Valiente (21 page)

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Authors: Jack Campbell

Tags: #Ciencia-Ficción

BOOK: Valiente
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A Geary no le costaba nada creérselo. En su mente podía ver al capitán Falco moverse de forma rimbombante a través de los destrozados corredores de la
Guerrera
, con su experimentada expresión de camaradería y confianza dirigida hacia los oficiales y la tripulación que esperaban el fin junto a él. Un papel teatral perfecto. Y si al final había recobrado a tiempo una parte de cordura suficiente como para darse cuenta del destino que lo esperaba si volvía al espacio de la Alianza, es posible que encontrase preferible la opción de tener un final y una muerte gloriosos a la vergüenza de enfrentarse a un consejo de guerra. Tanto si lo sabía como si no, había elegido morir bien y le había dejado el sitio que ocuparía en una cápsula de escape a alguien que, gracias a eso, había sobrevivido.

—No hay vivo que sepa lo que se le pasó por la cabeza en esos momentos, así que no encuentro ninguna razón para no concederle el beneficio de la duda y asumir que fue así. —Geary frunció ligeramente el ceño al ocurrírsele una cosa—. ¿Verdad? Porque no hay nadie que viese lo suficiente y sobreviviese como para contarlo, ¿no?

Rione también frunció el ceño.

—¿Cómo pretendes que lo sepa?

—Obviamente lo habrás escuchado de boca de gente que lo vivió en persona. Tenías espías en esas naves, ¿no?

—Exacto; tenía. Uno abandonó la
Guerrera
. Ninguno de los que estaba en la
Majestuosa
lo consiguió, como habrás deducido.

Mierda.

—Debería haberme dado cuenta de que tus espías murieron junto con el resto de personas que no abandonaron las naves. Lo lamento.

Ella asintió sin evidenciar lo que sentía.

—Corren los mismos riesgos que los demás miembros de la flota.

Geary la observó detenidamente, con los nervios al límite.

—A veces te comportas como una zorra de sangre fría.

—¿Y qué pasa? ¿Tú prefieres zorras de sangre caliente?

—Joder, Victoria...

Ella levantó la mano.

—Cada uno se enfrenta al dolor a su manera. Tú y yo lo hacemos de formas muy diferentes.

—Sí, es cierto.

Miró hacia la cubierta, a sabiendas de que seguía con el ceño fruncido. Había algo más que le preocupaba, algo cuya causa todavía no había descubierto. Algo relacionado con las pérdidas de la flota de la Alianza.
Majestuosa
,
Guerrera
, Utap, ¿Avanbrazo?

Debió de sobresaltarse al venírsele aquello a la cabeza porque Rione le habló en tomo amigable.

—¿Qué pasa?

—Me acabo de acordar de una cosa. —El acorazado Avanbrazo, la nave a la que había sido destinado el teniente Casell Riva desde la
Furiosa
. Había sido prisionero de los síndicos durante casi diez años, luego la flota lo liberó del campo de trabajo enemigo y lo llevó a Lakota, y en aquel momento podría estar muerto. Intentó recordar cuántos tripulantes habían abandonado la Avanbrazo antes de que explotase. ¿Estaría Riva entre ellos? Desjani no había dicho nada, pero seguro que se había dado cuenta mucho antes que él.

—¿Qué cosa?

—Un asunto privado del personal. —Tuvo que pronunciar aquellas palabras con cuidado para que Rione les encontrase sentido—. Siento haberme puesto de esa manera. —Rione se quedó quieta durante tanto tiempo que Geary acabó levantando la mirada y la vio, observándolo—. ¿Qué?

—¿Eres capaz de seguir adelante?

—Claro.

—¿Claro? —Rione sacudió la cabeza—. Hemos sufrido bajas importantes, y sé que el desastre del planeta habitado de este sistema estelar causado por la destrucción de la puerta hipernética pesa sobremanera sobre tus hombros. Después de asumir el mando de la flota, conseguiste estabilizarte durante bastante tiempo al borde del precipicio, a punto de caer si la presión era demasiado grande. No estabas acostumbrado al tipo de bajas en combate al que se había habituado la Alianza, por lo que cada nave perdida pesaba sobre ti como una losa. Necesitabas a alguien que te animase, que te empujase a seguir, y durante un tiempo yo cumplí ese papel, tanto el de aliada a la que pedir ayuda como el de adversaria con la que enfrentarse. Pero ya no.

—¿Perdón? —Geary la analizó, intentando adivinar qué quería decir.

—¿Por qué luchas? —le preguntó Rione a la vez que giraba la cara de nuevo hacia el visor estelar.

—Por la gente de esta flota. Por la Alianza. Ya lo sabes.

—Sé que eso son abstracciones. No conoces ni a una décima parte de la gente de esta flota. La Alianza que conociste cambió, y sé que te preocupa la manera en que tu propio hogar ha cambiado. —Rione volvió a mirar al frente—. No luchas por abstracciones. Nadie lo hace. Eso es en apariencia. Por grandes causas, por motivos importantes, dicen, pero cualquier político con un mínimo de experiencia aprende rápidamente que lo que realmente motiva a la gente son las pequeñas cosas, lo personal. Los amigos cercanos, la familia, esa pequeña zona llamada hogar. Adornan todo eso con ideales y dicen que son importantes, pero precisamente son importantes por esas razones pequeñas y cercanas. Quizá los soldados juran luchar por su bandera, pero en realidad lo hacen por el compañero que tienen al lado. Tú has encontrado algo de ese tipo, John Geary. Está en esta flota. Es una conexión personal que te da la fuerza y la determinación necesaria para continuar.

Geary la miró fijamente.

—Y dime, ¿cuál es esa conexión?

—No cuál, sino quién. Alguien que no soy yo. —Rione volvió a analizar la estrella—. Yo sé quién es, pero dudo que tú lo sepas por ahora. O quizá todavía no lo has aceptado.

—Entonces dímelo.

—No. Acabarás descubriéndolo. Entonces tendrás que enfrentarte a ello. Por ahora, tanto yo como la flota necesitamos lo máximo de ti, así que por mi parte lo acepto sin más. —Rione suspiró profundamente y se giró hacia él—. ¿Adónde vas a llevarnos?

Aquel cambio repentino de tema lo sorprendió, pero tampoco estaba interesado en continuar indagando en aquella idea de Rione sobre cuál sería su conexión personal, así que señaló el visor.

—Ya lo has oído. Nos dirigimos al punto de salto de Branwyn.

Ella arqueó una ceja.

—Eso no significa que vayas a utilizarlo. Era el objetivo de la primera vez que estuvimos en este sistema estelar. La línea más recta posible hacia el espacio de la Alianza que puedas trazar.

—Tienes razón. A los síndicos deberían quedarles suficientes combatientes importantes como para plantar cara, y sabemos que están construyendo reemplazos para las pérdidas que han sufrido pese a lo que les hicimos a los astilleros de Sancere porque tienen más en otros sistemas estelares. No obstante, después de lo que hemos hecho aquí, tendrán que reunirlas. Deberíamos poder atravesar Branwyn sin problemas, y de allí ir a Wendig. Se supone que en el primero habrá una presencia síndica mínima, y según los datos que hemos conseguido de los síndicos, el segundo lleva totalmente abandonado casi treinta años. Desde ese sistema se nos abrirán un par de opciones, pero me inclino por ir a Cavalos. Allí hay una presencia síndica importante, por lo que probablemente no esperarán que vayamos.

Rione asintió lentamente con la cabeza.

—Entiendo. ¿Crees que las minas que los síndicos depositaron delante del punto de salto a Branwyn la primera vez que estuvimos aquí serán un problema?

—No. —Geary señaló el visor—. Las colocaron tan cerca del punto de salto que no pudieron mantenerse estables en el lugar. Ya lo sabíamos por aquel entonces, y también que tardarían un par de semanas en alejarse del punto, por lo que en aquel momento no jugaba precisamente a nuestro favor. —Hizo una pausa y se rió, afligido—. Leches, seré estúpido... La descarga de energía seguramente ha freído las minas situadas en los puntos de salto del sistema estelar. Ya no importa si siguen en el mismo sitio o no.

—Lamentablemente, seguro que tienes razón. Ojalá fuese lo único que destruyó el pulso. ¿Crees que nos encontraremos muchas minas en el sistema al que quieres ir?

—Probablemente no. Según los de Inteligencia, si nuestras estimaciones sobre la existencia de minas de los síndicos son mínimamente acertadas, las utilizaron casi todas al intentar atraparnos en Lakota o en las proximidades, por lo que tendrán que fabricar muchas más y llevarlas hasta donde esperan que vayamos antes de poder volver a intentarlo.

—Bien. —Se dio la vuelta y dirigió hacia Geary una mirada inquisitoria—. Eso con respecto a la amenaza síndica. ¿Y los alienígenas?

—No sé. —Geary frunció el ceño mientras miraba las estrellas virtuales—. Han intervenido activamente en nuestra contra, y de algún modo rastrean los movimientos de la flota, pero ahora mismo no se me ocurre nada.

—A mí tampoco. Tienes que poner sobre aviso a más personas y ver lo que se les ocurre para ayudar. —Rione advirtió claramente la sorpresa de Geary ante aquella sugerencia—. Hay oficiales de la flota en los que puedes confiar. No puedes intentar solucionar un problema como este tú solo.

—Tienes razón. Algunos ya están al tanto, pero no he tenido oportunidad de hablar de esto con el grupo.

Rione asintió con la cabeza. Aquella noticia no la cogió por sorpresa.

Geary sacudió la cabeza al reflexionar sobre las implicaciones del intento de los alienígenas de destruir a su flota. Fuesen lo que fuesen, estaba claro que su tecnología era superior a la humana.

—No estoy seguro de si debería alegrarme de no haber detectado más movimientos contra nosotros, o preocuparme por no haber descubierto nada de lo que los alienígenas están tramando.

—Yo diría que lo segundo —dijo Rione.

—No esperaba menos. ¿Algo más?

—Sí. —Rione sonrió leve y burlonamente al ver que Geary se exasperaba—. Tus enemigos internos, los oficiales de alto rango de la flota que han estado conspirando contra ti desde que asumiste el mando.

Si había algo que detestaba de verdad en aquella situación, era tener que tratar con los oficiales desleales que permanecían en la sombra.

—¿Sabes algo en particular? ¿Algo sobre sus planes?

—No, pero sé que tienen que estar preparando algo, y que pretenden actuar en no mucho tiempo.

—¿Por qué? —Geary se inclinó hacia adelante—. Algo en particular te habrán dicho tus espías para haber llegado a esa conclusión.

—¡No me han dicho nada! —Rione se acercó a él, enojada—. ¿Es que no lo entiendes? Con cada victoria, con cada sistema estelar que atraviesas y con cada paso que nos acerca al espacio de la Alianza, tu leyenda se hace más grande y tu prestigio en la flota aumenta. La derrota de los síndicos en este sistema ha sido un logro increíble, y si quieres reconocer en parte el peso que mi pequeño comentario ha tenido en esta victoria, eres libre de hacerlo, pero el mero hecho de prestar atención a esas sugerencias es algo más que digno. La flota cree en ti. Las tripulaciones de todas tus naves susurran que las mismísimas estrellas del firmamento intervinieron para evitar que la descarga de energía destruyese la flota, que intervinieron porque tú estás al mando.

Geary se quedó mirándola, aterrado. ¿Explicaba aquello la forma en que la tripulación del
Intrépido
lo había visto hacía poco?

—¿Lo dices en serio?

—Puedo enseñarte los informes que me han enviado, o puedes dar una vuelta por la nave y escuchar lo que dice la tripulación. Incluso los que no dan crédito a la intervención divina para salvarnos creen, con buenos motivos, que tu previsión de los daños y tu rápida reacción salvaron a muchas naves y personal. Los que no creían en Jack Black Geary, el mito, empiezan a creer en Black Jack Geary el hombre, y aquellos que siempre creyeron en ti tienen ahora una fe inquebrantable. Tus enemigos de la flota pueden darse cuenta de todo esto, igual que yo. Después de lo que has conseguido aquí, volver y aniquilar a una fuerza síndica que te superaba en número y que había hecho que la flota escapase, el enemigo debe de estar cada vez más desesperado. Pese a no creer en ti, tienen que estar llegando a la conclusión de que es posible que acabes llevando a esta flota a casa. Saben que tienen que desacreditarte o pararte los pies pronto, o se quedarán sin oportunidades.

Geary asintió con los ojos entrecerrados, pensativo.

—¿Qué crees que van a hacer? .

No lo sé. Es lo que intento averiguar. Pueden minar tu prestigio fdenunciando escándalos personales tuyos, pero solo con eso no conseguirán sacarte del puesto de comandante de la flota. Ya no. Sus cabezas visibles, como Casia, han perdido todo el crédito, no solo por tu última victoria, sino también por sus últimas acciones. Debes asumir que los enemigos de verdad que tienes entre los oficiales de alto rango de la flota acabarán por hacerse notar. Tienen que atacar, y deben hacerlo cuanto antes. De algún modo.

—Lo dices como si fuesen a atacarme de verdad.

—Podrían hacerlo. Por suerte, en esta nave estás rodeado de los que creen en ti, sobre todo de tu capitana especial, que se sacrificaría gustosa por Black Jack. —Rione vio su reacción de enfado—. No te quejes. Estate agradecido. Ella y yo tenemos nuestras diferencias, pero ahora mismo ambas estamos comprometidas en asegurarnos de que no te pase nada.

De todas las cosas raras que habían sucedido desde que lo sacaron de la hibernación, la idea de que tanto Victoria Rione como Tanya Desjani trabajasen guardándole las espaldas era la más extraña.

—Tengo que organizar una reunión con los oficiales al mando de las naves. ¿Asistirás?

—Esta vez no —respondió Rione—. Seguiré los acontecimientos desde la distancia, pero me gustaría ver lo que dicen sin que esté presente.

Geary la miró de reojo.

—Las conferencias de la flota se llevan a cabo bajo las condiciones de seguridad más extremas. Se supone que nadie puede seguir lo que ocurre sin estar presente.

—Bueno, entonces supongo que se desvanece otra ilusión. Cualquier sistema de seguridad creado por humanos puede romperlo otro humano, John Geary. —Se acercó a la escotilla—. Estaré atenta. ¿Qué vas a hacer con el capitán Casia y con la comandante Yin?

—Todavía estoy intentando decidirlo —respondió con sinceridad.

—No tienes que ser Black Jack para ejecutarlos, ya lo sabes. Incluso el almirante Bloch podría hacerlo dando una simple orden.

—Lo sé. Es que no sé si quiero hacerlo realmente. ¿Crees que deberían ser ejecutados?

—Sí, y tan pronto como fuese posible, capitán Geary —afirmó Rione con total seriedad mientras se marchaba.

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