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Authors: Frank García

Cruising (4 page)

BOOK: Cruising
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Ahora lo tenía aquí desnudo, frente al espejo, dudando si le rapaba la cabeza o no. Me miró y sonrió.

—Saca la máquina y déjame la cabeza como la tuya. Espero que me quede igual de bien que a ti.

—Estarás más guapo que yo, te lo aseguro —me levanté y fui a por la maquinilla. Nos fuimos al cuarto de baño y se sentó en una silla frente al espejo—. No, levántate —me obedeció y giré la silla hacia mí—. Ahora siéntate.

—Quiero ver como cae el pelo.

—No, no quiero que veas el resultado.

—Con tu polla frente a mí, no sé si podré relajarme.

—Si quieres me pongo el bóxer.

—Era broma. Me gusta verte desnudo —cogió mi polla y la besó—. Ya estoy preparado.

Tomé las tijeras que tenía sobre un estante y comencé a cortarle el pelo. Carlos iba cogiendo algunos mechones mientras caían por su cuerpo desnudo. Me miraba y sonreía:

—Vas a quedar muy bien tío. Tienes una bonita cabeza.

—Eso espero y si no que más da, el pelo vuelve a crecer.

—Cuando te acostumbres no querrás volver a tener melena. Es mucho más cómodo y sexy.

El pelo seguía cayendo y cubría parte de su piel y el suelo. Cuando estuvo lo suficientemente corto encendí la máquina:

—¿Preparado?

—Adelante. Hazme un tío sexy.

—Ya lo eres. Ahora te haré irresistible.

—Adelante —cerró los ojos y se agarró a mis caderas. Aquel gesto me hizo gracia y la máquina liberó poco a poco el pelo que quedaba en su cabeza. En unos segundos una marca suave negra y aterciopelada mostraba la nueva imagen de Carlos.

—Levántate, pero no te gires todavía —cogí una toalla y le quité todo el pelo de la cara y del cuerpo—. Cierra los ojos —lo hizo y le giré. Me abracé a él y le mandé abrirlos—. Ahora, ábrelos.

Nunca podré olvidar la expresión y la belleza de su rostro. Me cautivó más que aquella primera vez.

—Me siento extraño, pero… —se tocó la cabeza—. Está muy suave y…

—Estás más guapo de lo que pensaba —le giré y besé sus labios suavemente—. Vas a romper corazones.

—Gracias. Tenías razón, estoy más guapo así. Más que tú.

—No te pases y dúchate. Tienes pelos por todo el cuerpo.

—Recojamos primero todo esto y luego nos duchamos juntos. Tú también estás lleno de pelos.

Así lo hicimos y desde aquel día, siempre que teníamos que ducharnos lo hacíamos juntos. No era cuestión de sexo, ni de sentir nuestras pieles, ni de morbo, ni de nada que se le pareciera, para eso ya teníamos la cama y otros lugares. Ducharnos juntos se había convertido en un ritual de amistad, de compartir, de entrega. Algo muy personal entre los dos, que tal vez sea difícil de explicar. Creo que muy rara vez hacíamos el amor bajo la ducha, pero en cambio, esos momentos se volvieron tan importantes como comer, beber, reír o compartir nuestros devaneos amorosos.

En casa siempre estábamos desnudos. En invierno por la calefacción y en verano por el bochornoso calor que en Madrid siempre hace. Además, entre nosotros no había nada que ocultar. Todo lo teníamos muy claro y compartíamos muchas aficiones, como correr todas las tardes después del trabajo. Aunque la cocina resultó ser nuestra verdadera pasión. A los dos nos encantaba descubrir y preparar nuevos platos, nuevos sabores y sobre todo, nuevas salsas. Nos relajaba llegar a casa, quitarnos la ropa, darnos una ducha y meternos en la cocina sin prisas. El sexo siguió siendo algo importante entre los dos, pero ya no era como al principio, no se me ponía dura al verle el culo; pero seguíamos teniendo nuestras largas sesiones de sexo. Algunas noches de fin de semana no dormíamos hasta bien entrada la mañana. Pero la rutina, como siempre ocurre, aunque con sorpresas continuas, se hizo latente en la casa. Éramos una pareja sin serlo y aquella casa se convirtió en mi verdadero hogar.

Al mes de estar allí, encontré trabajo en unos grandes almacenes como supervisor de la sección de electrodomésticos. En ello influyó Carlos que siempre ha tenido muy buenas amistades y en aquella sección me sentía muy cómodo. El equipo lo formábamos ocho personas, siete chicos y el jefe. Éste tenía dos años más que yo y al poco de estar allí, un día, mientras me cambiaba el traje por mi ropa de calle, entró en el vestuario. No había nadie más, los demás se habían ido y yo me retrasé porque tuve que cerrar caja, pues el encargado estaba enfermo. Entró, me vio en gayumbos y me sonrió. Me comporté con total naturalidad y él se acercó.

—Ahora entiendo porqué Carlos y tú sois tan buenos amigos.

—No entiendo.

—Tienes un buen paquete y a mí también me gustaría probarlo.

Le toqué el culo. Lo tenía firme y duro

—Pues este culo se merece un buen polvo, hasta dejarlo satisfecho.

—Es difícil dejarme satisfecho. Nadie lo ha hecho hasta la fecha.

—¿Cuántas veces quieres que me corra sin sacarla?

—No creo que aguantes más de dos.

—Me infravaloras. Me puedo correr en tu culo cuatro veces sin sacarla y si quieres que sea a pelo, me presentas los papeles recientes de tu analítica, que yo también te mostraré los míos.

—¡Perfecto! El viernes cuando salgamos te invito a cenar y luego me demuestras lo que sabes hacer con… —me agarró la polla fuertemente— este rabo.

Me bajó los gayumbos y se arrodilló mamándomela hasta que me corrí en su boca. Le avisé que estaba a punto, pero no quiso hacer caso y descargué todo dentro. Se levantó y se limpio los labios con su mano.

—Tiene buen sabor tu leche y si me lo he tragado es por lo que has dicho. Yo estoy sano. Follaremos a pelo, quiero que sientas el calor de mi culo y ver si eres capaz de correrte cuatro veces sin sacarla.

—Prepara bien ese culo para pasado mañana. Vas a saber lo que es una buena polla.

—Si quieres puede venir Carlos. Él y yo ya hemos follado alguna vez juntos.

—Se lo diré. Me da mucho morbo estar con los dos a la vez.

Al llegar a casa se lo comenté a Carlos y se rió a carcajadas.

—Será cabrón el Robert. Éste hijo de puta quiere follarme a mí mientras tú te lo follas a él.

—Me gustaría ver cómo te lo follas tú mientras me la mama a mí. Me daría morbo ver como tu rabo le da placer a ese vicioso.

—No sabes bien lo vicioso que es. En una ocasión me invitó a una orgía. Me obligó a vestirme de cuero. Ese era el código. Seríamos unos treinta tíos y más de la mitad eran activos. En un momento determinado se colocó encima de una mesa acomodándose bien y pidió a todos los activos que le follaran.

—¿Le follaron todos?

—Todos y no era meter y sacar, no, Cada uno le folló un buen rato. Es insaciable.

—No sabía que tenías ropa
leather.

—No, no la tengo, me la prestó él. Le va mucho el mundo
leather
. Si la tuviera ya la hubieras visto bobo. Conoces cada prenda que tengo.

—Ya, pero algún secreto me podías esconder.

—No, de mí lo sabes todo. Sabes más cosas de mí que mi propia madre.

—¿Qué te parece si nos arreglamos y salimos a cenar? Hoy me apetece sentarme en una mesa y que nos sirvan a cuerpo de rey.

—Bien. Mira por donde hoy estaba un poco perezoso para cocinar.

—¡¿Tú?! No me lo puedo creer. A mí siempre me ha gustado cocinar como ya sabes, pero tú despertaste ese duende que tenía dormido. Cambiémonos de ropa y salgamos.

—¿Para qué? Tú vas bien así y yo creo que también.

—Uf, que perezoso te veo —me reí—. Mira que esta noche, después de lo que me ha dicho mi jefe, tenía ganas de una buena sesión de…

—Para eso no estoy vago. Sentirte a ti, me hace despertar.

—Pues cenemos bien y volvamos para bajar la cena. El sexo es el mejor de los ejercicios y además nos relaja para tener un buen descanso.

Salimos y elegimos un restaurante que a los dos nos gustaba. Preparaban platos muy sofisticados tanto en sus ingredientes como en la presentación y los camareros ya nos conocían. Uno de ellos nos servía siempre. Estábamos convencidos que era gay y su culo me la ponía muy dura siempre que nos tomaba nota. Carlos se reía porque decía que se me notaba mucho.

—Le podemos invitar un día cuando salga de currar.

—No creo. Ese tío tendrá pareja y seguro que no le deja ni a sol ni a sombra. Es un buen elemento para tenerlo sujeto.

—Eso me ha dolido.

—¿Por qué? Si tú fueras mi pareja, te aseguro que no salías de casa. Somos buenos amigos, tenemos buen sexo, nos llevamos de puta madre. No somos pareja, pero en eso sí que soy celoso… Si algún día se lo dices a alguien, lo negaré. Tengo mi reputación de hombre duro.

—Eres un cabrón y lo sabes. ¿Por qué pones esa coraza?

—Porque nadie más que tú, se merece que me la quite. Todos son unos putos de mierda que lo que buscan es una polla que les dé placer y luego si te he visto no me acuerdo. Paso Carlos. No tengo la menor intención de dar confianza a nadie. Les daré a todos los que buscan y disfrutaré con ello.

—Sabes que yo no opino así.

—Sí, lo sé y… ¿Qué has ganado? Te han roto el corazón un montón de veces. Yo no pienso tener heridas en mi corazón por alguien que no se lo merece.

—Nunca sabrás si alguien se merece lo que buscas si no le das una oportunidad.

—Carlos, a ti te conocí y ya pensaba así. Descubrí como eras y…

—Sí, me siento un privilegiado.

—No, el privilegiado soy yo de haber encontrado un tío tan íntegro como tú. No te confundas. Tú eres de la especie que merece la pena encontrarse en la vida, pero como tú hay muy pocos.

—¿Qué me dices de ti?

—¡Yo soy un cabrón! Un cabrón que le encanta follar, menos contigo.

El camarero se acercó con la ensalada de pasta y marisco, sonriendo.

—Tiene buena pinta.

—Es nuestra mejor ensalada.

—Me refería a lo que debe esconderse bajo ese pantalón.

El camarero se sonrojó y sonrío:

—Gracias —dijo retirándose y Carlos me miró.

—¿Qué pasa?

—No me lo puedo creer.

—Ya está. Confirmado que es gay.

—Eres un cabrón.

—Sí, lo soy. Y el peor de los cabrones. Comamos que esto es afrodisíaco.

—¡Qué peligro!

—¿Por qué?

—Tú no necesitas nada que sea afrodisíaco.

Me reí y comenzamos a comer. Le serví un vaso de vino rosado y otro para mí y el camarero nos acercó los dos platos que habíamos pedido.

—Estaba pensando que estas Navidades iré por casa unos días, pero me apetecería para Nochevieja, que tengo tres días libres, ir a París, Londres o alguna ciudad así.

—No estaría mal para salir de la rutina.

—Si te animas, miro en la agencia de viajes y veo donde podemos ir.

—Por mí sí. Nochebuena ceno con mis padres, pero luego ya paso de estar en familia, siempre me he venido a Madrid el resto de esos días. A mí aún me queda una semana de vacaciones y la puedo pedir para esas fechas.

—No hablemos más entonces. Mañana miro en la agencia y nos largamos tres días por ahí. Quiero culturizarme un poco.

—Ya imagino que clase de cultura buscas.

—Qué poco me conoces todavía. Si nos vamos a un viaje así, no busco machos para follar. Para eso te tengo a ti, que en la cama es con quien mejor me encuentro y por el contrario, me gusta descubrir nuevas ciudades, y aunque te parezca mentira, aún no conozco ni París ni Londres.

—Creo que te gustará más París.

—La putada es que no sé francés.

—Por eso sin problemas, ya sabes que yo sí.

—Claro y yo perdido como un pato en el Manzanares sin saber de qué coño hablas con la gente.

—Cuando vayamos a Londres, que también tengo ganas de volver, serás tú el que me guíe.

—Vale, en Navidad a París y en Semana Santa a Londres.

—¿Y en verano?

—En verano quiero un lugar donde follemos los dos como cabrones. El verano es para eso, para estar todo el día en pelotas follando a saco con unos y con otros.

—Tienes por cerebro una polla.

—No. Pregúntale a mi jefe como trabajo. Es verdad que hablo mucho de sexo y me gusta mucho follar, pero cuando hay que ser serio lo soy.

—Lo sé. Era broma.

—¿Tomamos postre?

—No. El postre lo tomamos en la cama. Hoy tengo ganas de ti. Quiero disfrutar de una buena sesión contigo.

—Yo también cabrón. Hoy no voy a parar hasta vaciarte. Me pones mucho cuando te corres encima de mí y me inundas. Nunca he visto un tío que tenga tanta leche en los huevos.

—Para dejarme seco me tendría que correr por lo menos cuatro veces.

—¿Eso es un reto?

—No —sonrió—. Hasta el momento sólo lo han conseguido dos tíos.

—¡Qué mal!

—Pues uno de ellos has sido tú, así que…

—Bien, me has retado. Te juro que esta noche te voy a dejar seco.

—Ya me gustaría ser tú —comentó el camarero al que no le habíamos visto llegar.

—Pues nada tío, cuando quieras te vienes un día con nosotros, aunque no sé si a tu pareja le gustará.

—Por ahora no tengo pareja, ni intención de tenerla. No creo en la pareja.

—Ya somos dos.

—¿Os sirvo algo más?

—No, tráenos la cuenta.

—Joder, qué corte —comentó Carlos—. No le he visto llegar.

—Yo tampoco, pero bueno, ya lo tenemos para pasar un buen rato un día de estos.

—Te quiere a ti, no a mí.

—Éste será para los dos, te lo aseguro. Esa polla tuya tiene que probar ese culo, que promete mucho.

—Está bien. ¿Cuándo me vas a dejar probar el tuyo?

—No nene, no. Mi culo está muy cerrado.

—Como el de todos hasta que deja de estarlo y la mía no hará daño.

El camarero se acercó con la cuenta dentro de una carpeta. La abrí y al sacarla salió también un papel con su nombre y su teléfono. Le sonreí, lo guardé en la cartera y puse el dinero en la carpeta de piel.

—Quédate con la vuelta y gracias por todo. Te llamaremos.

—Espero vuestra llamada.

Salimos y desplegué el papel. Además de su nombre y el teléfono estaba el horario y su día libre

—Parece que está interesado en conocernos —sonreí—. Y la verdad que está muy bueno para un buen rato.

—Por supuesto. Desde que escuchó nuestra conversación, no dejó de mirar hacia nuestra mesa.

—Bueno, nosotros a casita que aún tenemos que tomar el postre.

—No puedo contigo.

—Ven aquí —le agarré por el cuello y lo pegué a mí—. Sabes que eres el único que conoce mis secretos y como soy en realidad. Junto a ti me siento muy bien y eso es lo que importa.

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