Authors: Peter Rinearson Bill Gates
El teléfono supuso un gran avance en las comunicaciones bidireccionales, pero al principio se le consideró, incluso, como un estorbo. La gente se encontraba incómoda y molesta con este invasor mecánico de sus hogares.
No obstante, al final se dieron cuenta de que no se trataba sólo de una máquina nueva; estaban aprendiendo una nueva forma de comunicarse. Una conversación telefónica no duraba tanto ni era tan formal como la conversación cara a cara. Antes del teléfono, cualquier charla que se preciase habría implicado una visita y probablemente una comida y uno podía esperar pasar una larde entera o una noche. Sin embargo, una vez que la mayor parle de las empresas y de las casas tuvieron teléfono, la gente inventó nuevas maneras de aprovechar las características únicas de este medio de comunicación. Y, a medida que el teléfono se expandía, se desarrollaron sus propias expresiones especiales, sus trucos, su etiqueta y su cultura. Estoy seguro de que Alexander Graham Bell nunca anticipó el tonto juego ejecutivo de «que mi secretaria atienda su llamada antes que yo». Ahora, una nueva forma de comunicación, el correo electrónico, está comenzando a seguir el mismo tipo de proceso: estableciendo sus propias convenciones y su cultura.
El único acontecimiento singular que ha producido el mayor de los efectos en la historia de la comunicación se produjo alrededor de 1450, cuando Johann Gutenberg, un orfebre de Mainz, Alemania, inventó los tipos móviles e introdujo en Europa las primeras máquinas de imprimir (China y Corea ya contaban con prensas). Ese acontecimiento cambió la cultura occidental para siempre. Antes de Gutenberg. Todos los libros se copiaban a mano. Los monjes, que eran quienes generalmente hacían las copias, raras veces conseguían hacer más de un texto por año. Gutenberg tardó dos años en componer los tipos para su primera Biblia pero, una vez que lo hizo. Pudo imprimir múltiples copias.
La imprenta hizo más que dar a Occidente un medio más rápido de reproducir un libro. Hasta cuando apareció, la vida había sido comunal y apenas sí había experimentado cambios, a pesar del transcurso de las generaciones. La mayor parle de la gente sólo sabia lo que había visto por si misma o lo que le habían dicho. Pocas personas se aventuraban lejos de sus aldeas, en parte porque, como no había mapas fiables, a menudo era casi imposible encontrar el camino de regreso a casa. Como dijo uno de mis autores favoritos. James Burke: En este mundo toda experiencia era personal: los horizontes eran reducidos, la comunidad era introspectiva. De lodo lo que existía en el mundo exterior sólo se sabía por oídas.
La palabra impresa cambió todo eso. Fue el primer medio de comunicación de masas. Por primera vez. El conocimiento, las opiniones y las experiencias podían transmitirse de una forma portátil, duradera y fácilmente disponible. A medida que la palabra escrita extendió el horizonte de la población lejos de la aldea, la gente empezó a preocuparse por lo que sucedía en un mundo más amplio. En las ciudades mercantiles surgieron rápidamente imprentas y se convirtieron en centros de intercambio intelectual.
Saber leer fue una capacitación importante que revolucionó la educación y cambió las estructuras sociales.
Antes de Gutenberg había sólo unos 30.000 libros en todo el continente europeo, y casi todos eran biblias o comentarios bíblicos. Hacia 1500 había más de nueve millones de libros sobre toda clase de lemas. Los folletos y oíros materiales impresos afectaron a la política, la religión, la ciencia y la literatura. Por primera vez las personas que no pertenecían a la élite canónica tenían acceso a la información escrita.
La red interactiva global transformará nuestra cultura tan radicalmente como la imprenta de Gutenberg transformó los tiempos medievales.
Las computadoras personales han cambiado ya nuestros hábitos de trabajo, pero es la red Internet que ahora se desarrolla la que cambiará realmente nuestras vidas. A medida que las máquinas de información se conecten a Internet, pronto se harán accesibles las personas, los espectáculos y los servicios de información. A medida que se incremente la popularidad y la capacidad de Internet podremos permanecer en contacto con otras personas que también deseen estar en contacto con nosotros, con independencia del lugar en donde se encuentren, y buscar por miles de fuentes de información, noche y día. Un poco más adelante, podremos contestar el citófono de nuestro apartamento desde la oficina o responder cualquier mensaje de correo electrónico desde nuestra casa. Nuestra cámara de fotos olvidada o robada nos enviará un mensaje para decirnos dónde está exactamente, incluso aunque esté en una ciudad diferente. Cada vez será más fácil hallar información que antes era difícil conocer:
¿Llegará a tiempo mi autobús?
¿Ha ocurrido algún accidente en la ruta que hago normalmente para ir a la oficina?
¿Hay alguien que quiera cambiar sus entradas de teatro para el jueves por mis entradas para el miércoles?
¿Cuál es el registro de asistencia a clase de mi hijo?
¿Dónde hay una buena receta para preparar el halibut?
¿En qué tienda de cualquier lugar puedo adquirir mañana por la mañana a menor precio un reloj de pulsera que me tome el pulso?
¿Cuánto pagarían por mi viejo Mustang convertible?
¿Cómo se fabrica el agujero de una aguja?
¿Están mis camisas listas ya en la lavandería?
¿Cuál es el modo más barato de suscribirse a The Wall Síreet Journafí?
¿Cuáles son los síntomas de un ataque cardíaco?
¿Hubo alguna declaración interesante en el tribunal del Condado hoy?
¿Pueden ver en color los peces?
¿Qué aspecto tienen los Campos Elíseos en este momento?
¿Dónde estaba yo a las 9:02 de la noche el jueves pasado?
Supongamos que esté pensando en elegir un restaurante nuevo y quiere ver su menú. La carta de vinos y los platos del día. Puede que se pregunte qué dice sobre él su revista gastronómica favorita, o tal vez desee saber la calificación sanitaria que otorgó al lugar el departamento de sanidad.
Si recela del barrio del restaurante, quizá quiera ver que calificación se le otorga desde el punto de vista de la seguridad de acuerdo con los informes policiales. Si está interesado en ir, deseará hacer unas reservas, necesitará un mapa e instrucciones para ir en automóvil, basadas en las condiciones actuales del tráfico. Obtendrá las instrucciones de forma impresa o hará que se las lean y actualicen mientras conduce.
Toda esta información estará accesible de inmediato y será totalmente personalizada, porque podremos explorar todo lo que nos interese, de cualquier manera y lanío tiempo como deseemos. Veremos un programa cuando nos convenga, en lugar de verlo cuando lo emitan por la televisión.
Compraremos, encargaremos comida, nos comunicaremos con los amigos o publicaremos información para que otros la usen cuando y como quieran.
Nuestro noticiero de la noche comenzará a la hora que decidamos y durará exactamente lo que deseemos que dure. Tratará de temas seleccionados por nosotros o por un servicio que sepa cuáles son nuestros intereses.
Podremos pedir reportajes de Tokio, Boston o Seattle; requerir más detalles sobre una noticia o preguntar si nuestro columnista favorito ha comentado algún acontecimiento. Y si lo preferimos, podremos recibir las noticias en papel.
En Internet ya están apareciendo formas tempranas de algunos de estos servicios, pero sólo sugieren lo que está por llegar. Está en marcha un cambio masivo en el modo como la gente se comunica y se relaciona con la información.
Los cambios de esta magnitud ponen nerviosa a la gente. Todos los días en todo el mundo la gente se pregunta por las implicaciones de la tecnología de la información, a menudo con aprensión. ¿Qué ocurrirá con nuestros puestos de trabajo? ¿Nos retiraremos del mundo físico y viviremos por delegación a través de nuestras computadoras?, ¿se ensanchará irremediablemente la distancia existente entre los que tienen y los que no tienen?, ¿podrá una computadora ayudar a los desheredados de East St. Louis o combatir la hambruna de Etiopía? No cabe duda de que la red y los cambios que traerá vendrán acompañados de grandes retos. En el capítulo 12 hablo de muchas de estas preocupaciones legítimas que he oído expresar a la gente, una y oirá vez.
La tecnología de la información no es una panacea. Esto incomoda a quienes piden conocer el modo como las computadoras y la Internet resolverán lodos los problemas humanos. Me planteo si en la época de Gutenberg la gente se preguntaba: «¿hasta qué punto es buena esta prensa?, ¿dará de comer a la gente?, ¿ayudará a superar las enfermedades?, ¿hará el mundo más justo?». A la larga, facilitó todas estas cosas, por supuesto, pero en 1450 era difícil decir lo que iba a ocurrir. Una cosa es clara: no tenemos la opción de volver la espalda al futuro. Nadie va a ponerse a volar sobre si la tecnología va a cambiar nuestras vidas. Nadie puede parar el cambio productivo a largo plazo porque el mercado lo adopta inexorablemente. Los gobiernos pueden tratar de reducir la tasa de cambio dentro de sus propias fronteras restringiendo el uso de ciertas tecnologías, pero estas políticas corren el riesgo de dejar a un país aislado de la economía mundial, impidiendo a sus empresas ser competitivas y a sus consumidores obtener los últimos productos y los mejores precios.
Pienso que como el progreso vendrá de todas formas, necesitamos sacar el mayor provecho de él y no tratar de impedirlo.
Todavía estoy emocionado por la sensación de que estoy echando un vistazo al futuro y descubriendo ese primer indicio revelador de posibilidades revolucionarias. Experimenté por primera vez esta especie de euforia siendo un adolescente, cuando comencé a comprender lo baratas y poderosas que podían llegar a ser las computadoras. La mainframe con la que Jugué por primera vez en 1968, como la mayor parte de las computadoras de esa época, era un monstruo temperamental que vivía en un capullo con el clima controlado. Después de que gastamos el dinero del Club de Madres, Paúl Allen y yo pasamos mucho tiempo tratando de tener acceso a las computadoras. Los equipos tenían un rendimiento modesto para los estándares de hoy día, pero nos parecían impresionantes porque eran grandes y complicadas y costaban muchos millones de dólares cada una.
Estaban conectadas mediante líneas telefónicas a terminales de teletipo, de manera que podían ser compartidas por personas que se encontraban en diferentes lugares. Rara vez llegamos a estar cerca de las mismas mainframes.
El tiempo de computadora era muy caro. Cuando estaba en el instituto costaba unos 40 dólares por hora acceder a una computadora en tiempo compartido mediante un teletipo; por esos 40 dólares se obtenía una porción de la preciosa atención de la computadora. Esto parece raro hoy, cuando algunas personas tienen más de una PC y no les importa dejar las computadoras ociosas durante la mayor parte del día. Realmente era posible incluso entonces tener una computadora propia. Si uno podía permitirse gastar 18.000 dólares. Digital Equipment Corporation (DEC) le vendía una PDP-8, Aunque se le llamó mini computadora, la PDP-8 era físicamente grande para los estándares actuales. Ocupaba un armario metálico de unos dos pies cuadrados y de seis pies de alto y pesaba 250 libras. Nosotros tuvimos una en nuestro instituto durante una época y anduve como loco alrededor de ella. La PDP-S era muy limitada comparada con las mainframes a las que podíamos acceder por vía telefónica; de hecho, tenía menos poder bruto de computación que algunos relojes de pulsera de hoy. Pero al igual que las grandes y caras, era programable mediante instrucciones de software. La PDP-8 nos inspiró, a pesar de sus limitaciones, el sueño de que un día millones de individuos podían tener sus propias computadoras. Cada año que pasaba me sentía más seguro de que las computadoras y la informática estaban destinadas a ser baratas y a estar muy extendidas. Estoy seguro de que una de las razones por las que estaba tan decidido a ayudar a que se desarrollara la computadora personal, es porque quería tener una para mí.
En aquel tiempo, el software, al igual que el hardware era caro. Tenía que escribirse específicamente para cada tipo de computadora. Y cada vez que el hardware cambiaba, cosa que ocurría regularmente, el software para ella tenía que rescribirse. Los fabricantes de computadoras proporcionaban algunos programas de software estándar construyendo bloques (por ejemplo, bibliotecas de funciones matemáticas) con sus máquinas, pero la mayor parte de los programas de software se escribían específicamente para resolver determinados problemas particulares de las empresas. Algún software se podía compartir, y unas cuantas empresas vendían software de propósito general, pero en las estanterías había muy poco software empaquetado que pudiera comprarse directamente.
Mis padres pagaban mi educación en Lakeside y me daban dinero para libros, pero yo tenía que pagar mis propias facturas de tiempo de computadora. Esto es lo que me llevó a la parte comercial del negocio del software, Necesitaba dinero para pagar el acceso. Algunos de nosotros, entre los que se incluía Paúl Allen, conseguimos trabajar como programadores de software, a nivel de entrada, durante los veranos. El sueldo era extraordinario para un estudiante de secundaria, unos 5000 dólares cada verano, que se pagaban parte en dinero y el resto en tiempo de computadora. También hicimos negocios con unas cuantas empresas que nos permitían utilizar sus computadoras de manera gratuita si localizábamos problemas en sus programas.
Uno de los primeros programas que escribí, sin cobrar dinero, fue para Lakeside. Confeccionaba las listas de los estudiantes para las diferentes clases. Añadí calladamente unas cuantas instrucciones y me encontré con que era casi el único hombre en una clase llena de mujeres. Como dije antes, era difícil arrancarme de una máquina sobre la que podía demostrar que triunfaba sin duda alguna. Estaba enganchado.
Paúl sabía mucho más de hardware que yo. Un día de verano del972, cuando yo tenía 16 años y Paúl 19, me enseñó un articulo de diez párrafos enterrado en la página 143 de la revista Electronics. En el artículo se anunciaba que una firma nueva denominada Intel había lanzado un chip microprocesador denominado el 8008.
Un microprocesador es un simple chip que contiene todo el cerebro de una computadora. Paúl y yo nos dimos cuenta de que este primer microprocesador era muy limitado, pero él estaba seguro de que los chips iban a ser más potentes y que las computadoras basadas en el chip mejorarían muy rápidamente. Esta visión de Paúl fue la piedra angular de todo lo que hicimos junios más tarde, incluida la fundación de Microsoft.