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Authors: Jack Campbell

Tags: #Ciencia-Ficción

Valiente (9 page)

BOOK: Valiente
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—Capitán Casia, si quiere quedar relevado de su mando antes de combate, transmita su último mensaje. También puede dejar de darle vueltas y hacer su trabajo. Si quiere tener una reunión después de la batalla para hablar sobre la estructura de mandos de la flota y su puesto en ella, será un placer. Por lo de pronto, puede estar seguro de que los infantes de marina tendrán una supervisión competente y de que sus preocupaciones se han tenido en cuenta. Fin de la transmisión —añadió innecesariamente antes de cortar la comunicación con la
Conquistadora
.

Por su parte, Desjani estaba haciendo una actuación bastante buena de alguien que ignora completamente que su oficial superior está molesto. Los consultores del puente de mando también estaban interpretando el papel, con mayor o menor acierto. No podían haber escuchado nada de lo que Geary había dicho por culpa del atenuador de sonido que lo envolvía y que ayudaba a mantener en privado las conversaciones que mantenía con otros oficiales, pero cualquier suboficial aprendía rápidamente lecciones sobre el arte de averiguar el humor de su oficial superior gracias a pistas como el lenguaje corporal.

Geary se quedó echando chispas durante un rato. Luego respiró profundamente y llamó a la coronel Carabali, que lo observó con recelo.

—Coronel, supongo que tener oficiales de la flota supervisando directamente lo que su personal hace a bordo de la Audaz sería una distracción indeseable, ¿no?

—Supone bien, capitán Geary —respondió la coronel.

—Supongo también que tanto sus suboficiales como sus oficiales son capaces de evitar que los infantes de marina pulsen botones que no deben o que hagan que se sobrecarguen los núcleos de energía de la Audaz, ¿verdad?

—Así es, señor.

—Y supongo, también, que en caso de que sus infantes necesiten ayuda o sugerencias del personal de la flota sobre qué hacer con algo a bordo de la Audaz, tendrán tanto la picardía necesaria como la habilidad para preguntar, ¿no?

—Sí, señor.

—Resumiendo, coronel, asumo que sus marines tienen suficiente experiencia, entrenamiento e inteligencia como para llevar a cabo la misión sin la supervisión directa de un oficial de la flota.

—Sí, señor.

—Bien. —Geary se relajó un poco, mientras Carabali lo miraba como si intentase atisbar una encerrona—. Le agradecería que me ayudase a demostrar que mis suposiciones están en lo cierto. Si sus infantes son capaces de asaltar la Audaz sin que nada explote o los sistemas de aire de la nave se abran al espacio, tendré un ejemplo claro de su habilidad para llevar a cabo operaciones eficientemente sin la necesidad de tener oficiales de la flota pegados al cogote.

La coronel Carabali asintió con la cabeza.

—Por supuesto, señor. Todo irá bien.

—Coño, coronel, en las operaciones siempre hay algo que no sale como debe, lo que pasa es que debe ser razonable.

Carabali sonrió, y luego se despidió con un saludo militar.

—Sí, señor. Le haré saber a mi personal que confía en él e insistiré en que pregunten si tienen alguna duda.

—Y eviten pulsar botones extraños. —Geary no pudo evitar mencionarlo.

—Desde luego, señor. Puesto que asaltaremos una nave que probablemente alberga a prisioneros de guerra de la Alianza, les ordenaré a mis líderes de escuadra que actúen con el máximo nivel de disciplina. No dispararán a nadie ni a nada a menos que estén seguros de que es el enemigo.

—Buena idea.

—Además, son todos voluntarios —añadió la coronel—, puesto que hay posibilidades de que los síndicos preparasen los núcleos de energía para que exploten cuando la fuerza de salto esté a bordo.

Geary apretó los dedos al pensar sobre lo que acababa de escuchar.

—No sabe cuánto aprecio que estén dispuestos a participar en la operación pese a los riesgos, coronel. He avisado a los síndicos para que no hagan nada, y de lo que les pasará si lo hacen. Al fin y al cabo sus naves no pueden escapar.

La coronel del cuerpo de marines enseñó los dientes.

—Gracias, señor.

—Gracias a usted, coronel. Avíseme si hay algún cambio significativo en el plan.

La imagen de Carabali desapareció, y Geary se recostó con un suspiro.

—¿Otra crisis superada? —le preguntó Rione.

—Bueno, más bien otra crisis con la que he lidiado —respondió Geary—. ¿Ha llegado algo a sus oídos que deba saber?

Ella le devolvió una mirada aviesa, ya que sabía que se refería a sus espías en la flota.

—Nada que no pueda esperar. —Rione vaciló. Luego se levantó y se acercó lo suficiente como para susurrar—. Solamente algunos de mis espías han podido enviarme informes. Todos afirman que su decisión de volver inmediatamente a Lakota ha descolocado a sus oponentes. Aparentemente están esperando a ver qué pasa antes de dar el siguiente paso.

—Gracias. ¿Qué opina? ¿Cómo lo ve?

—¿Me está pidiendo consejo? —preguntó Rione fríamente—. ¿Por qué no vuelve a preguntarle a la capitana de su buque insignia de nuevo?

Oh, por el amor de mis antepasados...

—A ella ya le pregunto sobre las operaciones de la flota. ¿Hay algo malo en ello?

—Claro que no —dijo Rione con un tono que explicitaba lo contrario. Luego respondió a la primera pregunta sin perder un instante—. Si sus enemigos en la flota se mantienen quietos y expectantes. Hasta que no se aclare la situación en este sistema estelar no van a hacer nada por miedo a quedarse bloqueados mientras intentan plantar cara a una trampa síndica seria.

Geary asintió con la cabeza, guardando para sí lo que pensaba. Si fallo, tendrán lo que necesitan para relevarme de mi cargo como comandante de la flota. Conste que tampoco es que vaya a quedar mucho que comandar si finalmente se da el caso. Además, aparentemente, ninguno de ellos quiere intentar superar a los síndicos en este sistema.

Sus ojos volvieron a posarse sobre el visor, buscando lo que ya debería haber llegado. Seguía sin aparecer la fuerza síndica que los perseguía y que debería salir por el punto de salto de Ixion. Geary, inquieto, tamborileó con los dedos sobre uno de los brazos de su asiento de comandante. ¿Por qué no habían aparecido todavía? Ya llevaban algo más de dos horas allí. Cada minuto que pasaba era un regalo, pero no se fiaba de los regalos cuyas razones desconocía. Cuando habló con Rione y le dijo que tenía la esperanza de disponer de tres horas antes de que llegasen y que había rezado por ello, en realidad contaba con algo menos de dos horas antes de que apareciesen los perseguidores síndicos. Incluso aunque hubiese decidido tomarse su tiempo para reorganizar las flotillas síndicas, dirigirse hacia Ixion y una vez allí descubrir que la flota de la Alianza había saltado de vuelta, una fuerza de persecución decente debería haber aparecido ya por la puerta de Lakota.

Otro mensaje urgente, esta vez procedente de la Ócrea, situada a treinta segundos luz de distancia, lo que hacía la comunicación pesada pero no inaguantable. Geary se preguntó qué razón habría para que el crucero pesado lo llamase, y luego recordó que le había pedido que capturase e interrogase a algunos síndicos.

—Al habla Geary. ¿Ha hablado alguno de los síndicos?

El capitán de la Ócrea asintió con la cabeza.

—Uno sí. La mayoría recitó esas chorradas síndicas de que es un privilegio ser un ciudadano de los Mundos Síndicos. Sin embargo, un recluta veterano parecía creer que no se podía destruir a esta flota y que cualquiera que lo hiciese iría en contra de la voluntad de las estrellas del firmamento, así que nos contó absolutamente todo lo que sabía, pensando que era el único modo de reparar el daño que nos había causado al ayudar a atacarnos. —Hizo una pausa para ver cómo reaccionaba Geary.

—Esa es la actitud —comentó Geary.

Un minuto después, el capitán de la Ócrea asintió.

—Opino lo mismo, señor. El tripulante síndico no tenía demasiada información, pero sabía que destruimos el buque insignia durante el combate antes de que saltásemos a Ixion. El director ejecutivo síndico no pudo salvarse, lo que dejó a dos directores ejecutivos inferiores pero del mismo rango peleándose para saber cuál debería asumir el mando de la fuerza que nos perseguiría a Ixion. Nuestra fuente no pudo recordar cuánto tiempo estuvieron con eso exactamente, pero dijo que por lo menos cuatro horas, puede que incluso estuviese más de cinco horas con la flotilla síndica parada sin hacer nada.

El oficial hizo una pausa para que Geary dijese algo.

—¿Cuatro horas por lo menos? —preguntó Geary. Había apuntado al centro de la formación síndica precisamente con la esperanza de que pasase algo así, pero no sabía si había tenido éxito—. ¿Seguro que dice la verdad?

—Sí, señor. Por desgracia, no pudo decir nada más exacto sobre la fuerza que salió en nuestra busca hacia Ixion que «Era grande». Lo único útil además de lo que le acabo de decir es que parece saber que a algunas de las naves gravemente dañadas que se quedaron aquí les obligaron a transferir a parte de su tripulación a las naves que nos persiguen. El hombre cree que para reemplazar a las bajas, pero dijo que muchas naves andan escasas de personal experimentado. Últimamente los síndicos han tenido muchas más pérdidas de gente entrenada de lo normal, al menos a un ritmo superior del que tardan en reemplazarlos. —El capitán de la Ócrea sonrió, satisfecho.

—Buen trabajo —dijo Geary con total sinceridad—. ¿Cree que merece la pena mandar a alguno de los prisioneros a alguna nave con instalaciones de interrogatorio más sofisticadas?

—Lo dudo mucho, señor. Ni siquiera el que nos ha contado todo eso sabe más. En mi opinión, no merece la pena seguir teniéndolos a bordo. —El oficial al mando de la Ócrea se detuvo, aparentemente al haber recordado súbitamente algo—. Supongo que podemos devolverlos a sus cápsulas de escape y lanzarlos de nuevo al espacio. Es lo que hemos hecho últimamente en estos casos, ¿no?

Geary asintió, intentando no evidenciar que se sentía reconfortado. No hacía mucho, el capitán de la Ócrea, al igual que el resto de oficiales de la flota, habría lanzado a los síndicos al espacio en caso de no poder tratar con ellos. El hecho de proceder con ellos de un modo más humano hubiese salido de él mismo era una buena señal. El concepto de honor estaba recuperando su antiguo sentido.

—Me parece una opción excelente.

El oficial al otro lado sonrió.

—¿Debería darle algún mensaje de las estrellas del firmamento para que lo extienda?

Geary casi salta de la silla ante la oportunidad que se le presentaba, pero luego se tranquilizó. De algún modo que no sabría definir, se sentía mal, como si alguien lo avisase de algo que no podía oír ni ver, pero que sentía.

—Eso quizá no sea tan buena idea. Puede extender lo que ya cree, pero no me gustaría ofender a las estrellas del firmamento afirmando que hablan por mi boca.

Entonces la sonrisa del capitán de la Ócrea se esfumó.

—No pretendía sugerir un sacrilegio, señor.

—Lo sé, pero puede que lo que nosotros consideramos adecuado no lo sea para ellas, ¿no cree? Mejor no arriesgarse a meter la pata y tener que pedir perdón.

—Cierto —dijo el oficial al mando de la Ócrea—. Parece que ahora mismo tenemos su favor, y no me gustaría que cambiase. Gracias, señor. Lanzaremos las cápsulas síndicas en unos diez minutos.

—Me parece bien. Le doy las gracias de nuevo. Buen trabajo.

En cuanto la ventana con el capitán del Ócrea se desvaneció, Geary se giró para hablar con Desjani y con Rione y darles toda la información para que le facilitasen su interpretación.

—Los dos directores generales que sobrevivieron querían ganarse el reconocimiento de destruir a esta flota en Ixion, así que se pasaron horas discutiendo sobre quién asumiría el mando. Copresidenta Rione, ¿los síndicos no tienen algún tipo de sistema para decidir las jerarquías, como nuestra fecha de ingreso?

Ella negó con la cabeza.

—La posición de director general implica estar al mando, tanto de las decisiones militares como de las civiles. Su prestigio depende en parte de su rango, pero también de su influencia política.

—¿O sea, que su estructura de mando se parece a...? —Miró a Desjani con una expresión de disculpa—. ¿Se parece al modo en que funcionaba antes esta flota? La verdad es que siendo síndicos habría esperado una estructura más rígida. Todo lo que he visto hasta el momento refleja esa actitud.

—Hasta cierto punto —dijo Rione pacientemente, a la vez que disfrutaba viendo a Desjani algo incómoda—. A todo el que esté por debajo del rango de director general más le vale hacer lo que le digan sin rechistar. Sin embargo, cuando llegas a ese rango, la cosa cambia. Entre los directores síndicos es común competir para conseguir asignaciones de nivel cada vez mayor, hasta llegar a conspirar, adular en exceso, o dar puñaladas traperas con tal de avanzar en su camino hacia el Consejo Ejecutivo.

—Se parece bastante a lo que hacen nuestros políticos —murmuró Desjani como para sí misma, pero en un tono de voz suficientemente alto como para que Rione pudiese oírlo.

Sin embargo, en la cara de Rione se dibujó una sonrisa fría mientras miraba a Geary.

—El que se gane el reconocimiento de acabar con Geary dará un paso más que importante en su carrera hacia el Consejo Ejecutivo. Por lo tanto es fácil imaginarse por qué los dos directivos generales de las flotillas síndicas que sobrevivieron se pasaron un tiempo precioso luchando por el puesto de comandante. Al contrario de lo que el tripulante síndico cree, seguramente no estaban discutiendo, sino intentando convencer a los oficiales al mando de la flotilla de que las normas y las regulaciones decían que él o ella debería asumir el mando. Y esos mismos oficiales estarían aterrorizados de aceptar seguir las órdenes de alguien sin una justificación burocrática clara que les permitiese afirmar que no habían tenido otra opción.

—Eso ya no se parece a esta flota —dijo Geary. La Alianza había buscado un líder después de morir el almirante Bloch. Sin embargo, los síndicos de la flotilla habían intentado obrar según las regulaciones. Si la flota se hubiese plegado a las regulaciones, su estatus de comandante nunca se habría puesto en duda, ya que su jerarquía se basaba en una promoción póstuma, de hacía ya un siglo, muchas décadas antes que cualquier otro capitán de la flota. No era difícil adivinar que los problemas en los que se podían meter los comandantes de las naves si rompían las normas habían equilibrado las cosas—. Hemos tenido mucha suerte; eso nos ha dado al menos cuatro horas de ventaja sobre nuestros perseguidores síndicos, quizá algo más.

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