jan terminara de hablar para poder salir afuera, donde pertenecían.
—Sé que no te gusta hablar de ello —dijo Papá Jan—, pero no es nada de lo que haya que avergonzarse. Ser un poco diferente de los demás no es una cosa tan terrible. Los miembros acostumbraban a ser diferentes unos de otros antes, no puedes llegar a imaginar cuánto. Tu tatarabuelo fue un hombre muy valiente y muy capaz. Se llamaba Hanno Rybeck, nombres y números estaban separados entonces, y fue uno de los cosmonautas que ayudaron a construir la primera colonia en Marte. Así pues, no debes avergonzarte de tener un ojo verde como él. Hoy en día trastean con los genes, disculpa mi lenguaje, pero quizá se olvidaron algunos de los tuyos; quizá tengas algo más que un ojo verde, quizá tengas también algo de la valentía y la habilidad de mi abuelo. —Empezó a abrir la puerta, pero se volvió para mirar de nuevo a Chip—. Trata de desear algo, Chip —dijo—. Inténtalo un día o dos antes de tu próximo tratamiento. Entonces es cuando resulta más fácil; desear cosas, preocuparse por las cosas...
Cuando salieron del ascensor al vestíbulo al nivel del suelo, los padres de Chip y Paz estaban aguardándoles.
—¿Dónde habéis estado? —preguntó el padre de Chip; y Paz, que sujetaba entre sus manos un banco de memoria naranja en miniatura (no auténtico, por supuesto) añadió:
—¡Os hemos estado esperando mucho rato!
—Estuvimos viendo a Uni —dijo Papá Jan.
—¿Todo el tiempo? —exclamó el padre de Chip.
—Todo el tiempo.
—Se suponía que teníais que seguir avanzando y dejar que otros miembros ocuparan su turno.
—Tú debías hacerlo —dijo Papá Jan con una sonrisa—. Mi auricular dijo: «Jan, viejo amigo, qué alegría verte de nuevo. Tú y tu nieto podéis quedaros y mirar durante todo el tiempo que queráis.»
El padre de Chip se dio la vuelta, sin sonreír.
Fueron a la cantina, pidieron galletas y cocas —excepto Papá Jan, que no tenía hambre— y lo llevaron todo a la zona de jira detrás de la cúpula. Papá Jan señaló el monte Amor a Chip y le habló un poco más de la perforación del túnel, lo cual sorprendió al padre de Chip..., un túnel para llevar hasta allá abajo treinta y seis bancos de memoria no tan grandes. Papá Jan le explicó que había más bancos en un nivel inferior, pero no dijo cuántos ni lo grandes que eran, ni lo frío y muerto que estaba todo allí. Chip tampoco dijo nada. Le produjo una extraña sensación saber que había algo que él y Papá Jan conocían y que no decían a los demás; les hacía diferentes de los otros, y en cierto modo más parecidos entre sí, al menos un poco...
Cuando terminaron de comer, fueron al autopuerto y se dirigieron a la cola de peticiones. Papá Jan permaneció junto a ellos hasta que estuvieron cerca de los escáners; entonces se fue, explicando que esperaría y volvería a casa con dos amigos de Riverbend que visitarían Uni más tarde. «Riverbend» era el nombre que él daba a ’55131, donde vivía.
Cuando Chip volvió a ver a Bob NE, su consejero, le habló de Papá Jan; le contó que a su abuelo no le gustaba Uni, y que deseaba discutir con él y explicarle cosas.
Bob sonrió y dijo:
—Eso ocurre a veces con miembros de la edad de tu abuelo, Li. No es nada por lo que debas preocuparte.
—Pero ¿no puedes decírselo a Uni? —preguntó Chip—. Quizá pueda conseguir un tratamiento extra, o uno más fuerte.
—Li —dijo Bob, y se inclinó por encima del escritorio—, los distintos productos químicos que os administramos en vuestros tratamientos son muy preciosos y difíciles de obtener. Si los miembros más viejos recibieran toda la cantidad que a veces necesitan, puede que no hubiera suficiente para los miembros jóvenes, que en realidad son los más importantes para la Familia. Y, si quisiéramos fabricar todos los productos químicos necesarios para satisfacer a todo el mundo, tal vez tuviéramos que dejar de lado trabajos más importantes. Uni sabe qué hay que hacer, cuánto existe de cada cosa y cuánto de cada cosa necesita cada cual. Tu abuelo no se siente realmente infeliz, te lo prometo. Sólo es un poco excéntrico, como lo seremos todos nosotros cuando alcancemos los cincuenta años.
—Utiliza esa palabra —dijo Chip—. P-ejem-ejem-ejem-ejem-r.
—«Pelear» —sonrió Bob—. Los miembros viejos lo hacen a veces. Realmente no quieren decir nada con ella. Las palabras no son «sucias» por sí mismas; son las acciones que representan las palabras llamadas sucias las que son ofensivas. Los miembros como tu abuelo usan sólo las palabras, no las acciones. No es muy agradable, pero no es una auténtica enfermedad. ¿Y qué hay contigo? ¿Alguna fricción? Dejemos a tu abuelo a su propio consejero por ahora.
—No, ninguna fricción —dijo Chip, al tiempo que pensaba en que había pasado un escáner sin tocarlo y que había estado en un lugar donde Uni no había dicho que podía estar, y que ahora de pronto no deseaba decir a Bob nada de aquello—. Ninguna fricción en absoluto —aseguró—. Todo está a tope de velocidad.
—Muy bien —dijo Bob—. Toca. Te veré el próximo viernes, ¿de acuerdo?
Más o menos una semana más tarde, Papá Jan fue transferido a USA60607. Chip, sus padres y Paz fueron al aeropuerto en EUR55130 a despedirle.
En la sala de espera, mientras los padres de Chip y Paz contemplaban a través del cristal cómo los miembros abordaban el avión, Papá Jan se separó un poco con Chip y le miró fijamente, con una cariñosa sonrisa en los labios.
—Chip ojoverde —dijo. Chip frunció el entrecejo e intentó disimularlo—, pediste un tratamiento extra para mí, ¿verdad?
—Sí —dijo Chip—. ¿Cómo lo sabes?
—Oh, lo sospeché, eso es todo —dijo Papá Jan—. Cuida mucho de ti mismo, Chip. Recuerda de quién eres una astilla arrancada y lo que te dije acerca de intentar desear algo.
—Lo haré —dijo Chip.
—Ya están subiendo los últimos —dijo el padre de Chip.
Papá Jan les besó a todos y se unió a los miembros que salían. Chip se dirigió al cristal y miró; vio a Papá Jan caminar en la creciente oscuridad hacia el avión, un miembro anormalmente alto, balanceando su bolsa de viaje al extremo de su brazo colgante. En la escalerilla se dio la vuelta y saludó con la mano —Chip le devolvió el saludo, esperando que Papá Jan pudiera verlo—, luego se giró de nuevo y apoyó la muñeca de la mano que sostenía la bolsa de viaje sobre el escáner. El verde parpadeó en respuesta a través de la oscuridad y la distancia, y Papá Jan dio un paso hacia la escalerilla, y ésta lo transportó suavemente hacia arriba.
En el coche de vuelta Chip permaneció sentado en silencio, pensando que iba a añorar a Papá Jan y sus visitas de los domingos y fiestas. Era extraño, porque era un miembro viejo tan peculiar y diferente. Sin embargo, Chip se dio cuenta de pronto, era por eso precisamente por lo que iba a echarle de menos; porque era peculiar y diferente, y nadie más podría llenar su lugar.
—¿Qué te pasa, Chip? —preguntó su madre.
—Voy a añorar a Papá Jan —murmuró.
—Yo también —admitió ella—. Pero lo veremos por teléfono de tanto en tanto.
—Es bueno que se haya ido —dijo el padre de Chip.
—Quiero que no se vaya —dijo de pronto Chip—. Quiero que sea transferido de vuelta aquí.
—Eso es muy poco probable —reconoció su padre—, y es mejor así. Era una mala influencia para ti.
—Mike —dijo la madre de Chip.
—No empieces con esas tonterías —dijo el padre de Chip—. Mi nombre es Jesús, y el suyo Li.
—Y el mío es Paz —dijo Paz.
Chip recordó lo que le había dicho Papá Jan, y en las semanas y meses que siguieron pensó a menudo en desear algo, en desear hacer algo, del mismo modo que Papá Jan, a los diez años, había deseado ayudar a construir Uni. Muchas noches permanecía despierto durante una hora o así, meditando sobre todas las distintas ocupaciones que había, todas las diferentes clasificaciones que conocía: supervisor de construcción como Papá Jan, técnico de laboratorio como su padre, físico de plasmas como su madre, fotógrafo como el padre de un amigo; médico, consejero, dentista, cosmonauta, actor, músico. Todos esos trabajos le parecían muy iguales, pero antes de poder desear realmente uno tenía que elegirlo. Resultaba extraño pensar en ello: buscar, elegir, decidir. Le hacía sentirse pequeño, pero al mismo tiempo le hacía sentirse también grande.
Una noche pensó que podía ser interesante planear grandes edificios, como aquellos otros pequeños que había erigido con un juego de construcción que había tenido hacía mucho tiempo (el que había hecho parpadear el rojo no de Uni). Chip estuvo pensando en todo esto la noche antes de un tratamiento, pues recordó que Papá Jan había dicho que ése era un buen momento para desear cosas. A la noche siguiente planear grandes edificios no le pareció en absoluto diferente de cualquier otra clasificación. De hecho, la idea misma de desear una clasificación en particular le pareció estúpida y pre-U aquella noche, y se durmió inmediatamente.
La noche antes de su siguiente tratamiento pensó de nuevo en planear edificios —edificios de las formas más diversas, no las tres únicas habituales—, y se preguntó por qué lo interesante de la idea había desaparecido de su cabeza el mes antes. Los tratamientos servían para prevenir enfermedades y para relajar a los miembros que estaban tensos y para impedir que las mujeres tuvieran demasiados hijos y que a los hombres les saliera pelo en el rostro; ¿por qué tenían que hacer que una idea interesante pareciera no interesante? Pero eso era lo que hacían, un mes, y al siguiente mes, y al siguiente.
Sospechó que pensar en tales cosas podía ser una forma de egoísmo; pero si así era, se trataba de una forma menor —que implicaba sólo una hora o dos de tiempo de sueño, nunca de tiempo de escuela o de televisión— que no valía la pena mencionar a Bob NE, del mismo modo que no le mencionaría un nerviosismo momentáneo o un sueño ocasional. Cada semana, cuando Bob le preguntaba si todo iba bien, él respondía que sí: tope velocidad, nada de fricción. Cuidaba mucho de no «pensar en desear» demasiado a menudo ni demasiado tiempo; así pues, siempre dormía todo lo necesario, y por las mañanas, mientras se aseaba, observaba su rostro en el espejo para asegurarse de que su aspecto era el correcto. Lo era..., excepto por supuesto su ojo.
En 146 Chip y su familia, junto con la mayor parte de los miembros de su edificio, fueron transferidos a AFR71680. El edificio donde fueron alojados era completamente nuevo, con una moqueta verde en lugar de gris en los pasillos, pantallas de televisión más grandes, y muebles mullidos pero no ajustables.
Había mucho a lo que acostumbrarse en ’71680. El clima era un poco más cálido, y los monos más ligeros de peso y claros de color; el monorraíl era viejo y lento y se estropeaba con frecuencia; y las galletas totales venían envueltas en un papel verdoso y su sabor era salado y no del todo bueno.
El nuevo consejero de Chip y su familia era Mary CZ14L8584. Era una mujer un año mayor que la madre de Chip, aunque parecía unos cuantos años más joven.
Una vez se acostumbró a la vida en ’71680 —la escuela, al menos, no era distinta—, Chip reanudó su pasatiempo de «pensar en desear». Ahora veía que había diferencias considerables entre las clasificaciones, y empezó a preguntarse cuál le adjudicaría Uni cuando llegara el momento. Uni, con sus dos niveles de fríos bloques de acero, su vacía dureza llena de ecos... Deseó que Papá Jan lo hubiera llevado hasta el nivel más inferior, donde estaban los miembros. Hubiera sido más agradable pensar en ser clasificado por Uni y algunos miembros en lugar de por Uni solo; si le dieran una clasificación que no le gustaba, y en ella estuvieran implicados miembros, sería posible explicarles...
Papá Jan llamaba dos veces al año; pedía poder hacerlo más a menudo, decía, pero eso era todo lo que se le concedía. Parecía más viejo, sonreía tensamente. Estaba siendo reedificada una sección de USA60607, y él estaba al cargo. A Chip le hubiera gustado decirle que estaba intentando desear algo, pero no podía con los demás de pie junto a él delante de la pantalla. En una ocasión, cuando la llamada estaba a punto de terminar, dijo:
—Lo estoy intentando.