Me dice: «En el
meeting
de River, Menem citó palabras de Kennedy, al que llamó 'un gran hombre del Norte'. Hubo aplausos y un solo silbido. Ni él ni nadie comprendió que eso era negar el fundamento del peronismo; el peronismo es desde su origen encono hacia los Estados Unidos».
«La llegada de la Señora desestabilizó el partido. Menem dijo: 'Tiene mi número de teléfono. Si quiere hablar conmigo que me llame'. ¿Te das cuenta? ¡El candidato a presidente!»
«Si todo sigue así, la lógica indicaría un estallido, un baño de sangre. Pero a la realidad le importa poco de lo lógica».
«Hace años, Menem fue a saludar a la señora, en la Puerta del Sol. Le llevó un ramo de flores y una caja de bombones. La mucama tiró las flores y bombones en el tacho de basura que estaba junto a la puerta, por lo menos, después de la visita, cuando salió, Menem vio los bombones desparramados y las flores en el tacho sin tapa. Por eso ahora dice que si la señora quiere llamarlo, tiene su número. Qué gente».
«Angeloz no es mejor que Alfonsín».
10 noviembre 1988
. Homenaje en el Club Francés. Amigo con Bacqué, ingeniero, ex combatiente de la Segunda Guerra Mundial y
pays
. También está Drago, elegantísimo, con un traje de Spinelli (¿qué estuve haciendo, comprando trajes de confección?) y un íntimo amigo de infancia, Toto Rocha, con quien desde los 3 años y el club KDT nos conocemos. Es verdad que Rocha y un Picardo eran enemigos de Drago, protegido por Visi (Visitación, su niñera); a mí no me molestaban, porque no les tenía miedo, o por lo menos no lo dejaba ver (por consejo de mis padres).
También estaba Miguel Santamarina, otro conocido del KDT que, según Drago, corría como si estuviera sentado. Ahora es presidente del club Francés y por un golpe que se dio camina con andador (dice que tiene para dos o tres meses). La conferencia de la señora Adriana Derossi, que lee interminables páginas tamaño folio, en que se dicen las cosas más tediosamente disparatadas sobre
La invención de Morel
, dura una hora. Sentados en primera fila, Drago cierra los ojos, soñador, y Toto Rocha duerme con oscilaciones peligrosas. De vez en cuando un espectador se levanta y se va. Entre los que se van contaré a Vlady. El público consiste principalmente en mujeres, por lo general no jóvenes. La única cara linda que vi fue la de Vlady, que me sonríe cómplice, desde el fondo de la sala. Me dije: «No debo consentir más actos como éste. Actos que persuaden al mundo de que la cultura es aborrecible. Y algo contra
domo sua
: persuaden de que mis libros son pretenciosos, aburridos, confusos. ¿Alguien al salir de esta conferencia va a tener ganas de leer
La invención
? No parece probable». Me consideró, la señora Derossi, platónico y ansioso de cielos. Otra señora, por fortuna, se me acercó, después del acto, y me preguntó: «La eternidad que usted desea es terrestre, ¿no es verdad?». «Por cierto», le aseguré, con alivio.
Al volver hasta casa, converso con el taxista, boliviano, sagaz y agradable. Me dice: «Pensar que hace unos años yo me vine con mi señora y mis chicos, para vivir en un país próspero. Este año estuve en Bolivia. Mi pobre Bolivia es hoy un país rico, sin inflación. La Argentina parece pobre sin remedio. La enfermedad de su país, y no quiero ofender, señor, son los gobiernos. Uno peor que otro».
Al día siguiente di a Vlady un ejemplar de
La invención y la trama
. Quedó debidamente maravillada (por el aspecto físico del libro). Me preguntó qué significaba, en mi Cronología, «1976 y 1977. Años muy tristes en que entré a hacer pis/ en el Bar y Confitería San Luis». Años —le dije— en que tuve alarmantes anuncios de prostatitis. «¿Por qué en el Bar y Confitería San Luis?» «Porque ahí habré entrado al Caballeros, y habré encontrado dificultades para orinar». Comentó Vlady: En otra parte del libro decís que te has pasado la vida leyendo poesía. En vano, como tus dísticos lo proclaman, del todo en vano.
Francia en la Argentina de mi juventud
. En el Rincón Viejo, gauchos que no habían conocido a mi abuelo bearnés, Jean Baptiste Bioy, pero sí a su capataz, el bearnés Juan P. Pees, llamaban a un carrito de dos ruedas para trabajos de la estancia, el
charret
(pronunciaban:
sharré
). Sin duda masculinizaban
la charrette
(como llamarían a ese carrito mi abuelo y su capataz).
Lecturas imprudentes (tableau
[29]
). En ocasión de la entrega del premio a la mejor novela del año, un miembro del jurado lee un discurso en elogio del escritor premiado, que ilustra con abundantes citas de su libro. Cuando se calla este señor, otro se levanta y propone que el jurado se reúna y reconsidere la adjudicación del premio.
Recuerdo de mi llegada a Río de Janeiro, para el Congreso del PEN club. Me habían reservado un cuarto en el Hotel Otón. Lo primero que haría al llegar a mi cuarto sería darme una ducha de agua fría. Me desnudé, abrí la canilla y el agua salía caliente. Ya me disponía a protestar por teléfono, cuando comprendí que hubiera ofendido a mi interlocutor. No había ningún desperfecto en las cañerías de mi baño. Lo que pasaba era que en Río el agua fría está caliente.
Según Alifano (
Borges, Biografía verbal
) a Borges no le gustaba oír su propia voz, y la describía como una mezcla de voz de viejo y «de bebé». Borges nunca hubiera dicho
bebé
. Decía
bebe
.
Otro error de ese libro muy rico y divertido: llama Reyes a Reiles.
En cuanto al título, sospecho que Borges observaría: «Toda biografía es verbal. Algunas pueden ser orales».
Quiero agregar que Alifano ha sido muy generoso conmigo. Las referencias a mí que hay en el libro me envanecen un poco.
El peluquero «escribió» un libro que se publicó el año pasado. Llevó los otros días un ejemplar de regalo, a unas viejas señoras, que fueron sus amigas de infancia. Una de ellas exclamó:
—Cuánto has tardado en traérnoslo.
—Lo que sucede es que como no los vendo… —explicó delicadamente el peluquero.
Mi madre ponía su amor propio en gobernarse (más allá de enfermedades y dolores) y en manejar las situaciones. Cuando estaba cerca de la muerte le preguntó a su médico, Lucio García, si le evitarían dolores innecesarios. Lucio le dijo que sí. Mi madre todavía preguntó:
—¿De un sueño a otro sueño, Lucio?
—De un sueño a otro sueño, Marta —contestó el médico.
Y a propósito de sueños recuerdo uno que me contó en esos días tan tristes. Empezó mi madre diciéndome que no la compadeciera. Que la atendíamos admirablemente. Nosotros con nuestro cariño, las mucamas y las enfermeras con eficacia. De pronto se rió y me dijo que había tenido un sueño bastante cómico. Su cama era un trineo tirado por perros, tal vez por lobos. Ella tenía firmemente agarradas en una mano las riendas y, por si era necesario, en la otra tenía un largo látigo, que por lo general sólo hacía sonar en el aire. El trineo avanzaba con rapidez, pero quien manejaba era ella.
Un día le dije a mi madre que la persona que le tomaba la mano era mi padre. Sin ninguna severidad, ella me dijo: «¿Cómo crees que no lo sé? Aunque estuviera bajo tierra sabría que es él».
10 diciembre 1988
.
¿Quién no
? Habló como un borracho y se arrepintió después, pero ya era tarde.
Vida
. Algo desprovisto de significado, pero lo único que cuenta.
Punto de vista religioso
.
La mente
. Criatura predilecta de Dios, que reniega de él. Otra versión del hijo pródigo.
La vida
. Entretenimiento liviano, con final espantoso.
La muerte
. La única, auténtica fuga, de la que no es posible escapar.
De gustibus
. El dentista, oliendo un alambre para el tratamiento de conductos: «¡Esto va mucho mejor! ¡Me gusta!».
Enero de 1989
. En este mes murió Hal Ashby, uno de los grandes directores de cine, que describía inmejorablemente la vida americana. Le debo
The last detail
,
Looking to get out
, un film sobre lucha de mujeres y tantos otros. Haber visto algunos de sus films fueron buenos momentos de mi vida. Había nacido en 1930.
Sueño quizá demasiado literario
. Volamos, en un avión, sobre el mar. De pronto empezamos a perder altura, a caer, Borges comenta. «El mar está en lo suyo, ingenuamente ajeno a nuestra caída». Ya cerca del agua, el avión se endereza, gana altura, recupera el vuelo normal. Silvina observa: «Si nos pasaba algo, la culpa hubiera sido de Cortázar». Vlady contesta: «Entonces el mérito de que no pasara nada también le corresponde». El piloto era Cortázar.
13 enero 1989
. Muere Martín Aldao, escritor imperceptible, aunque no visualmente, por ser flaco y peludo. Una mujer que rechazaba mis avances, me previno: «Vas a ser como Martín Aldao, que se anuda el pantalón para que no se le caiga». Como escritor era también visible. En traje de baño (demasiado holgado) escribía en la playa, en el borde del mar. En el artículo necrológico de
La Nación
leo que escribió libros de ensayos, de cuentos y también novelas. Por lo visto no pueden mencionar ningún título. Lamento que estas líneas hayan tendido a la malignidad. Creo que fue un hombre afable.
En
La Prensa
de hoy, 15 de enero de 1989, hay un artículo firmado A.D.V., sobre la muerte de Rodolfo de Austria, en Mayerling, el 2 de enero de 1889. Según el artículo, Rodolfo fue asesinado por los secuaces de Elías van Raafe. La mujer que apareció muerta a su lado, no sería la baronesa María Valsera, sino una criada suya, una húngara, llamada Tania (fue enterrada en el cementerio de Mayerling, en una tumba con la inscripción: «
Aquí reposa, víctima de un accidente, la Baronesa María. L. Valsera. En la Paz del Señor Jesucristo. Año 1889
»). La verdadera María Valsera sería una sor Angela de la Piedad del convento Paternostro, de Jerusalén. Cuenta todo esto un doctor Carlos Sobieski, en una carpeta (en cuya portada se lee triplicado) titulada
La tragedia de Mayerling
, y dedicada a la Señora Jacinta Elisa Requena de Müller (
El autor, con respeto, C.Sobieski, B.A
., 1938). Había también en la carpeta una tarjeta con el águila de la corona de Austria y escrito a mano, con lápiz:
Viamonte 1641
, y el teléfono 41-5929.
Leo en mis Diarios conversaciones con Pepe Bianco. Pienso que nuestra amistad fue venturosa. Al principio lo veía con antipatía, por prejuicio contra su homosexualidad, por verlo como un secuaz de Victoria y hombrecito del grupo Sur; a medida que pasó el tiempo nos hicimos más amigos. Aumentaron el afecto y el respeto mutuo. Creo que esta progresión creciente de la estima y del afecto nunca se detuvo.
Hoy almorcé en La Biela con mi amiga y su escurridizo amante (de un solo día hace años). En el plan de ella, mostrarse amiga mía ante ese aspirante a escritor debiera ser un argumento persuasivo. Yo
in mente
llevaba un libreto, preparado por mi amiga. Demasiado pronto lo dije y, estimulado por el interés que ponía el hombre en mis palabras, me solté a hablar de cómo escribir, de la vida literaria, de lo que me dijo talo cual colega. Pensé que a mi edad fácilmente uno asume el papel de escritor famoso. Tal vez uno siente que debe hacer esa pantomima para complacer al interlocutor. Lo cierto, me dije también, es que llevado por el halago del propio lucimiento, me olvidé quizá de mi pobre amiga. Ella generosamente me aseguró que todo salió bien. Me llamó por teléfono y me dijo que yo había causado muy buena impresión y que su candidato, en el viaje de vuelta, estuvo marcadamente más afectuoso que en el viaje de ida.
Oh, Bartleby, oh Humanity
.
Mi amiga me dijo: «En algún momento me pregunté: '¿Y si todo me sale bien tendré que quedarme con esta bazofia?'». No oculta que haría cualquier cosa para conseguir que esa «bazofia» la quiera (y generalmente no lo considera bazofia).
Cree en la astrología y cree saber lo que va a ocurrir. Es para mí el interesante caso de una persona que va hacia un futuro previsto. Mal previsto, sin duda, por el sistema del
wishful thinking
.
En La Biela me saluda mi viejo amigo Santamarina, casi irreconocible dentro de su gordura de bebedor. Cómo me cuesta recordar su nombre… Jorge, es claro. Porque no lo reconocí inmediatamente, me parece que lo saludé apenas. Cuando me voy, paso por su mesa y le palmeo la espalda. Me saluda muy afectuosamente, pero parece que me trata de usted, porque es Lóizaga, director de la revista
Cultura
. ¿O me trata de vos, porque es Jorge Santamarina?
Ignorabimus
.
Creo que podría decirse de mí, y espero no equivocarme, lo que Macaulay dijo de Ovidio: «Me parece que fue un buen tipo, quizá demasiado aficionado a las mujeres, pero benévolo, generoso y libre de envidia». Podría agregarse a todo esto, lo que Wilkinson dice en
Ovid Surveyed
: «[cuando escribe] se acuerda siempre del punto de vista de las mujeres».
Desencuentro
. Como observó Drago, es un aceptable neologismo que no figura en el Diccionario de la Real Academia Española (en la edición decimonovena, por lo menos).
Manauta y su mujer pasaron unos días en Manzanares y se vieron mucho con Vlady y con Norberto. Pregunté a Vlady qué leía Manauta:
—
La Nación
—contestó Vlady—. Dice que está bien escrita, que tienen una posición tomada, la respetan y uno sabe a qué atenerse. Empezaba a leer
La Nación
a las nueve de la mañana y hasta la hora del almuerzo la leía. Después seguía leyéndola. El escritor no llevó a Manzanares ningún libro para leer.
Dijo Vlady que los escritores consagrados a una causa ganan bien pero están condenados: a la larga la gente se aburre de ellos. Además, el día que la causa triunfó, ellos se volvieron anticuados.
Le dije que todo lo que triunfaba por ser de actualidad envejecía pronto.
Le hablé de las vidas imaginarias que uno tiene en boca de otras personas. Por ejemplo, en boca de una vecina, yo suspiro por ella. Me dijo: «Eso no es nada. Según Kato Molinari, todas las tardes tomás el té con ella».
Hablaban de que del amor a los perros la gente pasó a los cementerios de perros. Norberto dijo:
—Como
Los seres queridos
.