Danza de espejos (58 page)

Read Danza de espejos Online

Authors: Lois McMaster Bujold

Tags: #Novela, Ciencia ficción

BOOK: Danza de espejos
11.93Mb size Format: txt, pdf, ePub

En cuanto ese idota de Ryoval entendiera lo que estaba pasando. Estaba dispuesto a reventarlo por haberle arruinado la reunión familiar.
SegImp se encargará de él
.

Entraron en un garaje subterráneo. Él no pudo ver el exterior. Los guardias lo levantaron, lo pusieron de pie muy bruscamente y le soltaron las piernas, que le ardían y picaban. Pasaron junto a una cámara de seguridad y después le sacaron la ropa. Lo hicieron marchar por la instalación. No era una prisión. No era uno de los famosos burdeles de la Casa Ryoval. El aire tenía un ligero y desagradable olor medicinal. El lugar era demasiado sencillo para ser uno de los edificios en que se realizaban esculturas corporales por encargo. Demasiado seguro y secreto para ser el sitio en que se fabricaban esclavos, en que se convertía a seres humanos en cosas humanamente imposibles. No era muy grande. No había ventanas. ¿Subterráneo?
¿Dónde diablos estoy?

No se dejaría llevar por el pánico. Se entretuvo imaginando lo que le haría Ryoval a sus soldados cuando se diera cuenta de que se habían equivocado de hermano. Si Ryoval no se daba cuenta de su error en cuanto lo viera, posiblemente ocultaría su identidad durante un tiempo. Que Miles y los Dendarii tuvieran más tiempo para escapar. No los habían secuestrado, estaban libres.
¡Yo lo encontré!
Tenían que venir por él y si no ellos, SegImp. SegImp no podía estar más de una semana por detrás, y acercándose.
¡Lo conseguí, ya lo creo que lo conseguí!

Todavía tenía la cabeza envuelta en un remolino de terror y alegría cuando los guardias lo llevaron a ver a Ryoval. Era una oficina o estudio lujoso; al parecer, el barón tenía habitaciones privadas en ese lugar porque Mark vio algo así como un salón en un extremo, detrás de un arco. No tuvo problemas para reconocer a Ryoval. Lo había visto en un vídeo de la primera misión del
Ariel
en el planeta. Una grabación de la conversación en la que había amenazado con poner la cabeza del almirante Naismith en una caja de plástico y colgarla en la pared. En otro hombre hubiera podido parecer una hipérbole, pero Mark tuvo la inquietante sensación de que Ryoval lo decía en serio. Ryoval estaba medio inclinado sobre su comuconsola. Tenía el cabello negro y brillante peinado con esmero, una nariz de puente ancho y piel suave. Joven y fuerte, para ser centenario.

Está usando un clon
. La sonrisa de Mark se convirtió en una mueca de lobo. Esperaba que Ryoval no creyera que su temblor por el bloqueador era miedo.

Los guardias lo sentaron en una silla y lo ataron con bandas de metal en las muñecas.

—Ahora esperen fuera —les dijo Ryoval—. No tardaré mucho. —Ellos se fueron.

Las manos de Ryoval temblaban levemente. La piel de su cara oscura estaba algo húmeda. Cuando levantó la vista y sonrió a Mark, los ojos parecían iluminados por un brillo interno, la mirada de un hombre tan lleno de visiones dentro de su cabeza que casi no podía ver la realidad a su alrededor. Mark estaba demasiado furioso para que le importara.
¡Consumidor de clones!

—Almirante —jadeó Ryoval, contento—. Le prometí que íbamos a vernos de nuevo. Y le dije que era tan inevitable como el destino. —Miró a Mark de arriba a abajo y enarcó las cejas—. Ha engordado, en estos cuatro años…

—La buena vida —ladró Mark, que se acordó de su desnudez. A pesar de lo mucho que odiaba el uniforme Dendarii, le quedaba bastante bien. Quinn se lo había arreglado personalmente para la mascarada y ahora hubiera querido tenerlo puesto. Seguramente el uniforme era la razón por la que lo habían elegido las tropas de Ryoval, en ese momento de locura provisional y heroica.

—Me alegro mucho de que esté usted vivo. Al principio le deseaba una muerte desagradable en uno de sus combates, pero después lo pensé mejor y empecé a rezar por su supervivencia. Hubiera sido terrible que no acudiera usted a su cita conmigo.

Ryoval no lo reconocía como no-Naismith. Ryoval apenas si lo estaba viendo. Parecía mirar a través de él, con toda la atención puesta en algo más allá. Empezó a caminar arriba y abajo frente a él, hablándole de sus planes como un enamorado, un enamorado nervioso, planes de venganza que iban desde la indecencia a la locura total, a la imposibilidad más absoluta.

Las cosas podrían haber sido peores: se imaginó a Ryoval haciendo las mismas amenazas a ese crío-amnésico pequeño, flacucho, de ojos vagos, que ni siquiera sabía quién era y mucho menos por qué le estaba pasando eso. La idea le revolvía el estómago.
Sí. Ahora mejor yo que él. En serio
.

Quiere aterrorizarte. Son sólo palabras. ¿Qué había dicho el conde? No te vendas a tu enemigo antes de tiempo, en la mente

Mierda, Ryoval ni siquiera era su enemigo. Todas esas ideas espantosas eran para Miles. No, ni siquiera para Miles. Para el almirante Naismith, un hombre que no existía. Ryoval buscaba un fantasma, una quimera.

El barón se detuvo a su lado, interrumpiendo su largo discurso. Curiosamente, pasó una mano húmeda por el cuerpo de Mark, mientras los dedos buscaban los músculos bajo la capa de grasa.

—¿Sabe una cosa? —dijo resollando—. Había planeado matarlo de hambre. Pero estoy cambiando de idea. Creo que voy a sobrealimentarlo, a la fuerza. Los resultados podrían ser más divertidos después de un tiempo.

Mark tembló de asco por primera vez. Ryoval se dio cuenta bajo los dedos exploradores y sonrió. El hombre tenía un instinto increíble para dar en el blanco. ¿Era bueno dejar que siguiera pendiente de su quimera?
Lo bueno sería salir cuanto antes de aquí
.

Respiró hondo.

—Odio hacerle explotar así su lindo globo, barón, pero tengo malas noticias para usted.

—Bueno, bueno, ¿acaso le he pedido que hable? —Los dedos lo recorrieron de nuevo y le pellizcaron la carne bajo la mandíbula—. Esto no es un interrogatorio. No es la inquisición. No va a conseguir nada con una confesión. Ni siquiera la muerte.

Era esa maldita hiperactividad contagiosa. Miles se la contagiaba hasta a sus enemigos.

—No soy el almirante Naismith. Soy el clon que hizo la Casa Bharaputra. Sus gorilas de mierda se equivocaron de medio a medio.

Ryoval se limitó a sonreír.

—Muy buen intento, almirante. Pero estuvimos vigilando al clon de los Bharaputra en la clínica Durona durante días. Yo sabía que usted iba a venir a por él, después de lo que hizo para que se lo devolvieran la primera vez. No sé qué pasión lo inspira… ¿fueron amantes ustedes dos? Le sorprendería saber la cantidad de gente que se fabrica un clon con esos fines.

Así eran las cosas. Cuando Quinn juraba que nadie los había seguido, tenía razón. Ryoval no los había seguido. Los había estado esperando. Mierda. Y habían sido sus actos, no sus palabras ni su uniforme los que habían convencido a Ryoval de que él era Naismith.

—Pero también lo voy a conseguir a él —se encogió de hombros Ryoval—. Muy pronto.

Por supuesto que no
.

—Barón, en serio, soy el otro clon. Hágame examinar y pruébelo.

Ryoval rió.

—¿Qué sugiera, una exploración con ADN? Ni las Durona supieron cómo descubrir la verdad. —Suspiró profundamente—. Hay tanto que quiero hacerle… No sé por dónde empezar. Tengo que hacerlo lentamente. Y en un orden lógico. No se pueden torturar partes del cuerpo que se han separado del cuerpo, por ejemplo. Me pregunto cuántos años puedo hacerlo durar… ¿Décadas?

Mark sintió que su control se derrumbaba.

—No soy
Naismith
—dijo, la voz aguda de tensión.

Ryoval lo cogió del mentón y le levantó la cara, los labios torcidos en una mueca de incredulidad irónica.

—Entonces voy a practicar con usted. Un borrador. Naismith vendrá más adelante… Todo a su tiempo.

Te vas a sorprender cuando veas cómo viene Naismith. Todo a su tiempo
. SegImp no dudaría en derrumbar la Casa Ryoval alrededor del barón, sin inhibiciones incluso para los criterios morales de los jacksonianos.

Para rescatar a Miles
.

Él, por supuesto, no era Miles.

Pensó en eso preocupado mientras volvían los guardias a la llamada de Ryoval.

La primera paliza fue bastante desagradable. No era el dolor. Lo que trabajaba sobre la mente y tensaba en cuerpo era el dolor sin escape, el miedo sin alivio. Ryoval observaba. Mark gritó sin inhibiciones. Nada de orgullo silencioso, masculino y sufrido; eso no, gracias. Tal vez así convencería a Ryoval de que él no era Naismith. Todo eso era una locura. Y sin embargo los guardias no le rompieron ningún hueso y terminaron el ejercicio sin esforzarse demasiado. Lo dejaron encerrado y desnudo en una habitación muy fría y diminuta, sin ventanas. La ventilación tenía tal vez cinco centímetros de ancho. Él no podía ni meter el puño a través de ella.

Trató de prepararse, de hacerse fuerte. De darse esperanzas. El tiempo estaba de su lado. Ryoval era un sádico con una práctica increíble, pero con problemas psicológicos. Lo mantendría vivo y relativamente sin daños, por lo menos al principio. Después de todo, los nervios tienen que estar intactos para informar sobre el dolor. La mente debe estar más o menos clara para experimentar la agonía. Seguramente lo primero del menú eran las humillaciones rebuscadas y no la muerte. Lo único que tenía que hacer era sobrevivir. Más tarde… no habría un más tarde. La condesa le había dicho que la excursión a Jackson's Whole obligaría a Illyan a asignar más agentes al lugar quisiera o no y que aunque Mark no lograra ninguna otra cosa, ése era un logro seguro del viaje.

¿Y qué eran para él unas cuantas humillaciones más? El orgullo inmenso de Miles podía quebrarse en pedazos. Él no tenía orgullo. La tortura era algo familiar para él.
Ah, Ryoval, sí que te equivocaste de hombre

Si Ryoval era la mitad de psicólogo de lo que creía ser, debería haberse preocupado por traer a algún amigo de Miles para atormentarlo frente a él. Eso hubiera sido una excelente idea para torturar a Miles. Pero no para él, por supuesto. Él no tenía amigos.
Mierda, Ryoval, puedo pensar en cosas peores de las que tú te imaginas
.

No importaba. Sus amigos lo rescatarían. En cualquier momento. Ahora.

Mantuvo la mente activa hasta que vinieron los técnicos a buscarlo.

Lo devolvieron a su celdita un rato después, probablemente para dejar que lo pensara un poco a solas. Él no pensó en nada durante un tiempo. Se quedó de lado, respirando a un rimo rápido y jadeante, medio inconsciente, los brazos y las piernas temblando en el ritmo de un dolor interno que no se detenía nunca.

Finalmente se levantaron un poco las nubes de su mente, y el dolor fue disminuyendo progresivamente para dar paso a una rabia negra, negra. Los tecnos lo habían asegurado, le habían metido un tubo por la garganta y lo habían llenado de algo asqueroso de mucho valor calórico. Junto con un antinauseoso, le dijeron, para que no vomitara, y un cóctel de ayudas metabólicas para acelerar la digestión y la deposición. Era demasiado complejo como para que lo hubieran diseñado especialmente para él: seguramente era algo que la Casa Ryoval tenía entre sus recursos. Y él, que se había imaginado que todo eso era su propia perversión, una perversión única. Antes había creído hacerse daño, pero la gente de Ryoval llevaba todo más allá de los límites de jugar con el dolor, bajo el ojo vigilante del señor, que siempre venía a observar. A estudiarlo con una sonrisa creciente en los labios. Ryoval
sabía
. Mark lo veía en esos ojos astutos, felices.

El barón le había quitado el placer secreto a su rebelión con la comida. Le habían robado el único poder somático que había sido suyo, su control. Lo había colgado de un gancho y se lo había metido en la piel, muy adentro.

Podían hacerle algo a uno todo el día y uno podía-no-estar-ahí. Era simple. Ese horror no era nada comparado con hacer que uno se lo hiciera a uno mismo. La diferencia entre la mera tortura y la verdadera humillación estaba en la participación de la víctima. Galen lo sabía aunque sus tormentos fueran físicamente mucho más modestos que cualquier cosa en la que pudiera pensar Ryoval: Galen siempre había hecho que él se lo hiciera a sí mismo, o que creyera que se lo hacía.

Ryoval lo sabía y eso quedó claro más tarde, cuando le administró a Mark un poderosos afrodisíaco con hipospray, antes de entregárselo a sus… ¿guardias?, ¿o tal vez empleados que habría tomado en préstamo de sus burdeles? Así que él se convirtió en participante de su propia degradación, que observaba con ojos vidriosos. Sin duda un gran espectáculo para los holovídeos que grababan la escena desde todos los ángulos.

Le devolvieron a su pequeña celda para digerir su nueva experiencia, como lo habían traído para digerir la primera alimentación forzosa. Le llevó mucho tiempo despejarse de la droga y la impresión. Osciló lentamente entre una enorme lasitud y un horror inconmensurable. Curioso. La droga había puesto en cortocircuito su condicionamiento de raíz sexual, reduciéndolo a algo así como un caso de hipo. De otro modo, el espectáculo hubiera sido mucho más aburrido y hubiera durado mucho menos.

Ryoval lo había visto todo.

No. Ryoval lo había
estudiado
todo.

La conciencia que Mark tenía de los ojos del hombre se había transformado en una obsesión. El interés de Ryoval no había sido erótico. Mark sentía que el barón estaba aburrido de la banalidad estereotipada de todo acto físico posible, que se había aburrido hacía décadas. Ryoval lo miraba buscando… ¿reflejos? Pequeños actos que reflejaran interés, miedo, desesperación, actos que lo traicionaran. El ejercicio no estaba pensado para producir dolor. Había habido mucho dolor pero había sido incidental. La incomodidad de la alimentación forzosa y quedarse sin neurotransmisores, sobre todo.
Eso no era la tortura
, se dio cuenta Mark.
Ésa era sólo la prueba previa. Todavía está diseñando una tortura para mí
.

Y de pronto vio lo que le esperaba. Primero Ryoval lo acostumbraría a todo eso, lo convertiría en un adicto repitiendo la dosis. Sólo entonces agregaría dolor y lo llevaría de un extremo al otro, entre el dolor y el placer, le pediría que se torturara a sí mismo, que bajara por la oscura espiral. Y luego le sacaría la droga y dejaría que Mark, condicionado, siguiera solo. Y él lo haría. Y luego le ofrecería la libertad. Y Mark se pondría de rodillas y le rogaría que lo dejara quedarse, le suplicaría que le permitiera seguir siendo su esclavo. Destrucción por seducción. Fin del juego. Venganza completa.

Other books

Hunted (Book 3) by Brian Fuller
Tyger by Julian Stockwin
Undone by Karin Slaughter
Oblivion by Aaron Gorvine, Lauren Barnholdt
Reason To Believe by Kathleen Eagle
One Daring Night by Mari Carr
The Mechanic by Trinity Marlow