Camino al futuro

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Authors: Peter Rinearson Bill Gates

BOOK: Camino al futuro
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Bill Gates está en excelente forma sobre lo que mejor hace… estar atento para ver cuál es el futuro de la tecnología y la sociedad. Bill Gates, cuya visión sobre las computadoras personales llevó a su compañía, Microsoft, a llegar a ser una de las empresas líder mundial, sorprendió, en 1996, a toda la comunidad empresarial efectuando un cambio radical en su orientación hacia Internet.

En esta obra, clarividente, sincera y, en definitiva, tranquilizadora, Gates muestra cómo las nuevas herramientas de la edad de la información están transformando las formas de compra, trabajo, estudio, comunicación y diversión. Camino al futuro 2a. Edición es el punto de vista aéreo de Bill Gates sobre los territorios inexplorados que nos esperan. Una guía de viaje, completa y fácil de leer, que nos hará pensar.

Bill Gates

Camino al futuro

Diseño/retoque portada: Orkelyon

ePUB v1.1

wertmon
07.08.12

Título original:
The road ahead

Bill Gates, Peter Rinearson, Nathan Myhrvold, 1995.

Traducción: Francisco Ortiz Chaparro

Editor original: wertmon (v1.0)

ePub base v2.0

Prólogo a la segunda edición

Trabajo en la industria del software, en la que el cambio es norma. Un programa de software popular, ya se trate de una enciclopedia electrónica, de un procesador de textos o de un sistema de banca en línea, se mejora cada uno o dos años incorporándole importantes características nuevas e incontables perfeccionamientos. Antes de efectuar las mejoras, escuchamos la opinión de los clientes y estudiamos las oportunidades que ofrece la nueva tecnología.

Yo he adoptado el mismo enfoque para esta nueva edición de Camino al futuro. He efectuado bastantes cambios, revisando todos los epígrafes y actualizando datos, pero el principal cambio consiste en que el libro, como la misma Microsoft, se centra ahora en Internet, La explosiva popularidad de Internet es el punto de partida de la mayor parte de los textos nuevos de esta edición, incluidos la revisión total de los capítulos 5, 7, 9 y 11 y del epílogo.

Dije en la primera edición que la interconexión entre las computadoras personales y otros dispositivos de información provocarían una revolución de las comunicaciones. Me ha sorprendido la rapidez con que ha ocurrido esto y el modo cómo se ha producido. Aunque en los años setenta, cuando era estudiante, utilicé la primitiva Internet, no esperaba que sus protocolos se convirtieran en el estándar de una red de la que todo el mundo estaría hablando veinte años más tarde.

Inclusive, antes de que se desarrollara la primera PC, era un entusiasta del potencial de las redes globales que conectarían a los millones de computadoras personales, de las cuales predije que estarían «sobre cada mesa de trabajo y en cada hogar». Supuse que algún día hasta las computadoras caseras estarían conectadas entre sí y podrían comunicarse unas con otras para formar las mayores agrupaciones de información del mundo. Durante los años ochenta y principios de los noventa me sorprendí de que los servicios en línea no hubieran conseguido ser muy populares.

Me preguntaba qué combinación de ancho de banda de la red y qué contenido debería tener la comunicación electrónica para convertirse en una gran corriente.

En un viaje que hizo a la Cornell University a finales de 1993 para reclutar personal, mi director técnico, Steven Sinofsky, quedó impresionado por el modo como la comunidad universitaria utilizaba la red Internet para comunicarse. No sólo eran los estudiantes de informática quienes lo hacían. Cornell y otras universidades estaban utilizando la red Internet para publicar temarios de cursos de estudiantes y facultades, listas y tareas de clase, y noticias de conferencias, exposiciones y otros acontecimientos. Redes de alta velocidad unían entre sí a computadoras que estaban a disposición de todos los estudiantes. Los clubes y organizaciones realizaban gran parte de sus tareas a través de Internet. Los estudiantes podían incluso acceder a la tutorización en la red. Cada estudiante tenía una dirección de correo electrónico. La utilización de Internet en la comunidad universitaria había alcanzado una audiencia masiva. Cuando oí relatar a Steve lo que estaba sucediendo en Cornell, empecé a tomar totalmente en serio a Internet.

Hacia la primavera de 1994, Microsoft estaba apostando a que Internet sería importante algún día y estábamos incorporando en nuestros productos soportes técnicos para ella. Además, estábamos gastando anualmente más de 100 millones de dólares en investigación y desarrollo sobre redes interactivas de varios tipos; sin embargo, no esperaba que en el lapso de dos años la Internet cautivara toda la industria y la imaginación del público. Pensábamos que serían relativamente pocas las personas interesadas en la interactividad invasiva hasta que la tecnología no incorporara, la videoconferencia y aplicaciones de gran ancho de banda, tales como vídeo bajo demanda, por no mencionar las necesidades de seguridad, privacidad, fiabilidad y utilidad. Éramos muy optimistas a largo plazo, pero los años que hubo que esperar antes de que se hicieran populares los servicios en línea nos habían hecho conservadores a la hora de estimar la rapidez con que un número significativo de personas utilizaría las redes interactivas.

Cuando Internet despegó en serio nos quedamos sorprendidos, fascinados y complacidos. De la noche a la mañana, aparentemente, millones de personas se incorporaron a Internet, demostrando que tolerarían los inconvenientes mucho más de lo que pensábamos. Las personas se quejaban de las irritantes deficiencias de Internet, pero eso no las detuvo a la hora de utilizar este nuevo y emocionante modo de comunicarse. ¡Era demasiado divertido para ignorarlo! Todo lo que tenía que ocurrir para que no hubiese retorno posible era que los módems fueran lo bastante rápidos, los dispositivos de comunicaciones baratos, las PC fueran suficientemente populares y potentes, y el contenido de la Word Wide Web fuese lo suficientemente rico. No puedo decir con exactitud cuándo se alcanzó este punto de no retorno pero, hacia finales de 1995, habíamos traspasado el umbral. Más usuarios implicaban más contenido, y más contenido implicaba más usuarios. La espiral de popularidad de Internet había crecido lo suficiente como para alcanzar una masificación crítica.

Irónicamente, cuando una tecnología alcanza la masa crítica, sus debilidades y limitaciones se convierten casi en fortalezas, porque numerosas empresas tratan de establecer un hito en lo que rápidamente se convierte en una fiebre del oro y dan pasos hacia adelante para satisfacer esas deficiencias. La PC original de IBM es un buen ejemplo de este fenómeno. La PC tenía limitaciones arbitrarias que eran fáciles de identificar. Los ingenieros de muchas empresas le echaron una ojeada y dijeron «¡Vaya, esta máquina tiene problemas!». Cuando se lanzaron a la carrera para hacer dinero remediando las deficiencias de la PC, desencadenaron el ciclo de inversión en espiral que ha marcado la evolución de la arquitectura de las PC durante 15 anos. Internet está en una posición similar hoy en día.

Muchas de sus piezas faltan o son deficientes pero, como está destinada a evolucionar para convertirse en la autopista de la información global de que estamos hablando, ofrece una oportunidad maravillosa para las empresas que nacen con métodos para mejorarla.

Internet está incluso en una posición mucho más sólida de lo que estaba la PC hace 15 años. Están contribuyendo a su mejora muchas más personas de las que contribuyeron nunca a mejorar la PC. El ritmo de su evolución es tan rápido que Internet es distinta en pocos meses. Incluso las personas más ligadas a ella están impresionadas por la rapidez con que Interne! ha llegado y tos logros que ha alcanzado.

En la actualidad, mi empresa se encuentra entre las miles que contribuyen a la evolución de Internet. No exagero si digo que casi todo lo que hace Microsoft hoy en día está orientado de una u otra manera hacia Internet.

Por todas parles parecen verse señales del éxito de Internet. Anuncios de televisión muestran direcciones de páginas Web y muchas personas tienen al menos una dirección de correo electrónico en sus tarjetas. Cada día se incorporan a la Word Wide Web de Internet miles de páginas nuevas. Un mendigo de Seattle me pidió que le revisara su sitio en la Web. «¡Hombre, esto se está haciendo realmente popular!», pensé. Puede que fuera sólo una línea, pero quedé lo bastante impresionado como para darle lo que pedía.

El nivel de las inversiones en Internet es sorprendente, dado que nadie está obteniendo grandes beneficios todavía. Cuando los precios de algunas acciones bajen a niveles más realistas, seguro que los críticos dirán que Internet no es más que algo desorbitado por la publicidad, o incluso que esté muerta.

No lo crean. Estamos asistiendo a los primeros días de una revolución de las comunicaciones que tendrá una vida muy larga y amplia. Se producirán algunas sorpresas antes de lograr la máxima realización en la autopista de la información, porque hay muchas cosas que todavía no están claras.

Aún no entendemos las preferencias de los consumidores. El papel de los gobiernos es una cuestión abierta y preocupante. No podemos anticipar lodos los descubrimientos técnicos que nos esperan, pero las redes interactivas están aquí para quedarse y esto es sólo e] comienzo.

Tengo que dar las gracias a Peter Rinearson, mi principal colaborador para esta edición, y a Erin 0'Connor, nuestro editor. Mi colega Nathan Myhrvold me proporcionó ideas y consejos imposibles de agradecer como siempre. Craig Mundie fue mi consultor en las cuestiones de hardware e infraestructuras y Tom Corddry en los temas de educación. Jonathan Lazarus y Kelly Jerome coordinaron la revisión del texto escrito y supervisaron la del CD-ROM. Muchas gracias a todos ellos por su dedicación.

Muchas gracias a Kimberly Ellwangcr, Bob Gomuikiewicz, Tren Griffin, Jonathan Lazarus, Roger McNamee, Rick Rashid y Steven Sinofsky por revisar los capítulos rehechos, con muy poco tiempo para ello.

En Microsoft Press, Elton Welke ayudó a dirigir el proyecto y Buck Guderian, Michael Viclor y Bill Teel prepararon gráficos nuevos. Gracias también a Peler Mayer, Pam Dormán, Susan VanOmmeren y a todas las demás personas de talento que trabajan en mi editorial en lengua inglesa, Viking Penguin, por su profesionalismo y paciencia.

Me correspondió coordinar los esfuerzos de todas estas personas y de muchas otras para que pueda llegar a ustedes esta nueva edición de Camino al futuro. Espero que disfruten con ella y la encuentren útil cuando elijan su propio camino en los años venideros.

BILL GATES

25 de julio de 1996

Capítulo 1 — Comienza una revolución

Escribí mi primer programa de software a los trece años. Lo hice por jugar a teclear tontamente. La computadora que utilicé era enorme, pesada y lenta, y absolutamente irresistible.

El hecho de permitir a un puñado de adolescentes jugar con una computadora fue idea del Club de Madres de la Lakeside School, de Seattle.

Las madres decidieron utilizar los beneficios de una gran liquidación de cacharros que sobraban en las casas para instalar un terminal y comprar tiempo de computadora para los estudiantes. Permitirnos utilizar una computadora fue una idea muy progresista a finales de los años sesenta y una decisión por la que siempre estaré agradecido.

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