Zona zombie (31 page)

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Authors: David Moody

Tags: #Terror

BOOK: Zona zombie
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La oscuridad que se iba disolviendo lentamente a primera hora de la mañana camuflaba el aeródromo. En su cabeza, Richard seguía imaginándose el lugar como lo había dejado unas horas antes: una pequeña colección de edificios rodeados de espacio vacío y cercados por una alambrada de tela metálica y por muchos miles de cadáveres al otro lado. Sabía que ahora tendría un aspecto diferente, pero era difícil imaginar hasta qué punto había cambiado la siniestra escena.

El miedo y los nervios le confundían. Perdió la orientación y voló sobre el aeródromo sin reconocerlo. En la penumbra ininterrumpida todo parecía igual, y no fue hasta que estuvo casi encima del centro de la ciudad de Rowley cuando se dio cuenta de su error. Dio un giro con el helicóptero en un arco amplio y elegante, y voló de vuelta, vislumbrando al fin el aeródromo —y el fuego y el humo al lado de la torre de control— a algo menos de dos kilómetros por delante. Como un escarabajo oscuro y negro sobre un paisaje monocromático, el aeródromo ya parecía invadido y perdido. Una vez más, consideró la posibilidad de dar la vuelta y regresar a Cormansey. Había cientos de miles de cadáveres moviéndose constantemente por el lugar, llenando cada metro cuadrado de terreno. Incluso si Cooper, Croft y los demás seguían allí abajo con vida, ¿qué podía hacer para ayudarles?

43

—¿Qué están haciendo ahora? —preguntó Steve Armitage.

Demasiado asustado para mirar él mismo, el corpulento camionero estaba apoyado contra la pared del fondo, lo más alejado posible de las ventanas sin tener que salir de la sala. Cooper y Emma seguían cerca del cristal, observando cómo los cadáveres seguían moviéndose a sus pies cada vez más inquietos.

La parte posterior del cercano edificio de oficinas llevaba horas ardiendo y más de la mitad del edificio había quedado consumido por las llamas. El fuego había atraído la atención de muchos de los cadáveres, pero otros muchos seguían rodeando los demás edificios. El peso físico de su inmenso número significaba que habían forzado la entrada en el hangar, la sala de espera y otros lugares a través de las ventanas y las puertas que habían quedado abiertas. Los que se habían acercado demasiado al edificio incendiado acabaron devorados por las llamas. El aspecto y los movimientos extraños de los cuerpos en llamas eran inquietantes e irreales. Ignorando el calor y las llamas que los consumían con rapidez, los cadáveres seguían tambaleándose por ahí, chocando con otros cuerpos e incendiándolos. El fuego, aunque confinado en su mayor parte al otro extremo de los restos del edificio de oficinas, se propagaba a gran velocidad y consumía el resto de la estructura. Cualquier cambio en la dirección del viento, pensó Cooper, podía provocar que no tuvieran más alternativa que salir de la torre de control y probar suerte con las enormes masas del exterior.

—Ya han entrado en al menos tres edificios —informó Emma.

—¿Sigues pensando que aquí estaremos seguros? —le cortó Steve furioso, mirando a Cooper y exigiendo una respuesta.

—Nunca he dicho que estemos seguros —contestó a la defensiva—, sólo he dicho que aún no saben que estamos aquí. Esperemos que el fuego los mantenga ocupados y distraídos.

—¿Eso crees?

—Es posible.

—Suponiendo que no lo sea, ¿cuánto tiempo hasta que consigan entrar aquí?

—Bloqueamos la puerta de entrada. Probablemente no tengan fuerza para pasar por ahí.

—Tampoco creíamos que tuvieran fuerza para derribar la maldita alambrada, pero lo hicieron.

Cooper no respondió. Sabía que Steve tenía razón.

—¿Habéis bloqueado todas las puertas y ventanas de la planta baja? —preguntó Juliet Appleby desde el otro lado de la sala. Tenía la cara aplastada contra otra ventana más pequeña y estaba intentado mirar justo al pie de un lateral del edificio.

Cooper negó con la cabeza.

—No, sólo la entrada principal. Sólo tuvimos tiempo para eso. ¿Por qué?

—Porque tanto si lo consiguen como si no, parece que están intentando entrar.

—¿Por dónde? —preguntó Emma ansiosa.

—Puedo ver un par de grupos.

—¿Qué hacen?

—No gran cosa por el momento, sólo empujando contra la puerta, creo. Es difícil de ver desde aquí arriba.

—Dios santo, esto es una maldita estupidez —chilló Steve, cada vez más furioso y frustrado—. No nos podemos quedar aquí sentados esperando a que entren.

—Eso es todo lo que podemos hacer, ¿no te parece? —respondió Juliet.

—Podríamos intentar la huida —sugirió—. Abrirnos paso luchando y llegar hasta uno de los camiones para largarnos.

—¿Adónde iríamos? —preguntó Cooper—. Ya viste lo que le pasó a los demás.

Armitage no pudo contestar. La idea de otro viaje sin destino a través de una campiña en descomposición era sólo un poquitín más atractivo que quedarse sentado sin hacer nada. Era un último recurso, pero sabía que podía acabar siendo su única opción.

Emma estaba de nuevo delante de la ventana más grande, contemplando lo que ocurría en el exterior. El suelo estaba ahora completamente cubierto de una gruesa capa de carne muerta y ya no podía ver ningún trozo de hierba, pavimento o pista. El edificio de oficinas estaba calcinado casi por completo y sabía que dentro no podía quedar nadie con vida. Por todas partes, las criaturas se apelotonaban alrededor de los demás edificios. Los cuerpos en llamas seguían arrastrándose por todas partes y una capa de humo denso como la niebla se había instalado encima de toda la escena. El viento era suave y soplaba sin dirección definida, de manera que el humo no daba señales de dispersarse.

—¿Cómo es el tejado de este edificio? —preguntó Emma de repente.

—¿Qué? —gruñó Cooper.

—El tejado de este edificio —repitió—. ¿Es plano?

—No estoy seguro. No lo creo. En realidad no se puede ver desde el suelo. ¿Por qué? ¿En qué estás pensando?

—Estoy pensando en que si queremos salir de aquí, tenemos que estar en algún lugar bien visible para que Richard nos pueda ver cuando regrese.

—Si regresa —siseó Steve.

—Cuando regrese —le corrigió Cooper—. Pueda o no hacer algo por nosotros, estoy seguro de que volverá. Nosotros haríamos lo mismo si estuviéramos en su pellejo. Uno no se puede quedar tranquilamente en la isla sabiendo que es posible que aquí queden personas vivas y atrapadas, ¿no?

No hubo respuesta.

—En cualquier caso —prosiguió Emma—, además de ser visibles, nos tenemos que asegurar de que acabamos en algún sitio al que los cuerpos no puedan llegar.

—¿Como qué?

—Como un tejado plano —contestó.

—Creo que el tejado es inclinado —comentó Juliet, que seguía junto a la ventana, aunque ahora mirando hacia arriba en vez de hacia abajo—. Y yo no puedo subir ahí arriba...

Cooper fue moviéndose con torpeza alrededor para tener una visión más clara del resto del aeródromo y, lo más importante, de los pocos edificios que quedaban cerca.

—No estoy seguro de éste, pero ése de ahí puede servir —comentó, señalando hacia un pequeño edificio de mantenimiento que se levantaba a la sombra del hangar donde había estado alojado el avión.

—Por lo que puedo ver, sólo hay un par de problemillas —gruñó Steve detrás de él—. Llegar allí y subir al tejado. ¿Alguna idea brillante?

—¿Hasta qué punto estás desesperado? —preguntó Cooper.

—Jodidamente desesperado.

—Yo también, así que tendremos que buscar una manera de hacerlo, ¿no te parece? No veo que tengamos más alternativas.

—¿Cómo?

—Intentemos los trucos habituales —contestó—, porque hasta ahora han funcionado. Distraeremos a los cadáveres y saldremos corriendo.

—¿No deberían estar ya distraídos con el fuego? —preguntó Emma con sensatez.

Tenía razón. Muchos cuerpos seguían reunidos alrededor de la base de la torre de control sin preocuparles el creciente calor y el resplandor de las llamas.

—Tienes razón. Además, ese edificio tiene al menos seis metros de altura —suspiró Steve—. ¿Qué vamos a hacer? ¿Saltar, por el amor de Dios? ¿Subirnos a los hombros?

—Encontraremos una manera.

—Olvida los edificios —intervino Emma, su mente funcionando a toda velocidad—. Usar los camiones es una idea mejor. Eso lo podemos hacer, ¿o no? En cuanto nos vean encima de uno de los edificios, tendremos a toda la maldita multitud saltando a nuestros pies. Al menos con los camiones podremos estar en movimiento.

—Pero los camiones están aún más lejos —gimoteó Juliet—. ¿Y cómo podremos pasar a través de una muchedumbre como ésta?

—El camión penitenciario está al otro lado de la pista —comentó Cooper—. Desde aquí no puedo ver el transporte de tropas.

—Aun así, no sabemos cómo llegar a él —le recordó Steve.

—Bueno, pues será mejor que pensemos en algo condenadamente rápido.

—¿Por qué?

—Porque el helicóptero ha regresado.

44

En cuanto estuvo sobre el aeródromo, Richard Lawrence permitió que el helicóptero descendiera ligeramente, encendió el reflector y revisó toda la zona. Durante un rato, lo único que pudo ver fueron cadáveres descompuestos y le llevó algún tiempo orientarse e identificar adecuadamente las formas y las siluetas de la torre de control y de los demás edificios a través del humo. Consciente de que el ruido y la luz habían provocado otro maldito frenesí en la multitud putrefacta que tenía a sus pies, descendió un poco más, deteniéndose cuando estuvo nivelado con la punta de la torre.

Podía ver gente. El cercano edificio de oficinas había quedado destruido y el hangar invadido, pero no cabía duda de que estaba viendo personas en lo alto de la torre de control. Tuvo que mirar dos veces para asegurarse de que no eran cadáveres que habían encontrado una forma de entrar. Desde su posición elevada no podía ver señales evidentes de que la entrada del edificio se hubiera visto afectada. Si los muertos hubieran conseguido forzar la entrada, esperaría que cientos de ellos se hubieran apelotonado inútilmente en el interior, pero no parecía que hubiera muchas personas dentro, y los que podía ver se movían con determinación y control. Debían de ser supervivientes, pero ¿cómo podía llegar a ellos?

La cara de Cooper apareció en la ventana, confirmando a Richard más allá de toda duda que su regreso al continente había valido la pena.

—Tenemos que salir de aquí —gritó Emma, que de repente tenía que elevar la voz para hacerse oír por encima del maravilloso ruido del helicóptero.

—Pero no hay salida —chilló Steve—. Dios santo, ya hemos pasado por esto. Estamos rodeados. Están por delante y por detrás y...

—Emma tiene razón —le interrumpió Cooper—. Tenemos que encontrar una salida y lo tenemos que hacer ahora mismo.

—Vayamos a por los camiones —sugirió Juliet.

—Estoy de acuerdo —asintió Emma con rapidez—, es la mejor opción. Richard nos verá en movimiento. Si conseguimos llegar a uno de los camiones, podremos atravesar la masa de cadáveres hasta que lleguemos a algún lugar donde haya menos. Entonces podrá aterrizar y recogernos.

—¿Así que simplemente vamos a salir corriendo?

—No va a ser fácil —replicó Emma, mirando hacia el suelo más cercano a la base del edificio—. Creo que deberíamos distraerlos y alejarlos de la puerta o ventana que decidamos utilizar para salir. Entonces, quizás uno de nosotros podría abrirse paso entre ellos y traer de vuelta el camión.

Cooper estaba detrás de Emma, barajando todas las opciones. Miraba hacia arriba y hacia fuera. El helicóptero estaba tan cerca que, a pesar del humo creciente, podía ver con claridad la cara del piloto, pero la distancia era irrelevante. Bien podía encontrarse a cientos de kilómetros de distancia que la ayuda que les estaba proporcionando sería la misma. Richard parecía comprensiblemente nervioso. Cooper sabía que no esperaría eternamente a que se pusieran en marcha.

—Madre mía —murmuró Juliet—. Mirad esto.

Señaló por la ventana hacia una zona del suelo que estaba casi directamente debajo del helicóptero.

—¿Qué demonios están haciendo? —preguntó Steve, acercándose para ver mejor.

Los cuatro miraron una zona de terreno sobre la que Richard había dejado descansar la luz del reflector, debajo del helicóptero y ligeramente hacia un lado. Mientras que los cadáveres seguían reaccionando como esperaban los supervivientes, otros empezaban a mostrar un comportamiento diferente. Un gran número seguía avanzando y luchando contra los cadáveres que tenían más cerca, pero otros muchos no lo hacían. En su lugar, parecía que esos cuerpos estaban visiblemente nerviosos e irritados por el ruido, la luz y el viento procedente del helicóptero detenido a corta distancia por encima de sus cabezas putrefactas. Algunos de ellos parecía que estaban buscando refugio. Era difícil de creer, pero una gran parte de los cadáveres estaba intentando alejarse de la perturbación que tenían por encima.

—Por todos los demonios —exclamó Cooper.

—Eso es —anunció Emma—, ésta es nuestra oportunidad. Es lo que has dicho antes, están cambiando. Finalmente están empezando a despertar. Maldita sea, esas cosas ahí abajo están asustadas.

—¿Asustadas? —se sorprendió Steve—. ¿Te has vuelto completamente loca?

—El ruido del helicóptero les asusta. Es posible que nosotros no seamos una amenaza, pero eso sí lo es.

—Gilipolleces.

—Es posible —replicó Emma con rapidez—, pero mírales. No importa lo que lo está provocando. La cuestión es que nos da la posibilidad de pasar al lado de algunos de ellos.

—¿Cómo? —preguntó Juliet.

—El helicóptero nos cubrirá. Crearemos toda la distracción que podamos y conseguiremos la ayuda de Richard. Lo más probable es que algunos desaparezcan o se mantengan fuera de nuestro camino.

—¿Algunos?

—Es muy probable que el resto vaya a por nosotros, como siempre.

Por mucho que odiara admitirlo, Steve sabía que Emma tenía razón. Era mejor salir y enfrentarse a quinientos cadáveres que a cinco mil.

—Tendríamos que hacerlo ya —anunció Juliet.

—¿Hacer exactamente qué? —preguntó Steve nervioso.

—Distraerlos, salir y darles una buena patada en el culo —respondió Emma.

—Porque si no lo hacemos —les recordó Cooper—, no podremos subir a ese helicóptero y nos quedaremos aquí atascados. Si no salimos y nos enfrentamos a ellos ahora mismo, entonces lo tendremos que hacer aquí arriba cuando finalmente consigan entrar; eso si antes no nos hemos achicharrado. ¿No os parece que no hay demasiadas alternativas?

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