Vampiro Zero (5 page)

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Authors: David Wellington

BOOK: Vampiro Zero
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Caxton siempre había sentido una curiosidad morbosa hacia la mujer de Arkeley, Astarte. Nunca había conocido a aquella mujer, ni siquiera la había visto en foto. Arkeley la mencionaba en raras ocasiones y nunca hablaba de su historia. Caxton creía que aún vivía en Bellefonte, aunque no estaba segura.

—Me gustaría mucho hablar con ella. ¿Puedes llamarla de mi parte?

Raleigh le dedicó una sonrisa educada pero poco esperanzadora.

—Puedo... intentarlo.

—Vale —dijo Caxton, a la que empezaba a dolerle la cabeza—. O mejor aún, ¿me das el número y la llamo yo?

La chica asintió y recitó el número de memoria. Caxton fue introduciéndolo en el móvil y presionó el botón de llamada. El teléfono sonó y sonó, pero no saltó ningún contestador. Caxton decidió colgar.

Ya quedaba poco para llegar a Harrisburg, sede de la jefatura de la policía estatal. Caxton acordó una cita para hablar con Raleigh, salió del coche y se dirigió hacia el edificio.

Su destino era una sala situada en el sótano que en su día había albergado un aula donde los agentes novatos aprendían tácticas de interrogatorio de sospechosos. La sala no tenía ventanas, pero sí dos pizarras blancas que ocupaban una pared entera y más de veinte pupitres para adultos; Caxton había creído que les resultarían útiles. También había una estantería que Caxton había comprado para ella, pero que había colocado junto a la puerta. La estantería estaba llena de documentos fotocopiados y encuadernados con anillas. Allí había de todo, desde informes policiales sobre actividades vampíricas, hasta las noticias relacionadas que habían podido encontrar, pasando por los pocos artículos científicos existentes dedicados a los vampiros. Encima de la estantería había también un ordenador portátil con una conexión wi-fi irregular, pues estaban en un sótano. Aún esperaban los recursos necesarios para digitalizarlo todo y crear una base de datos. De momento, sin embargo, la mayor parte de los recursos de la USE se invertían en mantener abierta la línea telefónica para avisos y para pagar los exiguos salarios de Caxton y Glauer. Junto a la estantería había una serie de enormes archivadores metálicos que de momento estaban vacíos, pero que con el tiempo se irían llenando con las transcripciones de la línea de avisos y con los informes detallados de Caxton. Glauer estaba ya en el extremo opuesto de la sala, escribiendo en la pizarra.

Había comprado una caja de cafés en Dunkin' Donuts y tenía ya varias tazas preparadas. Le ofreció una a Caxton, pero la agente prefería obtener la cafeína necesaria de refrescos light. En el piso superior había una máquina expendedora, pero ya no tenía tiempo de subir. La reunión estaba a punto de empezar.

Se sentó en el borde de un escritorio, cerca de las pizarras, y fue saludando a los miembros de la USE a medida que entraban. Glauer era el único agente, sin contarla a ella, que trabajaba para la unidad a tiempo completo, pero había una docena de policías más que asistían a las reuniones informativas y a los que podían llamar si los necesitaban. La USE era una fuerza especial mixta que incluía múltiples jurisdicciones. Los demás miembros eran agentes estatales, como ella misma, miembros del equipo de respuesta de la zona (el equivalente al SWAT dentro de la policía estatal de Pensilvania) o agentes del FBI. Éstos fueron los primeros en llegar: probablemente se encontraran ya en el edificio de la jefatura, matando el tiempo mientras esperaban a que llegara la hora de comer. Más tarde aparecieron algunos de los policías de los diversos municipios, muchos de ellos procedentes de Gettysburg. Algunos eran supervivientes de la masacre que había tenido lugar allí. Otros venían de lugares tan lejanos como Pittsburg, Filadelfia o incluso Erie. Eran policías normales y corrientes que deseaban hacer unas horas extra, y que venían a ser los ojos y los oídos de la unidad en esas ciudades tan alejadas. Se los veía algo distraídos, como si tuvieran cosas mejores que hacer en otra parte, pero allí estaban y eso era lo que importaba. La última persona que entró en la sala fue un hombre vestido con traje negro y corbata roja. Llevaba una pequeña insignia en la solapa: una estrella dentro de un círculo. Caxton la había visto por primera vez la noche en que había conocido a Arkeley.

—Marshal Fetlock —dijo el hombre, que le tendió la mano a Glauer. Tendría unos cincuenta años, pero aún conservaba una mata de pelo negro que le caía sobre la frente. Tan sólo asomaban algunas canas en las patillas, aunque las llevaba tan cortas que casi no se notaban—. Sólo he venido a ponerme en antecedentes —dijo.

A Caxton no le sorprendió verle allí, aunque no estuviera invitado. El hombre era un Marshall, lo que en su día Arkeley había sido. Arkeley se había retirado del servicio mucho antes de convertirse en vampiro, pero Caxton sabía que Fetlock y sus superiores seguían sus investigaciones con interés. Si Arkeley empezaba a cargarse a gente, eso dañaría la imagen de los marshalls, de modo que tenían buenas razones para ayudarla en lo que pudieran.

En cuanto Fetlock estuvo sentado, con una taza intacta de café tibio en el suelo, junto a él, Caxton empezó a hablar. Se presentó a los nuevos y les agradeció a todos su asistencia. Los presentes sacaron sus agendas electrónicas y sus libretas de notas.

Glauer había colgado varias fotos en la pizarra y había trazado unas líneas que unían los diversos elementos de la investigación.

—Quienes ya hayan estado aquí antes se darán cuenta de que tenemos novedades —dijo, y con un rotulador señaló una parte de la pizarra donde podía leerse:
LÍNEA VAMPIRO N°. 2
.

Debajo había una fotografía de Kenneth Rexroth que parecía sacada del archivo policial. Junto a su nombre, Glauer había escrito:
BAJO CUSTODIA
. Debajo de la fotografía había dos cruces con dos nombres que Caxton no reconoció. Sin embargo, sabía a quién debían corresponder: al vigilante nocturno y al conserje que Rexroth había matado. Durante un momento estuvo pensando en el brazo seccionado del conserje, pero finalmente logró controlarse y continuó hablando:

—Anoche fui a investigar una supuesta actividad vampírica en un centro de autoalmacenaje de Mechanicsburg. Resultó ser una pérdida de tiempo. El sujeto, un tal Kenneth Rexroth, del cual desconocemos aún la dirección y si usaba otros alias, era un ser humano normal disfrazado de vampiro. Un impostor. Su único contacto con los vampiros había sido a través de los medios. Logré apresarle prácticamente sin tener que luchar y de momento considero que esta línea está cerrada, aunque quería que fueran conscientes de que este tipo de cosas existen: niños tontos y aburridos que creen que los vampiros molan. No es el primer caso del que teníamos noticia, pero éste terminó con dos víctimas. Y no quiero que vuelva a suceder. La verdad, no tenemos tiempo para esto. El agente Glauer ha sugerido que montemos un operativo conjunto para visitar los colegios y educar a los niños sobre los peligros de jugar con ciertas cosas. Si se hace, no lo hará mi unidad; pero más tarde le cederé la palabra para que él mismo exponga la propuesta.

Movió el rotulador sobre la pizarra hasta llegar a la
LÍNEA VAMPIRO N°. 1
. La investigación sobre Arkeley.

—Este es el verdadero motivo por el cual estamos aquí. Aún no está cerrado, ni mucho menos. Como hay varias caras nuevas entre los asistentes —dijo, y miró a Fetlock—, permítanme que repase algunos de los detalles.

Capítulo 8

Había tres fotografías pegadas en la pizarra. La primera mostraba el rostro de lo que parecía un cadáver. La piel de la cara estaba descompuesta y le faltaba un ojo, lo que le dejaba una cuenca vacía a la vista. Tenía la boca entreabierta, donde se veían varias hileras de dientes que, en otro momento, debieron resultar terribles, aunque ahora le faltaban unos cuantos y otros estaban cariados, rotos y renegridos.

—Esta es Justinia Malvern —dijo Caxton—. La vampira viviente más vieja del mundo, aunque eso de «viviente» es un término relativo. Los vampiros viven para siempre si no se los mata, es cierto, pero contrariamente a lo que tal vez hayan oído, no sólo envejecen, sino que lo hacen con escasa dignidad.

Algunos de los presentes se rieron entre dientes. Por lo menos estaban despiertos.

—Cada noche que pasa necesitan más sangre para mantenerse fuertes y activos. Después de trescientos años, Malvern ni siquiera puede incorporarse en su ataúd. No obstante, eso no significa que sea inofensiva. Hace un año engendró cuatro vampiros nuevos y varias buenas personas perdieron la vida en el intento de cazarlos. El ejército de vampiros al que nos enfrentamos el octubre pasado en Gettysburg también fue responsabilidad suya... Todos están al corriente de lo mal que podría haber terminado aquello. El último vampiro que ha engendrado es éste.

Señaló la segunda fotografía de la pizarra y luego la tercera. Ambas eran de Jameson Arkeley, tal como había sido en vida y como había quedado después de morir, respectivamente. La fotografía de antes de su muerte mostraba a un hombre entrado en años, con una mirada tan penetrante que se hacía difícil mirarlo a los ojos. La segunda fotografía, según el punto de vista de Caxton, mostraba tan sólo a un vampiro más. No era una fotografía real, sino una extrapolación generada por ordenador del aspecto que debía de tener Arkeley convertido en vampiro. Ella lo había visto en vivo y en directo y sabía que la imagen no le hacía justicia: no daba suficiente miedo.

—Tras la masacre de Gettysburg, Arkeley aceptó la maldición. Lo hizo para salvar mi vida y no sé qué habría pasado si no hubiera sido por él —aseguró Caxton y sacudió la cabeza—. En aquel momento me prometió que en cuanto hubiera acabado con el último vampiro, volvería para entregarse, para que yo pudiera matarlo y poner fin a todo esto. De eso hace ya dos meses y aún no se ha dejado ver.

Junto a su fotografía como vampiro, Glauer había escrito las siglas PI, «personaje de interés». Eso significaba que se lo buscaba para interrogarlo, pero que de momento no se lo había vinculado directamente con ningún crimen.

—Aún no hemos encontrado ningún cuerpo que podamos atribuirle, ni hemos cazado a ningún siervo no muerto creado por él.

Al fondo de la sala, el Marshall Fetlock levantó la mano, pero Caxton no le cedió la palabra.

—Un siervo no muerto es el esclavo de un vampiro. Si un vampiro se bebe tu sangre y te mata, luego puede hacerte regresar de la tumba. A tu cuerpo no le gusta y tu alma no lo soporta. Te pudres mucho más rápido de lo normal, de modo que la mayoría de los siervos duran sólo una semana, y luego sus cuerpos se desintegran. Pero hasta ese momento haces todo lo que te pide el vampiro. Todo. Incluso matar a tu mejor amigo.

Fetlock bajó la mano y asintió. Había respondido a su pregunta.

—Jameson Arkeley era mi compañero —dijo Caxton, lo cual era más o menos cierto. En cualquier caso, así era como ella pensaba en él, independientemente de cómo él la viera a ella—. Y además, un buen amigo. Me pidió que lo matara porque sabía lo que les sucede a las personas que se convierten en vampiros. Las primeras dos noches son casi humanos: pueden ser nobles, buenos y sabios. Hasta que les entra la sed de sangre. Entonces empiezan a pensar en ella, en su sabor y en lo fuertes que los haría. En la multitud de personas llenas de sangre que hay por el mundo y en cómo una o dos podrían desaparecer sin que nadie se diera cuenta. Lo he visto una y otra vez; independientemente de su fuerza de voluntad —y Arkeley era uno de los hombres con más carácter que he conocido— siempre acaban sucumbiendo. Con cada persona que matan les resulta más y más fácil, más excitante. Sus cuerpos empiezan a pedir más sangre, siempre quieren más...

Se dio la vuelta y observó las fotografías. Estudió los ojos de Arkeley. Como le sucedía últimamente, se puso a pensar en aquel último momento en Gettysburg, cuando Arkeley le había prometido regresar para que ella pudiera dispararle al corazón. El vampiro había creído realmente que iba a poder hacerlo, que podría rendirse. Y ella lo había creído también.

Sin embargo, en algún momento entre aquel instante y el alba, había cambiado de opinión. Se había perdido entre las sombras, se había escondido en algún lugar donde ella no pudiera encontrarlo. ¿Qué habría pasado por su cabeza? ¿Habría tenido miedo a morir? Ya no era el hombre que ella había conocido y respetado. ¿Se había creído capaz de soportar la sed de sangre? ¡Pero si había sido precisamente él quien le había enseñado a Caxton que eso era imposible!

En un rincón de la sala, Glauer carraspeó discretamente. Caxton parpadeó varias veces y volvió a dirigirse a los presentes:

—Arkeley es peligroso. Debemos destruirlo en el acto —dijo, recalcando cada palabra—. Puede provocar unos daños incalculables. Es mucho más fuerte que un ser humano y también mucho más rápido. Además, conoce todos los trucos que los humanos han utilizado para matar a un vampiro. Sin embargo, lo peor de todo es que en cualquier momento podría convertirse en un Vampiro Cero.

Cogió un rotulador y dibujó un sencillo esquema en la pizarra. Debajo de la fotografía de Arkeley trazó dos círculos conectados por una corta línea. Debajo de esos dos círculos dibujó cuatro más y luego ocho. Finalmente los conectó todos entre sí.

—Se trata de un término que hemos inventado en la USE. Aunque se puede decir que lo hemos tomado del ámbito de la epidemiología. Cuando se rastrea la progresión de un virus, es importante retroceder tanto como sea posible, hasta llegar a la primera persona infectada. Esa persona es lo que se conoce como Paciente Cero. Hay que encontrar a esa persona y quitarla de en medio cuanto antes para evitar que infecte a más gente.

Caxton señaló la fotografía de Arkeley en la pizarra.

—Y lo mismo sucede aquí. Los vampiros pueden engendrar a otros vampiros. Lo hacen porque se sienten solos o para tener a alguien que cuide de ellos cuando están ya demasiado decrépitos para cuidar de sí mismos. Si se sienten amenazados, engendrarán más vampiros para refugiarse en el grupo. Y ésa es su mayor amenaza, su capacidad de cooperar y crecer en número. Con la motivación suficiente, un vampiro puede engendrar varios vampiros más cada noche. Y ésos, a su vez, pueden engendrar más. El número total crece muy rápido. Estamos hablando de un organismo patológico que puede dar lugar a una nueva generación cada veinticuatro horas. Y cada vampiro es tan letal como el que lo engendró, e igual de difícil de matar. La única forma de asegurarnos de que eso no suceda es encontrar a Arkeley y a Malvern cuanto antes. Debemos encontrarlos y acabar con ellos, sin vacilar y sin escrúpulos.

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