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Authors: Frank García

Cruising (8 page)

BOOK: Cruising
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—Dame polla, quiero comértela mientras me folla este cabrón.

José se acercó y Rubén se la devoró con ansia durante un buen rato.

—Quédate quieto con la polla dentro, me voy a colocar el condón, quiero follarme a mi chico mientras tú continuas conmigo —le obedecí, levanté su cuerpo y le abracé sin sacarla, le estuve acariciando su torso mientras José con el condón en la boca se lo colocó a su novio. Le separé lo suficiente para que José se colocara en la postura que yo le había tenido a él. Se la metió y empezó a cabalgar sin moverme. Deseaba que disfrutara de aquel momento a gusto. Me miró y sonrió—. Sigue mi ritmo si puedes —y empezó a envestirle con fuerza. Enseguida me adapté a aquel movimiento. Los dos continuamos sin bajar aquella velocidad, que por cierto, era perfecta para mí—. Me voy a correr —me miró sonriendo. Agarré sus nalgas y empecé a darle fuerte, muy fuerte. Ahogaba sus gritos, pero yo le podía escuchar—: ¡Me corro, me corro! —murmuró y emprendí una fuerte cabalgada para llegar al mismo tiempo que él, como así sucedió. Rubén cayó sobre el cuerpo de su chico y yo sobre el de él.

Recuperé el aliento y sin dejar de abrazarlo, mientras se la sacaba, le sugerí si podía follarme a José. En realidad había estado poco tiempo dentro de él.

—¿No has tenido bastante con mi culo?

—No. Me gustaría follarlo a él y luego a ti otra vez. No me digáis qué ya tenéis bastante con esto o es que preferís reservaros para otros machos, algo que entendería.

—No tío —se volvió tras sacársela a José y quitarse el condón—. Por mí estaría contigo toda la noche.

José sonrió:

—Yo también, o al menos un par de horas más.

—¿Dónde está entonces el problema?

Rubén me miró a la polla.

—¿Esa no piensa bajar?

—Cuando tiene dos culos tan ricos como los vuestros no.

—Está bien —sacó un pañuelo de papel del calcetín y se limpió la polla. Cogió el bóxer y se lo puso—. Voy a buscar unas cervezas y unos condones.

—Trae bastantes —sugirió su novio riéndose—. Veamos si es capaz de usarlos todos.

—No me retes chaval, no sabes de lo que es capaz mi hermanita.

—Claro que te reto. Nos gusta agotar a un buen semental cuando nos encontramos con uno. No se nos ha resistido ninguno.

—Entonces —miré a Rubén—, además de un buen lote de condones, trae por lo menos dos cervezas para cada uno, tendremos que brindar por este encuentro, a mí también me gusta encontrarme con machos hambrientos. Yo al menos lo estoy, y no por no follar, sino porque mi polla es puro vicio, más que yo.

—Tendrás que acompañarme.

—No me apetece vestirme. Me encuentro bien así — dije mientras me tumbaba sobre el camastro.

—No te pongas nada. Con ese arnés, las botas y ese… Vamos tío, acompáñame.

—Está bien, así además me limpiaré bien la polla.

—Cierra la puerta y no abras hasta que nosotros te lo digamos —le comentó a José mientras le besaba en la boca—. ¿Estás bien?

—Sí, lo estoy. No tardéis que me quedo frío.

—No te preocupes, que ya nos encargaremos de volverte a calentar —me reí.

Salimos. La fiesta estaba subiendo cada vez más de tono. Algunos tíos al pasar se nos quedaron mirando y otros me agarraban el rabo. Me sugerían que les follara o que deseaban mamármela.

—Este macho está ocupado por un par de horas —comentó mientras les sonreía.

Llegamos a la barra y pidió las seis cervezas y los condones. El camarero le mostró una gran caja de madera que estaba colgada a la parte derecha.

—Los condones están en aquella caja, ¿te importa ir a por ellos?

Fui a por los condones. Metí la mano y mientras sacaba un buen puñado, un tío se puso a mamarme el rabo. Le dejé un rato mientras Rubén se acercó.

—No te puedo dejar sólo un momento —me apartó agarrándome del brazo.

—Qué culpa tengo yo de que les guste mi rabo. Además no seas egoísta, que lo vais a tener en exclusividad por un par de horas.

—¿Puedo autoinvitarme a la fiesta? —preguntó un tío colocándose frente a mí. Por unos instantes me dejó sin respiración. No te puedes imaginar el pedazo de macho que tenía frente a mí. Guapo a rabiar.

—¿Más que yo?

—Sí, más que tú —le contesté a Andrés—. Como te decía, muy guapo, con un torso que parecía un armario de cuatro cuerpos, peludito, unas piernas escandalosas…

—¿Mejor que las mías? —me interrumpió de nuevo Andrés mientras sacaba una de sus piernas de la bañera.

—Sí, mejores que las tuyas, impresionantes, sería la palabra. Un culo… Mejor que el tuyo —sonreí a Andrés y éste permaneció callado—. Era un adonis para el sexo. Mi rabo se disparó y lo miró.

—¿Eso es un sí?

—Depende de tu rol

—Soy versátil, pero quiero ese rabo dentro de mi culo.

—Coge un par de cervezas, te esperamos, tenemos una fiesta privada.

—¡Genial! —me besó en la boca y salió en busca de la bebida.

—¿Te molesta si se une?

—Que va tío. Está muy bueno.

—Más que bueno, es perfecto el cabrón. Mira que espalda tiene y mira esas nalgas. ¡Joder como está el cabrón!

—No hace falta que digas nada. Tu rabo está a cien.

—Espera, voy a buscar más condones.

—¡Estás loco! Tienes más de una docena en la mano.

—No son suficientes. A vosotros dos os puedo follar con el mismo, pero a él no. Tú también usarás alguno y él no creo que se quede sin meter la polla.

—Tienes razón.

—¿Dónde vas? —me preguntó al ver que me separaba de Rubén.

—A buscar condones.

—No hace falta —abrió la bolsa que llevaba atada a la cintura y sacó un puñado de ellos.

—Perfecto. Si necesitamos más, volveremos —me reí.

—Me llamo Iván, tío —se presentó.

—Yo Rafa y este colega se llama Rubén.

—¿Dónde vamos?

—José, el novio de Rubén, nos espera en un privado. Estábamos follando y nos apeteció tomar algo. Pensábamos darnos una buena y larga sesión de sexo.

—Perfecto. Vosotros estáis muy buenos y el rabo que tienes tú me vuelve loco.

—Nos lo pasaremos bien. Sólo una cosa. Mi culo se puede comer pero nada más.

—Entendido. Pero me pasaré un buen rato comiéndote el rabo para que me des una buena follada —tocó el culo de Rubén—. ¿Éste si se deja?

—Por supuesto y el de mi novio también.

—¡Genial! ¡A follar que son dos días!

Nos reímos, dimos un trago a una de las cervezas y antes de entrar en el privado, pasamos por los baños, meamos y nos limpiamos bien las pollas con agua y jabón.

—Ya era hora —comentó José y se quedó mirando a Iván—. ¿De dónde sale este macho?

—Lo hemos traído para ti —contestó Rubén.

—Joder tío, que bueno estás.

—Pues soy todo tuyo. Tú también estás muy bueno. Creo que nos lo vamos a pasar muy bien.

—José no dijo nada, bajó a la polla de Iván y se la mamó.

—Sí, creo que nos lo vamos a pasar muy bien —repitió mientras dejaba las botellas encima de un estante al lado de una de las paredes. Me acercó y me besó, agarrándome la polla. Luego se inclinó hacia ella y la mamó.

Los cuatro encima del camastro disfrutamos como animales. Sudábamos a raudales pero el olor corporal de los cuatro era agradable, se notaba la higiene. Me comí el culo de Iván durante un buen rato y luego estuvimos follando entre todos, al final, antes de corrernos por primera vez, hicimos un tren. El último vagón antes de mí, fue Iván y disfrute de nuevo de aquellas nalgas prietas y de aquel agujero que irradiaba un calor muy excitante. Tras la primera corrida y descansar un poco; tomamos una de las cervezas, hablamos un poco y decidimos ir a limpiarnos las pollas y ellos los culos. Así estaríamos listos para la siguiente sesión. Primero salieron José y Rubén y luego Iván y yo. Mientras nos limpiábamos, varios tíos se nos quedaron mirando.

—¿Sabes lo que me apetecería? —me preguntó y sin dejarme contestar, respondió—: Que me follaras aquí delante de todos estos y ver como se matan a pajas.

—Dame un condón.

—¡Joder tío! Se te pone dura sólo con hablarte.

—Y con mirar ese culo que tienes.

—Quiero que le des fuerte, pero muy fuerte. No te prives —sacó el condón y me lo puso con la boca. Se levantó y se inclinó contra el lavabo. Los que estaban en el baño se colocaron alrededor nuestro. Escupí en su culo, le separé las piernas y se la metí de golpe.

Tal y como había dicho Iván empezaron a masturbarse, pero yo me olvidé de ellos. Le cogí por la cintura y comencé un galope incontrolado. De vez en cuando la sacaba entera y se la volvía a meter de nuevo a aquel trote. Mi pecho se empapó en sudor y sentí como sudaba él corriendo un reguero de sudor que recorría su espalda, que caía por sus nalgas y empapaba el condón sirviendo de lubricante, aunque su ano estaba bien dilatado. Le toqué el rabo.

—Me voy a correr.

Le incorporé para que todos vieran los chorretones de Iván mientras yo continuaba follándole y masturbándole. Sentí los latidos de su polla y como salpicaba. Me excitó hasta el punto de eyacular. Se apoyó contra la pared y yo caí sobre él. El sudor de mi pecho se pegó al de su espalda y la saqué muy despacio. El suelo estaba lleno de leche derramada por todos aquellos tíos. Nos volvimos a asear y salimos ante la mirada de todos. Entramos de nuevo en el privado y los dos estaban follando.

—Nos estábamos quedando fríos y como tardabais, hemos pensado en calentar la comida —comentó José riéndose.

—Me parece muy bien —sonrió Iván y le ofreció su polla mientras se subía al camastro. Cogí un condón, me lo puse, me coloqué detrás de Rubén y le penetré. Iván me miró sonriendo. Así volvimos a empezar durante otro espacio prolongado de tiempo. Las pieles brillaban iluminadas por el foco de luz roja. Nuestros rabos estaban duros como la piedra. Mi polla pasaba del culo de José al de Rubén, mientras Iván se follaba al que estaba libre, le follaban a él o se dejaba comer la polla. Luego me quitaba el condón y cambiándolo se la metía a Iván. Éste disfrutaba cada vez que mi polla entraba dentro de él. Me miraba, me besaba y me lanzaba aquellas palabras de que me deseaba. Él sudaba mucho, tanto como yo, y también resultó tan fogoso como yo. Se corría y su polla continuaba dura, aunque era bastante más pequeña que la mía. Agotados terminamos tumbados sobre el camastro recuperando las fuerzas y el aliento. Rubén y José decidieron irse y allí en el privado, nos quedamos tumbados y abrazados Iván y yo tras cerrar la puerta.

—El cubata se ha terminado y el agua se está quedando fría. Mejor será que nos aclaremos y salgamos, al final vamos a terminar arrugados como uvas pasas—interrumpí de nuevo la historia sacando a Andrés de su ensimismamiento.

—No creo que nuestras pieles se arruguen tan fácilmente —comentó Andrés mientras se levantaba y quitaba el tapón de la bañera, ofreciéndome sus nalgas llenas de espuma. Las cogí con las manos y se las comí—. Te vas a poner cachondo.

No le dije nada y levantándome un poco se la metí.

—¡Cabrón! Aunque estemos sanos no me gusta que me la metan sin condón. Algunas veces no me importa siendo tú, pero…

—Tienes razón —y saqué el rabo de dentro de él.

—No, ahora no la saques, ahora terminas lo que has empezado.

Me reí y le follé suavemente. Era como me apetecía en aquel momento tras terminar aquella parte del relato. Le acaricié el pecho y le besé la espalda. Mis manos fueron bajando poco a poco y sentí el semen de su polla en mi mano. Me excitó y me corrí en su interior. Luego nos duchamos y nos vestimos. A la hora de ponernos los pantalones, me quedé mirando a Andrés.

—¿Qué te parece si llevamos los pantalones sin los gayumbos? Marcaríamos mucho más. Además resulta muy excitante sentir piel contra la piel.

Se miró y se quitó el suspensorio:

—Está bien y se los colocó.

—Joder como te quedan ahora —me puse los míos y él sonrió:

—¡Uf, cabrón! Como te marca el paquete.

Me miré en el espejo del armario y pasé la mano por delante y por detrás:

—El culo también me lo marca bien. Tengo un buen culo.

—Tu culo no me interesa demasiado.

—Me alegro, aunque me encanta que me lo coman.

Eran más de las diez de la noche y en aquel momento sonó mi teléfono.

—Dime Carlos… Es que estoy con un amigo y… No sé, se lo tendré que preguntar, espera —miré a Andrés y sin apartar el teléfono de mi cara le dije—: Es Carlos, que si nos apetece cenar con ellos y luego dar una vuelta.

—Me habías prometido ir a bailar —me miró con cara de niño bueno.

—¿Carlos?… Sí, es que había prometido a mi amigo ir a bailar… Eres incorregible —tapé con la mano el teléfono—. Dice que a ellos también les apetece, que hace mucho que no salen y también les apetece un poco de fiesta.

—De acuerdo. Así me presentas a ese amigo especial.

Me acerqué a él y le besé en la boca.

—Pero estaré contigo, sólo contigo —destapé el teléfono—. De acuerdo… ¿Dónde quedamos?… Vale, en media hora estamos en la puerta —corté el teléfono y le volví a besar.

—Te va a gustar Carlos, es un tipo muy agradable, de lo mejor que he conocido en toda mi vida.

—¿Voy guapo para tus amigos?

—Vas guapo para mí y eso es lo que me importa.

—Eso sí ha sonado a machismo gay.

—Tienes razón. Pero Carlos se va a quedar impresionado cuando te conozca.

—¿Por qué?

—Porque estás muy bueno cabrón. Tienes un cuerpo espectacular —le abracé y le acaricié las nalgas por encima del pantalón—. Y este pantalón de cuero, te queda de escándalo. Piel blanca bajo piel negra, ¿qué puede excitar más?

—Tú sí que estás muy bueno y a mí me gusta lucir un buen macho al lado.

—Pues salgamos a reventar corazones —le comí la boca con deseo y él como siempre correspondió.

Llegamos a la hora al restaurante y en la puerta nos esperaban Carlos y Pablo, su novio, tras las presentaciones entramos. Habían reservado mesa y nos sentamos. Comenzamos una conversación tranquila y amena. Nos sirvieron y comimos apaciblemente. Carlos, como suponía, se sorprendió con Andrés y me miraba sonriendo.

—Tengo que reconocer —comentó Carlos— que Andrés además es un tipo inteligente.

—Lo es. Ya sabes que yo sólo me rodeo de gente que merece la pena.

—Bueno, no diría precisamente eso —me miró con cara picarón.

—Ya sabes a lo que me refiero. Puedo follar a saco con muchos. Me gusta el sexo, nunca lo he negado, pero cuando alguien me interesa de verdad, para tener una buena amistad, no busco sólo sexo. Busco más cosas.

BOOK: Cruising
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