—Pero no tienen posibilidades. Las demás naves no pueden escapar, y no importa lo que estas dos hagan. Ni siquiera podrán llegar junto a nosotros hasta dentro de algo más de cuatro horas después de que interceptemos al grupo. Se están lanzando a la muerte sin razón alguna.
—A lo mejor el comandante síndico tiene órdenes de defender a esas naves además de a la puerta hipernética y quiere quedar bien.
Parecía suficientemente probable como para ser cierto. Se trataba de una misión que superaba por mucho las posibilidades de la fuerza asignada, por lo que una parte de ella se sacrificaría para satisfacer las irracionales expectativas del alto mando. Un siglo antes, en los tiempos de Geary, ese tipo de cosas solo pasaba en los ejercicios, en combates fingidos en batallas fingidas, pero incluso entonces se había preguntado si las cosas serían realmente distintas en un conflicto real, tal y como le habían asegurado sus superiores, o si se seguirían aquellos mismos patrones aunque el coste fuese muy superior. Por lo que había aprendido de la guerra, y por lo que había visto en persona, aquello último solía ser real con demasiada frecuencia.
—Está bien, capitana Desjani, asegurémonos de que la flota está perfectamente preparada para ocuparse de esos acorazados sin sufrir bajas.
—Capitana Desjani —dijo un consultor de ingeniería—, nave
Intrépido
por debajo del cincuenta por ciento de reservas de células de combustible.
Desjani asintió con la cabeza y luego miró a Geary.
—Mi vieja chica nunca había estado en niveles tan bajos.
La «vieja chica» había dejado el astillero para entrar en servicio hacía algo menos de dos años, pero aun así seguía siendo extraño escucharlo. Si no conseguían saquear a las naves de reparación síndicas, la flota de la Alianza dejaría de estar cada vez más cerca de casa. Por desgracia, las naves no funcionaban con plegarias.
Hacía cuarenta minutos que habían vuelto a Lakota. Hasta el momento las cosas parecían ir bastante bien. Pero ¿de cuánto tiempo dispondrían antes de que la numerosa fuerza síndica que los perseguía apareciese detrás de ellos, decidida a asegurarse de que la flota de la Alianza no volviese a escapar?
El revoltijo de naves de la Alianza se precipitaba sobre la parte superior del campo de minas síndico, para después acelerar dibujando vectores individuales. Durante un instante, aquella visión le había recordado a Geary la llegada caótica a Corvus justo después de haber asumido el mando, cuando la flota de la Alianza se rompió y cada uno se lanzó locamente sobre unas débiles y poco numerosas naves síndicas. Sin embargo, aquello era distinto. Las naves de la Alianza obedecían las órdenes, seguían los rumbos y las velocidades que propiciarían ataques perfectamente coordinados para ocuparse de todas las naves síndicas que pudiesen alcanzar. Ni siquiera los oficiales a los que no les gustaba el modo de actuar de Geary deberían dar problemas, puesto que había muchos objetivos disponibles para las naves de la flota.
Con las órdenes ya dadas, la flota reaccionando como debía, y sin rastro, por el momento, de la fuerza síndica que los seguía, Geary gozaba de uno de esos momentos de tranquilidad fruto de las vastas distancias que había en los sistemas estelares. Pese a que sus naves aceleraban hasta una velocidad de cero con uno c, les llevaría más de hora y media recorrer los diez minutos luz que los separaban de la gran formación síndica de naves dañadas y de reparación. No obstante, también había síndicos alejándose de los navíos de la Alianza, aunque no pudiesen hacerlo ni de lejos a la misma velocidad a la que la flota se aproximaba a ellos.
—Tiempo estimado para interceptarlos, una con siete horas —refunfuñó Desjani—. Están escapando, pero aun así los alcanzaremos bastante antes de que los dos acorazados síndicos nos alcancen a nosotros.
—Tenemos que asegurarnos de parar a esos acorazados antes de que carguen contra alguna de las naves auxiliares. —En la pantalla de Geary se podían ver los arcos que dibujaban los cursos a través del espacio mientras los destructores y los cruceros ligeros de la Alianza se adelantaban a las naves más pesadas, apuntando no solo a la formación síndica más grande, sino también a otros grupos más pequeños y a naves individuales—. Échele otras dos horas antes de alcanzar a esas naves síndicas. Tendremos suerte si lo conseguimos antes de que nuestros perseguidores aparezcan detrás de nosotros.
—¿Cree que aparecieron más refuerzos enemigos después de que nos marchásemos? —preguntó Desjani.
—Buena pregunta. No podemos estar seguros de que los síndicos que vimos en Lakota la última vez fuesen todos los que están aquí más la fuerza que nos persigue. No obstante, parece que estos van a plantar cara.
Geary vio cómo algunos de los navíos de combate dañados que habían avanzado por separado en dirección a los planetas interiores alteraban sus vectores para dar la vuelta y encaminarse al encuentro con los dos acorazados, en lo que parecía ser un intento por formar un equipo operativo. Al ver las naves involucradas y el estado de sus reparaciones, Geary negó con la cabeza. Sabía cómo se sentían en aquella situación, superados en número por mucho y en absoluto preparados para un combate de ese tipo. Su propia flota se había enfrentado a algo parecido la última vez que estuvieron allí.
De los casi ochenta acorazados y cruceros de batalla síndicos con los que se había enfrentado la flota de la Alianza en Lakota, habían dejado fuera de combate, durante la batalla, a por lo menos seis de los primeros y a diez de los segundos. Además, los sensores de la flota habían podido confirmar que también habían sido destruidos veinte cruceros pesados enemigos y docenas de cruceros ligeros y naves de caza asesinas. También habían sufrido daños serios otros muchos navíos de combate síndicos, algunos fruto del combate hasta el final de la Audaz, la Infatigable y la
Atrevida
. De ese modo, aquellas naves dañadas habían quedado allí mientras el comandante decidía enviar una fuerza de choque tras la escuadra de la huidiza flota de la Alianza.
La gran formación de naves síndicas dañadas incluía cuatro acorazados y no menos de siete cruceros de batalla, además de trece cruceros pesados. Intentando unirse a esa formación de naves en mal estado y sumándose a los dos acorazados totalmente operativos de la fuerza defensiva, había otro acorazado, dos cruceros de batalla y otros tres cruceros pesados, y todos ellos habían sufrido daños importantes. Además, diseminados a su alrededor había aproximadamente una docena de cruceros ligeros, y naves de caza asesinas, que se dirigían renqueantes hacia los astilleros, y de entra las cuales algunas intentaban unirse a la defensa con sus compañeras.
Geary analizó los vectores de curso y los tiempos. Si todas esas naves conseguían unirse, conformarían una flotilla débil pero a la vez peligrosa. Sin embargo, teniendo en cuenta la distancia y el daño que habían sufrido en los sistemas de propulsión, los defensores síndicos tan solo podrían llegar en oleadas aisladas, formadas por pocas naves a menos que se quedasen atrás para intentar agruparse lejos de la flota de la Alianza a cambio de permitirles hacer pedazos a la gran formación sin ningún tipo de obstáculo. Eso les daría a los síndicos algo de tiempo, pero no el suficiente como para salvarse, a menos que la fuerza que los perseguía apareciese por el punto de salto antes de lo que Geary esperaba.
Un par de remolcadores había estado tirando de un crucero pesado síndico hecho pedazos a solo tres minutos luz del punto de salto. Seguramente, el desafortunado crucero fue el que más tuvo que esperar hasta que pudieron moverlo. En aquel momento, sin esperanza alguna de escapar de los destructores y los cruceros ligeros de la Alianza que se dirigían hacia ellos, las tripulaciones de los remolcadores abandonaron la nave. Las cápsulas de escape empezaron a salir frenéticamente de sus lentos y pesados navíos. También salieron cápsulas del crucero pesado, lo que indicaba que la tripulación que todavía quedaba a bordo también escapaba.
Los destructores de la Alianza, Jinto y Herebra, fueron los primeros en alcanzar a los remolcadores, que volaron por los aires en mil pedazos bajo el fuego de las lanzas infernales disparadas a corta distancia. Después, ambas naves modificaron su curso para dirigirse hacia los siguientes objetivos. Justo detrás de ellas, la Kontos, la Savik y los cruceros ligeros Tercia, Guardia y Embestida pasaron por la zona superior de babor del crucero pesado abandonado, y una lluvia de lanzas infernales impactó una y otra vez sobre el casco hasta fragmentarlo.
—A ver cómo recuperan eso —dijo Geary.
—Ahí va otra —dijo Desjani a la vez que un solitario crucero ligero síndico, cuya tripulación también lo había abandonado, se hacía pedazos debido a los disparos de media docena de destructores de la Alianza.
De repente Geary se dio cuenta de algo y dio nuevas órdenes.
—Ócrea, capture algunas de las cápsulas de escape de ese crucero pesado síndico. Quiero saber qué nos puede contar la tripulación de esa nave sobre el tiempo que tardó la fuerza que nos persigue en saltar, además de todo lo que puedan decir sobre ella.
La Ócrea, uno de sus cruceros pesados, no dispondría de unas instalaciones de interrogatorio como las del
Intrépido
, pero tampoco podía permitirse perder el tiempo llevando a los prisioneros a uno de los buques capitales. Con suerte, algunos miembros de la tripulación síndica estarían tan aterrorizados, al ver que la flota de la Alianza había reaparecido y destrozado su nave, que les contarían todo lo que quisiesen saber.
También era el momento de actualizar el plan de maniobra basándose en las reacciones de los síndicos. Los movimientos de la fuerza defensiva habían facilitado la tarea de la Alianza. Puesto que sus navíos de combate avanzaban a la vez, las de la Alianza, que se habían dispersado para atacar individualmente, podrían también unirse para formar grupos mayores. Geary frunció el ceño al ver el visor: la flotilla enemiga formada por naves dañadas había sido etiquetada como flotilla Herida. Los encargados de ponerle nombre a las formaciones enemigas eran los sistemas tácticos automatizados, por lo que le sorprendió que escogiesen esa designación atendiendo a su estado en lugar de un nombre genérico como flotilla Alfa. Siempre le había resultado un poco perturbador que los sistemas automáticos actuasen de un modo tan humano.
No estaba intentando llevar a cabo algo muy elaborado, algo que requiriese muchas maniobras. Las subformaciones se concentrarían para formar otras más amplias, que cargarían directamente contra la formación síndica más grande, la flotilla Herida, y avanzarían sobre las naves menos dañadas que intentaban agruparse para formar su propia flotilla, y finalmente se dirigirían hacia los dos acorazados que se alejaban a toda velocidad de la fuerza defensiva.
—¿Qué le parece? —le preguntó a Desjani.
Ella estudió el plan, concentrada.
—¿Va a realizar varias pasadas sobre la flotilla Herida para destruir el armamento que puedan tener todavía operativo los navíos de combate síndicos? ¿Es que no quiere destruirlos?
—No hasta que las auxiliares terminen de saquear a las otras naves. No quiero arriesgarme a que alguno de los restos de los navíos destrozados interfiera en la operación. Podemos acabar con ellos cuando nos alejemos de la flotilla Herida. Cuatro de nuestros acorazados estarán con las auxiliares.
Desjani asintió.
—Incluso la Tercera División de Acorazados debería ser capaz de destruir naves enemigas que no dispongan de sistemas operativos. Aunque debería dejar un par de acorazados o de cruceros ligeros más con la formación de las naves auxiliares.
—¿Por? Sé que la
Guerrera
vuelve a estar hecha un desastre, pero la
Orión
y la
Majestuosa
pueden plantar cara, y la
Conquistadora
está en buena forma. La he mantenido cerca de las otras porque forman parte de la misma división de acorazados. Entre las cuatro deberían poder enfrentarse a cualquiera que consiga sortear el resto de la flota.
Desjani se contuvo y dijo con voz tranquila:
—Eso es verdad, siempre y cuando la
Orión
, la
Majestuosa
y la
Conquistadora
no tengan «dificultades» para entablar combate.
Lo cual quería decir que sus oficiales al mando podrían tener razones para evitar luchar. Tenía que admitir que aquel aviso de Desjani estaba justificado. El capitán Casia, de la
Conquistadora
, no le inspiraba ninguna confianza. A su vez, si lo comparaba con la comandante Yin, comandante en funciones de la
Orión
desde que el capitán Numos había sido relevado del mando y arrestado, casi parecía el parangón de los oficiales de combate. Y por último, el comandante al mando de la
Majestuosa
, que también había conseguido su puesto cuando el anterior capitán, la capitana Faresa, aliada de Numos, fue relevada con motivos, era tan desconocido para Geary que incluso tenía problemas para recordar su cara. En un mundo perfecto los substituiría en aquel mismo instante, pero estar escapando para salvarse a través de territorio enemigo no era precisamente el ejemplo de aquel mundo perfecto, sobre todo teniendo en cuenta que la política de la flota dejaba a Geary en una posición lo suficientemente comprometida como para que no pudiese permitirse actuar de forma demasiado despótica. Si lo hacía, algunos oficiales actuarían en contra de él de forma más activa, mientras que otros creerían que su comportamiento se debía a que iba camino de aceptar el rol de dictador que tanto deseaban o temían.
Entonces frunció el ceño de forma más acusada.
—Me molesta bastante tener que malgastar un par de buques capitales más solo porque esos tres acorazados podrían encontrar problemas.
—Si los restos de la Audaz contienen prisioneros que liberar —comenzó a decir Desjani—, necesitarán todos los transbordadores que puedan para transferirlos, y a naves cercanas suficientemente grandes como para albergarlos, al menos temporalmente.
—Es cierto, bien pensado. —Sin embargo todavía quedaba el problema de encontrar a dos personas al mando de buques capitales que no montasen en cólera al ordenarles que se mantuviesen con las naves auxiliares y que no encontrasen justificaciones para no obedecer. Además, si decidían lanzarse al combate, muchos de sus compañeros oficiales no los condenarían por ello ni aprobarían que Geary se enfureciese porque abandonaran su tarea como escoltas. La doctrina de «todo ataque» seguía estando muy arraigada en la flota. Geary miró hacia atrás, hacia el lugar donde se sentaba la copresidenta Rione, que observaba lo que pasaba con expresión impasible.