Don Alfredo (69 page)

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Authors: Miguel Bonasso

Tags: #Relato, #Intriga

BOOK: Don Alfredo
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—Duhalde...

—Duhalde, por ejemplo. Estaba marcado por los europeos y los norteamericanos por todas las sospechas, ya sabe, sobre la droga. Y tiende a sobreactuar para que lo consideren confiable, distinto de la runfla con la que se movía Yabrán. Los sindicalistas, por ejemplo. Los que pusieron en sus manos el botín de guerra, el viejo botín, ¿no? Aunque no estuviera al tanto de nada, el
Cabezón
iba a jugar en el sentido correcto. Es decir, en el sentido que ellos querían. Y jugó. Jugó con el FBI, con el Excalibur. .. La propia Alianza jugó su papel. Duhalde, además, estaba obligado a jugar como jugó porque pensó que el muerto se lo habían tirado a él. Y por otra razón fácil de entender: los ejecutores. El crimen salpicaba a su policía.

—Entiendo. Pero usted se refirió a una cuestión muy específica. El agente le dijo: "Le tiraron encima al periodista y al fotógrafo para que reaccionara". ¿Qué quiso decir? ¿Que trabajaban para la CIA?

—Me extraña. Usted es periodista. Por supuesto que no quiso decir eso. Ya estaba creado el clima para que el periodismo lo persiguiera. Podían ser ellos u otros. ¿O se olvida de los incidentes que ya se habían producido con la custodia? Michi y Cabezas hicieron su trabajo, el lógico. Como trataban de hacerlo en ese mismo momento otros periodistas y fotógrafos. Pero ellos descontaban, por la historia de las relaciones entre la revista y Yabrán, que la furia estallaría ante la insistencia de los hombres de
Noticias.
No sé si soy claro...

—Pero, ¿esto lo piensa usted o se lo dijo ese tipo?

—Esto se lo digo yo. Él no entró en el detalle.

—Hay otras cosas que no me cierran. ¿Cómo lo sabía él? ¿Por qué se lo contó a usted?

—No lo sé. Lo único que sé es que me lo dijo. Y le reitero que es un hombre que no habla por hablar. Eso sí, le voy a pedir una cosa: si lo pone en su libro no me mencione para nada. Lo crea o no lo crea, éste es un tema delicado y peligroso. Pero, en fin, vaya, investigue. Saque sus propias conclusiones.

Intuyo que Garganta Tres no mentía y que tampoco lo había hecho el misterioso agente que, por razones ignotas, se lo había contado. Esa conversación, debo admitirlo, estuvo presente en buena parte de la investigación realizada para este libro, que se prolongó, a medida que se iba escribiendo. (En un plazo récord de seis meses para toda la faena.) Tuve en ese momento, y lo sigo teniendo ahora, un temor a caer en especulaciones simplistas. Y la atribución de culpas a la CIA es ya un clásico en la materia, porque equivale a dejar para siempre en el misterio y la impunidad asesinatos que tienen instigadores y ejecutores de carne y hueso, con nombre y apellido. Un periodista que me dio una mano en los tramos finales se acercó a Frank Holder y se lo preguntó a boca de jarro. La respuesta fue tan candorosa como la pregunta: "La CIA no hace esas cosas". No podía ser de otro modo, viniendo de un hombre que se repone de los combates contra la corrupción en Langley, Virginia. Pero sé también que la CIA cuenta a su favor con el apriorismo de todos los investigadores, que consiste precisamente en no culparla.

De lo que no tengo dudas, a esta altura del partido, es de que hubo una fuerte contradicción entre la embajada norteamericana y Alfredo Yabrán y que hombres de la inteligencia, como Holder, trabajaron en la transferencia del Imperio hacia el Exxel Group, un grupo fantasma, de inversionistas que compran y venden todo, hacen fabulosas ganancias con los bienes de los países que están dejando de serlo y se van cuando quieren, porque no pertenecen a ningún lado. Su dinero no está aquí, sino en los paraísos fiscales, como las islas Caimán. Operan con el mismo sigilo y poca transparencia que Yabrán, pero con la desventaja adicional de que no hay por dónde agarrarlos. No son el "capital insolente", son "el capital eficiente". A la luz tienen hombres fríos, duros, incapaces siquiera del regreso fetal a las raíces del que hablaba el policía que estuvo entre las fuentes de este libro. En la fachada se manejan con personajes del
establishment
como Juan Navarro Castex y hasta acuden al consejo de personajes como Adalbert Krieger Vasena, que fue un precursor en la materia. En los sesenta solapó las maniobras ilegales del grupo Deltec en el comercio de carnes y cuando estallaron los fuegos del Cordobazo y tuvo que dejar el Ministerio de Economía, fue a ocupar un puesto en el directorio de ese grupo espectral que, no por casualidad, estaba en las Bahamas.

El consejo de Garganta Tres es casi impracticable. A casi cuatro décadas del asesinato de Kennedy todavía se ignora quién, concretamente, dio la orden de asesinarlo. Si "los americanos" estuvieron detrás de una sofisticada operación para acabar con Yabrán, va a resultar muy difícil probarlo. Y, en todo caso, es una tarea que excede largamente los objetivos de este trabajo. Lo que no hace falta probar, porque está a la vista, es que algunos de sus hombres, como Todman y Holder, operaron en el desmantelamiento y la imprescindible conversión de su imperio. ¿Para qué? Algún día tal vez se escriba un libro sobre el Exxel Group que explique cabalmente hacia dónde apuntaba esa operación.

Algunos periodistas que han investigado con rigor a Yabrán y su Imperio, como Santiago O'Donnell, subrayan que hubo nexos comerciales entre el
Cartero
y Juan Navarro anteriores a la compra de las empresas postales y aeroportuarias por parte del Exxel Capital Partners VLP, con sede en las islas Caimán, y sugieren que la operación pudo ser un "lavado de cara" del propio Grupo ante el grave perjuicio que supuso a sus empresas la exposición pública de Don Alfredo como presunto asesino de Cabezas. La compra, realizada en tiempo récord a fines de 1997, aún no está saldada: según algunas fuentes se deben aún 330 millones de dólares. Según el Exxel, la suma faltante es mucho menor: 135 millones. En una serie de notas publicadas en el diario
La Nación
con motivo del primer aniversario de la muerte de Yabrán, O'Donnell sostuvo que un antiguo enemigo del
Amarillo,
el
Virrey
Todman, ahora devenido
lobbista,
participó —a favor del grupo— en esta presunta jugada cosmética. El periodista también reproduce un chiste de Wenceslao Bunge sobre el traspaso: "¡Qué sorpresa se van a llevar cuando se enteren de que el Exxel compró con plata de Alfredo!". Si es así, el Imperio habría sobrevivido al suicidio del Emperador y el
dream
team
de inversionistas conseguido por Todman (en el que figuran pesos pesados de los Estados Unidos como Atlantic Ritchfield, Bankers Trust, MIT y Ford Fundation, entre otros) sería un mero
fronting,
la cobertura "blanca" de dineros negros que según algunos observadores, como el político radical Rodolfo Terragno, podrán ser fondos procedentes de la corrupción en fuga hacia los paraísos fiscales. Al cabo, el propio vocero de Navarro, el ex periodista de
La Nación,
Femando Lascano, le declaró a O'Donnell: "El fondo no tiene ninguna obligación legal de saber de dónde sacó la plata el inversor. Si lavan dinero es problema de ellos. Nosotros cumplimos con la ley". En la segunda nota de la serie, titulada "Los amigos americanos de Yabrán", O'Donnell afirma que una "conexión norteamericana", compuesta por los ex embajadores Todman y Cheek, favoreció a Yabrán en su repliegue táctico. Es verdad que Todman intervino, pero ¿la intención era ayudar al
Cartero?
¿O se pretendía reciclar una masa monetaria que Don Alfredo administraba para un tercero? En la misma nota de
La Nación
hay un dato muy sugestivo: "En el Exxel dicen que tanta participación del Departamento de Estado se debe a que para los norteamericanos la compra del Grupo Yabrán por parte de Exxel era la única forma de evitar un conflicto de graves consecuencias institucionales para la Argentina, un país muy importante para EE.UU.". La fuente no aclaró a qué
conflicto institucional
se refería.

Sean cuales fueran las razones por las que el Departamento de Estado apoyó la Operación Exxel, hay indicios claros de que los norteamericanos trabajaron activamente para satanizar a Yabrán y destruirlo, desde la visita de Dan Quayle, acompañado por Fred Smith, hasta el último acto. En junio de 1997, Joaquín Morales Solá revelaba en su columna de
La Nación
lo que le había confesado un ex ministro de Menem: "Cavallo fue empujado por los Estados Unidos a dar la batalla contra Yabrán". "Eso es lo que pasó y punto. Ni siquiera sé si no me gusta." En aquella columna, que llevaba por título "Washington apura el final", Morales Solá confirmaba que la inquina venía de lejos y no amainaba. "Los tres últimos embajadores (Terence Todman, James Cheek y el actual encargado de Negocios a cargo de la representación, Roland Godard) manifiestan, siempre en conversaciones reservadas, las sospechas sin medidas que les despertaba ese empresario cultor del secreto, de los manejos ocultos y de los negocios sin huellas". Para concluir: "Hay que parafrasear a esos mismos diplomáticos norteamericanos: la participación de Washington en el ocaso de Yabrán no está probada, pero hay sospechas tan grandes que parecen una simple certeza".

Pocos meses después, en
Informe Uno,
una pequeña publicación que edita Luis Pico Estrada, se revelaba: "Hace pocos días una delegación de inteligencia norteamericana desembarcó en la Capital Federal. Uno de sus objetivos: investigar las conexiones de Alfredo Yabrán con otros grupos empresarios locales. Desde La Plata despliegan la noticia de que la detención y procesamiento del señor Yabrán es un hecho". "La embajada de Estados Unidos está en el tema. El encargado de negocios Ronald Godard siguió de cerca las denuncias de Domingo Cavallo contra el empresario. No quiere dejar la Argentina (el próximo mes ocupará su nuevo destino en la OEA) sin algunos resultados". "Su sucesor, Manuel Rocha, trae su agenda anti-corrupción, anti-lavado y anti-narcotráfico (...) Como emisario vocacional del duhaldismo, José Luis Manzano, aconsejó a Franco Caviglia, justicialista militante de Domingo Cavallo: 'Apretá el acelerador contra Yabrán en los próximos días, el terreno está despejado', le dijo tras la detención de Ríos". Son apenas unas pocas muestras. Huellas de conexiones. Como el llamado del "vigilador" Archuvi a la custodia del Exxel Group, que aún no pensaba, aparentemente, hacerse cargo de las desacreditadas (y abaratadas) empresas de Alfredo Yabrán. Otro misterio, por cierto.

Un principio no escrito en el mundo de los negocios establece que cuando muere el verdadero dueño el dinero pasa a manos de los testaferros. Salvo que los herederos se muevan rápido y dispongan de medios coercitivos para poner las cosas en claro. En los mentideros políticos y en el ámbito oscuro de los servicios de inteligencia se afirma que María Cristina Pérez ha sido lo suficientemente lista y enérgica como para agarrar el teléfono y llamar, personalmente, a todos los prestanombres de su marido. Un informante asegura que habría empezado la recorrida por Ada Fonre.

La viuda, al parecer, tendría como principal consejero a uno de los "históricos" de OCASA, Francisco
Paco
Gazquez Molina, que, según algunas fuentes cercanas a la familia, estaría enfrentado con HC, el escurridizo señor Colella, que es —a la vez— consejero de los herederos y del Exxel Group, para el cual habría piloteado la compra de Casa Tía por la cadena de supermercados Norte. Con cuatrocientos dieciocho millones de dólares de patrimonio, Colella aparece ante la DGI como uno de los cinco contribuyentes individuales más ricos del país, pero ¿es todo suyo? El Delfín designado por Yabrán en su carta póstuma a Ester Rinaldi, tendría conflictos con María Cristina, su hermana Blanca y el influyente
Paco
Gazquez, debido —entre otras razones— a cuestiones de estilo: la viuda pretende que los negocios de la familia se sigan manejando con el hermetismo que impuso Don Alfredo hasta ser destapado por Domingo Cavallo; HC propone una política más abierta y
aggiornada,
como la que él mismo practicó, fugazmente, en los días que siguieron al escopetazo de San Ignacio. Más allá de la mayor o menor veracidad de las distintas versiones en danza, algo resulta claro: el hombre designado por Yabrán para sucederlo al frente del Imperio, no logra concentrar en sus manos las riendas del poder. A las presuntas diferencias con la viuda y su consejero Gazquez Molina, habría que sumar su enfrentamiento con Andrés Gigena, que también asesora al Exxel Group en las operaciones de Villalonga Furlong en los aeropuertos y estudia qué destino adjudicará a los ciento cincuenta millones de dólares que le corresponderían por la venta de EDCADASSA e Interbaires al fondo conducido por Juan Navarro. HC también se habría peleado con el intendente de Pinamar, Biaggio Blas Altieri y el socio menor del Arapacis y el Terrazas al Golf, Luis Abruzzese. Ambos hoteles fueron vendidos, en marzo pasado, a Samuel Liberman en un precio regalado: diecinueve millones de dólares.
Samy
Liberman, el viejo dueño de VCC y de la revista
Planeta Urbano
(amigo personal de Fernando de la Rúa y su esposa Inés Pertiné), condujo uno de los grupos que se presentaron a la licitación del Correo en 1997. La mayoría de los observadores sospechó entonces que era el caballo de Troya en el negocio que Cavallo le había vedado al
Cartero.
Dos meses antes de una venta que algunos vieron como un tratado de paz con Duhalde (que cuestionaba el casino del Terrazas al Golf), la obra inconclusa sufrió un incendio. El fuego (una constante en la historia del Grupo) destruyó varias oficinas repletas de documentos referidos al Terrazas y al Arapacis. Los bomberos de Pinamar sugirieron, claramente, que podía tratarse de un incendio intencional. Pero la agenda de conflictos de Colella no se agota en esas disputas, también ha tenido roces con Kroll (la CIA privada que conduce la seguridad del Exxel) por su renuencia a desprenderse de los pesados que conformaron Bridees, las tres Zapram y los Tres Círculos. Según revelaron Edi Zunino y Gabriel Michi en
Noticias,
el grueso de esa mano de obra "fue reciclado por Colella en una nueva compañía de seguridad para bancos" y el cuñado de Dinamarca, Celestino Blanco (el diputado cercano a Herminio Iglesias que participó en la gesta contra DHL) "sigue haciendo la limpieza de los aeropuertos, los depósitos fiscales y los aviones a través de Hacesa SA, más conocida por su nombre de fantasía: Orgamer SA". También Donda Tigel sigue en Ezeiza, con Quality Control que provee seguridad a Intercargo, ahora en manos del Ministerio de Defensa. El ex jefe de Inteligencia de la ESMA sigue negando que la empresa tenga algo que ver con el Grupo. Quality Control, además, presta servicios de seguridad a Transportes Vidal y allí revistan dos de sus viejos amigos del SPF: los ex represores Roberto Naya y Carlos Generoso. Estas adherencias molestan sobremanera al socio de Kroll, Frank Holder, que chocó personalmente con Dinamarca y Donda y rechaza una seguridad "paralela" a la que brindan sus hombres. El James Bond de Todman tampoco quiere que Colella pueda recuperar OCA, si Exxel no salda la deuda, y se opone a una posible venta de la empresa violeta a Amadeo Juncadella. Según Santiago O'Donnell, si algo de eso llegara a ocurrir, "Kroll se abriría del Exxel haciendo mucho ruido".

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