Cetaganda (32 page)

Read Cetaganda Online

Authors: Lois McMaster Bujold

Tags: #Novela, Ciencia ficción

BOOK: Cetaganda
4.1Mb size Format: txt, pdf, ePub

Miles se apeó en cuanto el vehículo se posó sobre el pavimento y corrió cojeando hacia Rian.

—¿Iván está ahí? —quiso saber, señalando la sexta burbuja.

—Eso suponemos.

—¿Qué está pasando?

—Shhh. Espere. —Ella hizo un gesto gracioso, un gesto con las palmas hacia abajo; Miles apretó los dientes. La impaciencia lo consumía. Rian avanzó un paso con la cabeza erguida.

—Ríndase y coopere —dijo Rian claramente—. Si lo hace, podemos llegar a un acuerdo. Si nos desafía, no tendrá ninguna oportunidad.

La burbuja siguió en blanco; no se rendía. No tenía forma de escapar ni de atacar. Pero Iván está ahí dentro.

—Muy bien —suspiró Rian. Sacó un objeto parecido a un lápiz de la manga, con el dibujo del ave grabado en rojo en un lado; ajustó un control, lo apuntó a la burbuja y pulsó. La burbuja parpadeó y la silla-flotante cayó al suelo con un ruido seco que reverberó, sin energía. Un aullido flotó de una nube de tela blanca y cabello castaño.

—No sabía que eso fuera posible —susurró Miles.

—Sólo la Señora Celestial tiene el control —explicó Rian. Volvió a guardarse el objeto en la manga y avanzó otro paso. Luego, se detuvo.

La haut Vio d'Chilian había recuperado el equilibrio casi instantáneamente. Se arrodilló a medias con un brazo bajo la manga uniformada y negra de Iván, y levantó el cuerpo derrumbado; la otra mano armada con un cuchillo se apoyó sobre el cuello de su víctima. Parecía un cuchillo muy afilado, apretado contra la piel de Iván, quien tenía los ojos muy abiertos, dilatados pero con movimiento; estaba paralizado, no inconsciente. Y no muerto. Gracias a Dios.

Todavía no está muerto.

A menos que estuviera muy equivocado, Miles sabía que la haut Vio d'Chilian le cortaría el cuello a un hombre indefenso sin el menor reparo. Hubiera querido que el coronel Benin estuviera allí para ver eso.

—Atáquenme —dijo la haut Vio— y su criado barrayarés morirá ahora mismo.

Miles supuso que el énfasis en la palabra "criado" era algún tipo de insulto hautesco. No estaba muy seguro del éxito del insulto pero… ésa era otra cuestión.

Miles caminó despacio hacia Rian, trazando un arco alrededor de la haut Vio, sin acercársele, quien lo siguió con ojos venenosos. Ahora que estaba directamente detrás de ella, la haut Pel hizo un gesto a Miles con la cabeza; su silla-flotante se elevó en silencio y salió del Criadero. ¿A buscar ayuda? ¿Un arma? Pel era la más práctica… así que la misión de él era conseguirle tiempo.

—¡Iván! —dijo, indignado—. ¡Iván no era el que ustedes buscaban!

El rostro de la haut Vio expresó sorpresa.

—¿Qué?

Pero claro, lord X siempre usaba a otros, nunca se ensuciaba las manos. Miles había estado en el punto de mira todo el tiempo, había actuado directamente: por lo tanto, lord X había supuesto que Iván era el jefe.

—¡Aj! —exclamó Miles—. ¿Qué suponían ustedes? ¿Creían que al ser más alto, y… y más guapo… tenía que estar moviendo todos los hilos? ¿Así funciona entre los haut, eh? ¡Estúpidos, estúpidos…! Yo soy el cerebro. —Caminó hacia el otro lado, mientras seguía farfullando—. Yo lo entendí todo desde el principio, ¿sabían? ¡Pero no! ¡No! Nadie me toma en serio… —Iván movió los ojos, la única parte de su cuerpo que todavía controlaba—. Han metido la pata con este secuestro… ¡Han puesto todo el plan en peligro para secuestrar al hombre más prescindible…! —De pronto, Miles temió que la haut Pel no hubiese ido a buscar ayuda. Había ido al baño a arreglarse el pelo y pensaba tomarse todo el día…

Bueno, sin duda había conseguido captar la atención de todas las presentes: asesina, víctima, hautpolicías y demás. ¿Y ahora qué?

—Siempre ha sido así, desde que éramos niños, ¿sabe? Cada vez que estábamos juntos, le hablaban a él primero, como si yo fuera un idiota de otro planeta, alguien que necesitaba un intérprete… —La haut Pel reapareció en el umbral y levantó la mano, la voz de Miles se convirtió en un chillido—: Bueno, pues ya estoy harto, harto, harto, ¿entiende?

La haut Vio se retorció como si se diera cuenta de todo justo en el momento en que Pel hacía zumbar el bloqueador. La mano se tensó sobre el cuchillo cuando la tocó el rayo. Miles se lanzó hacia delante, vio una línea roja en el borde de la hoja y alcanzó a sostener a Iván cuando ella cayó hacia atrás, desmayada. El borde del rayo también había tocado a Iván y se le pusieron los ojos en blanco. Miles dejó que la haut Vio golpeara el suelo sola, con toda la fuerza de la gravedad. A Iván lo bajó lentamente.

Era sólo una herida superficial. Miles respiró de nuevo. Sacó el pañuelo del pantalón y lo puso sobre las gotas de sangre, después lo presionó contra la herida.

Levantó la vista hacia la haut Rian y la haut Pel, que flotaban cerca para examinar a la prisionera.

—Lo atrapó con una droga. Y ahora el rayo… ¿corre algún peligro?

—No lo creo —dijo Pel. Desmontó de la silla, se arrodilló y buscó en las mangas de la inconsciente haut Vio. Sacó varios objetos que colocó en el suelo, en una ordenada hilera. Había un recipiente de plata, pequeño, con un bulbo en la punta. La haut Pel lo sacudió bajo su graciosa naricita—. Ah, eso… No, no corre peligro. El efecto pasa enseguida. Pero cuando despierte se encontrará muy mareado…

—¿Podría darle una dosis de sinergina, milady? —rogó Miles.

—Sí, claro.

—Me alegro. —Miles estudió a la haut Rian. Sólo la Señora Celestial tiene el control. Pero Rian había usado el aparato como si estuviera en su pleno derecho y nadie había parpadeado, ni siquiera la haut Vio. ¿Lo entiendes ahora, pequeño? En este momento, Rian es la emperatriz de Cetaganda y todo lo que ha hecho hasta ahora ha tenido autoridad real y completa. Autoridad imperial. Doncella…, sí, claro… Otro de esos hautítulos impenetrables y confusos que no decían lo que significaban; había que saber para entenderlos.

Seguro de la recuperación de Iván, Miles se incorporó y preguntó:

—¿Qué está pasando ahora? ¿Cómo han encontrado a Iván? ¿Tienen los bancos de genes? ¿Qué…?

La haut Rian levantó una mano para detener el alud de preguntas. Hizo un gesto hacia la silla-flotante.

—Es la silla flotante de la Consorte de Sigma Ceta, pero como puede usted ver, no es la haut Nadina quien la ocupa.

—¡Ilsum Kety! ¿Sí? ¿Qué ha pasado? ¿Qué ocurre con la burbuja? ¿Cómo lo han detectado? ¿Cuánto hace que lo sabe?

—Ilsum Kety, sí. Empezamos a sospechar anoche, cuando vimos que la haut Nadina no volvía con el banco genético. Todos los otros bancos llegaron aquí antes de medianoche. Pero al parecer, Kety pensó que nadie advertiría la ausencia de su consorte hasta las ceremonias de esta mañana. Así que envió a la haut Vio para engañarnos. Nosotras sospechamos de inmediato y la vigilamos.

—¿Y por qué Iván?

—Eso, no lo sé. Kety no puede hacer desaparecer a una consorte sin que se produzcan enormes repercusiones. Sospecho que pensaba usar a su primo para echarle la culpa de alguna forma.

—Sí, eso está dentro de su modus operandi. ¿Se da cuenta de que seguramente la haut Vio mató a Ba Lura siguiendo las órdenes de Kety?

—Sí. —Los ojos de Rian, fijos sobre la forma postrada de la mujer de cabello castaño, estaban fríos como el hielo—. Ella también es una traidora. Ha traicionado a los haut. El Criadero Estrella la juzgará por eso.

—Tal vez sea importante como testigo —dijo Miles, inquieto—, para limpiar la culpa de Barrayar y la mía en la desaparición de la Gran Llave. No… se precipite, por favor… hasta que sepamos lo que necesitamos…

—Ah… nosotras tenemos muchas preguntas que hacerle primero.

—… Entonces, Kety todavía tiene el banco. Y la Llave. Y está sobre aviso. —Mierda. ¿A qué imbécil se le habría ocurrido la idea de los bancos…? Ah, sí… Pero no puedes echarle la culpa a Iván por esto, compañero. A ti también te pareció que recuperar los bancos era el mejor movimiento táctico. Y Rian también cayó. Idiotez por votación unánime del comité, la mejor de las idioteces…

—Y él tiene a su consorte y sabe que no puede conservarla con vida. Tiene que matarla. No pensé… que estaba enviando a la haut Nadina a la muerte. —La haut Rian miró la pared más lejana, evitando los ojos de Miles y Pel.

Yo tampoco lo pensé. Miles tragó saliva. Tenía ganas de vomitar.

—Puede enterrarla en el caos de la rebelión cuando todo se desate. Pero todavía no… —Hizo una pausa—. Si necesita a Iván para arreglar su muerte e incriminar a Barrayar artísticamente… no creo que la haya matado todavía. La tiene a salvo, en la nave… No está muerta. —¡Por favor, que no esté muerta!—. Y además, sabemos otra cosa. La haut Nadina está ocultando información con éxito, tal vez hasta lo lleva en la dirección equivocada a propósito. Estoy seguro: él no habría intentado nada de esto si supiera… —En realidad, eso también podía significar que la haut Nadina estaba muerta. Miles se mordió el labio—. Pero el gobernador Kety ya ha hecho unos cuantos movimientos incriminatorios. Todas las pruebas apuntan contra él, y no contra mí… ¿no es cierto?

Rian dudó.

—Tal vez. No cabe duda de que es muy inteligente.

Miles miró con los ojos muy abiertos la silla-flotante inerte, levemente inclinada sobre el suelo y poco impresionante sin el halo del campo de fuerza.

—También nosotros lo somos. Esas sillas-flotantes… Alguien las relaciona electrónicamente con sus ocupantes, ¿verdad? ¿Sería muy tonto de mi parte suponer que la persona que establece la relación es la Señora Celestial?

—Correcto, lord Vorkosigan.

—Así que usted tiene el aparato de control… podría conceder el código de esta silla a cualquiera…

—A cualquiera no. Sólo a cualquier hautmujer.

—Ilsum Kety espera el regreso de esa hautburbuja. Espera a una hautmujer y un barrayarés prisionero, ¿verdad? —Miles respiró hondo—. Creo… creo que no deberíamos hacerle esperar.

14

—He encontrado a Iván, señor. —Miles sonrió a la comuconsola. El fondo que había detrás de la cabeza del embajador Vorob'yev estaba borroso, pero los sonidos de la comida, voces bajas, tintineos de platos y cubiertos, llegaban con mucha claridad—. Está visitando el Criadero Estrella. Nos quedaremos un rato… no podemos insultar a la anfitriona… ya me entiende. Pero seguramente voy a poder rescatarlo y volver con ustedes antes de que termine la ceremonia. Tenemos un guía ba.

La cara de Vorob'yev tenía una expresión que hubiera podido definirse de cualquier manera menos con la palabra "felicidad".

—Bueno. Supongo que no queda más remedio que aceptarlo. Pero al coronel Vorreedi no le gustan mucho estas transgresiones de la agenda, aunque tengan valor como contactos culturales, y debo decir que empiezo a compartir su opinión. No… No deje usted que lord Vorpatril haga nada… inapropiado, ¿eh? Las haut no son ghem. Eso usted ya lo sabe.

—Sí, señor. Iván está bien. Se está portando mejor que nunca. —Iván estaba frío y quieto, en el compartimiento de embarque, pero el color le volvía lentamente a la cara gracias a la sinergina.

—¿Y cómo ha conseguido obtener ese extraordinario privilegio? —preguntó Vorob'yev.

—Ah, bueno, ya conoce usted a Iván. No podía dejarme dar un golpe sin probar él también. Más tarde se lo explicaré todo. Ahora tengo que irme.

—Estaré esperando con impaciencia. Seguro que es fascinante —murmuró el embajador en tono seco. Miles cortó la comunicación antes de que la sonrisa se desvaneciera.

—Fiuuu. Eso nos da algo de tiempo, pero muy poco. Tenemos que actuar enseguida.

—Sí —dijo la haut que lo escoltaba, la consorte morena de Rho Ceta. Hizo girar la silla y lo guió fuera de la oficina con la comuconsola; él tuvo que trotar para seguirla.

Volvieron al compartimiento de carga justo cuando Rian y la haut Pel terminaban de codificar la silla flotante de la haut Nadina. Miles dirigió una mirada ansiosa a su primo, tendido sobre el suelo labrado. La respiración de Iván parecía profunda y normal.

—Estoy listo —informó a Rian—. Mi gente tardará por lo menos una hora en venir a buscarme. Si Iván se despierta… bueno… no creo que usted tenga problemas en controlarlo. —Se humedeció los labios—: Si las cosas salen mal… vaya a ver al ghemcoronel Benin. O a su emperador. No busque a nadie de rango intermedio en Seguridad. Lo que está pasando, sobre todo el hecho de que el gobernador Kety haya podido meter mano en sistemas que todos creíamos inexpugnables, indica claramente que tiene una buena relación en las altas esferas, probablemente muy arriba, en Seguridad, señora, y esa relación le ayuda y le apoya. Sospecho que si la rescata esa persona, sea quien fuere, la experiencia puede ser fatal.

—Entiendo —dijo la haut Rian con seriedad—. Y estoy de acuerdo con su análisis, lord Vorkosigan. Ba Lura no habría llevado la Gran Llave a Kety para que él la duplicara si no hubiera estado convencido de que era capaz de hacerlo. —Se enderezó sobre el brazo de la silla y dirigió un gesto a la haut Pel.

Ella se había llenado las mangas con los pequeños objetos de la haut Vio. Se arregló las túnicas blancas y se sentó con gracia. Lamentablemente los objetos no incluían armas de energía y llevarlas hubiera alertado los sistemas de rastreo de Seguridad, sobre todo porque eran demasiado voluminosas. Ni siquiera un bloqueador, pensó Miles. Realmente lo lamentaba. Me voy a una batalla orbital con mi uniforme de gala y botas de montar, totalmente desarmado. Perfecto… Se acomodó otra vez a la izquierda de la haut Pel, sobre el apoyabrazos, y trató de no sentirse como un muñeco de ventrílocuo: lo que más se adecuaba a su aspecto. La pantalla de fuerza de la burbuja los envolvió; Rian retrocedió un paso y los saludó con la mano. Pel, con la mano derecha sobre el panel de control, hizo girar la burbuja y flotaron con rapidez hacia la salida, que se dilató para franquearles el paso; otras dos consortes salieron al mismo tiempo y se alejaron en otras direcciones.

A Miles le dolía el corazón, cuando pensaba en lo que hubiera sentido con Rian como camarada de armas. El corazón, pero no la cabeza. Era esencial que Rian… la testigo más creíble de la traición de Kety, no cayera en manos de Kety. Además le gustaba el estilo de Pel. Ya había demostrado su capacidad para pensar con claridad y rapidez en una emergencia. Todavía no estaba seguro de que la caída desde el edificio hubiera sido realmente necesaria, le parecía un gesto de mera diversión. Una hautmujer con sentido del humor, o casi… Por desgracia tenía ochenta años, era una consorte, era cetagandana y… ¿Quieres acabar con eso, por favor? No eres Iván y nunca lo serás. Bueno, en todo caso, éste es el último día para la traición del hautgobernador Isum Kety…

Other books

Past Perfect by Susan Isaacs
Pounding the Pavement by Jennifer van der Kwast
La bruja de Portobello by Paulo Coelho
Paper, Scissors, Death by Joanna Campbell Slan
NoEasyWayOut by Tara Tennyson
It Worked For Me by Colin Powell
Be Brave by Alexander, Fyn
The Scars of Us by Nikki Narvaez