Read ¡Acabad ya con esta crisis! Online
Authors: Paul Krugman
Paul Krugman, Premio Nobel de Economía, ha escrito un libro realmente extraordinario en el que las causas de la actual crisis económica, los motivos que conducen a que sigamos sufriendo hoy sus consecuencias y la forma de salir de ella, recuperando los puestos de trabajo y los derechos sociales amenazados por los recortes, se explican con una claridad y sencillez que cualquiera puede, y debería, entender.
«Naciones ricas en recursos, talento y conocimientos —los ingredientes necesarios para alcanzar la prosperidad y un nivel de vida decente para todos— se encuentran en un estado de intenso sufrimiento». ¿Cómo llegamos a esta situación? Y, sobre todo, ¿cómo podemos salir de ella? Krugman plantea estas cuestiones con su habitual lucidez y nos ofrece la evidencia de que una pronta recuperación es posible, si nuestros dirigentes tienen «la claridad intelectual y la voluntad política» de acabar ya con esta crisis.
Paul Krugman
¡Acabad ya con esta crisis!
ePUB v1.0
JosuneBiz19.06.12
Título original:
End This Depression Now!
Paul Krugman, 2012.
Traducción: Cecilia Belza y Gonzalo García
Ilustraciones: Jaime Fernández
Diseño/retoque portada: Jaime Fernández
Editor original: JosuneBiz (v1.1)
ePub base v2.0
A los que están en paro, que merecen algo mejor
El presente libro versa sobre la depresión económica que aflige ahora a Estados Unidos y muchos otros países; una depresión que acaba de entrar en su quinto año y que no muestra ningún signo de terminar en breve. Ciertamente, se han publicado ya muchos libros sobre la crisis financiera de 2008, que señaló el inicio de esta depresión, y sin duda se están preparando muchos otros. Pero este libro, según creo, es distinto de la gran mayoría porque intenta dar respuesta a una pregunta distinta. En su mayoría, la floreciente bibliografía sobre nuestro desastre económico inquiere: «¿Cómo ha pasado esto?». Yo, en cambio, me pregunto: «Y ahora, ¿qué hacemos?».
Obviamente, son preguntas con cierta relación; pero en ningún caso son la misma. Saber qué causa un ataque de corazón no nos aclara qué tratamiento darle cuando ocurre; lo mismo cabe afirmar de las crisis económicas. Y ahora mismo, la cuestión del tratamiento debería ser la que más nos preocupara. Cada vez que leo artículos, académicos o de opinión, que analizan lo que deberíamos hacer para prevenir futuras crisis financieras —y son muchos los artículos de esa clase que leo—, me despiertan cierta impaciencia. Sí, de acuerdo, la cuestión merece atención; pero como aún tenemos que recuperarnos de la última crisis, ¿no deberíamos tener como prioridad clara la recuperación de la crisis actual?
Pues aún vivimos, en buena medida, eclipsados por la catástrofe económica que golpeó tanto a Europa como a Estados Unidos hace cuatro años. El producto interior bruto (PIB), que normalmente crece unos dos puntos porcentuales al año, apenas supera el máximo previo a la crisis incluso en países que han vivido una recuperación relativamente fuerte; y en varios países europeos se ha reducido en cifras de dos dígitos. Entretanto, el desempleo, en los dos lados del Atlántico, sigue remontándose a niveles que antes de la crisis nos habrían parecido inconcebibles.
La mejor forma de pensar sobre esta crisis continuada, a mi modo de ver, es aceptar el hecho de que estamos viviendo una verdadera depresión. No la Gran Depresión, de acuerdo; o no para la mayoría de nosotros, pues la respuesta es muy distinta si se les pregunta a los griegos, los irlandeses o incluso los españoles, con un desempleo del 23 por 100 (y de casi el 50 por 100 entre los jóvenes). Y, como fuere, esencialmente se trata de la misma clase de situación que John Maynard Keynes describió en la década de 1930: «un estado crónico de actividad inferior a la normal durante un período de tiempo considerable, sin tendencia marcada ni hacia la recuperación ni hacia el hundimiento completo».
Y esta no es una ninguna situación satisfactoria. Hay algunos economistas y algunos importantes gestores políticos que parecen satisfechos con evitar el «hundimiento completo»; pero la realidad es que el presente «estado crónico de actividad inferior a la normal», que se refleja sobre todo en la falta de puestos de trabajo, está causando una acumulación de graves penalidades a muchas personas.
Así pues, es de veras esencial que adoptemos medidas que favorezcan una recuperación real y completa. Y aquí viene la clave: sabemos cómo hacerlo; al menos, deberíamos saberlo. Estamos sufriendo penalidades que —pese a todas las diferencias de detalle que se deben a los 75 años de cambio social, tecnológico y económico— son claramente similares a las de los años treinta. Y sabemos qué deberían haber hecho entonces los gestores políticos: tanto por los análisis contemporáneos de Keynes y otros economistas, como por el gran número de estudios posteriores. Estos mismos análisis nos indican qué deberíamos hacer para solventar las dificultades que experimentamos hoy.
Por desgracia, no estamos usando el conocimiento que tenemos porque, por una serie diversa de razones, demasiadas personas de entre las que más pesan —políticos, funcionarios públicos de primer orden y la clase más general de autores y comentaristas que definen el saber convencional— han elegido olvidar las lecciones de la historia y las conclusiones de varias generaciones de grandes analistas económicos; y en lugar de este conocimiento, obtenido con tanto empeño, han optado por prejuicios ideológica y políticamente convenientes. Sobre todo, el saber convencional de aquellos que algunos de nosotros hemos pasado a denominar, con sarcasmo, la «gente muy seria», ha hecho caso omiso por completo de la máxima esencial de Keynes: «el auge, y no la depresión, es la hora de la austeridad». Es hora de que el gobierno gaste más, y no menos, hasta que el sector privado esté preparado de nuevo para impulsar la economía. Sin embargo, lo habitual ha sido instaurar políticas de austeridad y de destrucción de empleo.
Este libro, pues, intenta romper con el predominio de este saber convencional tan destructivo y defiende la necesidad de adoptar políticas expansivas y de creación de empleo. Para esta defensa tendré que presentar pruebas, por lo que el libro contiene algunos cuadros y figuras. Pero confío en que esto no lo haga parecer un texto técnico; en que siga siendo accesible a cualquier lector inteligente, sin conocimientos especiales de economía. Pues lo que intento hacer aquí, de hecho, es saltar por encima de esa «gente seria» que, por la razón que sea, nos ha metido a todos en el camino equivocado, a costa de enormes sufrimientos para nuestras economías y nuestras sociedades; y apelo en cambio a una opinión pública informada, que nos lleve a hacer lo correcto.
Tal vez —solo tal vez— nuestra economía esté por fin en el trayecto rápido a una verdadera recuperación cuando este libro llegue a las estanterías, con lo que mi llamamiento no será necesario. Así lo deseo, con todas mis fuerzas; pero dudo mucho de que sea así. El hecho es que todos los indicios apuntan a que nuestra economía seguirá estando débil durante mucho tiempo, mientras los gestores de nuestras políticas no cambien el rumbo. A lo que aspiro con estas páginas es a ejercer presión, a través de una opinión pública informada, para que ese rumbo cambie de una vez y acabemos ya con esta crisis.
-Creo que, ahora que empiezan a emerger esos brotes verdes en distintos mercados y que ha empezado a restaurarse la confianza, esto iniciará la dinámica positiva que recuperará nuestra economía.
-¿Ve usted brotes verdes?
-Si que los veo, veo brotes verdes.
BEN BERNANKE, presidente de la Reserva Federal, entrevistado por
60 Minutes
, 15 de marzo de 2009.
E
n marzo de 2009, Ben Bernanke, quien normalmente no es ni el más alegre ni el más poético de los hombres, rebosó optimismo al respecto de la perspectiva económica. Tras la caída de Lehman Brothers, seis meses antes, Estados Unidos había entrado en un picado económico terrorífico. Pero el presidente de la
Fed
apareció en el programa de televisión
60 Minutes
y declaró que la primavera estaba próxima.
Sus comentarios adquirieron fama inmediata, en parte por lo siguiente: exhibían un inquietante parecido con las palabras de Chance —alias Chauncey Gardiner—, el jardinero simple al cual, en la película
Being There
[1]
, se confunde con un hombre sabio. En una de las escenas de este filme se pide a Chance que comente la política económica y este tranquiliza al presidente diciendo: «Mientras que no se corten las raíces, todo está y estará bien en el jardín … En primavera habrá crecimiento». A pesar de las bromas, sin embargo, el optimismo de Bernanke era ampliamente compartido. A finales de 2009, Time eligió a Bernanke como su «Persona del Año».
Por desgracia, no todo iba bien en el jardín y el crecimiento prometido no llegó nunca.
Para ser justos, Bernanke tenía razón al afirmar que la crisis estaba mejorando. El pánico que se había apoderado de los mercados financieros estaba calmándose y el hundimiento económico perdía velocidad. Según el contador oficial de la Agencia Nacional de Estudios Económicos de Estados Unidos, la denominada «Gran Recesión», que había comenzado en diciembre de 2007, terminó en junio de 2009, cuando se inició una recuperación. Pero si hubo tal recuperación, fue de una clase que sirvió de muy poca ayuda a la mayoría de estadounidenses. Los puestos de trabajo siguieron siendo escasos; cada vez más familias continuaban agotando sus ahorros, perdiendo sus hogares y, lo peor de todo, perdiendo la esperanza. Ciertamente, la tasa de desempleo ha descendido con respecto al máximo que alcanzó en octubre de 2009. Pero la mejora ha avanzado a paso de caracol; varios años después de que Bernanke hablara de ella, seguimos esperando a que la «dinámica positiva» haga su aparición.
Y esto era en Estados Unidos, que, al menos desde el punto de vista técnico, vivía una recuperación. Otros países ni siquiera lograron esto. En Irlanda, en Grecia, en España, en Italia, los problemas con la deuda y los programas de «austeridad» que supuestamente debían restaurar la confianza no solo abortaron cualquier clase de recuperación, sino que produjeron nuevas depresiones y multiplicaron el paro.
Y las penalidades no cesaron. Escribo estas palabras casi tres años después de que Bernanke creyera ver aquellos brotes verdes, tres años y medio después de la caída de Lehman, más de cuatro años después del inicio de la Gran Recesión. Y los ciudadanos de las naciones más avanzadas del mundo, de naciones con abundancia de recursos, talento y saber —todos los ingredientes de la prosperidad y un nivel de vida decente para todos— siguen viviendo en un estado de intenso padecer.
En el resto del presente capítulo intentaré documentar algunas de las dimensiones principales de este padecimiento. Me centraré principalmente en Estados Unidos, que es tanto el lugar donde vivo como el país que conozco mejor, y más adelantado el libro desarrollaré un análisis amplio del padecimiento internacional. Y empezaré con la cuestión más importante, y el tema en el que hemos actuado peor: el desempleo.
LA SEQUÍA DE EMPLEOS