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Authors: Kim Harrison

Tags: #Fantástico, Romántico

Bruja blanca, magia negra (63 page)

BOOK: Bruja blanca, magia negra
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—¡Tenía entendido que queríais ser solo amigos! —dijo, dejándose caer bruscamente—. ¡Mierda, Rachel! ¿Eres incapaz de mantener una relación de amistad con un hombre?

—¡Eso no es cierto! —le espeté sacudiendo la cabellera mientras echaba en el mortero las raíces de hiedra y la hoja de acebo y empezaba a machacarlas—. ¡En esta ocasión tenía un amigo! Me pasé dos meses haciendo cosas de amigos porque pensaba que mi vida era demasiado peligrosa y descubrí que sí, que podía seguir siendo solo su amiga, pero también que era una persona maravillosa; alguien con quien podría pasar el resto de mi vida. O tal vez no. No tenía ni idea de que me excluirían. ¡Perdóname por pensar que, finalmente, iba a poner un poco de orden en mi vida y que podría compartirla con alguien que no fuerais Ivy o tú!

Las alas de Jenks dejaron de zumbar, y me miró con expresión de culpabilidad. Sintiéndome mal por haberle gritado, abandoné el mortero y me incliné para ponerme a su mismo nivel.

—Creí que la vida empezaba a sonreírme —susurré—. Me gustaba de veras.

—A mí también —dijo aterrizando junto a mi mano con un suave zumbido—. Y no hables de él en pasado.

Me quedé mirándolo fijamente y me erguí.

—Es que forma parte de mi pasado —susurré—. Desde el preciso instante en que me excluyeron.

Desanimada, me enderecé y miré el polvo sagrado. Cenizas y polvo. En cierto modo, resultaban de lo más apropiado.

Jenks observó cómo sacudía el sobre encima del platillo de la balanza y se elevó sobre una columna de chispas de color ámbar.

—El teléfono está a punto de sonar. ¿Quieres que lo coja antes de que despierte a mis hijos?

Alcé la vista, sin saber muy bien si creerle. Justo en ese mismo instante el timbre del teléfono rompió el silencio y alargué la mano para levantar el auricular al mismo tiempo que sentía una descarga de adrenalina. ¿
Cormel
?

—¡Dios! No sabes cuánto odio que hagas eso —dije presionando el botón para descolgar.

—Sí, dígame —barboté mientras Jenks atravesaba la cocina a toda velocidad para echarle un vistazo a los pixies. Entonces, recordando que teníamos un negocio, me aclaré la garganta—. Encantamientos Vampíricos —dije educadamente—. Al habla Rachel. Estamos a su disposición para ayudarle, ya esté vivo o muerto.

—Vivo, a poder ser —respondió la voz de Edden, y la decepción de que no fuera Cormel hizo que dejara caer los hombros. Sujetando el teléfono entre el hombro y la oreja, regresé a la balanza.

—Hola, Edden. ¿Qué tal está Glenn? —pregunté, intentando no respirar sobre los platillos mientras añadía un poco más de polvo.

—Genial. Esta tarde le dan el alta. El masaje funcionó, aunque dejó alucinado a más de uno. Lo incluirán en el procedimiento operativo estándar para daños en el aura.

—¡Eso es fantástico! —dije, mientras me ponía en pie y echaba el polvo en el mortero, junto con la mezcla del vino. Vino para dar vida, polvo para darle sustancia, hiedra para ligarlo todo y acebo para asegurarme de que no entraba nada malo en las almas de los muertos.

—Gracias por llamar.

Miré el reloj, deseando dejar la línea libre, pero Edden no pilló la indirecta.

—Es lo menos que podía hacer, teniendo en cuenta lo que has hecho para ayudarle a salir. —Vaciló y, cuando vio que yo no decía nada, añadió—: Siento lo de Ivy. ¿Se encuentra bien?

Los movimientos con los que raspé el metal sobre la mezcla fueron más bruscos de lo que pretendía y, sonrojándome, dirigí la mirada hacia Jenks, que entraba de nuevo en la cocina. ¡
Ah, claro
!
Seguro que ya se lo han contando
.

—¡Oh! Está bien —respondí sintiendo un escalofrío mientras me ajustaba el teléfono y me acordaba de añadir uno de mis cabellos—. Esto… ¿Sabes si todo ese asunto me traerá muchos problemas?

Él soltó una carcajada.

—Pásate mañana y yo mismo me ocuparé de tomarte declaración. Les dije que estabas trabajando para mí y van a hacer la vista gorda.

Suspiré aliviada.

—Gracias, Edden. Te debo una.

—Así es. De hecho… —empezó a decir, mientras la tensión se me volvió a disparar al escuchar su malicioso tono.

—¿Qué? —le pregunté de forma categórica. Entonces miré a Jenks, que seguía la conversación desde el otro lado de la habitación, y el pixie se encogió de hombros.

—Necesito que me ayudes con el siguiente paso para capturar a Mia —dijo—. Podemos discutirlo mañana. Nos vemos en mi despacho a las ocho.

—¡Eh, eh, eh! ¡Para el carro, Edden! —dije sujetando con fuerza el auricular—. No existe ningún «siguiente paso». Hasta que todos los miembros de mi equipo no estén en condiciones de trabajar, ninguno de nosotros irá tras ella.

—Nuestros tres mejores perfiladores psicológicos coinciden en que la señora Harbor asistirá a una fiesta mañana por la noche —dijo Edden como si no me hubiera oído—. Te quiero allí.

Intentando sujetar el teléfono como buenamente podía, saqué una botella del horno y lo apagué. El zumbido de las alas de Jenks aumentó de intensidad e intenté decirle con la mirada que no pensaba aceptar de ninguna de las maneras.

—¿La noche de fin de año? —le pregunté con sarcasmo—. ¿Cuánto pagas a esos tipos? La mitad de Cincinnati asistirá a una fiesta.

—Quiero que me acompañes a una en particular —continuó, con voz cansada.

—¡Cáspita, Edden! Lo siento, pero tengo como norma no salir con la gente con la que trabajo.

—Morgan, deja de darle la vuelta a todo lo que digo. Existe un ochenta y tres por ciento de posibilidades de que Mia aparezca en esta.

Sintiendo en mis manos el calor de la botella mientras la rellenaba, sacudí la mezcla con fuerza antes de dejarla junto a la primera con un golpe seco.

—Tengo que hacer unos hechizos mañana. Cosas personales.

—Te pagaré un cincuenta por ciento más de lo establecido —me ofreció. Crucé uno de los brazos a la altura del pecho. No lo había captado.

—La hija de esa mujer estuvo a punto de matarme —dije intentando abordar la cuestión de una forma más directa—. Y anoche intentó rematar la faena a las puertas de una maldita cárcel, dañando mi nueva aura y dejando a Ivy prácticamente sin ninguna. ¿Tienes idea de lo difícil que resultaría convivir con Ivy si estuviera muerta? No pienso arriesgar nuestras vidas en un intento infructuoso de capturarla a ella y a su novio psicópata. ¿Sabías que no puedo interceptar una línea sin sufrir convulsiones si mi aura no está en condiciones? Olvídalo, Glenn. No puedo ayudarte.

—Haz unos cuantos hechizos. Te pagaré el doble —dijo. Justo en ese momento escuché un ruido amortiguado que indicaba que alguien había entrado en su despacho.

Haz unos cuantos hechizos. Estúpido humano
.

—No —respondí echando un vistazo a mis pociones—. Tal vez más adelante. Cuando haga menos frío y los tres nos encontremos en situación de trabajar.

—Rachel. Está muriendo gente… ¿No quieres vengarte por lo que le ha hecho a tu compañera de piso?

Aquel comentario me hizo perder los estribos.

—No intentes hacerme sentir culpable, Edden —le reproché escuchando los chasquidos de las alas de Jenks—. Existe una razón por la que la SI la ignora. Es una maldita depredadora que se encuentra en lo más alto de la cadena alimentaria y, para ella, somos como cebras en un abrevadero. Intentar incitarme enarbolando la bandera de la venganza es una bajeza. Por mí, puedes coger tus sentimientos de culpa y tu manipulación y metértelos por donde te quepan.

Al ver la expresión apenada de Jenks, bajé la voz para no despertar a sus hijos. Desde el otro lado del teléfono escuché la voz conciliadora de Edden diciendo:

—De acuerdo, de acuerdo. No he debido decir algo así. Lo siento. ¿Qué te parece si me acerco a tu casa y lo discutimos? Te llevaré flores. O caramelos. ¿El soborno funciona contigo?

—No. Y tampoco puedes pasarte. Estoy en pijama —mentí. ¡Dios! No podía creerme que hubiera utilizado la venganza para conseguir llevarme a su terreno. El caso era que, el año anterior, habría funcionado.

—Eso no es cierto. Es solo medianoche.

—Me he dado un baño —mentí de nuevo. Cansada, me miré en el reflejo de la oscura ventana—. Remus es un asesino psicópata, pero Mia es una asesina psicópata hambrienta de energía que, para colmo, es inframundana. No solo se cree la dueña de la ciudad, sino que incluso sostiene que la construyó ella misma y lleva más tiempo viva que la mayoría de los vampiros no muertos. Edden, me dijo que si no cejabais en vuestro empeño, empezaría a seleccionar objetivos de la vida política en lugar de reducir a la gente común. Necesitas disminuir el ritmo y pararte a pensar. Sé que está muriendo gente, pero encerrarla requerirá mucha astucia y una buena dosis de suerte, y a mí se me han agotado ambas.

A excepción de un largo suspiro, no se oyó nada al otro lado de la línea.

—No me sorprende lo más mínimo que amenace a la AFI. Concuerda con el informe de los perfiladores.

Puse los ojos en blanco. ¡
El maldito informe de los perfiladores
! Disgustada, me situé de espaldas a la ventana y me apoyé en el fregadero.
No pienso hacerlo. Es demasiado arriesgado
.

—Mia no se corresponde con el tipo de asesino psicópata al que estás acostumbrado. No necesita ir a una fiesta —dije, cansada—. En caso de que decida salir, asistirá a una fiesta privada en la que ya conocerá a la víctima, y el pobre tipo morirá de un infarto o atragantado con una oliva.

Edden no respondió y yo le espeté:

—Mira, estoy de acuerdo en que tenemos que capturarla, pero debes conseguir que se entregue voluntariamente. Tener bajo vigilancia una fiesta no es la manera. No puedes apresarla así como así, ni tampoco la SI. Se te escapa de las manos una y otra vez porque conoce la ciudad mejor que tú y porque es como una serpiente venenosa a la que no puedes acercarte a menos de tres metros de distancia. —Frustrada, me quedé mirando mis libros demoníacos, junto a los mapas y gráficos de Ivy—. He estado investigando, y no hay nada que pueda hacer para proteger vuestras auras de ella, así que, a menos que la acribilléis a balazos, no tenéis nada que hacer.

—Entonces le dispararemos uno de esos dardos tranquilizantes para capturar animales —declaró con acritud—. ¿No es eso lo que hacéis con los hombres lobo?

—No —respondí secamente, pensando que solo sugerirlo me parecía una salvajada—. Escúchame. No puedes arriesgarte a enajenar a esa mujer. Incluso aunque consiguieras derribarla con una poción somnífera de larga duración, dentro de dieciocho años te encontrarías con otra de estas mujeres en la calle, y no podrás distinguir sus crímenes de las muertes por causas naturales. Ya viste a Remus. Está vivo gracias a un estúpido deseo y, a fuerza de observar a Holly interactuar con él, Mia aprendió a introducir energía en la gente, y no solo a extraerla.

—¿Y? —preguntó el agente de la AFI—. A mí me parece una buena cosa.

—Pues que, como todas las cosas buenas que podamos inventar para hacer nuestra vida mejor, se puede convertir en un arma. Mia hace su aparición, convence a un pobre imbécil de que se ha enamorado de él y, dado que lo está alimentando de emociones, él se lo traga. Entonces baja la guardia y muere sin el más mínimo quejido o tacha emocional. Por causas naturales.

—Como hizo con el amigo de Glenn —dijo, y yo levanté la botella de vino y me quedé mirándola.
No, Rachel. Mañana por la mañana te dolerá la cabeza
.

—Exactamente —dije llenando la probeta hasta el borde. Acto seguido, sin mirar a Jenks, me bebí la mitad y lo rellené de nuevo para llegar hasta la marca exacta. ¿Quién iba a imaginar que un mísero deseo iba a causar tantos problemas? No me extrañaba que Ivy se sintiera culpable.

Edden se quedó callado y dejé que asimilara lo que acababa de decirle mientras introducía en el mortero otra hoja de acebo y algunas raíces de hiedra y empezaba a triturarlas.

—Tengo que capturar a esa mujer —dijo finalmente—. ¿Vendrás conmigo a la fiesta?

Frustrada, me cambié el teléfono de oreja. Seguía sin pillarlo.

—Mia no te tiene miedo —dije—. Lo único con lo que puedes negociar es con Holly, y es bastante inconsistente. Le preocupa que caiga en manos de la Walker. Si prometes que no entregarán a la niña al tribunal de menores, que no habrá custodia temporal y que permitirás que permanezca en todo momento junto a su madre, es posible que decida entregarse, aunque solo sea para demostrarte lo ruin y despreciable que eres.

—No pienso prometerle nada —dijo Edden, con una rabia tan profunda que Jenks chasqueó las alas preocupado—. Abandonó a mi hijo para que muriera. Su hija es problema de los servicios sociales, no mío.

Furiosa, le respondí airadamente:

—Tienes razón. Para cuando Holly empiece a campar a sus anchas, tú ya te habrás retirado.
Mientras que yo habré logrado que se reconozcan mis méritos. Si es que sigo con vida
. ¡Vamos! —lo animé, al darme cuenta de que se había quedado callado—. ¿Por qué no intentas verlo desde una perspectiva más amplia? Si le dices a Mia que su hija puede quedarse con ella, tal vez consigas que se entregue como gesto de buena voluntad. De ese modo, todos saldremos ganando y tú te habrás mostrado como un ser humano benevolente que permite a una pobre mujer encarcelada quedarse con su hija. Ella cumplirá la pena por haberle dado una paliza a Glenn y después podrá reinsertarse pacíficamente en la sociedad prometiendo ser buena. La tendrás controlada y, lo que es mejor, tendrás controlada a Holly.

—¿Y qué me dices de los Tilson? —preguntó. Torcí el gesto, aunque él no pudo verlo. ¡
Oh, no
! ¡
Me había olvidado de ellos
!

Seguí trabajando la mezcla, sintiendo un dolor incipiente en el hombro.

—Lo más probable es que culpe de todo a Remus, y bien sabe Dios que se merece todo lo que le pase. Una vez que la tengas entre rejas, tendrás el control. Cada cosa a su tiempo.

De nuevo, se produjo un largo silencio.

—Veré lo que puedo hacer.

Aunque a regañadientes, se trataba de una concesión y, antes de que pudiera decir nada, la línea se cortó.

—¡Edden! —exclamé, pero era demasiado tarde. No podía presentarme delante de Mia con un «veré lo que puedo hacer» y, contrariada, coloqué el teléfono en la base de carga y emití un sonido de frustración mirando al techo—. Las típicas chorradas corporativistas —murmuré.

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