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Authors: Frank García

Cruising (6 page)

BOOK: Cruising
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—A mí no me engañas —giró la cara y sonrió—. Recuerda que yo también tengo mucha escuela.

—Tú eres un cabrón y si no te quedas calladito y nos dormimos, tendré que follarte para que agotado te duermas.

—No es mala propuesta. Me cogió la polla y se metió parte de ella.

—No tío, sin condón no.

—Estoy sano, te lo aseguro.

—Ya lo sé. Pero luego me rallo pensando y no quiero.

Se levantó y hurgó en un cajón, sacó unos papeles y me los entregó.

—De verdad que no hace falta —me miró desafiante y me reí—. Está bien —leí los papeles y el resultado era negativo de hacía exactamente un mes.

Dejé los papeles encima de la mesilla:

—Túmbate que ya me había acostumbrado al calor de tu espalda.

—Y que sepas que cuando he follado como activo —se tumbó—, siempre ha sido con condón. Así que estoy más que limpio.

—Te creo, me gusta follar mucho, pero ese tema me obsesiona. Adoro mi cuerpo.

—Por eso la he metido sin condón. Sé que te cuidas — volvió a cogerla y se la metió de nuevo.

—Eres un cabrón —empujé metiéndola entera—. Así está mejor.

—Cabrón, ¡qué bueno! Déjala así toda la noche.

—No sé si aguantará dura, pero probemos. Duérmete. ¡Uf tío! Que bueno tenerla ahí calentita dentro de ti. Creo que te voy a follar —comencé a embestirle suavemente, sintiendo el inmenso calor de las paredes de su interior. Acaricié su torso. Andrés jadeó y yo suspiré en cada uno de aquellos envites suaves y prolongados. Bajé mi mano hasta tocar su polla dura y le masturbé al ritmo de mi penetración—. Me voy a correr cabrón.

—No la saques, córrete y déjala dentro hasta que se salga sola —susurró.

Giró la cabeza, me sonrió y le besé.

—Me gustas cabrón, me gustas mucho —continué masturbándole mientras yo estaba a punto de eyacular y sentí su semen en mi mano, lo que me provocó humedecerle con más excitación. No la saqué y los dos nos quedamos dormidos oliendo a su semen y el aroma de su piel.

CAPÍTULO III

—Me gusta ese pantalón ¿Crees que me quedarán bien? — me preguntó Andrés ante un escaparate donde el maniquí llevaba un pantalón de piel negra.

—Ese no. Ese pantalón es más marca paquete. El tuyo tiene que realzar más esas nalgas duras y bien redondeadas que tienes. Pero entremos, seguro que encontraremos alguno que te quede bien.

Así lo hicimos. El dependiente nos sacó varios modelos y ninguno me gustaba.

—Bueno —le dije al dependiente—, estos modelos están muy guapos, pero yo quiero para mi chico uno que le marque bien su fantástico culo.

El dependiente se rió y Andrés se sonrojó.

—Eso es lo primero que me tenías que haber dicho. Me he fijado que marcaba muy bien el paquete y pensé…

—Mi chico está muy bien de las dos partes. Es un buen semental, pero su culo es lo mejor que tiene.

—Me vas a poner cachondo —se sonrió mirando que nadie nos escuchara.

—Pues tú también tienes un buen culo.

—Eso dicen y caliente.

—Dejemos el tema, se me está poniendo muy dura y no es el sitio.

El dependiente se retiró en busca de otros modelos y Andrés me miró.

—¡Qué puto eres!

—No nene, este tío además de sacarnos algún modelo guapo, estoy seguro que nos hará una rebaja y que además nos lo vamos a follar los dos.

—¿Yo?

—Sí. Quiero ver como usas ese rabo cabrón. Desde que me contaste que has hecho de activo, me apetece ver como follas y además te follaré mientras tú lo haces.

El dependiente volvió al mostrador donde estábamos y nos enseñó tres modelos espectaculares.

—Éste sí me gusta. Vete a probarlo.

—Los probadores están llenos, pero si te da igual, lo puedes hacer en la trastienda. Tengo un espejo de cuerpo entero.

—¿Puedo pasar con él?

—Claro.

Corrió la cortina que daba a la trastienda y Andrés se quitó los pantalones y se puso el pantalón que le sugerí. Se miró en el espejo y aunque le quedaba bien, algo fallaba.

—¿Qué tal le quedan?

—Bien, pero… —volví a salir a la tienda y miré la ropa interior—. ¿Tienes suspensorios?

—Sí —se acercó y me trajo uno negro.

—¿Se le puede probar?

—No es lo normal, pero que se lo pruebe.

Entré con el suspensorio, Andrés continuaba mirándose en el espejo.

—Quítatelos y ponte este suspensorio.

El dependiente descorrió un poco la cortina y miró a través de ella. Le sonreí guiñándole un ojo. Andrés no se inmutó y en el espejo se reflejo su cuerpo entero por delante, la tenía morcillona, y por detrás presentaba toda su belleza. El chico me sonrió y volvió a la tienda.

—Me estaba mirando.

—Sí, creo que le hemos puesto cachondo.

Se puso de nuevo el pantalón y entonces sonreí.

—Ahora sí, ese pantalón es para que lo lleves sin gayumbos. Mira —le cogí el culo con las dos manos—, mira como te marca y da forma a tus nalgas. Está hecho para ti y ese culo me la ha vuelto a poner dura.

—Si sigues mucho tiempo a mi lado, cualquier día te quedas sin sangre en la cabeza.

—No te preocupes, eso de momento no creo que suceda.

—Eso espero. No quiero llamar a una ambulancia en pleno polvo.

—Dame el pantalón y el suspensorio, los sacaré afuera.

Me los entregó y salí.

—¿Qué tal?

—Mejor. Con el suspensorio le quedan clavados.

—¿Hay que coger los bajos?

— No, le quedan perfectos. ¡A ti sí que te cogía yo los bajos!

—Cuando queráis. Tú novio tiene un buen rabo, y si tú lo tienes así me encantaría una buena sesión con los dos.

—¿Quieres verla?

—Prefiero que me sorprendas o me sorprendáis. Yo sólo soy pasivo.

—Yo activo y mi nene versátil.

—Perfecto, entonces lo pasaremos bien.

—Cuando quieras quedamos.

—Hoy puedo cerrar la tienda durante dos horas, si queréis… Pasaros a las 13:30

Andrés salió colocándose la camisa y la cazadora.

—¿Qué te doy? —preguntó Andrés.

—El suspensorio te lo regalo por la visión de antes y te haré un 30% de descuento, como si lo comprara para mí.

—Gracias —sonrió Andrés.

Pagó y antes de salir el dependiente me recordó la cita de una forma sutil.

—¿Tienes condones? —pregunté a Andrés.

—No, los dejé en casa ¿Por qué?

—Vamos a comprar una caja, a las 13:30 tenemos una cita con ese tío.

—¿Dónde?

—En la tienda. Le vamos a follar los dos.

—Estás loco.

—No. Le ha gustado tu polla y quiere que le follemos los dos.

—Y tú nos follaras a los dos.

—Por supuesto. Joder que morbo, follar en una tienda. ¿Dónde vamos ahora?

—Quiero comprarme una camisa y otro pantalón.

Estuvimos de compras más de dos horas. Los pies comenzaban a dolerme de ir de un lado para otro. A mi no me gustaba mucho ir de tiendas pero a Andrés le volvía loco. Se probó más de veinte camisas y otros tantos pantalones en distintas tiendas hasta que encontró lo que buscaba.

—Necesito sentarme un rato. Aprovechemos para tomar algo en una terraza —miré el reloj—. Aún nos quedan 45 minutos antes de la cita y está aquí al lado. Quiero que actúes como un auténtico activo.

—Ya me dirás luego la puntuación que me das como activo.

Nos sentamos en una terraza y pedimos dos cervezas con un pincho de tortilla. Descansamos un buen rato y nos fuimos a la tienda. Entramos, aún quedaban dos clientes y el chico nos sonrió. Disimulamos mirando algunas prendas hasta que se fueron. El chico cerró la puerta.

—Ya estoy libre, vayamos a la trastienda, allí estaremos más cómodos.

Su desnudo era muy bonito. Delgado pero fibroso. Nada de vello corporal pero un abundante pubis negro y sus nalgas con un suave vello que me la pusieron muy dura. Le comí el culo mientras él disfrutaba de la polla de Andrés. Luego nos cambiamos y me la mamó a mí. Le levanté la cabeza y le morreé. Besaba bien y estaba muy caliente.

—Quiero que me folléis —susurró mientras le masturbaba sintiendo como lubricaba su pequeña polla.

Hice una señal a Andrés para que fuera él el primero. Se colocó el condón y le penetró. Cuando la tuvo entera dentro me apretó la polla con sus labios. Le gustaba. Saqué el rabo de su boca y le morreé de nuevo. En el espejo que antes sirvió para verse Andrés, nos reflejábamos los tres. Él ahora comiéndome la polla y Andrés follándoselo a saco. El torso de Andrés comenzaba a humedecerse por el sudor, aquello me excitaba hasta que me corrí. Le avisé antes de llegar y el chico no hizo el menor ademán de sacarla. Me corrí en el interior de su boca. El semen caía por la comisura de sus labios. La sacó, la lamió y me sonrió. Andrés se excitó y cabalgó con fuerza, lanzó un suspiro y se corrió.

—Ahora te toca a ti.

Andrés sacó su polla aún dura, se quitó el condón y me ofreció uno, me lo puse. Acaricié aquel agujero bien abierto y acerqué mi glande al orificio agarrándole por la cintura y se la metí de golpe. El chico gritó y miró hacia atrás.

—¡Joder!

Pidió a Andrés que se pudiera delante de él y se la mamó. Andrés y yo acercamos las bocas y nos besamos con profundidad. Los dos estábamos muy excitados. Me sonrió y se separó mirando como aquel chaval se la estaba mamando. Yo me lo follé sin compasión, sacándola entera y volviéndola a meter. Apretaba sus nalgas y contraía y dilataba su esfínter para provocarse y provocarme más placer. Era un experto con su culo y el calor de su interior me estaba volviendo loco. Le agarré la polla y se corrió.

—Sigue, sigue follándome, no la saques hasta que te corras.

Le agarré con fuerza su cintura y mis entradas y salidas se volvieron violentas. Su cuerpo se estremecía, sudaba a raudales, por su espalda corría un reguero de sudor que caía por la apertura de sus nalgas y aunque no era necesario, servía de lubricante a mi polla. Noté en la cara de Andrés que estaba a punto de eyacular y le hice una seña que entendió perfectamente. Miré al espejo y Andrés sacó la polla de la boca del chico y le llenó de leche toda la cara, me excito de tal manera que las embestidas le hicieron gritar hasta que llegué al orgasmo. Caí sobre su espalda húmeda juntando nuestros sudores. Esperé un rato para recuperar el aliento y me incorporé. La polla salió poco a poco y el chico suspiró aliviado cuando sintió su ano liberado. Se incorporó y nos miró:

—Sois muy buenos los dos. Me habéis follado de puta madre.

—Me ha sorprendido lo vicioso que eres —me toqué el pecho empapado en sudor. Me quité el condón, lo anudé y lo dejé en el suelo.

—En el baño tengo una ducha. Creo que la necesitamos.

Los tres nos metimos bajo aquella ducha, acariciándonos mientras el jabón y el agua nos limpiaban el sudor y el semen de nuestras pollas. Nos secamos con unas toallas pequeñas.

—Lo siento. No tengo más toallas.

—Nada de sentirlo tío. Gracias por este momento de placer. Hemos disfrutado mucho contigo.

Sonrió y nos dejó vestirnos tranquilamente mientras él volvía al interior de la tienda. Andrés y yo nos miramos, pero no dijimos nada. Salimos.

—Gracias por no haberme dado plantón. He disfrutado mucho. Tenéis buenos rabos los dos, pero tú… —me miró el paquete—. ¡Menudo rabazo y que bien follas!

—No tendrás queja de mi chico, ¿verdad?

—No. Folla de puta madre, me ha dado mucho placer, pero es que tú…

—Bueno, si quieres podemos quedar en otra ocasión. Tienes buen aguante y buen culo.

Sacó una tarjeta y escribió por detrás su nombre y su teléfono personal.

—Aquí tenéis. Pero os quiero a los dos, no a uno.

—Nos tendrás, te lo aseguro.

Me entregó una bolsa y me dijo:

—Es un regalo para ti. A él le regalé el suspensorio y espero que ese bóxer te guste, con el paquete que tienes vas a lucirlo.

—Gracias pero no hacía falta. La próxima vez —le besé en la boca— lo llevaré puesto.

—Y yo te lo quitaré con la boca mientras tu chico me folla.

—Prometido —comentó Andrés.

Salimos de la tienda y paseamos por aquella calle sin rumbo fijo. Andrés me miró con cara de picaro.

—¿Qué te pasa?

—Espero la puntuación del maestro.

—No sé… Tal vez… No, esa nota es muy alta, así que…

—No seas cabrón, me da igual, pero ya que me querías ver follar, me gustaría saber cómo lo hago.

—Cabrón, follas de la hostia. Si yo fuera versátil me la estarías metiendo a todas horas. Te doy un sobresaliente alto y espero que la próxima vez que nos le follemos llegues a la matrícula de honor.

—¿De verdad lo hago bien?

—Joder tío, me alegro que seas más pasivo que activo, porque como activo, me tendría que esforzar mucho para que no me quites los machos.

—No digas tonterías —se rió—. Como tú no hay otro.

—Sabes que nunca miento. Eres un buen follador y ese tío, que por cierto ni sabemos su nombre, va a tener el culo bien caliente todo el día.

—¿Vamos a comer?

—Sí. ¿Qué te parece si paramos en el chino, pedimos unos platos y los subimos a casa? Me apetece comer tranquilo.

—De acuerdo. Pero te aviso que tengo mucha hambre.

—Yo también. Hemos pasado todo el día de un lado para otro y luego el ejercicio final nos ha dejado muertos.

—Comeremos y luego dormimos la siesta.

—Sí. Me encantan los fines de semana que no me toca trabajar para dormir tranquilamente después de comer.

Lo hicimos tal y como lo planeamos. Primero pasamos por mi casa para recoger el pantalón de piel, la camisa y las botas que llevaría esa noche. Lo metí todo en una bolsa y salimos en dirección a su casa. Comimos y después de recogerlo todo nos fuimos a la cama. Nos desnudamos y nos quedamos dormidos en aquella postura que nos gustaba a los dos. Me desperté poco antes de las seis de la tarde. Mis manos comenzaron a acariciar su pecho y le besé en el cuello.

—Buena tardes —me dijo—. Me encanta que me despierten así.

Le metí la polla pero la dejé quieta.

—Y así mucho mejor —se empezó a mover sacándola y metiéndola—. No te muevas, quiero que te corras sin que te muevas.

Le obedecí pero con la mano izquierda agarré su polla y le masturbé. Su forma de moverse y el tacto de su polla en la mano, nos hizo llegar a los dos a la vez. Permanecimos en aquella postura un buen rato hasta que poco a poco fue sacando mi polla de su culo. Esta vez me tumbé yo sobre él sintiendo su rabo húmedo encima de mi vientre.

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