América (21 page)

Read América Online

Authors: James Ellroy

Tags: #Histórico, Intriga

BOOK: América
2.43Mb size Format: txt, pdf, ePub

–No. Laura Hughes no tiene nada que ver con el fondo de pensiones del sindicato ni con nada ilegal.

–Estás desinflándote, Lenny. No estás respondiendo a la imagen del tipo duro que se cargó a Tony Iannone. Empiezas a parecer un mariquita de voz chillona.

–¿Mejor así, señor Boyd?-Lenny adoptó de inmediato una voz de barítono.

–Guárdate el ingenio para tus actuaciones. ¿Quién es Laura Hughes?

–No tengo por qué decírselo.

Con una sonrisa, Kemper replicó:

–Eres un homosexual y un asesino. No tienes derechos. Eres informador de un federal y eres propiedad del FBI de Chicago. Littell sintió náuseas. El pulso le hacía cosas raras.

–¿Quién es?-insistió Kemper.

–Esto no es cosa del FBI -soltó Lenny de repente-. Si fuera una operación oficial, habría mecanógrafas y papeleo. Esto es cosa de ustedes dos; un asunto privado de alguna clase. Y no voy a decir una sola palabra que pueda perjudicar a Jack Kennedy.

Kemper sacó una foto tomada en el depósito de cadáveres y la puso ante las narices a Lenny. Littell vio al chico muerto con la boca llena.

Tras un escalofrío, Lenny adoptó al instante una expresión impávida.

–¿Y bien?¿Se supone que eso me ha de asustar?

–Esto lo hizo Giancana, Lenny. Cree que ese chico fue quien mató a Tony Iannone. Una palabra nuestra y el de la foto serás tú. Littell cogió la fotografía.

–Esperemos un poco, Kemper -dijo-. Ya ha quedado clara tu postura.

Kemper lo hizo pasar al comedor y, una vez allí, lo empujó contra una cómoda con las yemas de los dedos.

–No me contradigas nunca delante de un sospechoso.

–Kemper…

–Sacúdele.

–Kemper…

–¡Dale una paliza! Haz que te tenga miedo.

–No puedo -respondió Littell-. ¡Joder! No me hagas esto…

–Dale una paliza o llamo a Giancana y se lo explico todo ahora mismo.

–¡No! ¡Oh, vamos, por favor!

Kemper sacó un puño metálico e hizo que Littell introdujera los dedos por los orificios.

–Sacúdele, Ward. Dale fuerte, o dejaré que Giancana lo mate.

Littell se echó a temblar. Kemper le dio unos cachetes. Littell se acercó a Lenny dando traspiés y se detuvo ante él, tambaleándose.

Lenny adoptó su ridícula sonrisa de falso tipo duro. Littell cerró el puño y descargó un golpe. Lenny fue a dar contra una mesa auxiliar y cayó al suelo escupiendo dientes. Kemper le arrojó un cojín del sofá.

–¿Quién es Laura Hughes? Cuéntamelo con pelos y señales.

Littell dejó caer el puño metálico. Tenía la mano dolorida e insensible.

–Insisto: ¿quién es Laura Hughes?

Lenny hundió el rostro en el cojín. Después, escupió un pedazo de oro de un puente dental.

–Una vez más: ¿quién es Laura Hughes?

Lenny tosió y carraspeó. Después, tomó aire con una profunda inspiración que decía: «Terminemos con esto de una vez por todas.»

–Es la hija de Joe Kennedy. Su madre es Gloria Swanson. Littell cerró los ojos. El interrogatorio no tenía el menor…

–Continúa -dijo Kemper.

–¿Qué más quiere? Yo soy el único que lo sabe fuera de la familia.

–Continúa.

Lenny tomó aire nuevamente. Tenía el labio partido hasta el tabique nasal.

–El señor Kennedy mantiene a Laura. Ella lo quiere y lo aborrece. Gloria Swanson odia al señor Kennedy porque le estafó montones de dinero cuando era productor de películas. La madre desheredó a Laura hace años y eso es todo el «continúa» que puedo darle, maldita sea.

Littell abrió los ojos. Lenny se apoyó en la mesa auxiliar y se incorporó hasta dejarse caer en una silla. Kemper hizo girar los nudillos metálicos en uno de sus dedos.

–¿De dónde ha sacado el apellido Hughes?

–De Howard Hughes. El señor Kennedy detesta a Hughes, de modo que Laura adoptó el apellido para fastidiarlo.

Littell cerró los ojos. Empezaba a ver cosas que no estaba evocando.

–Hazle alguna pregunta al señor Sands, Ward.

Una imagen pasó fugazmente por su cabeza: Lenny con la pluma en forma de falo.

–Ward, abre los ojos y pregunta al señor Sands lo que…

Littell abrió los ojos y se quitó las gafas. La habitación quedó borrosa y difusa.

–Te vi discutir con Sal el Loco a la salida de la iglesia. ¿De qué iba la cosa?

–Quería retirarme del asunto de los viajes.

–¿Por qué?

–Porque Sal es veneno. Porque es veneno igual que usted. – En su tono de voz había resignación: «Ahora soy un soplón.»

–Pero Sal no te lo permitió, ¿verdad?

–No. Y yo le dije que trabajaría con él seis meses más, como tope, si para entonces no…

–Si para entonces no… ¿qué?-Kemper empezó a cerrar el puño.

–Si para entonces no lo habían matado todavía. – Lenny lo dijo con aplomo. Como un actor que acabara de comprender su papel.

–¿Por qué habrían de matarlo?

–Porque es un jugador vicioso. Porque le debe doce de los grandes a Sam G. y, como no los devuelva, Sam enviará a alguien para liquidarlo.

Littell se puso las gafas.

–Quiero que sigas con Sal. De esas deudas, deja que me preocupe yo.

Lenny se limpió la boca con el cojín. Aquel único golpe con la pieza metálica le había modelado un flamante labio leporino.

–Responde al señor Littell -ordenó Kemper.

Lenny respondió con un tonillo pícaro, ofensivo, amanerado.

–¡Oh, sí, sí, señor Littell, señor!

Kemper guardó el puño metálico colgado del cinturón.

–No hables de esto con Laura Hughes. Y no comentes con nadie nuestro acuerdo.

Lenny se puso en pie, patizambo.

–¡Ni en sueños se me ocurriría hacerlo!

–Tienes desparpajo, muchacho -Kemper le hizo un guiño-. Y conozco a un editor de revista de Los Ángeles a quien podría interesar un tipo introducido como tú.

Lenny juntó los bordes de la herida del labio. Littell elevó una plegaria: por favor, déjame dormir toda esta noche sin soñar.

DOCUMENTO AÑADIDO
: 16/1/59. Transcripción de una llamada a un teléfono oficial del FBI: «Grabación a petición del Director. Clasificación: Confidencial 1-A. Acceso restringido exclusivamente al Director.» Hablan el Director J.E. Hoover y el agente especial Kemper Boyd.

JEH: Buenos días, señor Boyd.

KB: Buenos días, señor.

JEH: Qué bien me llega su voz. ¿Está usted cerca de aquí?

KB: Llamo desde un restaurante de la calle Northeast «I».

JEH: Ya. Eso queda cerca de las oficinas del comité, ¿verdad?

Deduzco que estará usted muy ocupado trabajando para el Hermano

Pequeño.

KB: Sí, señor. Al menos, en apariencia.

JEH: Póngame al día, por favor.

KB: Convencí al Hermano Pequeño para que me enviara de nuevo a Miami. Le dije que podía conseguir declaraciones de varios testigos sobre el fraude inmobiliario de Sun Valley y, de hecho, he regresado con algunos testimonios, aunque poco concluyentes.

JEH: Continúe.

KB: Mi verdadero motivo para viajar a Florida era recoger información para usted sobre los asuntos Gretzler y Kirpaski. Le agradará saber que he investigado en los departamentos de Policía, tanto de Miami como de Lake Weir, y me he enterado de que ambos casos han pasado a la situación de expediente abierto. Considero que esto es un reconocimiento tácito de que los dos homicidios quedarán sin resolver.

JEH: Excelente. Ahora, póngame al corriente de la actividad de los Hermanos.

KB: El mandato del comité para investigar las conexiones sindicales con la delincuencia organizada expira dentro de noventa días. El proceso de preparación del informe está ahora en la fase de compilación y me encargaré de hacerle llegar copia de todos los memorandos destacados que se envíen a los grandes jurados que han de continuar la investigación. Y me reafirmo, señor, en la opinión de que Jimmy Hoffa sigue legalmente intacto en el momento actual.

JEH: Continúe.

KB: El Hermano Mayor ha estado llamando a líderes sindicales legítimos, aliados con el partido Demócrata, para asegurarles que el conflicto que el Hermano Pequeño mantiene con Hoffa no significa que esté contra las organizaciones sindicales en general. Tengo la impresión de que anunciará su candidatura a principios de enero del año próximo.

JEH: ¿Y sigue usted seguro de que los Hermanos no sospechan de la menor connivencia del FBI con el asunto Darleen Shoftel?

KB: Sigo seguro, señor. Fue la novia de Pete Bondurant quien informó al Hermano Pequeño del artículo de
Hush-Hush
. Y fue Ward Littell quien reveló tanto nuestras escuchas como la intervención de Bondurant, con total independencia de ella.

JEH: He oído que el padre de los Hermanos obligó a Howard Hughes a dar marcha atrás en lo del artículo.

KB: Es verdad, señor.

JEH: Últimamente,
Hush-Hush
ha perdido fuerza. Los avances de artículos en preparación que el señor Hughes me ha enviado son muy blandos.

KB: He estado en contacto con Pete Bondurant y creo que le he encontrado un tipo con buenas relaciones en Hollywood que podría utilizar como corresponsal.

JEH: Si mi lectura de cama mejora, sabré que lo ha conseguido.

KB: Sí, señor.

JEH: Todo este lío con el Hermano Mayor tenemos que agradecérselo a Ward Littell.

KB: Hace dos días pasé por Chicago y vi a Littell, señor.

JEH: Continúe.

KB: En un primer momento, pensé que la expulsión del Programa contra la Delincuencia Organizada podía empujarlo a emprender acciones contra la mafia por su cuenta y riesgo, de modo que decidí investigar qué hacía.

JEH: ¿Y?
KB: Y mis temores no tenían fundamento. Al parecer, Littell sufre en silencio su trabajo en la brigada Antirrojos y el único cambio en su vida que he podido detectar es que ha iniciado una relación con la hija de Tom Agee, Helen.

JEH: ¿Una relación de naturaleza sexual?

KB: Sí, señor.

JEH: ¿La chica es mayor de edad?

KB: Tiene veintiún años, señor.

JEH: Quiero que siga pendiente de Littell.

KB: Lo estaré, señor. Y, aprovechando la oportunidad, ¿podría hablarle de un asunto tangencial?

JEH: Desde luego.

KB: Tiene que ver con la situación política cubana.

JEH: Continúe.

KB: En el transcurso de mis visitas a Florida he conocido a varios refugiados cubanos partidarios de Batista y otros favorables a Castro. Ahora parece que Castro terminará por ser comunista. He oído que un contingente de «indeseables» de diversas tendencias políticas será expulsado de Cuba y recibirá asilo en Estados Unidos, y que la mayor parte de los exiliados se instalará en Miami. ¿Le interesaría estar informado sobre esa gente, señor?

JEH: ¿Tiene alguna fuente de información?

KB: Sí, señor.

JEH: Pero prefiere no revelarla, ¿no es eso?

KB: Sí, señor.

JEH: Espero que le estén pagando, Boyd.

KB: Es una situación algo ambigua, señor.

JEH: Usted es un hombre ambiguo. Y mi respuesta es afirmativa: será bien recibida cualquier información sobre todos y cada uno de los cubanos acogidos, especialmente si son de inteligencia. ¿Quiere añadir algo más? Me esperan en una reunión y…

KB: Una última cosa, señor. ¿Sabía usted que el padre de los Hermanos tuvo una hija ilegítima con Gloria Swanson?

JEH: No tenía la menor idea. ¿Está seguro de eso?

KB: Razonablemente. ¿Quiere que siga hurgando en el tema?

JEH: Sí, pero evite cualquier implicación personal que pueda poner en riesgo su infiltración.

KB: Sí, señor.

JEH: Más vale prevenir que curar. Usted tiene propensión a adoptar a gente, como a ese degenerado moral, Ward Littell. No extienda esa tendencia a los Kennedy. Sospecho que la capacidad de seducción de esa familia supera incluso la de usted.

KB: Tendré cuidado, señor.

JEH: Buenos días, señor Boyd.

KB: Buenos días, señor.

19

(Los Ángeles, 18/1/59)

–Si el señor Hughes es tan amigo de J. Edgar Hoover -dijo Dick Steisel-, haz que él mismo se encargue de que esos jodidos oficiales de juzgado que vienen con las citaciones dejen de molestar.

Pete paseó la mirada por la oficina, llena de fotografías de clientes populares.

Hughes compartía una pared con varios dictadores sudamericanos y con el percusionista Preston Epps.

–Hughes no querría pedir favores a Hoover. Considera que todavía no le ha besado el culo lo suficiente.

–Pero no puede seguir esquivando eternamente las citaciones. Debería limitarse a quitarse de encima la TWA, ganar sus trescientos o cuatrocientos millones y concentrarse en su próxima conquista.

Pete se meció en su silla; luego, puso los pies sobre el escritorio de Steisel.

–Él no ve así las cosas.

–¿Y tú?¿Cómo las ves?

–Las veo como él me paga para que las vea.

–¿Y eso qué significa en este caso?

–Significa que voy a llamar a la Central de Casting para contratar a media docena de actores, que los disfrazaré y maquillaré para que se parezcan al señor Hughes y que los enviaré a pasear en limusinas de Hughes Aircraft. Voy a decirles que se dejen ver por algún local nocturno, que exhiban y repartan un poco de dinero y que comenten sus proyectos de viaje. Tombuctú, Nairobi…, el destino no importa. Eso nos dará un poco de tiempo.

Steisel rebuscó entre el desorden del escritorio.

–Aparte del tema de la TWA, debes saber que la mayoría de artículos de
Hush-Hush
que has enviado para revisar son difamatorios. Aquí tengo un ejemplo, en ése sobre Spade Cooley: «¿Será cierto que Ella Mae Cooley lleva estampado en el pecho "para siempre"? Es muy probable, porque Spade ha estado marcando con los puños el ritmo de sus baladas sobre el escote, ya peligrosamente fofo, de su mujercita. Al parecer, Ella Mae le dijo a Spade que quería afiliarse… ¡a un culto al amor libre! La respuesta de Spade fue una lluvia de golpes y Ella Mae ha lucido últimamente unos cardenales tremendos en su abollada delantera.» ¿Te das cuenta, Pete? Eso no son insinuaciones retóricas ni…

Steisel continuó su perorata monocorde. Pete dejó de prestarle atención y sus pensamientos volaron a otros asuntos.

Kemper Boyd lo había llamado el día anterior.

–Tengo un candidato a corresponsal para la revista -le había dicho-. Se llama Lenny Sands y actúa para un grupo de jugadores en el Cal-Neva Lodge de Lake Tahoe. Ve a hablar con él; creo que sería perfecto para
Hush-Hush
. De todos modos, tiene una estrecha relación con Ward Littell y estoy seguro de que descubrirás que está conectado con el FBI. También debes saber que Littell tiene un testigo ocular del asunto Gretzler. El señor Hoover le dijo que olvidase el asunto, pero Littell es uno de esos tipos volubles. No quiero que menciones siquiera a Littell delante de Lenny.

Other books

Deadly Interest by Julie Hyzy
The Highlander by Kerrigan Byrne
Cooking for Two by Bruce Weinstein, Mark Scarbrough
The Devil's Elixir by Raymond Khoury
This Golden Land by Wood, Barbara
Dating Big Bird by Laura Zigman
Red to Black by Alex Dryden