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Authors: Camilla Läckberg

Tags: #novela negra

Crimen En Directo (38 page)

BOOK: Crimen En Directo
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—He pensado que podíamos sentarnos aquí en lugar de en mi despacho —dijo Kjell señalando una mesa donde había un montón de archivadores. En el primero de ellos se leía «Börje Knudsen» que, según sabía Patrik desde el día anterior, era el nombre de la víctima número tres, o número dos, para ser exactos y consecuentes con la cronología. Se sentaron y Kjell empujó el montón hacia Patrik—. Ayer estuve revisándolo todo otra vez. Después de vuestra consulta, bueno, podría decirse que vi una serie de detalles a una luz distinta. —Meneó la cabeza como lamentándolo y excusándose un poco.

—Y hace seis años, ¿no hubo ninguna sospecha de que algo no encajaba? —preguntó Patrik, aunque procurando que no sonara como un reproche.

Kjell meneó de nuevo la cabeza. Cada vez que lo hacía, su enorme bigote aleteaba de un modo un tanto cómico.

—No, la verdad, no se nos pasó por la cabeza que hubiese nada extraño en la muerte de Börje. Ya sabéis, Börje era uno de los borrachos habituales, a los que uno esperaba encontrarse muerto cualquier día. Había estado a punto de morir de una borrachera en más de una ocasión, pero se había librado. Aquel día pensamos simplemente que... Bueno, cometimos un error, no hay que darle más vueltas —dijo con expresión angustiada.

Patrik asintió como para consolarlo.

—Por lo que sé, era fácil cometer ese error precisamente en este caso. También nosotros creímos durante bastante tiempo que nuestro asesinato había sido un accidente. —Con esta confesión, Patrik pareció conseguir que Kjell se sintiera un poco mejor.

—¿Qué fue exactamente lo que hizo que reaccionarais, o, bueno, que reaccionaras a nuestra consulta? —preguntó Martin tratando de no quedarse mirando el aleteo del bigote. Aún conservaba algo de la palidez del viaje y se alegró de poder comer un par de galletas María, que lo animaron un poco. Por lo general, solía tardar unas horas en volver a su ser después de un viaje en coche.

Kjell no dijo nada al principio, se puso a remover en el montón de archivadores, buscando algo. Finalmente, sacó uno que dejó abierto delante de Patrik y de Martin.

—Mirad. Aquí tenéis las fotos de Börje cuando lo encontraron. En fin... llevaba algo más de una semana muerto en el apartamento, así que no ofrecen un espectáculo muy agradable que digamos —explicó disculpándose—. Nadie reaccionó hasta que no empezó a oler mal.

Kjell tenía razón, sin duda, aquellas fotos eran horrendas, pero lo que captó su atención fue algo que Börje sostenía en la mano. Parecía una hoja de papel arrugada. Siguieron mirando fotos hasta que llegaron a un primer plano del papel ya desplegado, después de que se lo hubieran quitado a Börje de la mano. Era una página del libro que Patrik y Martin tan bien conocían a aquellas alturas. El cuento
Hansel y Gretel,
de los hermanos Grimm. Se miraron y Kjell asintió.

—Sí, es una coincidencia extraordinaria como para atribuírsela a la casualidad. Y lo recordaba porque me pareció muy extraño que Börje tuviese en sus manos una página de un cuento. Él no tenía hijos.

—¿Y la página? ¿La conserváis? —preguntó Patrik conteniendo la respiración, tenso y expectante ante la respuesta. Kjell no pronunció una palabra, pero, con una sonrisa en los labios, sacó una funda de plástico que tenía encima de la silla contigua.

—Una combinación de suerte y habilidad —declaró sonriente.

Patrik cogió la funda con expresión solemne y se aplicó a examinarla enseguida. Luego se la pasó a Martin, que también la observó con suma atención.

—¿Y qué me dices del resto, de las lesiones y el modo en que murió? —preguntó Patrik observando con más detenimiento las fotos del cadáver de Börje. Creyó advertir unas sombras violáceas alrededor de la boca, pero el cuerpo se hallaba en tal estado de descomposición que resultaba casi imposible distinguirlo. Sintió que se le revolvían las tripas sólo de mirarlo.

—Por desgracia, no tenemos información alguna sobre las lesiones. Como os decía, no se hallaba en un estado que permitiera observar nada y, además, Börje siempre estaba más o menos lesionado, o sea que la cuestión es si habríamos reaccionado aunque... —No acabó la frase, pero Patrik comprendió lo que quería decir. Börje era un borracho que solía andar metido en peleas y el que lo hubiesen hallado muerto de una borrachera no dio pie a que se abriera ninguna investigación. Claro, sí, ahora que sabían lo que había sucedido, fue un error, pero Patrik lo comprendía. Con todos los datos en la mano, resultaba muy fácil juzgar.

—Pero ¿presentaba una tasa de alcohol muy elevada?

Kjell asintió con tal vehemencia que el bigote, más que agitarse, empezó a saltar.

—Sí, eso encaja, pero incluso así... Presentaba una tasa absolutamente anormal, aunque, claro, con los años, había alcanzado una tolerancia muy acusada. Y, según el forense, se había bebido una botella entera y de eso murió, sin más.

—¿Tenía algún familiar con el que pudiéramos hablar?

—No, no tenía a nadie. Las únicas personas con las que tenía relación éramos los policías y sus compañeros de la pandilla de alcohólicos del barrio. Y las personas a las que conocía en sus estancias en la cárcel, claro.

—¿Cuáles eran los motivos por los que iba a parar a la cárcel?

—Bueno, las causas eran muy variadas. Tenéis la lista, con las fechas correspondientes, en la primera carpeta. Agresiones, amenazas, conducción bajo los efectos del alcohol, homicidio preterintencional, atracos, todo un repertorio. Yo diría que pasaba más tiempo entre rejas que fuera.

—¿Puedo llevarme este material? —preguntó Patrik cruzando los dedos.

Kjell asintió.

—Sí, ésa era la idea. Y prométeme que llamaréis si pensáis que podemos ayudaros en algo. Yo me encargaré de preguntar entre los colegas, por si hubiera algo más que os sea de utilidad.

—Muchísimas gracias —respondió Patrik y se puso de pie, al igual que Martin.

Camino de la salida, tuvieron que volver a recorrer el pasillo medio a la carrera para seguir el ritmo de Kjell. Las piernas del colega escaniano funcionaban como pequeños palillos de tambor.

—¿Regresáis hoy mismo? —quiso saber Kjell volviéndose hacia ellos justo delante de la salida.

—No, hemos reservado habitación en el Scandic, así que tendremos tiempo de revisar el material tranquilamente antes de la próxima parada de mañana.

—Sí, que será Nyköping, ¿no? —dijo Kjell muy serio—. Los asesinos que reparten su talento de este modo no son frecuentes, por suerte.

—No —contestó Patrik con la misma seriedad—. No son frecuentes. No lo son en absoluto.

—¿Qué prefieres? ¿Lo de los chuchos o revisar el material de Marit? —Gösta no podía ocultar su frustración ante la carga laboral que les habían encomendado. Hanna tampoco parecía muy animada. Seguramente, se había hecho a la idea de pasar una agradable tarde de sábado en casa con su marido. Sin embargo y muy a su pesar, Gösta tuvo que admitir que, si en algún caso tenían justificación las horas extraordinarias, era en uno como aquél. No todos los días se les presentaba en la comisaría una investigación de asesinato múltiple; cinco, para ser exactos.

Hanna y él se habían instalado en la mesa de la cocina para organizar el trabajo que Patrik les había encomendado, pero ninguno de los dos parecía sentir el menor entusiasmo. Gösta observó a su colega, que servía el café junto al fregadero. Desde luego, no podía decirse que, cuando empezó con ellos, fuese una de esas mujeres entradas en carnes, pero ahora más que delgada estaba raquítica. Se preguntó una vez más si tendría algún problema en casa. Últimamente había en su semblante una expresión tensa, casi atormentada. Tal vez ella y su marido no pudieran tener hijos, aventuró Gösta. Después de todo, Hanna tenía cuarenta años y no tenía niños. Le habría gustado poder ofrecerse para que le contara lo que quisiera, pero tenía la sensación de que no dispensaría una buena acogida a tal ofrecimiento. Hanna apartó un mechón de su rubio cabello y, de repente, Gösta advirtió en su gesto una fragilidad y una inseguridad inmensas. Hanna Kruse era, en verdad, una mujer llena de contradicciones. Era fuerte, dura y valiente en apariencia pero, al mismo tiempo y de vez en cuando, en ciertos gestos, Gösta creía entrever algo muy distinto... algo... roto. Esa era la palabra que en su opinión mejor lo describía. Cuando Hanna se volvió hacia él, no obstante, Gösta se preguntó si no estaría interpretando de más. La expresión de Hanna era hermética, su rostro denotaba fortaleza. No había ni rastro de debilidad.

—Yo me encargaré de los documentos de Marit —propuso ella mientras se sentaba—. Y tú te encargas de los chuchos, ¿te parece bien? —le preguntó mirándolo por encima de la taza.

—Me parece bien. Ya te dije que podías elegir —respondió Gösta un tanto más irritado de lo que pretendía.

Hanna sonrió y la sonrisa suavizó sus rasgos de modo que Gösta dudó aún más de que sus especulaciones fuesen acertadas.

—Un suplicio, ¿no, Gösta?, esto de tener que trabajar.

Le guiñó un ojo, para hacerle ver que estaba bromeando y Gösta no pudo por menos de responder con una sonrisa. Dejó a un lado las reflexiones sobre su vida doméstica y decidió disfrutar sin más de su nueva colega. Le gustaba muchísimo, de verdad.

—Bien, pues yo me encargo de los chuchos —convino poniéndose de pie.

—¡Guau! —contestó ella entre risas. Después, se puso a hojear los documentos que contenía la carpeta de Marit.

—He oído que el otro día hubo aquí una especie de juego dramático —observó Lars mirando con gravedad a los participantes, que escuchaban sentados en círculo a su alrededor. Nadie pronunció una palabra. Lars lo intentó de nuevo—. ¿Alguien tendría la amabilidad de informarme de lo que pasó?

—Tina hizo el ridículo —murmuró Jonna.

Ésta la miró iracunda.

—¡Y una mierda! —le espetó mirándolos a todos—. Lo que os pasa es que tenéis envidia porque lo encontré yo y no vosotros. Y habríais hecho lo mismo.

—Oye, yo jamás habría hecho algo tan sucio —aseguró Mehmet sin levantar la vista de sus zapatos. Lo había visto demasiado apagado últimamente, de modo que Lars centró su atención en él.

—¿Y cómo estás tú, Mehmet? Pareces bastante abatido.

—No, no es nada —respondió aún con la vista en sus zapatos.

Lars lo observó inquisitivo, pero decidió no insistir. Era evidente que Mehmet no deseaba hablar. Quizá fuera más fácil en la sesión individual. Lars volvió a Tina, que, obstinada, meneaba la cabeza.

—¿Qué decía el diario que tanto te indignó? —le preguntó afable. Tina apretó los labios con rebeldía manifiesta— ¿Qué te hizo pensar que tenías derecho a exponer de ese modo a Barbie..., quiero decir, a Lillemor?

—Decía que Tina no tenía ningún talento —intervino Calle solícito. El ambiente entre él y Tina había sido bastante frío desde la discusión en el restaurante Gestgifveriet, y ahora aprovechaba la ocasión de hacerle la puñeta. Aún le dolía el comentario con que ella había terminado la discusión, por lo que su voz resonó con maldad. En aquellos momentos, su mayor deseo era herirla—. Y no creo que se le pueda reprochar —añadió con frialdad—. No hizo más que constatar un hecho.

—¡Cállate, cállate, cállate! —gritó Tina salpicando saliva.

—Calma, chicos —atajó Lars con dureza—. Es decir, que Lillemor escribió en su diario algo negativo sobre ti, y por eso te creíste con derecho a mancillar su memoria. —Lars le dedicó una mirada de reproche y Tina apartó la vista. Sonaba tan... duro y tal cruel dicho así...

—Escribió un montón de mierda sobre todos vosotros —dijo mirando al grupo con la esperanza de reconducir parte del descontento de Lars hacia alguno de los otros—. Decía que tú eras un niño rico consentido, Calle; que tú, Uffe, eras uno de los tíos más tontos que había conocido en su vida. Y que Mehmet sufría una inseguridad y una angustia tales ante la idea de no complacer a su familia que debería echarle un poco de valor a la cosa. —Hizo una pausa, antes de dirigirse a Jonna—. Y de ti dijo que tenías los problemas típicos de los países desarrollados y que era ridículo y patético que anduvieras haciéndote cortes a todas horas. Así que cada uno recibió su parte, ¡que lo sepáis! ¿Alguno de vosotros sigue pensando que «deberíamos honrar su memoria» o la basura esa que decís? Si tenéis remordimientos por haberla puesto entre la espada y la pared la noche de la fiesta, ¡olvidadlo! ¡Se lo tenía merecido! —Tina se apartó la melena de la cara con un gesto brusco, como retando a que la contradijeran.

—¿Y morir? ¿También se lo tenía merecido? —preguntó Lars tranquilamente.

Se hizo el silencio en la sala. Tina se mordía una uña de puro nerviosismo. Luego, se levantó bruscamente y echó a correr hacia la calle. Todos la siguieron con la mirada.

La carretera se extendía infinita ante su vista. Sus cuerpos empezaban a resentirse después de tantas horas de coche y Patrik iba dormitando en el asiento del acompañante. Martin se había ofrecido a conducir en esta ocasión, con la esperanza de mantener a raya las náuseas. Hasta el momento, había funcionado, y ya sólo les quedaban unos kilómetros hasta Nyköping. Martin bostezó y contagió a Patrik. Ambos se echaron a reír.

—Me temo que anoche nos quedamos hasta muy tarde —dijo Patrik.

—Sí, yo diría que sí, pero es que había mucho que revisar.

—Desde luego —respondió Patrik sin añadir más comentarios al respecto. La noche anterior, habían desbrozado la información relativa al caso varias veces en la habitación de Patrik. Martin no se fue a la suya hasta bien entrada la madrugada y luego les llevó cerca de otra hora más conciliar el sueño, excitados con tantas ideas y cabos sueltos—. Oye, ¿cómo está Pia? —preguntó, por abordar un tema distinto de los asesinatos.

—¡Muy bien! —a Martin se le iluminó la cara—. Ya se le han pasado las molestias y ahora está estupendamente, la verdad. ¡Joder, es tan emocionante!

—Sí, lo es, sin duda —aseguró Patrik sonriendo al pensar en Maja. Las echaba tanto de menos a ella y a Erica que casi sentía un dolor físico.

—¿Queréis saber de antemano si es niño o niña? —preguntó Patrik curioso cuando tomaron la salida hacia Nyköping.

—Pues, no sé, pero no lo creo —dijo Martin concentrándose en los indicadores—. ¿Qué hicisteis vosotros? ¿Lo preguntasteis?

—No, a mí me parece que eso es como hacer trampas. Dejamos que fuese una sorpresa. Y con el primer hijo, no importa, la verdad. Claro que estaría bien que el segundo fuera un niño, para tener la parejita.

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