Pete inspeccionó el equipaje. Vio un montón impresionante de billetes y de títulos de bolsa.
Su vuelo salía al amanecer. Pete encontró un mapa de carreteras en la guantera y trazó una ruta de vuelta a La Habana.
Subió al Cadillac y lo puso en marcha. Las palmeras en llamas le proporcionaron un resplandor mortecino que le iluminó el camino.
Llegó al aeropuerto antes de las primeras luces. Los amistosos milicianos rodearon al Señor Mitchum.
Tom Gordean despertó al borde del
delirium tremens
. Pete lo abasteció de combinados de ron y cocacola para mantenerlo dócil. Los hispanos nacionalizaron el dinero y las pieles, cosa que no le sorprendió.
Pete firmó autógrafos como Robert Mitchum. Una especie de comisario comunista los escoltó hasta el avión.
–Usted no es Robert Mitchum -dijo el piloto.
–Claro que no, Sherlock Holmes -respondió Pete.
Gordean se quedó dormido. Los demás pasajeros no los perdieron de vista, alarmados. Su acompañante y él apestaban a gasolina y a alcohol.
El avión tomó tierra a las siete de la mañana. Kemper Boyd acudió a recibirlos y le entregó a Pete un sobre que contenía cinco mil dólares.
Boyd estaba una piiizca nervioso. Y algo más que una pizca distante.
–Gracias, Pete -dijo a éste-. Lleva ese coche a la ciudad con los otros, ¿de acuerdo? Te llamaré a Los Ángeles dentro de unos días.
Pete sacó cinco de los grandes, Boyd se quedó con Gordean y con una maleta llena de acciones. Gordean ponía cara de desconcierto. Boyd parecía absolutamente distinto de lo habitual.
Pete subió al coche desvencijado y observó cómo Boyd conducía a Gordean a un cobertizo de guardar herramientas.
Allí estaba, en aquel campo de aviación desierto de un pueblo de mala muerte. Y allí estaban aquel hombre de la CIA y su borracho, solos los dos.
Las antenas empezaron a hormiguearle con una comezón incontenible.
(Key West, 29/5/59)
El cobertizo tenía el tamaño de una caja de cerillas. Kemper tuvo que apartar las herramientas a fin de hacerles sitio a la mesa y un par de sillas.
Trató a Gordean con guante blanco. El interrogatorio se prolongó; el informador estaba en pleno
delirium tremens
.
–¿Su familia sabe que posee estas acciones de la United Fruit?
–¿Qué familia? Me he casado y divorciado más veces que Artie Shaw y Mickey Rooney juntos. Tengo unos cuantos primos en Seattle, pero lo único que saben ésos es el camino al bar del club de campo de Woodhaven.
–¿Quién más en Cuba sabe que tiene estos valores?
–Mis guardaespaldas. Pero lo único que sé es que en un momento dado estábamos bebiendo y preparándonos para arrasar unos cuantos campos de caña capitalistas y, al siguiente, estoy en el asiento trasero de mi coche con ese tipo suyo al volante. No me avergüenza reconocer que he bebido demasiado y tengo las cosas bastante confusas. Ese tipo de usted… ¿lleva una ametralladora?
–Creo que no.
–¿Qué hay de un Volkswagen?
–Señor Gordean…
–Señor Boyce, o como quiera que se llame, ¿qué sucede aquí? Me sienta en este cobertizo y se pone a revolver mi maleta. Me hace todas estas preguntas. Cree que, como soy un hombre de negocios rico y norteamericano, estoy de su lado, ¿no es eso?¿Piensa que no sé cómo amañaron ustedes las elecciones en Guatemala, condenados agentes de la CIA? Yo iba camino de tomar unos cócteles con el comandante Castro cuando su hombre se me llevó por la fuerza. Iba a ver a Fidel Castro. El liberador de Cuba. Es un hombre agradable y un magnífico jugador de baloncesto.
Kemper le presentó sus impresos de cesión de acciones. Eran unas falsificaciones espléndidas, obra de un hábil y experimentado amigo.
–Firme esto, señor Gordean, haga el favor. Son comprobantes de reembolso por su pasaje de avión.
Gordean firmó por triplicado. Kemper puso su rúbrica en la declaración notarial y estampó el sello en las tres firmas.
Su amigo le había preparado el sello sin cobrarle el extra.
–Hombre de la CIA y notario público, ¡vaya combinación! – dijo Gordean entre risas.
Kemper sacó su 45 y le pegó un tiro en la cabeza.
Gordean salió despedido de su silla. La sangre brotó de un oído como un surtidor. Kemper le pisó la cabeza para detener la efusión.
Escuchó un ruido en el exterior y abrió la puerta con el arma.
Era Pete Bondurant; estaba allí plantado, con las manos en los bolsillos.
Los dos sonrieron.
Pete dibujó en el aire un «50/50».
DOCUMENTO ANEXO: 11/6/59.
Informe resumen: Kemper Boyd a John Stanton.
Marcado:
CONFIDENCIAL. ENTREGA EN MANO
.John:
He retrasado la redacción de este comunicado por dos razones. Una, quería ver la conclusión de un penoso incidente antes de ponerme en contacto contigo. Dos, esta nota detalla una misión que, con toda franqueza, he echado a rodar.
Me pediste que actuara a mi propia discreción y que enviara a Pete Bondurant en una misión de prueba que contribuyera a determinar si era adecuado contratarlo para la Agencia. Lo hice y envié a Bondurant a Cuba para sacar de allí a un ejecutivo de la United Fruit llamado Thomas Gordean, un hombre al que Teófilo Páez describió como «voluble» y «adepto a la línea comunista». Bondurant tuvo éxito en la primera parte de su misión. Instalamos al señor Gordean en el motel Rusty Scupper de Key West para tomarle declaración y cometimos el error de dejarlo a solas en un momento de descanso. Gordean se suicidó con una automática del 45 que llevaba oculta en la ropa. Llamé a la policía de Key West y Bondurant y yo declaramos ante los agentes. Un jurado forense dictaminó que la muerte de Gordean había sido un caso de suicidio. Bondurant testificó sobre el evidente alcoholismo de Gordean y su comportamiento depresivo. Una autopsia confirmó que Gordean mostraba signos de dolencia hepática avanzada. El cuerpo fue enviado a un primo lejano de Seattle (Gordean no tenía familia cercana).
Si necesitas verificar algún punto, haz el favor de ponerte en contacto con el capitán Hildreth, de la policía de Key West. Por supuesto, pido disculpas por esta pérdida de tiempo y te aseguro que no volverá a suceder nada parecido.
Atentamente,
Kemper Boyd
DOCUMENTO ANEXO: 19/6/59.
Nota personal de John Stanton a Kemper Boyd.
Apreciado Kemper:
Desde luego, estoy furioso. Y, desde luego, deberías haberme informado de este embrollo inmediatamente. Gracias a Dios, Gordean no tenía familia próxima que pueda causar problemas a la Agencia. Dicho esto, añadiré que, muy probablemente, fuiste hasta cierto punto víctima de circunstancias atenuantes. Al fin y al cabo, como dijiste en cierta ocasión, tú eres abogado y policía, no espía.
Te agradará saber que el director ayudante, Bissell, está totalmente de acuerdo con su propuesta de crear un grupo de elite para dirigir el campamento de Blessington. El campamento ya está en plena construcción; los cuatro hombres que tú mismo seleccionaste (Páez, Obregón, Delsol y Gutiérrez) están recibiendo más instrucción en Langley y son alumnos muy aprovechados. Como antes he dicho, el Director Adjunto ha aprobado la contratación de Pete Bondurant para dirigir el campamento. Pero eso, naturalmente, fue antes del asunto Gordean. Ahora mismo, yo prefiero esperar y reconsiderar el nombramiento de Bondurant.
En resumidas cuentas, el incidente Gordean me ha sentado bastante mal, pero mi entusiasmo por ti como agente contratado sigue firme. De momento, no emprendas nuevas acciones por tu cuenta hasta que te diga otra cosa.
John Stanton
DOCUMENTO ANEXO: 28/6/59.
Nota personal de Ward J. Littell a Kemper Boyd
«Para revisar antes de remitir a Robert F. Kennedy.»
Kemper:
Mi recogida de información contra el hampa continúa a buen ritmo. Ahora tengo varias indicaciones, obtenidas de fuentes independientes, de que esos libros contables alternativos (y, muy probablemente, en clave) del fondo de pensiones del sindicato del Transporte existen realmente. Lenny Sands cree que existen. Sal D'Onofrio ha oído rumores en tal sentido. Otras fuentes han aportado nuevos datos sin comprobar: que administra esos libros un hombre ya retirado de la mafia de Chicago y que Sam Giancana actúa como «Jefe del Consejo de Aprobación de Préstamos» del fondo de pensiones. Aunque todos estos rumores son muy insistentes, no tengo nada que se parezca siquiera a una prueba concluyente. Y, desde luego, no tendré ninguna hasta que pueda sobornar a un falso solicitante de préstamos y consiga, de este modo, acceder realmente a ese fondo.
Y el 18 de mayo he añadido un tercer informador a mi cuadra. El hombre (un empresario de clubes de
striptease
y prestamista a ratos libres, establecido en Dallas) intentará encontrar a alguien que busque un préstamo para enviarlo a Sal D'Onofrio y, a través de éste, llegar a Sam Giancana. Considero que este tercer informador es mi peón interesante, pues en alguna ocasión anterior ya ha enviado algún prestatario a Giancana y al fondo de pensiones. El tipo me llama cada martes por la mañana a un teléfono público próximo a mi apartamento. Le he entregado dinero en varias ocasiones. Me teme y me respeta en las dosis justas. Como Sal D'Onofrio, tiene perpetuos problemas de dinero. Creo que, tarde o temprano, me proporcionará un solicitante de préstamo al que pueda sobornar.Ahora también tengo un fondo propio; un fondo para informadores, digamos. A principios de mayo pasado me hice con ochenta y un mil dólares procedentes de un robo; uno del que nadie informó a ningún cuerpo de policía. De ese fondo he pagado treinta y dos mil dólares a Sal D'Onofrio, con lo que he reforzado mi dominio sobre él. Resulta extraño que al principio pensara que Lenny Sands sería mi informador más valioso; tanto Sal como el tipo de Dallas han demostrado ser más competentes (¿o será que andan más desesperados por conseguir dinero?). La culpa es tuya, Kemper. Poner a Lenny en contacto con Pete Bondurant y con
Hush-Hush
ha sido perjudicial para mis propósitos. Últimamente, Lenny parece bastante distraído. Viaja con esos grupos turísticos de Sal y hace pluriempleo para la revista y parece haber olvidado lo que tengo contra él. Siento curiosidad por una cosa: ¿Lenny habla con tu amiga, la señorita Hughes?Siguiendo tus instrucciones, he evitado los contactos con Court Meade y no me acerco por el puesto de escucha. Court y yo también hemos puesto fin, formalmente, a nuestro intercambio de misiones. Actúo con mucha cautela, pero no puedo evitar que me sigan asaltando sueños utópicos. ¿Y cuál es mi sueño perfecto? Una administración presidencial bajo John F. Kennedy, con su hermano Robert encargado de desarrollar la lucha contra la delincuencia organizada. Dios santo, Kemper, ¿no sería eso el paraíso? Dile al señor Kennedy que lo tengo presente en mis oraciones.
Un abrazo,
W.J.L.
DOCUMENTO ANEXO: 3/7/59.
Nota personal de Kemper Boyd a Robert F. Kennedy
Apreciado Bob:
Sólo una breve nota para ponerlo al corriente del trabajo de nuestro anónimo colega, el «Fantasma de Chicago».
El hombre está trabajando con empeño y espero que le resulte gratificante saber que existe un ser humano en el planeta, por lo menos, que detesta la delincuencia organizada tanto como usted. Sin embargo, pese al empeño que pone -siempre dentro de las pautas de respeto a la legalidad que usted estableció-, nuestro hombre ha tenido escasa suerte en sus indagaciones sobre la posibilidad de que los libros contables alternativos del fondo de pensiones existan realmente. La mafia de Chicago es un círculo cerrado y nuestro hombre no ha podido obtener la información interna que esperaba.
Cambiando de tema, ¿usted y su hermano no piensan ofrecerme algún puesto?¿Un empleo en el comité McClellan?
Cordialmente
Kemper Boyd
DOCUMENTO ANEXO: 9/7/59.
Carta personal de Robert F. Kennedy a Kemper Boyd.
Apreciado Kemper:
Gracias por su nota sobre el «Fantasma». Es bueno saber que un hombre del FBI, un ex seminarista, comparte mi fervor antimafia. Y lo que más me impresiona de él es que no parece querer nada. (Los chicos de seminario jesuita están educados en la abnegación y la renuncia.) Tú, en cambio, lo quieres todo. Así pues, sí: Jack y yo tenemos una propuesta para ti. (Más adelante hablaremos de los detalles y del dinero.)
Queremos que sigas en nuestra organización y que ocupes dos cargos. El primero, como jefe de despachos del papeleo legal del comité McClellan. El comité ya se ha disuelto, pero yo, como el Fantasma, sigo en la brecha. Continuemos, pues, nuestro esfuerzo antimafia y anti Hoffa. Tú podrías prestar un buen servicio ocupándote de que nuestras pruebas lleguen a las manos adecuadas para la investigación. En segundo lugar, Jack se dispone a anunciar su candidatura en enero y quiere que te encargues de la seguridad en su campaña Para las primarias y, si todo sale bien, hasta noviembre. ¿Qué te parece?
Bob
DOCUMENTO ANEXO: 13/7/59.
Nota personal de Kemper Boyd a Robert F. Kennedy.
Apreciado Bob:
Acepto. Tiene razón: a diferencia del Fantasma, yo lo quiero todo. Atrapemos a Jimmy Hoffa. Y que Jack sea elegido presidente.
Kemper
DOCUMENTO ANEXO: 27/7/59.
Transcripción de una llamada por un teléfono oficial del FBI:
«Grabación a petición del Director»
Clasificada CONFIDENCIAL 1-A: Acceso restringido exclusivamente al Director.»
Hablan el Director J.E. Hoover y el agente especial Kemper Boyd.
JEH: Buenos días, señor Boyd.
KB: Buenos días, señor.
JEH: Su mensaje hablaba de buenas noticias.
KB: Noticias excelentes, señor. Los Hermanos me han contratado de forma más o menos permanente.
JEH: ¿En calidad de qué?
KB: Tengo que supervisar el envío del material del comité McClellan a diversos grandes jurados y agencias de investigación. Y me ocuparé de la seguridad en la campaña del Hermano Mayor.
JEH: Así pues, el Hermano Pequeño insiste en el tema Hoffa.
KB: Tarde o temprano, crucificará a ese hombre.
JEH: Es conocido que los católicos se han excedido siempre en el concepto de la crucifixión.
KB: Sí, señor.
JEH: Continuemos con el tema de los católicos cerriles. ¿El señor Littell sigue llevando una vida recta y proba?
KB: Sí, señor.
JEH: El capitán Leahy me ha enviado sus informes para la brigada Antirrojos. Según parece, está haciendo un trabajo satisfactorio.
KB: El año pasado usted le metió miedo, señor. Ahora, lo único que quiere es pasar sin más problemas el tiempo que le queda hasta la jubilación. Como ya le he dicho, Littell bebe bastante y está completamente embobado en su romance con Helen Agee.
JEH: Hablando de romances, si me permite la pregunta, ¿cómo anda su aventura con Laura Hughes?
KB: Yo no me atrevería a llamarlo aventura, señor.
JEH: Señor Boyd, está hablando usted con un artista de la mentira y maestro del subterfugio sin rival en el mundo. Por muy bueno que sea usted en el tema, y es usted brillante, yo soy mejor. Está acostándose con Laura Hughes y estoy seguro de que se tiraría a todas las hermanas Kennedy reconocidas y a la misma vieja Rose si pensara que eso lo congraciaría con Jack. Ya está. Dicho esto, ¿qué comenta la señorita Hughes de la familia?
KB: Limita sus anécdotas al padre, señor. Y es muy mordaz en sus referencias al viejo Kennedy y a los amigos de éste.
JEH: Continúe.
KB: Según parece, durante los años veinte, Joe y su viejo amigo,
Jules Schiffrin, pasaban ilegales mexicanos a través de la frontera. Utilizaron a esos hombres como peones de construcción de decorados cuando Joe fue propietario de los estudios RKO. Joe y Schiffrin usaban sexualmente a las mujeres, las contrataban como criadas, les quitaban la mitad de la paga en concepto de alojamiento y alimentación y luego las entregaban a la patrulla de Fronteras y las hacían deportar. Schiffrin llevó consigo a varias mujeres cuando regresó a Chicago y abrió allí un prostíbulo que atendía exclusivamente a gángsters y políticos. Laura dice que Joe filmó clandestinamente una película en el burdel. En ella aparecía Huey Long con dos chiquitas mexicanas de pechos enormes.
JEH: La señorita Hughes es una narradora de anécdotas muy gráfica. ¿Qué dice de los Hermanos?
KB: Es bastante reservada acerca de ellos.
JEH: Igual que usted.
KB: Sí, me caen bien.
JEH: Me da la impresión de que ha puesto usted límites a su traición. Me parece que no se da cuenta de hasta qué punto está usted subyugado con esa familia.
KB: Sé mantener cada cosa en el lugar que le corresponde, señor.
JEH: Sí, eso se lo concedo. Ahora, pasemos al asunto de su emigrante cubano. ¿Recuerda que me dijo que tenía acceso al espionaje del exilio cubano?
KB: Desde luego. Pronto le enviaré un informe resumen detallado. JEH: Laura Hughes debe de ser muy cara.
KB: ¿Señor…?
JEH: No intente hacerse el ingenuo, Kemper. Es evidente que la CIA lo ha reclutado. ¡Tres sueldos, Dios mío!
KB: Señor, sé mantener cada cosa en el lugar que le corresponde. JEH: Desde luego que sí. Y lejos de mí perturbar ese orden. Buenos días, señor Boyd.
KB: Buenos días, señor.