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Authors: Maurice Nicoll

Tags: #Autoayuda, #Esoterismo, #Psicología

Comentarios psicológicos sobre las enseñanzas de Gurdjieff y Ouspensky (45 page)

BOOK: Comentarios psicológicos sobre las enseñanzas de Gurdjieff y Ouspensky
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Este es un aspecto. El otro, como ya lo he dicho, consiste en el hecho de que nadie esconde nada; no hay misterio alguno. Pero la adquisición o la transmisión del verdadero conocimiento exige mucho trabajo y un gran esfuerzo, tanto de quien lo recibe como de quien lo imparte. Y aquellos que poseen este conocimiento hacen cuanto pueden por transmitirlo y comunicarlo al mayor número posible de personas, por facilitarles el acceso y permitirles que se preparen para recibir la verdad. Pero el conocimiento no se puede impartir por la fuerza a nadie, y como ya lo he dicho, un examen imparcial de la vida del hombre medio, de lo que llena su día, de las cosas en que se interesa, mostrará en seguida si es posible acusar a los hombres que poseen el conocimiento de ocultarlo, de no desear impartirlo o de no querer enseñar a la gente lo que ellos conocen.

Aquel que desea el conocimiento debe hacer por sí mismo el esfuerzo inicial para encontrar la fuente del conocimiento y encararlo, aprovechando la ayuda y las indicaciones que se dan a todos, pero que la gente por regla general no desea ver o reconocer. El conocimiento no puede llegar a la gente sin que ella se esfuerce por su parte. Todos lo comprenden muy bien en relación con el conocimiento ordinario, pero en el caso del
gran conocimiento,
cuando admiten la posibilidad de su existencia, encuentran que es posible esperar algo diferente. Saben muy bien que si, por ejemplo, un hombre desea aprender el chino, le tomará varios años de intenso trabajo; saben que se precisan cinco años para entender los principios de la medicina, y quizá el doble de años para el estudio de la pintura o la música. Y sin embargo hay teorías que afirman que el conocimiento puede llegar a la gente sin esfuerzo alguno de su parte, que pueden adquirirlo
hasta en el sueño.
La existencia misma de dichas teorías constituye una explicación adicional de por qué el conocimiento no puede llegar a la gente. Al mismo tiempo es esencial comprender que el esfuerzo
independiente
del Hombre para lograr algo en esta dirección, tampoco puede dar resultado. Un hombre sólo puede alcanzar el conocimiento con la ayuda de aquellos que lo poseen. Es preciso comprender esto desde el comienzo.
Se debe aprender de aquél que conoce."

Birdlip, 2 de enero, 1943
Observación de sí

Se pueden decir muchas cosas sobre la observación de sí y acerca de lo que es y lo que no es. Todo el Trabajo deriva del hombre que empieza a observarse. La observación de sí es un medio que permite el cambio de sí. La observación de sí, seria y continua, si se hace correctamente, lleva a definidos cambios interiores en el hombre.

Ante todo, examinemos la observación de sí en relación con el error que a menudo se comete a su respecto. El error es confundir la observación de sí con el
conocer.
Conocer y observar no son la misma cosa. Hablando superficialmente, se
conoce
que se está sentado en una silla en una habitación, pero, ¿acaso se puede decir que en realidad se la
observa?
Hablando más profundamente, quizá se
conozca
que se está en un estado negativo, pero esto no quiere decir que se lo está
observando.
Una persona en el Trabajo me dijo que alguien le era sumamente antipático. Le dije: "Trate de observarlo". Me replicó: "¿Por qué he de observarlo? No es preciso que lo haga. Ya lo
conozco".
En tal caso, dicha persona confunde
conocer
con
observar
—es decir, no comprende qué es la observación de sí. Además no ha entendido que la
observación de sí,
que es activa, es un medio de cambio de sí, mientras que el conocer, que es pasivo, no lo es. Conocer no es un acto de atención. La observación de sí es un acto de atención dirigido hacia dentro —hacia lo que está sucediendo en uno—. La atención debe ser activa —es decir, dirigida—. En el caso de una persona a quien se tiene antipatía, uno advierte los pensamientos que se acumulan en la mente, el coro de voces que hablan dentro de uno, lo que están diciendo, las emociones desagradables que surgen, etc. También se da cuenta de que está tratando interiormente muy mal a la persona a quien se tiene antipatía. Nada de lo que se piensa o siente es demasiado malo en lo que se refiere a dicha persona. Mas para ver todo esto se necesita una
atención dirigida,
no una atención pasiva. La atención proviene del
lado observante,
mientras que los pensamientos y las emociones pertenecen al lado
observado
en sí mismo. Esto es dividirse en dos. Hay un dicho: "Un hombre es primero uno, luego dos, y luego uno". El lado observante, o "Yo" Observante, es interior al lado observado, o está por encima de él, pero su poder de conciencia independiente varía, porque en cualquier momento puede quedar sumergido. En ese caso estará completamente identificado con el estado negativo. No se observa el estado porque uno mismo
es
el estado. Cabe decir que el hecho de ser negativo es conocido, pero no es observado. Si el "Yo" Observante es respaldado por otros "Yoes" que valorizan el Trabajo y lo recuerdan y desean ser más conscientes, el flujo de las cosas negativas no podrá sumergirlo tan fácilmente. Es entonces ayudado por —y es parte de— el Mayordomo Delegado. Todo esto es por completo diferente del mero
conocer
que se es negativo. Cabe decir del conocer pasivo que es mecánico en contraste con la observación de sí que es un
acto consciente
y no puede llegar a ser mecánica. La observación mecánica de sí no tiene nada que ver con la observación de sí del Trabajo.

La gente no sólo confunde el conocer con el acto continuo de la observación de sí sino que toma el
pensar
por el observar. Pensar es muy diferente de observarse a sí mismo. Un hombre puede pensar todo el día acerca de su persona y no observarse a sí mismo ni siquiera una vez. La observación de nuestros pensamientos no es la misma cosa que el pensar. Es ahora claro que el
conocer
y el
pensar
no son la misma cosa que la observación.

Muchas veces se hace esta pregunta: "¿Qué debo observar?" Primero, el Trabajo explica cuidadosamente qué es lo que se debe empezar a observar. Pero después un hombre debe lograr una plena observación de sí mismo durante un día entero —o una semana— y verse a sí mismo como una persona exterior. Debe pensar lo que pensaría si se encontrase consigo mismo. Claro está que detestaría cordialmente a ese hombre que es él mismo. Un hombre debe observar
todo
en él y siempre como si no fuera él sino ELLO. Esto significa que debe decir: "¿Qué está haciendo ELLO?", y no "¿Qué estoy haciendo yo?" Entonces ve ora los pensamientos que se suceden en él, ora las emociones, ora las comedias privadas y los dramas personales, ora las elaboradas mentiras, ora los discursos, excusas e invenciones, y así sucesivamente, que pasan a través de él, uno tras otro. Al instante siguiente, claro está, cae otra vez en el sueño y desempeña su papel en todos ellos. Es decir, actúa en la comedia que ha compuesto y cree que es verdadera. Piensa que es la parte que ha inventado.

Examinemos más extensamente este punto de vista. Es preciso que un hombre sea capaz de decir: "Esto no soy yo" a todas las piezas y canciones establecidas, a todas las representaciones que se suceden en él, a todas las voces que toma por la suya. Sabe que a veces antes de dormirse por la noche, oye fuertes voces en la cabeza. Son los "Yoes" que están hablando. Durante el día, se pasan todo el tiempo hablando, sólo que los toma como "Yo" —como uno mismo. Pero justo antes de dormirse, se produce naturalmente una separación, pues las conexiones entre los centros y los "Yoes" se interrumpen con el fin de que el sueño sea posible. Dos o más "Yoes" pueden impedir el sueño. Por eso los oye, por así decir, como voces que hablan, sólo por un momento, porque se separan de uno mediante procesos naturales.

La separación interior no significa el poder de decir meramente: "Este no es Yo", sino de llegar a percibirlo verdaderamente así —
percibir que es verdad,
que "este no es yo", no tratar de persuadirse de que no lo es, o decir "esto es lo que el Trabajo dice".

Cuando usted se encuentra en un estado desagradable, si se observa a sí mismo durante largo rato, notará que toda clase de grupos diferentes de desagradables "Yoes" intentan uno tras otro ocuparse de esta situación y sacar provecho de ella. Esto se debe a que los "Yoes" negativos viven siendo negativos. Su vida consiste en pensar negativamente o en sentir negativamente —es decir, en proporcionarle pensamientos y sentimientos negativos—.

Les deleita hacerlo porque para ellos esta es la vida. En el Trabajo, es preciso observar sinceramente el goce de los estados negativos, en especial el goce secreto de ellos. Se debe a que si un hombre goza siendo negativo, sean cuales fueren las formas de ser negativo, y son legión, nunca podrá apartarse de ellas. No es posible apartarse de algo por lo cual se siente un secreto afecto. En realidad lo que ocurre es que uno se identifica con los "Yoes" negativos por medio de un afecto secreto y así siente
su goce,
porque sea cual fuere la cosa con la cual uno se identifica, se convierte en ella. Dentro de sí, un hombre se está transformando continuamente en diferentes "Yoes". No tiene nada permanente, pero por la separación puede lograr algo permanente. La línea de separación pasa entre lo que gusta y lo que odia el Trabajo.

Ahora hablaremos otra vez de la
charla.
En la práctica, todas las reglas se refieren a la charla, y a la manera de ocuparse de la charla equivocada. Es preciso observar la
charla interior
y el lugar de donde proviene. La charla interior equivocada es el almacigo no sólo de muchos estados desagradables futuros, sino también de la charla exterior equivocada. Se sabe que existe en el Trabajo lo que se llama la práctica del
silencio interior.
Ese silencio interior en primer término, debe referirse a algo muy preciso y definido; y en segundo, no hay que mencionarlo siquiera. Es decir, no se puede practicar el silencio interior de un modo vago y general, excepto quizá a modo de experimento por un tiempo. Pero se puede practicarlo rígidamente respecto de una cosa precisa y definida, algo que se conoce y se ve muy claramente. Alguien preguntó una vez: "¿Practicar el silencio interior no es acaso lo mismo que impedir que algo penetre en la mente?" La respuesta es no. No es lo mismo. Se practica el silencio interior acerca de algo que ya está en la mente y de lo cual se debe tener percepción, pero es preciso no
tocarlo
en el discurso interior, con la lengua interior. La lengua exterior gusta tocar los lugares dolorosos, como cuando duele un diente. Así lo hace también la lengua interior. Pero si lo hace, la cosa dolorosa en la mente fluye en el discurso interior y se
desenvuelve
como
charla interior
por doquier. Desde luego, ya habrán notado que la charla interior siempre se ocupa de los estados negativos y forja muchas frases desagradables, que de súbito hallan expresión en la charla exterior, quizá mucho tiempo después. En el Trabajo se nos dice que, primero, hay que tener mucho cuidado con la charla exterior equivocada y, después, con la charla interior equivocada. En realidad, la charla exterior equivocada se debe casi siempre a la charla interior equivocada. La charla interior equivocada, en particular la charla interior venenosa y malévola, produce una confusión interior, como los excrementos. Son diferentes formas de mentira, y debido a eso tienen tanta fuerza y persistencia. La mentira es siempre más poderosa que la verdad porque puede herir. Si observa la charla interior equivocada verá que está hecha sólo de verdades a medias, o de verdades que se relacionan entre sí en un orden incorrecto, o con algo que se agregó o se omitió. En otras palabras, es sencillamente mentirse a uno mismo. Si dice: "¿Es esto verdad?", tal vez lo detenga, pero encontrará otra serie de mentiras. Con el tiempo llegará a disgustarle. Si lo goza, nunca aflojará su poder. No basta que le disguste gustándole: Es preciso que
le
disguste absolutamente.

Todo esto pertenece a la purificación de la vida emocional. Mecánicamente sólo simpatizamos con nosotros mismos y tenemos antipatía u odio a quienes no simpatizan con nosotros. No es posible el desarrollo del ser, y de ello no cabe la menor duda, a menos que las emociones dejen de fundamentarse únicamente en la
autosimpatía.
En el Trabajo, la consideración exterior finca en ponerse uno mismo en la posición de los otros. A ello se refieren los Evangelios: "Así que, todas las cosas que queráis que los hombres hagan con vosotros, así también haced vosotros con ellos" (Mateo: VII, 12). Este es uno de los postulados definidos en los Evangelios de lo que en el Trabajo se llama la Consideración Exterior. Pero es preciso que un hombre piense profundamente lo que dice y perciba internamente lo que significa, porque tiene un significado exterior e interior. Si dice: "Siempre pienso en los otros", entonces obsérvelo. Es probablemente un tope. Quizá no se dé cuenta de que dice cosas, o escribe cosas que, si las recibiese no las toleraría un solo instante. Esta es una forma muy interesante de observación de sí e incluye la observación de la "charla interior". En uno mismo todos los demás son impotentes. Puede, por así decir, arrastrar una persona a la cueva de sí mismo y hacer con ella lo que se le antoje. Quizá sea naturalmente cortés, pero en el Trabajo cuyo propósito consiste en purificar u organizar la vida interior, no basta. Lo que verdaderamente cuenta es la manera como los hombres se comportan interna e invisiblemente los unos con los otros. Es muy difícil comprenderlo. Tal vez se cree conocerlo ya. Pero
comprender
—aun empezar a
comprender
— exige muchos años de trabajo. Cuando lo interior corresponde a lo exterior y cuando lo exterior obedece a lo interior, entonces el hombre posee un "segundo cuerpo". Tal como somos, nuestra vida exterior no corresponde a nuestra vida interior, y permitimos que ésta sea controlada por aquélla. La vida interior crece al ver la bondad de algo. Ya hemos dicho, recordando a San Casiano, que el hombre es capaz de hacer la misma cosa por diferentes motivos. Un hombre suele obrar por temor —a las leyes, a la reputación, a la opinión—. Entonces obra desde el exterior. O puede obrar por ambición —y muchas otras formas similares de egoísmo—. U obrar por el bien. Esto desarrolla al hombre interno. Ahora bien, todo ello puede ser materia de observación de sí. La observación de sí aun en sus primeras etapas produce algún efecto. Permite que penetre la luz en las tinieblas de nuestra vida psíquica, y es ella la que debe preocuparnos en el Trabajo. Todas las instrucciones se refieren a la vida psíquica, que es caótica. De este modo, la observación de sí se hace más profunda, y la valoración del Trabajo llega a ser cada vez más interna. Así el Trabajo empieza a obrar sobre la Esencia —sobre la parte más verdadera de un hombre.

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