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Authors: James Luceno

Tags: #Aventuras, #Ciencia ficción

Agentes del caos I: La prueba del héroe (19 page)

BOOK: Agentes del caos I: La prueba del héroe
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—He pasado todo el salto a Coruscant sumergido en un tanque de bacta —informó Belindi Kalenda a los seis miembros del Consejo de Seguridad e Inteligencia para explicar por qué tenía mejor aspecto de cómo se sentía.

—Sus esfuerzos han ido más allá del mero cumplimiento del deber, coronel —dijo el senador diamalano Porolo Miatamia desde el otro extremo de la larga mesa de madera—. Debería haberse quedado a descansar en Wayland. Podíamos habernos reunido por holoconferencia.

Kalenda sonrió débilmente.

—Wayland carece de la tecnología necesaria para una holoconferencia, senador.

—Vayamos al grano, ¿de acuerdo? —dijo el senador Krall Praget desde la silla más cercana a Kalenda. Poco amigo de muchas palabras, Praget, representante de Edatha, había luchado por destituir a Leia Solo de su puesto durante la crisis yevethana.

Entre Praget y Miatamia se encontraban los senadores Gron Marrab, de Mon Calamari; Tolik Yar, de Oolidi; Abel Bogen, de Ralltiir; y Viqi Shesh, de Kuat. También se hallaba presente Luke Skywalker, sorprendentemente callado y completamente envuelto en su túnica Jedi, junto a su taciturno sobrino, el adolescente Anakin Solo.

Kalenda se dirigió a los asistentes.

—Gracias por venir, Maestro Skywalker y Jedi Solo.

Skywalker se limitó a saludar con una inclinación de cabeza.

—Para empezar —dijo Kalenda, levantándose de su silla con un visible esfuerzo—, la incursión enemiga en Wayland justifica todas las precauciones que tomamos a la hora de trasladar a los desertores. El ataque aéreo provocó daños considerables en Nueva Nystao, pero las bajas fueron mínimas… Cosa que no habría sucedido de no trasladarlos a Bilbringi o cualquier otro mundo más poblado.

Respiró con esfuerzo.

—Una de las bajas fue el doctor Yintal, del Servicio de Inteligencia de la Flota, aunque murió a consecuencia de las heridas recibidas en el ataque directo a Elan, la Sacerdotisa yuuzhan vong. La doctora Joi Eicroth, de Alfa Azul, también resultó herida, pero está a punto de recuperarse completamente; así como el mayor Showolter, que acabó con varias costillas rotas y un pulmón perforado. Nuestros dos agentes noghri ya andaban por su propio pie cuando salí de Wayland.

—¿Dónde se encuentran ahora las desertoras? —preguntó el senador Shesh.

—Han sido reubicadas en Myrkr, bajo custodia, hasta que decidamos qué hacer con ellas.

—Coronel —intervino Praget—. Tengo entendido que una de las desertoras no parece un yuuzhan vong, y que todavía está por descubrirse qué es.

—Así es. Aún no se ha determinado si Vergere es una especie nativa de la galaxia de los yuuzhan vong, o si es producto de la ingeniería genética.

—¿Han podido averiguar algo más sobre lo que impulsó al enemigo a invadir el Borde Exterior? —preguntó Miatamia.

Kalenda negó con la cabeza.

—El ataque del asesino tuvo lugar justo cuando empezamos la entrevista. Hasta ese momento, Elan se limitó a repetir lo que ya sabíamos sobre las motivaciones de los yuuzhan vong. Están decididos a limpiar nuestra galaxia y/o convertirnos a su religión, en nombre de sus dioses. Elan afirma que prefieren convertirnos, a exterminamos. Tienen a su disposición grabaciones de la entrevista, aunque no fue muy reveladora.

Inspiró profundamente.

—Sin embargo, lo que he venido a decirles es que, tras el ataque, Elan nos ofreció información de naturaleza secreta y con un potencial incalculable. Si se confirma, el director Scaur y yo pediremos autorización para traer aquí a los desertores, a Coruscant.

La voz melosa de la senadora Shesh se abrió paso entre el murmullo que se levantó.

—¿Considera eso una decisión inteligente, teniendo en cuenta lo que pasó en Wayland? Nueva Nystao ha exigido una compensación.

—Si he elegido Coruscant es en parte precisamente porque no se trata de un blanco fácil. Soy la primera en admitir que no se tomaron las precauciones necesarias para trasladar a los desertores de Nim Drovis a Wayland. Pero eso no volverá a ocurrir. El plan que hemos trazado se beneficiará del caos actual en el Borde Medio. Parecerá que perdemos a Elan y a Vergere entre la multitud de refugiados, pero serán reconducidas a Coruscant por una ruta alternativa. Asimismo, se emplearán multitud de equipos para despistar a todo el que intente sabotear la operación.

Kalenda hizo una pausa para repartir unos documentos de un color que indicaba que eran del más alto secreto.

—La ruta llevará a Elan y a Vergere por Bilbringi, Jagga-Dos y Chandrila. Eso en el supuesto de que no ocurra nada, y a no ser que surjan nuevas informaciones que den a entender que ese plan puede suponer una amenaza para la seguridad de la Nueva República.

—Sigo sin entender el propósito de traerlas aquí —dijo Bogen, negando con la cabeza de forma tan enérgica que casi desordena su pelo rubio meticulosamente peinado—. Estoy de acuerdo con su afirmación de que el ataque yuuzhan vong confirma el estatus de las desertoras. Pero puede que ese ataque fuera sólo una maniobra pensada para convencernos de la utilidad de Elan.

Con sumo cuidado, Kalenda volvió a tomar asiento.

—Una vez más, senador, el plan depende de que se corroboren los datos que nos proporcionó Elan —hizo una breve pausa—. Yo tengo las mismas sospechas que todos los presentes, que todo el mundo, pero también estoy segura de que Elan podría sernos vital, incluso formando parte de una trampa. No sólo afirma conocer el paradero de los agentes yuuzhan vong infiltrados en los planetas de la Nueva República, sino que conoce la identidad de muchos de sus agentes reclutados en células de contrabandistas, mercenarios, piratas y demás.

»De hecho, tenemos motivos para pensar que una de esas células, la autodenominada Brigada de la Paz, pudo ser la que informó a los yuuzhan vong de que Elan y Vergere habían sido trasladadas a Wayland.

Kalenda repartió otro documento en el que aparecía la insignia de la célula mercenaria: dos manos entrelazadas; una que podría ser humana, y la otra totalmente tatuada.

—Lo que les acabo de entregar son informes sobre los miembros de la Brigada de la Paz, junto con un breve resumen de sus supuestos actos de subversión —miró a Luke Skywalker—. Parece ser que una de sus especialidades es avivar los sentimientos anti-Jedi.

Skywalker asintió.

—Espero que la agencia de Inteligencia esté vigilando de cerca a este grupo —dijo Shesh, levantando la vista de la duralámina.

—Siga leyendo —dijo Kalenda con amabilidad.

Bogen se aclaró la garganta.

—Sobre la importancia de la tal Elan…

Kalenda se volvió para mirarle.

—Además de poder identificar a los agentes, Elan sabe cómo piensan los estrategas yuuzhan vong. No, es más que eso. Conoce los augurios y presagios que consultan para planificar sus ataques. Quizás incluso sea capaz de llevarnos a planetas donde se hayan establecido los Coordinadores Bélicos.

—Un momento —intervino Tolik Yar, introduciendo un montón de datos en un datapad—. Hay un informe, aunque no lo encuentro ahora mismo, que sugiere que los Coordinadores Bélicos tienen habilidades telepáticas —Yar dejó de teclear para mirar a Kalenda—. ¿Y si esa supuesta desertora está telepáticamente conectada con las criaturas y ahora mismo les está enviando información sobre nosotros?

—El informe al que se refiere fue redactado por una científica de ExGal que sufrió un breve cautiverio a manos de los yuuzhan vong —añadió Kalenda—. En cualquier caso, la posibilidad de que exista una conexión entre las desertoras y los yuuzhan vong, ya sea telepática o de otro tipo, es la razón por la que las hemos mantenido virtualmente aisladas. Se les ha apartado de todo lo que pudiera resultar de valor estratégico para el enemigo. Aunque los yuuzhan vong consiguieran recuperarlas, no tendrían nada vital que ofrecerles.

—¿Y por qué están esos dos tan ansiosos por desertar? —preguntó la senadora Shesh.

—Elan afirmó que existían diferencias entre los rangos de los yuuzhan vong. Desacuerdos sobre la legitimidad de la invasión. Al parecer, quiere ayudarnos.

—¿A cambio de qué? ¿De riquezas, de una nueva identidad, de un lugar donde esconderse? No estoy segura de que no tengan un motivo oculto. Un vornskr que ha perdido los dientes no pierde también su naturaleza.

Kalenda entrecerró los ojos.

—Elan ha pedido algo —miró fijamente a Skywalker—. Desea tener un encuentro con los Caballeros Jedi.

Skywalker centró toda su atención en aquella revelación. Hasta Anakin dio un respingo.

—¿Ha dicho por qué? —preguntó Skywalker.

—Al parecer tiene que ver con una enfermedad que los yuuzhan vong propagaron antes de la llegada de sus mundonaves. Se negó a decir más. Dijo que los Jedi lo entenderían.

Skywalker y su sobrino intercambiaron miradas de asombro.

—¿Eso es todo? —dijo Luke, claramente intrigado.

Kalenda negó con la cabeza.

—Como le dije al senador Miatamia, tienen a su disposición la grabación del encuentro. De hecho, me gustaría saber qué opinan al respecto. Quizás ustedes capten algo que a nosotros se nos ha escapado.

—Maestro Skywalker —interrumpió Gron Marrab, con uno de sus saltones ojos fijos en los Jedi, mientras el otro observaba a Kalenda—. Quizá no haga falta decir esto, pero quiero que quede claro que no están ustedes obligados a nada.

—Por supuesto que no —añadió el senador Praget con una sonrisa equívoca—. Al fin y al cabo, los Jedi tampoco están al servicio de la Nueva República.

—No hacía falta decir eso, senador —replicó Shesh.

Pero Skywalker permaneció impasible ante el comentario de Praget.

—Eso está por discutir —dijo al fin—. Pero, personalmente, puedo decir que estoy ansioso por reunirme con la Sacerdotisa.

Todos guardaron silencio unos instantes, y entonces Shesh tomó la palabra una vez más.

—Coronel Kalenda, ¿qué información ha proporcionado Elan? —El próximo objetivo de los yuuzhan vong… Ord Mantell.

Leia se tomó un momento, dando la espalda al mar que bañaba la costa sur de Worlport, para mirar las columnas que se alzaban de los norteños vertederos cubiertos de niebla, más allá de las enormes extensiones de desperdicios que llegaban hasta la Meseta de las Diez Millas. La vista desde el mirador de transpariacero de la Casa del Gobierno de Ord Mantell, sede del Cónclave a favor de los Refugiados, abarcaba también buena parte de la vertiginosa capital, con lo que antaño fueron grandes ejemplos de la arquitectura neoclásica corelliana. Sin embargo, casi todas las agujas ornamentales, enormes columnatas y grandes plazas, con sus arcos elevados, dinteles monolíticos y frisos labrados, habían sido engullidos por un frenesí de cúpulas y obeliscos del peor estilo rococó, que delataba el terrible gusto de los jugadores y hedonistas que frecuentaban el planeta. Y todo ello estaba surcado por un laberinto de escaleras estrechas, rampas curvadas, puentes cubiertos y túneles húmedos.

Es fácil perderse en ese laberinto
, se dijo Leia, que de hecho se había perdido en él veinticinco años antes, al final de su periodo como princesa y diplomática, pero antes de Hoth y Endor, y mucho antes de casarse y ser madre. Intentó trazar mentalmente una ruta desde la Casa del Gobierno hasta las llanuras parduzcas que se veían a lo lejos, un juego para pasar el rato, para no pensar en los niños, o en dónde estaría Han…

—Embajadora Organa Solo —interrumpió el representante de Balmorra—, ¿va todo bien?

Leia salió de su ensimismamiento y esbozó una leve sonrisa.

—Disculpe. ¿Me decía…?

—Le decía que no ha respondido a mi pregunta —dijo el humano delgado en un tono ofendido—. ¿Cómo justifica la Nueva República semejante petición, habiendo innumerables planetas que podrían acoger a los refugiados sin temor a arriesgar el bienestar económico de su población nativa?

Leia se esforzó por mantener su aplomo diplomático.

—Contamos con medios para transportar decenas de millones de refugiados a todos los planetas cercanos que puedan acogerlos, pero nuestra intención no es limitarnos a quitarnos de encima una molestia. Estamos hablando de pueblos que contribuyen de forma significativa a la estabilidad y prosperidad de la Nueva República, y que lo han perdido todo…: sus hogares, sus vidas, y en muchos casos a sus familias o razas.

—¿De qué sirven esos grupos sin su mundo? —resopló uno de los presentes en la mesa.

—Ahí voy precisamente —dijo Leia—. Lo que solicita el Comité para Refugiados del Senado son planetas con una infraestructura intacta. No sólo con terreno habitable, sino con defensas planetarias, espaciopuertos, redes de transporte en superficie y comunicaciones fiables con Coruscant y los mundos del Núcleo.

El representante de pelo rizado de Alsakan resopló.

—Un ideal digno de elogio, embajadora, pero ¿quién alimentará y vestirá a esos miles de millones de refugiados? ¿Quién construirá los refugios e instalará los medios para garantizar que las poblaciones nativas estén protegidas contra cualquier enfermedad que pudieran traer los refugiados?

—El Senado está reuniendo fondos para esos problemas concretos.

—Pero ¿durante cuánto tiempo? —preguntó el enviado de Devaron—. Si la Nueva República se desdijera de su compromiso, o se viera obligada a ello por las circunstancias, la responsabilidad económica recaería sobre los planetas de acogida, que para entonces no estarán en posición de rechazar a esos grupos que acogieron de buena fe. El resultado podría ser una catástrofe económica.

Leia dejó que se notara su frustración.

—¿Necesito recordarles que nos hallamos en medio de una guerra que amenaza incluso la existencia de nuestra economía? Sin mencionar las libertades de que hemos disfrutado todos desde la derrota del Imperio.

Cuando se aseguró de que todos le prestaban atención, prosiguió:

—Estamos capacitados para trasladar poblaciones desde el Borde Exterior hasta los planetas más cercanos al Núcleo. En caso necesario, y de no necesitarse para otros fines, utilizaríamos transportes de gran tonelaje y cargueros para reubicar a decenas de miles de seres a la vez. Pero antes de que pase eso, algunos de ustedes tendrán que acoger voluntariamente a estos pueblos, tal y como hicieron los mon calamari con los ithorianos, y como acaba de hacer Bimmisaari con los refugiados huidos de Obroa-Skai.

»Nuestro objetivo es crear enclaves autosuficientes que puedan ser gestionados por individuos elegidos entre los mismos refugiados. Administradores, médicos, profesores, técnicos… Pero esos enclaves sólo servirán como instalaciones temporales. Poco a poco, reubicaremos grupos o especies específicas en mundos más adecuados, o quizá transportaremos poblaciones enteras a planetas deshabitados.

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