Don Alfredo (28 page)

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Authors: Miguel Bonasso

Tags: #Relato, #Intriga

BOOK: Don Alfredo
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Con el tiempo,
Gerónimo
dejó de pedirle la escritura y Alicia (a la que seguramente habían evaluado como a un "perejil" sin importancia) dejó la capucha y el edificio siniestro que todavía se levanta al lado de las Escuelas Raggio.

Gerónimo
lo dejaría más adelante, primero para ser agregado naval en Brasil durante el primer gobierno de la democracia; después para realizar una tarea lucrativa en las tres Zapram, que Don Alfredo, como solía suceder, no reconocía como propias. Allí trabajó con amigos que conocía de la Escuela, como
Paco
Naya, y llegó a conducir la inteligencia del Grupo Yabrán junto con un "resucitado" que provenía del corazón de la tiniebla. Un ex militante quebrado en las mazmorras de la ESMA, que se había pasado al bando enemigo, imponiéndose a los hombres que lo habían quebrado. Un curioso "chupado", que aun cuando formalmente seguía siendo prisionero, organizó operaciones de inteligencia desde el Casino de Oficiales de la Escuela, "salvó" a viejos compañeros de La Plata a quienes hizo dejar en libertad para infiltrar, desmoralizar y desorganizar los grupos residuales de activistas y llegó a dar órdenes a los propios marinos del Grupo de Tareas. Un verdadero talento de la psicología y de la cibernética que, al volver la democracia, salió de la ESMA con otra identidad para convertirse en el cerebro oculto de Bridees y Zapram. Un antiguo psicólogo. Un ex integrante del Partido Comunista Marxista Leninista.

El
Ratón
Ángel Laurenzano.

Donda y Laurenzano aportarían sofisticación y nuevas tecnologías al aparato de seguridad del empresario postal, creado y conducido con ruda eficacia por un viejo amigo de Don Alfredo: el
Pollo
Víctor Hugo Dante Dinamarca.

El Jefe de la Guardia Imperial.

17

No está claro cómo se conocieron el Emperador y el jefe de la Guardia Imperial. Garganta Dos aseguraba que el
Pollo
y
Quico
habían compartido un mismo cuarto de pensión en sus años de estudiantes, a comienzos de los sesenta, y que allí nació una larga amistad, admitida públicamente por Don Alfredo en el reportaje televisivo que le haría muchos años después Mariano Grondona. Los diputados peronistas del disidente Grupo de los Ocho (Darío Alessandro, Juan Pablo Cafiero, Franco Caviglia), que fueron los primeros acusadores de Yabrán al inicio de los años noventa, afirmaron que Dinamarca y el
Cartero
habían sido presentados por un amigo común: el oficial del SPF Enrique Carlos Schlegel, que luego sería juez del Tribunal Oral en lo Penal Económico. De ese fuero estratégico para Yabrán también formó parte un hombre clave de su Central de abogados: Pablo
el Petiso
Medrano. Los diputados agregan que, en 1984, con el advenimiento de la democracia, Dinamarca, Donda y Naya ya formaban un grupo orgánico que solía reunirse en la sede del servicio de inteligencia del SPF en Varela al 400, bajo la protección de otro oficial de apellido Vallarino y del propio director del cuerpo, "el alemán" Neuendorf (alias
Neuman),
sindicado también como jefe de torturadores de El Vesubio por todos los organismos defensores de los derechos humanos.

Patricia Bullrich, otra disidente del PJ que se acercó al cavallismo como Caviglia y ha sido una de las más tenaces investigadoras del Grupo, sostuvo en un escrito ante la Justicia que Yabrán conoció a Víctor Hugo Dinamarca en 1978, a través del teniente coronel Alejandro Claisse, dueño de una empresa de seguridad que le prestaba servicios de custodia en su domicilio particular. La versión de Bullrich, que parece la más probable, añade que Dinamarca —que entonces revistaba en actividad dentro del SPF— pronto accedió a un trato directo con el empresario por encima del teniente coronel que los había presentado. Don Alfredo le vio "pasta" al penitenciario y le encargó "la organización de un grupo operativo cuyo objetivo era garantizar la primacía en el mercado postal". Y Dinamarca, ni lerdo ni perezoso, "comenzó una tarea de reclutamiento principalmente entre sus camaradas del Servicio Penitenciario y sus relaciones con los grupos de tareas en los que él participaba. La tarea de destrucción de la competencia fue la principal en aquel momento", empezando por la empresa oficial de correos, ENCOTEL, en la que lograron infiltrar a Gerardo Mapelli, un paisano entrerriano que trabajaba para Yabito SA. Mapelli hizo una carrera vertiginosa en ENCOTEL: en pocos meses pasó de ser empleado raso a jefe de la oficina de habilitación de permisionarios privados, "desde la cual, comienzan a revocar los permisos a las empresas que no aceptaban entrar en negociación con Yabrán o sus mandatarios". Empresas que, en curiosa simultaneidad, "comenzaron a sufrir campañas de amedrentamiento: robos de sacas, quema de vehículos y atentados con bombas", en una saga violenta que se prolongaría en los ochenta y los noventa, dando lugar a que se hablara de "la Mafia del Correo" y "los soldados de Dinamarca". A fines de enero de 1997, pocos días después del asesinato de José Luis Cabezas, agentes del Servicio de Inteligencia del Ejército (SIE) que hacían escuchas telefónicas clandestinas en Pinamar interceptaron un curioso mensaje de policías locales donde se hablaba, precisamente, de "soldados de Dinamarca" que merodeaban por la zona. También mencionaron a un viejo personaje del grupo nazi CNU, Carlos
el Indio
Castillo, y a Donda, de quien apenas deformaron su segundo apellido Tigel como "Tugel". Sin embargo, ya fuera que se equivocaran por ignorancia o que hicieran pequeñas enmiendas por malicia, los anónimos interlocutores telefónicos no andaban descaminados:
Gerónimo
había estado durante el mes de enero en Pinamar. Cabezas y Gabriel Michi, el redactor de
Noticias
con el que José Luis trabajaba la cobertura de aquel verano caliente, lo sabían.

Don Alfredo dio cuenta de su lomo Chateubriand con voracidad, pero el
Vasco
Mario Alberto Harispe casi no probó bocado. Tenía atragantado a ese turco arrogante que le servía Chateau Montchenot mientras le proponía comprarle Los Pinos por moneditas. Estaba convencido de que tres años antes, en 1981, Yabrán le había "tirado a los milicos encima". Aún recordaba la voz cortante de aquel coronel del Banco Nación que le había rescindido el contrato para cubrir el
clearing
en el Norte del país, "por razones de seguridad nacional". Tanto él como su hermano Enrique habían comentado en su círculo íntimo: "Yabrán nos manda a los milicos, aprieta a los socios y a los choferes de nuestras camionetas e intenta coimear a los gerentes de los bancos privados para hundirnos". Les faltó agregar algo que conocerían más tarde: también les había infiltrado gente y había comprado a empleados de confianza para que traicionaran a sus patrones. Al lado del
Vasco
Harispe comía silenciosamente un hombre obeso, de pelo crespo, que había armado el encuentro. Hugo Benjamín Lifschitz era en apariencia la mano derecha de los Harispe, pero ya trabajaba secretamente para el hombre que escanciaba el vino con una sonrisa que le tajeaba la cara. Lifschitz, precisamente, había armado el encuentro con el
Turco,
instando a Mario Alberto a que superase sus resquemores en pos de "un buen acuerdo". Y ahora miraba con el rabillo del ojo a ese
Vasco,
rojo de furia, que tensaba peligrosamente sus fatigadas coronarias. Y que no tardaría en explotar:

—¡Ni por joda le voy a vender a usted Los Pinos! Ni lo sueñe. Y menos por la miseria que me está ofreciendo.

El almuerzo terminó a los gritos, sobresaltando a los atildados comensales del restaurante de la Cámara de Sociedades Anónimas, en la calle Florida. Harispe, sofocado, no alcanzó a interceptar la mirada de inteligencia que su hombre de confianza había cruzado con el
Turco.

Pese a la bronca, conociendo y temiendo el poder del rival, los hermanos Harispe volvieron a reunirse dos veces más con Alfredo Yabrán. En el segundo encuentro, que fue en un bar, el
Vasco,
que simpatizaba con el Partido Intransigente y era fanático de Oscar Alende, trascendió la esfera puramente comercial y se internó inesperadamente en el terreno político. Pensó que era hora de cantarle las cuarenta porque la Argentina ya había recuperado la democracia.

—Yo no le voy a entregar nunca la empresa, porque usted representa a los militares —dijo mirando fieramente esos ojos azules que parpadeaban bajo el chubasco. Don Alfredo cabeceó sonriente, como diciéndole a su séquito: "¡Qué hombre más terco!". Y se levantó, dando por terminada la reunión.

El tercer y último encuentro se produjo en uno de los lugares favoritos de Alfredo, el bar del Hotel Mayorazgo en Paraná. Allí ya no concurrió el
Vasco,
sino su hermano Enrique, porque era evidente que Mario Alberto y el
Turco
iban a entrar en colisión en cuanto se vieran. El desenlace fue más sosegado pero idéntico: Yabrán siguió ofreciendo una cifra irrisoria por Los Pinos y Enrique rechazó la oferta. La guerra era inevitable.

A fines de ese año (1984), la empresa Los Pinos SRL tuvo el atrevimiento de ganarle una licitación del Banco del Chaco a varias empresas del Grupo, tanto a OCASA como a las no reconocidas por Yabrán: OCA, Villalonga Furlong y una carta "tapada" del
Turco
que debía ser el ganador "puesto": InterCar SA. Don Alfredo se molestó mucho y la vida empezó a ponerse difícil para los Harispe.

InterCar comenzó una campaña de solicitadas cuestionando la licitación y a las autoridades del Banco. Hugo Benjamín Lifschitz abandonó sorpresivamente Los Pinos para hacerse cargo nada menos que de la presidencia del directorio de InterCar, la empresa que pronto solicitaría toda clase de sanciones legales y administrativas contra Los Pinos. El 2 de enero de 1985, Los Pinos comenzó a prestar servicio al Banco del Chaco. Pocos días después ocurrió el primer "accidente". Uno de los choferes, para evitar a un "loco" que se le venía encima, se tiró a la banquina y volcó. La maniobra se repitió pocos días después y una segunda camioneta volcó. Los "locos" se evaporaron sin problemas. Pero en el tercer atentado los desconocidos de siempre dejaron un rastro. El chofer de Los Pinos registró la chapa del Renault 12 que se le vino encima y se pudo establecer que el auto había sido alquilado a nombre de un gerente de OCASA.

El 9 de marzo de 1985 una sombra se deslizó en el garaje de Expreso Los Pinos en Resistencia y comenzó a rociar con nafta las camionetas estacionadas. Luego le prendió fuego a una de ellas y huyó, dejando abandonado un bidón y una linterna. El vehículo se incendió totalmente pero la rápida llegada de los bomberos impidió que el fuego se propagara a las otras unidades y produjera un verdadero desastre. La policía del Chaco logró detener al incendiario, un lumpen a sueldo del mejor postor. El tipo le contó al comisario que el hombre que le había pagado para incendiar el garaje de los Harispe era el mismo que había alquilado el Renault 12. La investigación nunca llegó a las últimas consecuencias.

En cambio, un mes más tarde, la municipalidad de la capital chaqueña clausuró, con gran escándalo y fuerte cobertura periodística, el local en Resistencia de Expreso Los Pinos. Una medida sin precedentes. El 10 de mayo el Superior Tribunal de Justicia de la provincia levantó la clausura, pero el daño ya estaba hecho. Un hombre ligado al Grupo, Roberto Prieto, había logrado "mover" a la municipalidad en contra de la empresa que osaba desafiar a Don Alfredo.

Mientras tanto, el flamante presidente de InterCar SA había comenzado a comprar créditos de terceros contra la empresa Expreso Los Pinos o sus propietarios, a fin de ejecutarlos y ahogarlos financieramente. El 19 de junio, los desconocidos de siempre abrieron con solvencia el auto de Mario Harispe y le robaron un portafolios que contenía, entre otros documentos, dos cheques librados por Expreso Los Pinos y entregados a terceros, que Harispe había recuperado pagando la deuda a sus tenedores. Uno de los cheques era contra el Banco del Chaco y otro contra un banco de Paraná. En caso de ejecutarse debían presentarse ante los tribunales de ambas provincias. Expreso Los Pinos no tardó en recibir dos demandas originadas en los cheques robados. El cheque contra el Banco del Chaco fue ejecutado como propio por un abogado de nombre Luis Ise. El de Paraná fue ejecutado por Alfredo Tonillo, un ferroviario de muy escasos recursos domiciliado además en la Capital Federal, que los enemigos en las sombras usaron para otras operaciones similares en contra de los Harispe.

Lifschitz, el amigo querido que había propuesto arreglar con Alfredo, compró también una hipoteca bancaria que gravaba la propiedad particular del irascible
Vasco
y la ejecutó. Un tal Oscar Horacio Mori compró un crédito contra Expreso Los Pinos garantizado por otra hipoteca sobre el domicilio de la empresa en Paraná y lo ejecutó. Mori ha sido cajero en las campañas electorales del gobernador Busti, desde 1990 hasta el presente. Fue un militante de Guardia de Hierro y es amigo del ex gobernador de Santa Fe, José María Vernet. En 1990 contrató a OCA para que distribuyera todas las boletas de la Dirección de Rentas de la provincia, que en ese momento estaba a su cargo. Hizo distintas sociedades con Hugo Lifschitz y varias fuentes lo consideraron "enlace de Yabrán" con el gobierno de Busti.

El
Vasco
Harispe y su hermano se sintieron literalmente estrangulados por la mano negra que actuaba en todos los frentes. Mientras llovían causas y embargos, OCASA e InterCar denunciaban a Los Pinos ante las autoridades de ENCOTEL. Las denuncias fueron finalmente desestimadas, pero ENCOTEL resolvió no renovarles el permiso. Tampoco les fue bien a los Harispe en sus denuncias ante la Fiscalía Nacional de Investigaciones Administrativas, a cargo del doctor Ricardo Molinas, a quien muchos consideraban "un incorruptible" pero de quien Yabrán decía en la intimidad que era "suyo", gracias a los buenos oficios del hijo y secretario del político demoprogresista, Ricardo Molinas (h). La guerra había saltado ya a los estrados judiciales. En agosto del '85, la abogada de los Harispe, la doctora Fromglia organizó una reunión con Hugo Lifschitz y el gerente de Los Pinos, de apellido Andrade. La doctora Fromglia tuvo la astucia de grabar esa conversación, sin que Lifschitz se diera cuenta. El empleado infiel se explayó a gusto y reconoció haber comprado los créditos contra Expreso Los Pinos SRL y contra Mario Harispe, en persona, "para destruirlos", también afirmó que OCASA era responsable de los atentados contra Expreso Los Pinos. De la grabación surgió claramente que Lifschitz también pretendía promover una huelga en la empresa de los Harispe para que no pudieran prestar el servicio. Ese mismo día intentó llevar sus proyectos a la práctica, pero le fue mal: cuando quiso entrar en Los Pinos para promover la huelga, lo sacaron a patadas.

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