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Authors: Matthew Reilly

Tags: #Intriga, Policíaco

Área 7 (19 page)

BOOK: Área 7
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—¿Qué es lo que hace?

—Proporciona un retardo de cuarenta y cinco minutos en cualquier transmisión enviada a través del sistema de transmisiones de emergencia, a menos que se introduzca un código presidencial de anulación del automatismo. En otras palabras, salvo en las circunstancias más extremas, evita que cunda el pánico ante ciertas transmisiones, concediendo un llamémoslo «periodo de enfriamiento» de cuarenta y cinco minutos.

Puesto que son las 8.09, la transmisión inicial de César ha tenido que emitirse ya, pero si encontramos la caja de transmisión del sistema en el interior de este complejo, podremos detener sus posteriores transmisiones.

Schofield frunció el ceño, pensativo.

—Eso tiene que ser algo secundario. Algo que solo haremos si nos encontramos en el lugar adecuado en el momento adecuado.

Se volvió para mirar a Herbie.

—Háblenos de este complejo.

—¿Qué hay que saber? Es una fortaleza. Fue el cuartel general del Mando Norteamericano de Defensa Aeroespacial. Cuando se cierra, se cierra. La cuestión es que no creo que nadie esperara que esta base fuera a emplearse para encerrar a alguien.

—Pero incluso con un cierre total, tiene que existir un procedimiento para su apertura —dijo Schofield—. Algo que abra las puertas cuando el momento crítico haya pasado.

Herbie asintió.

—El cierre temporizado.

—¿Cierre temporizado?

—En caso de un cierre total del complejo, se activa un sistema de seguridad controlado por un temporizador. A cada hora, la gente que siga con vida en el interior de la base dispondrá de un periodo ventana de cinco minutos para introducir uno de los tres posibles códigos.

—¿Qué tipo de códigos? —dijo Gant.

—Recuerden que esta instalación fue creada para un intercambio nuclear a gran escala entre Estados Unidos y la Unión Soviética —dijo Herbie—. Los códigos así lo reflejan. Por tanto, existen tres posibles códigos de entrada. El primer código simplemente continúa con el cierre. Significa que sigue la crisis nuclear, por lo que la instalación permanece sellada. El segundo código da por sentado que la crisis ha sido resuelta. Así, concluye el cierre, las puertas blindadas se repliegan y todas las entradas y salidas vuelven a abrirse.

—¿Y el tercer código? —preguntó Gant.

—El tercer código es una medida a medio camino entre las dos anteriores: permite la salida de un mensajero. Autoriza la apertura de salidas individuales para que los mensajeros abandonen la instalación.

Schofield estaba escuchando atentamente a Herbie.

—¿Qué ocurre si no se introduce ningún código durante el periodo ventana de cada hora? —preguntó.

—Es usted rápido, capitán. Verá, ahí está la pega. Si no se introduce ningún código, el ordenador del complejo es alertado de que la instalación podría haber sido tomada por el enemigo. Entonces el ordenador da la posibilidad de reintroducir uno de los otros códigos durante el periodo ventana de la siguiente hora. Si no se introduce ningún código en ese periodo de tiempo, entonces el ordenador asume que la instalación ha sido tomada por el enemigo, momento en el cual se activa el mecanismo de autodestrucción de la instalación.

—Mecanismo de autodestrucción —saltó Lumbreras—. ¿Qué cojones es eso?

—Una cabeza termonuclear de cien megatones enterrada bajo el complejo —dijo con total tranquilidad Herbie.

—Oh, joder… —dijo Lumbreras.

Gant dijo:

—Seguro que la sacaron después de la caída de la Unión Soviética.

—Me temo que no —dijo Herbie—. Cuando esta base fue reconfigurada como instalación de armas químicas, se decidió que el dispositivo de autodestrucción podía seguir siendo de utilidad. Si se produjera un accidente o un virus se extendiese por toda la instalación, todo el complejo contaminado, virus incluido, podría destruirse mediante una explosión nuclear sobrecalentada.

—De acuerdo —dijo Schofield—. Entonces, si queremos marcharnos, tenemos que esperar a ese periodo ventana que sucede a cada hora, encontrar un ordenador conectado a la red central e introducir el código correcto.

—Eso es —dijo Herbie.

—¿Y bien? ¿Cuáles son los códigos?

Herbie se encogió de hombros.

—Eso no lo sé. Puedo iniciar un cierre total de la instalación si se ha producido un problema, pero no tengo autorización para desactivar el cierre. Solo los tipos de la Fuerza Aérea pueden hacerlo…

—Eh, esto, disculpen —dijo Juliet Janson— pero ¿no nos estamos olvidando de algo?

—¿Como qué? —dijo Lumbreras.

—Como el balón nuclear —dijo Janson—. El maletín del presidente. El que ha sido manipulado para que el presidente no pueda salir de aquí. Tiene que colocar la palma de su mano en el analizador del balón cada noventa minutos. Si no lo hace, las bombas de plasma de las ciudades estallarán.

—Mierda —dijo Schofield. Se había olvidado de eso. Miró su reloj.

Eran las 8.12 horas.

Todo había comenzado a las siete de la mañana. Lo que significaba que el presidente tenía que colocar su mano en el analizador del balón nuclear a las ocho y media.

Se volvió para mirar a los demás.

—¿Dónde guardan el balón nuclear?

—Russell dijo que estaría guardado en el hangar principal —dijo el presidente.

—¿Qué opinas? —le dijo Gant a Schofield.

—No creo que tengamos demasiadas opciones. Tenemos que lograr que su mano llegue hasta el balón nuclear.

—Pero no podemos estar haciéndolo todo el tiempo.

—No —dijo Schofield—. No podemos. Llegado el momento, tendremos que encontrar una solución más a largo plazo. Hasta entonces, no obstante, nos ocuparemos de las soluciones a corto plazo.

Janson dijo:

—Sería un suicidio subir al presidente. Estarán esperándonos.

—Cierto. —Schofield se puso en pie—. Razón por la que no haremos eso. Nosotros le traeremos el balón.

* * *

—Lo primero que tenemos que hacer —dijo Schofield mientras miraba a todos los allí presentes— es ocuparnos de las cámaras de seguridad. Mientras sigan funcionando, estamos jodidos. —Se volvió hacia Herbie Franklin—. ¿Dónde se encuentra la caja de conexión central de este lugar?

—En el hangar del nivel 1, creo, en la pared norte.

—De acuerdo —dijo Schofield—. Madre, Lumbreras, quiero que se encarguen de esas cámaras. Corten la electricidad si es necesario, no me importa, pero apaguen el sistema de vigilancia. ¿Entendido?

—Entendido —dijo Madre.

—Y llévense al doctor Franklin con ustedes. Si miente, péguenle un tiro.

—Claro —dijo Madre mientras miraba con recelo a Herbie. Herbie tragó saliva.

—¿Qué hay del resto de nosotros? —preguntó Juliet.

Schofield se dirigió hacia la breve rampa que conducía al hueco de la plataforma elevadora de aviones.

—El resto vamos arriba a jugar un poco al balón.

—La reiniciación del sistema se ha completado…

—¿Situación? —preguntó César Russell.

Diez minutos antes, durante la segunda transmisión a través del sistema de emergencia, todo el complejo había sufrido un corte eléctrico repentino, lo que había provocado que todos los sistemas interiores se apagaran o desconectaran.

—Confirmado: el suministro eléctrico principal ha sido cortado —dijo uno de los operadores—. Estamos funcionando con el sistema eléctrico auxiliar. Todos los sistemas en funcionamiento.

—Hemos perdido la imagen por satélite. Reconfigurando contacto con el satélite en estos momentos…

Otro operador:

—Recibido. El suministro eléctrico fue desconectado en la caja de conexión del nivel 1 a las 8.00 horas exactamente por el operador 008-72…

—¿8-72? —César frunció el ceño pensativo.

—Señor, no disponemos de imágenes. Todas las cámaras se apagaron al cortarse el suministro eléctrico…

César entrecerró los ojos.

—Todas las unidades. Informen.

—Aquí Alfa —dijo la voz de Kurt Logan—. Inicien barrido de frecuencias. Cabe la posibilidad de que el enemigo se haya hecho con algunos de nuestros equipos de radio…

—Barrido de frecuencia completado —dijo el operador al mando—. Continúe, Alfa…

—Estamos en el hangar del nivel 2. Nos dirigimos al ascensor de personal para encontrarnos con ellos en el hangar principal. Seis bajas…

—Aquí unidad Bravo, estamos en el hangar principal protegiendo el balón. Sin bajas que lamentar….

—Aquí unidad Charlie. Avanzamos con la unidad Eco a la sala común del nivel 3. Tenemos dos muertos y dos heridos tras el incidente con el AWACS. Objetivos vistos por última vez en el nivel 4. Preparando asalto conjunto por los accesos del suelo y techo de los niveles 3 y 4. Situación de esas zonas…

—Charlie, Eco, aquí control. Hemos perdido todo contacto visual con la zona del laboratorio del nivel 4…

—Procedan como consideren oportuno —interrumpió César Russell—. Que sigan moviéndose. No pueden correr eternamente.

—Aquí Delta. Seguimos en el nivel 5. Sin bajas. Cuando irrumpimos por la puerta del nivel 5, los objetivos ya habían subido por la rampa de acceso al nivel 4. Inundación considerable de la zona de confinamiento del nivel 5. A la espera de órdenes…

—Delta, aquí César —dijo Russell con frialdad—. Bajen al nivel 6. Cubran las salidas de los raíles en equis.

—Afirmativo, señor…

Veinte soldados del séptimo escuadrón vestidos de negro corrían por uno de los pasillos del nivel 3. Sus botas resonaban en el suelo: los hombres de las unidades Charlie y Eco.

Llegaron a un registro estanco situado en la alfombra. Introdujeron un código y la trampilla circular se abrió con un silbido, revelando un espacio horizontal muy reducido entre el suelo del nivel 3 y el techo del nivel 4. Justo debajo de la primera trampilla había otra trampilla a presión: la entrada al nivel 4.

Uno de los soldados se dispuso a bajar.

—Control, aquí líder de la unidad Charlie —dijo Pitón Willis por el micrófono de sus auriculares—. Nos hallamos en el acceso que conduce al laboratorio de observación del nivel 4. Preparados para irrumpir desde arriba.

—¡Háganlo! —respondió la voz de César.

Pitón asintió con la cabeza al soldado.

El soldado abrió la siguiente válvula a presión y dejó que la trampilla cayera al suelo del nivel 4, a tres metros por debajo. A continuación saltó al suelo y tres soldados más bajaron tras él, con sus P-90 en ristre, listos para disparar.

Nada.

El laboratorio estaba vacío.

Entonces se oyó un ruido mecánico procedente del interior de las paredes.

Los soldados del séptimo escuadrón se volvieron al unísono.

Era el sonido de la plataforma elevadora hidráulica.

Los soldados de las unidades Charlie y Eco corrieron a la pasarela levemente inclinada que conducía desde el laboratorio de observación al hueco del elevador de aviones.

Llegaron allí justo a tiempo para ver que la parte inferior de la plataforma se alzaba por encima de ellos, en dirección al hangar principal.

Pitón Willis habló por el micro de su casco:

—Control, aquí líder de la unidad Charlie. Van a por el balón.

* * *

El enorme elevador de aviones crujía sonoramente conforme ascendía por el hueco de hormigón.

Se movía lentamente, portando consigo los restos del avión estrellado.

El avión yacía ladeado como un pájaro herido, con el morro más bajo que la sección trasera y sus alas rotas junto a él. El domo rotativo del avión, intacto, se alzaba por encima de tan lastimosa imagen.

El elevador siguió ascendiendo.

Al pasar por la entrada abierta del hangar del nivel 1, sin embargo, tres diminutas figuras saltaron rápidamente de la plataforma y echaron a correr al interior del hangar subterráneo.

Eran Madre y Lumbreras y, resollando tras ellos, Herbie Franklin.

Se dirigían a la caja de conexión central (Franklin había dicho que se hallaba en el hangar del nivel 1) para desconectar el sistema de videovigilancia de la base.

El hangar estaba vacío. Los soldados del séptimo escuadrón hacía tiempo que se habían marchado. Los dos bombarderos y el SR-71
Blackbird
permanecían inmóviles, en silencio, en aquel enorme espacio, como un trío de centinelas dormitando.

Madre miró su reloj mientras bordeaba la pared izquierda del hangar.

8.20.

Diez minutos para llevarle al presidente el balón.

Conforme avanzaba pegada a la pared de hormigón, alerta ante posibles soldados enemigos, vio un compartimento en el extremo más alejado. La puerta de acero del compartimento, de unos tres metros de alto, yacía combada, parcialmente destruida.

—Oh, sí —dijo.

—¿Qué? —preguntó Herbie, detrás de ella.

—Nuestro pequeño roce con el séptimo escuadrón —dijo Madre—. Dispararon un par de Stingers: uno impactó en ese compartimento y el otro perforó unos depósitos de agua que había en el interior de la pared, junto al ascensor del personal.

—Oh —dijo Herbie.

—Veamos qué es lo que ha quedado —dijo Madre.

La plataforma elevadora ascendió hasta el hangar principal.

Los restos del AWACS aparecieron primero, alzándose por encima del borde del hueco cuadrado del elevador.

A continuación los restos de la sección trasera del fuselaje…

Seguidos del domo intacto…

Y las alas rotas…

El resto del maltrecho avión fue apareciendo lentamente y a continuación, con un sonoro bum, la plataforma se situó a ras del suelo del hangar y se detuvo.

Entonces se hizo el silencio.

El hangar principal mostraba las cicatrices de la batalla que había tenido lugar casi una hora y media antes.

El
Marine One
, que seguía unido a su vehículo tractor, se encontraba al oeste de la plataforma elevadora, mientras que su hermano, el Nighthawk Dos (prácticamente destrozado), y su cucaracha se hallaban en la zona norte de la plataforma, cerca del ascensor de personal.

Al este del AWACS, sin embargo, había algo totalmente nuevo: un equipo de diez soldados del séptimo escuadrón, la unidad Bravo, posicionados entre la plataforma y el edificio interior, dentro de una barricada semicircular de cajas de madera y maletas Samsonite.

En una silla situada en el centro de la barricada se hallaba un maletín de acero inoxidable abierto que mostraba una serie de luces rojas y verdes, un teclado numérico y un analizador de vidrio plano.

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