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Authors: Jack Campbell

Tags: #Ciencia-Ficción

Valiente (8 page)

BOOK: Valiente
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—Sí —dijo Rione finalmente—, a veces suceden milagros. Por lo menos siempre que no te rindas y haya esperanzas. Lo entiendo. Sin embargo, ¿cuál es la línea que separa la esperanza por un milagro de la motivación para suicidarse sin más?

¿Cómo iba a responder a eso?

—Depende —dijo Geary finalmente.

Entonces los ojos de la copresidenta volvieron a alzarse y lo miraron fijamente.

—Y el comandante es el encargado de analizar la situación y decidir si continuar esperando el milagro es sensato o es una locura, ¿verdad?

A Geary no le gustaba verlo de ese modo, pero...

—Sí, supongo que sí.

En la cara de Rione pareció dibujarse una sonrisa burlona.

—¿Como volver a Lakota en lugar de atravesar Ixion? ¿O intentar defenderse y luchar allí? Espero que su juicio se mantenga igual en el futuro, capitán Geary. Parece que tiene talento oliendo milagros.

Él echó la cabeza hacia atrás, sin saber muy bien cómo responder, y luego volvió a su posición natural a la vez que se percataba de que Desjani parecía algo desconcertada.

—¿Qué sucede?

La capitana Desjani negó con la cabeza.

—Nada, señor.

—Ya, seguro. ¿Hay alguna cosa que debería saber?

—No, señor —respondió Desjani. Luego hizo una mueca, enfadada, y dijo en voz baja—: Es que... me sorprende estar de acuerdo en algo con la copresidenta Rione, señor.

—Estáis locas.

Desjani sonrió.

—Novedades detectadas en las naves síndicas de la flotilla Herida —dijo el consultor de operaciones.

Geary miró a su visor. De los cuatro acorazados síndicos que estaban recibiendo reparaciones exhaustivas, solo uno de ellos pareció activar sus sistemas de armamento. Por lo que parecía, los demás los tenían en tan mal estado o tan desmontados para poder llevar a cabo los arreglos que no pudieron activarlos en tan poco tiempo. Por otra parte, de los siete cruceros de batalla de la formación, solo dos mostraron indicios de estar cargando las baterías de lanzas infernales. Los doce cruceros pesados parecían estar algo mejor, y cuatro de ellos mostraban actividad en el armamento.

Uno de los cruceros de batalla síndicos, que tenía los sistemas de propulsión en mejor estado que sus compañeros, comenzó a alejarse acelerando a una velocidad casi vergonzosa.

—¿Escapa? —se preguntó Desjani en alto mientras sus dedos danzaban frenéticamente sobre los mandos de control comprobando datos—. No en ese vector. Intenta unirse al resto de naves dañadas que están formando un grupo más allá de la flotilla Herida.

Era evidente que los síndicos seguían esperando un milagro que evitaría que la flota de la Alianza aniquilase a las unidades más importantes que tenía por aquel entonces al alcance.

De repente apareció en el visor un aviso que llamó inmediatamente la atención de Geary.

—El sistema automático de combate recomienda que lancemos ráfagas de rocas contra la flotilla Herida.

—¿Que lancemos proyectiles cinéticos contra las naves? No pueden maniobrar demasiado dados los daños sufridos, pero tampoco es que haga falta mucho para esquivar rocas lanzadas a tanta distancia. —Desjani puso cara de circunstancia y comprobó la recomendación por sí misma—. Tendríamos que lanzar gran parte de lo que nos queda para formar un patrón con posibilidades reales de impactar.

—No me parece que merezca la pena —dijo Geary—. Eh, ¿y la Audaz?

—El patrón recomendado no impactaría sobre sus restos, siempre que no cambiase de curso, claro. Y podría hacerlo si los remolcadores la mueven y la colocan en la trayectoria de las rocas. —Desjani negó con la cabeza—. Además, ¿y si algún fragmento fruto de los impactos golpea a una de las naves de reparación que queremos saquear? Solo una inteligencia artificial creería que es una buena opción. Le aplicaré a la recomendación la etiqueta «Ignorar opción» en lugar de un simple «Visto». De todos modos, intentaré mejorarla y darle la lata avisándolo de las actualizaciones que haga.

—Buena idea. —Pulsó los comandos adecuados, esperando que la orden de ignorar surtiese efecto, puesto que a veces los sistemas automáticos parecían desoír lo que les ordenaban e insistían en presentar opciones que ya habían sido desechadas. Era otro de esos casos en los que los sistemas actuaban de un modo demasiado humano—. ¿Alguna idea de qué fue lo que hizo ese agujero gigante en la Audaz? Es como si algo hubiese explotado dentro.

Desjani siguió mirando el visor.

—Eso ha sido su proyector de campos de anulación explotando. Los síndicos todavía no tienen armamento de campos de anulación, por lo que a veces se autodestruyen. Igual que las llaves hipernéticas de la Alianza. No queremos que caigan en manos enemigas.

—¿Alguna vez se han autodestruido cuando no debían hacerlo?

—No que yo sepa. El departamento de diseño armamentístico nos aseguró que es imposible que suceda, así que no es algo de lo que debamos preocuparnos —afirmó Desjani en un tono aparentemente serio, aunque no pudo evitar sonreír por lo absurdo de lo que acababa de decir. Pese a que se suponía que lo que decía el departamento de diseño armamentístico era cierto, los tripulantes habían aprendido con rapidez, fruto de la experiencia, a no tomarse sus palabras en serio hasta que se confirmasen en el mundo real.

Geary evitó por muy poco echarse a reír.

—Claro que no.

Volvió a escuchar un aviso: le acababa de llegar el plan de la coronel Carabali. Lo leyó por encima mientras miraba de vez en cuando otras pantallas para asegurarse de que nada inesperado sucediese. El plan era bastante simple: usar destacamentos de los cuatro acorazados que acompañaban a las naves auxiliares de la Alianza, que se dirigían hacia la flotilla Herida, de la que formaba parte la Audaz. La asaltarían la mayoría de los infantes usando todos los transbordadores disponibles en los acorazados y en el crucero de batalla de la capitana Crésida. Además, cada equipo de abordaje procedente de las naves auxiliares llevaría consigo una escuadra de marines para buscar posibles trampas en las naves de reparación o para enfrentarse a posibles fanáticos síndicos dispuestos a morir luchando.

Geary se detuvo al ver la evaluación de la situación.

—No me había dado cuenta de que los síndicos evacuaron la Audaz —le comentó a Desjani.

Ella le echó un vistazo a su visor, ejecutó algunos comandos, y luego asintió con la cabeza.

—Salieron cuando los demás síndicos abandonaron las naves de reparación. Por eso no nos dimos cuenta. Si pone una repetición del momento, lo verá claramente. No hay ningún cambio en las lecturas de la Audaz, por lo que no han abierto los sistemas de aire ni nada parecido.

—Ojalá eso simplifique las cosas.

Le dio el visto bueno al plan y lo mandó de vuelta. Le había dicho que no hacía falta que lo esperase, pero tener una escala clara en las órdenes solía dejar contenta a la gente.

Diez minutos después, mientras Geary esperaba la llegada de la fuerza enemiga que los perseguía y sentía en la cabeza una presión cada vez mayor debido a la creciente tensión, recibió otro aviso. Se trataba de una comunicación urgente. A Geary le costó contenerse para no refunfuñar al ver la etiqueta. Procedía del capitán Casia, de la
Conquistadora
, uno de los oficiales que más abiertamente se comportaba como un grano en el culo y con quien tenía que tratar en aquel momento. Sin embargo, era posible que realmente fuese importante. No era lo más probable viniendo de quien venía, pero tampoco podía arriesgarse a ignorarlo. Pulsó el botón de «Aceptar» y al momento apareció una pantalla en la que estaba Casia con el ceño fruncido.

—Capitán Geary —dijo con cierta dificultad—, me han informado de que van a usar a los infantes de marina destinados en mi nave en la operación de rescate de los supuestos prisioneros de la Alianza retenidos por los síndicos en los restos de la Audaz.

Geary buscó el lugar en el que estaba la
Conquistadora
. A diez segundos luz. No era demasiada distancia, por lo que la comunicación no tendría un retardo demasiado molesto, aunque aparentemente pudiese aplicársele ese adjetivo a la conversación.

—Es correcto, capitán Casia —afirmó Geary en un tono de voz formal. Luego esperó a ver cuál era el problema.

—También me han informado de que no va a haber un oficial al mando supervisando a los marines implicados —le espetó Casia.

Geary lo miró perplejo.

—Eso no es cierto, capitán Casia. Yo estoy supervisando a la coronel Carabali, que a su vez supervisa a los infantes según mis órdenes.

Veinte segundos después, la imagen de Casia frunció todavía más el ceño al escuchar la respuesta.

—Es posible que la supervisión de los infantes de marina en operaciones militares fuese más laxa antes de la guerra. Me refiero a que normalmente los oficiales de la flota supervisan directamente a los oficiales del cuerpo de marines y a los reclutas de más alto rango implicados en operaciones a bordo de naves.

—¿Cómo? —Los sistemas de control permitían al personal de más alto rango ver y oír lo que hacía cualquiera de los infantes protegidos con su armadura de combate, algo que Geary consideraba ocasionalmente útil, pero que a la vez podía distraerlos peligrosamente. Geary le quitó el volumen a su entrada de línea y se giró para ver a Desjani.

—Capitana Desjani, ¿es cierto que los oficiales de la flota suelen supervisar directamente las operaciones llevadas a cabo por los infantes de marina a bordo de naves?

Ella entornó los ojos, irritada.

—¿Quién le ha dicho eso?

—El capitán Casia.

—Tiene sentido, señor —dijo rápidamente, como si acabase de recordar que estaba tratando el tema con el comandante de la flota. Luego suspiró, alzó una mano y dijo con voz monótona—: Durante las operaciones de abordaje es usual hacer ese tipo de cosas, al menos desde que estoy en la flota.

—¿Y eso?

—Se teme que los infantes de marina encargados de asaltar una nave de combate puedan pulsar los botones erróneos y metan la pata, o incluso que hagan saltar por los aires algo importante, incluida la propia nave.

—¿Entonces me equivoco al pensar que los infantes tienen órdenes de no manipular nada a menos que sepan lo que hacen? —preguntó Geary.

Desjani se encogió de hombros.

—Claro que tienen órdenes de no golpear botones extraños, señor. Pero son infantes de marina.

Geary tenía que admitir que, efectivamente, ese era el quid. Cientos de años de avances tecnológicos de la humanidad, y todavía tenían que producir equipamiento a prueba de marines y de tripulantes. Esa era una de las razones principales por las que los suboficiales de la flota y los sargentos del cuerpo de marines no tenían miedo de quedarse obsoletos, puesto que una de sus funciones principales seguía siendo gritar «No toques nada a menos que te lo ordene» a los que estaban por debajo de ellos. Pero, dado que los infantes de marina tenían sargentos, Geary no terminaba de entender por qué debía haber oficiales de la flota en conexión con los infantes a través de un sistema de control.

—¿De qué rango de oficiales estamos hablando? Quiero decir, los que supervisan a los infantes.

—Los oficiales al mando de las naves —respondió Desjani con la misma monotonía.

—Está de broma...

—No, señor.

—¿Y quién se supone que se ocupa de las naves mientras supervisan a los suboficiales de los infantes de marina?

Desjani hizo una mueca para luego sonreír amargamente.

—Yo misma le hice esa pregunta al almirante Bloch la última vez que me cargaron a un subteniente de los infantes de marina mientras lideraba a una sección a bordo de una nave de guerra síndica. El almirante me informó de que estaba totalmente seguro de que una oficial tan buena como yo debería poder ocuparse de ambas cosas a la vez.

No era la primera vez que se sentía liberado por el hecho de que el almirante Bloch muriese antes de que lo despertasen, evitando así ser su subordinado. Y aquel sentimiento hacía que se sintiese culpable.

—Supongo que puedo dar una respuesta a eso, pero ¿ve realmente alguna buena razón para hacerlo?

Desjani volvió a encogerse de hombros.

—Alguna se puede encontrar, pero hay muchas más para no hacerlo. Yo nunca lo haría voluntariamente, señor.

—Eso pensé. Yo tampoco lo haría. —Se volvió para mirar al frente de nuevo. Luego volvió a activar el sonido de la comunicación con Casia y lo miró con expresión seria y neutral.

—Gracias por comentármelo. Me aseguraré de que los infantes de marina sepan que deben consultar a los oficiales de la flota antes de realizar cualquier acción que pudiese afectar a la seguridad de la nave en la que se encuentran.

Aproximadamente veinte segundos después, el ceño de Casia seguía igual de fruncido que antes, pero además estaba acompañado de una expresión algo acalorada.

—Existen buenas razones para las políticas actuales de la flota, capitán Geary. No hacer caso a la experiencia fruto de todo este tiempo de guerra podría tener repercusiones funestas para los prisioneros que pretendemos liberar.

Geary se dio cuenta de que hacía tiempo que no le lanzaban una indirecta tan afilada. En cierto modo tenía sentido, puesto que él carecía de toda esa experiencia de tiempos de guerra que otros oficiales de la flota sí tenían. Sin embargo, también era mentira, porque las lecciones que había aprendido eran acertadas. Si había algo de lo que estaba seguro, era que los oficiales superiores no pintaban nada acompañando de cerca a los oficiales de rango bajo que intentaban realizar su trabajo. De hecho, con respecto a ese tema había tenido experiencia más que suficiente cuando era suboficial.

—Gracias por la información —dijo Geary con tono neutral—. Lo tendré muy en cuenta, y tomaré en consecuencia las medidas pertinentes.

A lo mejor la experiencia, fruto de los tiempos de paz, no era la misma que la de los tiempos de guerra, pero al menos le había enseñado cómo decir «Déjame en paz» de un modo educado y profesional.

Por el aspecto que tenía la cara de Casia casi medio minuto después, al oficial no le había costado demasiado descifrar las intenciones de Geary.

—Después de la desastrosa última visita de la flota a Lakota...

Geary echó mano de su autoridad como comandante de la flota y silenció al oficial. Si lo hubiese escuchado, se habría cabreado, y no quería que la ira nublase su buen juicio. Mientras pensaba en que ojalá el capitán Casia tuviese también un botón de «Ignorar opción», dijo con voz dura:

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