Después del silencio (65 page)

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Authors: Charlotte Link

Tags: #Intriga

BOOK: Después del silencio
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Por suerte, él comprendió de inmediato que ella no quería seguir hablando del tema, al menos de momento, y comentó:

—Me había hecho ilusiones de desayunar con usted, pero cuando bajé al restaurante ya se había marchado.

—Soy una madrugadora empedernida. Me despierto con las primeras luces del alba y me encanta salir a pasear. De hecho, cuando no trabajo soy capaz de pasarme todo el día paseando. Una locura, ¿no le parece? Últimamente, visto lo sucedido con mi vida, estoy pensando mucho en los diferentes grados y tipos de locura que afectan al ser humano, y reconozco que empiezo a preguntarme si mi absoluta necesidad de pasear no será también una especie de enfermedad.

Él se encogió de hombros.

—¿Y qué significa enfermedad? En el fondo no es más que un modo de enfrentarse a la vida. Cada uno tiene sus trucos. Al menos usted no hace daño a nadie con el suyo.

Ella asintió.

—Visto así, tiene razón.

Quiso decirle algo más, pero no supo cómo formularlo, de modo que se quedó callada e indecisa. Phillip también guardó silencio. Se limitó a mirarla a los ojos, con las manos metidas en los bolsillos del pantalón. Llevaba una camiseta blanca totalmente arrugada, y ella pensó que probablemente no tenía más ropa que la que hubiese cogido al darse a la fuga.

—Phillip —le dijo por fin—, creo que aún no le he dado las gracias. Ayer me salvó la vida. Si no hubiese vuelto a Stanbury House seguro que Evelin me habría matado en su ataque de locura. Y yo no estaría ahora en esta calle, disfrutando del sol. Además —se pasó una mano por el vientre—, también salvó a mi hijo. Dos vidas en un solo día.

—Oh, vamos —bromeó él—, por el modo en que empuñaba aquel bate no estoy seguro de que hubiera necesitado mi ayuda. Parecía muy dispuesta para la batalla. No habría dudado en atizarle a Evelin un buen batacazo en la cabeza. ¡Así que tal vez sea ella quien tenga que agradecerme haberle salvado la vida!

Ella no se sumó a la chanza. No quería tratar el asunto con ligereza.

—Se lo agradezco de todo corazón, Phillip, y nunca lo olvidaré. —Titubeó unos segundos y precisó—: Nunca lo olvidaré a usted.

Se miraron y, sin necesidad de palabras, supieron lo que sentían y comprendieron lo que podría haber surgido entre ellos si, después de aquel primer encuentro en un cálido día de abril a orillas de un riachuelo, las cosas hubiesen sido distintas. Todo un abanico de posibilidades, pensamientos, sentimientos y sueños se habría abierto ante ellos. Si las cosas hubiesen sido distintas. Pero sus vidas eran muy diferentes y avanzaban por caminos demasiado distanciados. El punto de inflexión en que se encontraron fue demasiado pequeño y los acontecimientos que lo rodearon impidieron que llegara a crecer. Ahora sólo les quedaría el recuerdo y algún que otro suspiro por las promesas latentes que nunca se cumplirían.

Jessica fue la primera en recobrar la compostura. Como siempre, decidió seguir adelante y no permitir que la afectara algo que en el fondo no conduciría a nada.

—Ayer me dijo que había ido a Stanbury House para despedirse —dijo—, de la casa y de su padre. ¿Significa que ha renunciado a luchar por su parte de la propiedad?

—Significa que prefiero dejar las cosas como están —respondió él—. Que he decidido resignarme a no saber quién fue mi verdadero padre. He vivido cuarenta y un años sin saberlo, y supongo que podré aguantar cuarenta y uno más.

Ella lo miró casi con preocupación.

—¿Y a qué se debe ese cambio tan repentino? Parecía usted tan… tan…

—¿Obsesionado? Ya puede decirlo. Obsesionado. Obcecado. Completamente poseído por esa historia. Pero he reflexionado, quizá por primera vez desde que me propuse conseguir Stanbury House. Me he permitido considerar la posibilidad de que tal vez Kevin McGowan no fuera mi padre. Que sólo fuera una ilusión de mi madre; un ídolo de juventud al que, abrumada por la morfina, convirtió en su amante. No sé. Quizá fue cierto que se acostó con él, que existió aquel romance. Pero eso no lo convierte en mi padre. Un padre asume responsabilidades, no se desentiende completamente de la criatura que ha engendrado. En este sentido, él nunca habría sido mi padre, ¿entiende?

—Sí, por supuesto.

—Y al pensar en ello, comprendí que tampoco llegaría a ser mi padre por el simple hecho de que yo viviera en su casa, me quedara mirando las paredes y mantuviera diálogos imaginarios con él intentando obtener unas respuestas que nunca me daría. Con eso sólo conseguiría caer de nuevo en el vacío. Él se mantuvo siempre alejado de mí, y la muerte convirtió su actitud en definitiva. Ésa es la realidad, y tengo que aceptarla. Tengo que vivir con ella.

—¿Cree que podrá?

—¿Vivir sin un padre? Ayer, mientras paseaba por el bosque que hay detrás de Stanbury House, me pregunté una cosa muy distinta: ¿podría vivir con este padre? ¿Qué había conseguido al creer en las palabras de mi madre? Estaba huyendo de la justicia porque se me culpaba de una serie de asesinatos. Estaba hambriento y sediento. Me había mostrado desaprensivo y cruel con mi novia Geraldine, lo cual me dolía profundamente. Y me había pasado infinitas horas coleccionando artículos de prensa sobre un reportero muerto y ordenándolos cuidadosamente como un idiota. No es que me dedicara a ello de vez en cuando, no, es que eso era mi vida. Apenas trabajaba. Ya no ganaba dinero. Dejé que la pobre Geraldine me mantuviera mientras yo me pasaba días enteros en los archivos como un ratón de biblioteca, recogiendo toda la información existente sobre Kevin McGowan, fotocopiándola, llevándomela a casa y clasificándola en mis malditas carpetas. ¡Y mientras tanto la vida seguía su curso! Después, cuando Geraldine me quemó los archivos, perdí los estribos. En serio, me entraron ganas de matarla. —Había ido subiendo el tono, y los periodistas reunidos frente al Fox and Lamb se volvieron para mirarlos. Continuó en voz baja—: Quizá en ese momento empecé a comprender que las cosas debían cambiar. Que si seguía así sólo lograría acabar conmigo mismo.

Jessica guardó silencio. Phillip tenía razón en todo. Sin embargo, hasta hacía pocos días él se habría enzarzado a puñetazos con cualquiera que le hubiera dicho esas mismas palabras. Había tenido que recorrer su propio camino, comprender las cosas por sí mismo, para llegar al punto en que se encontraba ahora.

—Quizá me resultaba cómodo delegar en la figura de Kevin McGowan —añadió—. Hacerlo responsable de mi vida. Pero al final eso no sirve de nada. Cuando intentamos librarnos de nuestras responsabilidades no hacemos más que engañarnos a nosotros mismos. Después siempre llega el momento en que comprendemos que siguen estando ahí y no van a dejarnos. No creo que nada nos persiga con más insistencia.

—¿Qué hará ahora? —preguntó Jessica.

—Volver a Londres. Apuesto a que Geraldine estará esperándome en mi piso dispuesta a hablar del futuro conmigo. Ahora tengo remordimientos por lo que le hice, y supongo que eso hará que retomemos la relación por una temporada. Además intentaré ponerme a trabajar, aunque no sé en qué. Quizá sea incapaz de realizar un trabajo normal y siga con mis clásicos trabajos temporales. Ya veré. —Alargó un brazo y acarició suave y dulcemente la mejilla de Jessica—. ¿Y usted? ¿Qué hará?

—Volveré a Alemania. Buscaré otra casa para
Barney
y para mí. Trabajaré en mi consulta. Haré todo lo posible para que trasladen a Evelin a nuestro país. Y en octubre tendré a mi pequeño. —Se encogió de hombros—. Sí, ésos son mis próximos planes.

Phillip sonrió.

—Bueno, ahora quizá deberíamos ocuparnos de planes más inmediatos. O sea, los más importantes. Me muero de hambre. ¿Y usted? He visto que su coche está aparcado en el callejón contiguo al hotel. ¿Cree que podremos dar esquinazo a esos paparazzis y llegar hasta él sin que reparen en nuestra importante presencia?

—Intentémoslo —dijo Jessica.

—Conozco un local muy agradable en un pueblo que descubrí una vez. Podríamos comer allí, si le parece. Y charlar un rato. Sin compromisos.

Jessica le devolvió la sonrisa. La angustia y la tristeza seguían muy vivas en su interior, pero Phillip tenía razón en una cosa: lo importante era pensar en los planes inmediatos.

—Comer y charlar —dijo—. Justo lo que necesito.

Sin dudarlo, Phillip la cogió de la mano y se pusieron en camino.

CHARLOTTE LINK, (Frankfurt, 1963) es una de las escritoras más sobresalientes de la literatura contemporánea alemana, cuyos libros han vendido más de quince millones de ejemplares en todo el mundo. Hija de escritora, Link escribió su primera novela a los dieciséis años y, desde entonces, se ha consolidado como una de las autoras más reputadas de la literatura de entretenimiento.

El secreto de su éxito radica en la rigurosa documentación que maneja, así como en la depurada técnica de su prosa. A través de sus personajes, complejos y contradictorios, crea tanto grandes novelas de historia contemporánea como absorbentes tramas psicodramáticas de trasfondo criminal. Sus libros han alcanzado los primeros puestos en las listas de los más vendidos de varios países, han sido nominados en la categoría de ficción de los
Deutscher Buchpreis
y, además, han sido adaptados para la televisión con gran éxito. Sus obras más recientes publicadas en castellano son
Dame la mano
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