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Authors: Lope de Vega

Tags: #Drama, #Teatro

El caballero de Olmedo (3 page)

BOOK: El caballero de Olmedo
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FABIA: Pues, gallina,

adonde voy yo, ¿no irás?

TELLO: Tú, Fabia, enseñada estás

a hablar al diablo.

FABIA: Camina.

TELLO: Mándame a diez hombres juntos

temerario acuchillar,

y no me mandes tratar

en materia de difuntos.

FABIA: Si no vas, tengo de hacer

que él propio venga a buscarte.

TELLO: ¿Que tengo de acompañarte?

¿Eres demonio o mujer?

FABIA: Ven, llevarás la escalera;

que no entiendes de estos casos.

TELLO: Quien sube por tales pasos,

Fabia, el mismo fin espera.

(Vanse. Salen don RODRIGO y don FERNANDO, en hábito de noche)

FERNANDO: ¿De qué sirve inútilmente

venir a ver esa casa?

RODRIGO: Consuélase entre estas rejas,

don Fernando, mi esperanza.

Tal vez sus hierros guarnece

cristal de sus manos blancas;

donde las pone de día,

pongo yo de noche el alma;

que cuanto más doña Inés

con sus desdenes me mata,

tanto más me enciende el pecho,

así su nieve me abrasa.

¡Oh rejas, enternecidas

de mi llanto, quién pensara

que un ángel endureciera

quien vuestros hierros ablanda!

¡Oíd! ¿Qué es lo que está

aquí?

FERNANDO: En ellos mismos atada

está una cinta o listón.

RODRIGO: Sin duda las almas atan

a estos hierros, por castigo

de los que su amor declaran.

FERNANDO: Favor fue de mi Leonor.

Tal vez por aquí me habla.

RODRIGO: Que no lo será de Inés

dice mi desconfïanza;

pero en duda de que es suyo,

porque sus manos ingratas

pudieron ponerle acaso,

basta que la fe me valga.

Dadme el listón.

FERNANDO: No es razón,

si acaso Leonor pensaba

saber mi cuidado ansí,

y no me le ve mañana.

RODRIGO: Un remedio se me ofrece.

FERNANDO: ¿Cómo?

RODRIGO: Partirle.

FERNANDO: ¿A qué causa?

RODRIGO: A que las dos le vean,

y sabrán con esta traza

que habemos venido juntos.

Dividen el listón. Salen don ALONSO y

TELLO, de noche

FERNANDO: Gente por la calle pasa.

TELLO: Llega de presto a la reja;

mira que Fabia me aguarda

para un negocio que tiene

de grandísima importancia.

ALONSO: ¿Negocio Fabia esta noche

contigo?

TELLO: Es cosa muy alta.

ALONSO: ¿Cómo?

TELLO: Yo llevo escalera,

y ella…

ALONSO: ¿Qué lleva?

TELLO: Tenazas.

ALONSO: Pues, ¿qué habéis de hacer?

TELLO: Sacar

una dama de su casa.

ALONSO: Mira lo que haces, Tello;

no entres adonde no salgas.

TELLO: No es nada, por vida tuya.

ALONSO: Una doncella, ¿no es nada?

TELLO: Es la muela del ladrón

que ahorcaron ayer.

ALONSO: Repara

en que acompañan la reja

dos hombre.

TELLO: ¿Si están de guarda?

ALONSO: ¡Qué buen listón!

TELLO: Ella quiso

castigarte.

ALONSO: ¿No buscara,

si fui atrevido, otro estilo?

Pues advierta que se engaña.

Mal conoce a don Alonso,

que por excelencia llaman

"el caballero de Olmedo."

¡Vive Dios, que he de mostrarla

a castigar de otra suerte

a quien la sirve!

TELLO: No hagas

algún disparate.

ALONSO: Hidalgos,

en las rejas de esa casa

nadie se arrima.

RODRIGO: ¿Qué es esto?

FERNANDO: Ni en el talle ni en el habla

conozco este hombre.

RODRIGO: ¿Quién es

el que con tanta arrogancia

se atreve a hablar?

ALONSO: El que tiene

por lengua, hidalgos, la espada.

RODRIGO: Pues hallará quien castigue

su locura temeraria.

TELLO: Cierra, señor; que no son

muelas que a difuntos sacan.

Retírenlos

ALONSO: No los sigas. Bueno está.

TELLO: Aquí se quedó una capa.

ALONSO: Cógela y ven por aquí;

que hay luces en las ventanas.

(Vanse. Salen doña LEONOR, y doña INÉS)

INÉS: Apenas la blanca aurora,

Leonor, el pie de marfil

puso en las flores de abril,

que pinta, esmalta y colora,

cuando a mirar el listón

salí, de amor desvelada,

y con la mano turbada

di sosiego al corazón.

En fin, él no estaba allí.

LEONOR: Cuidado tuvo el galán.

INÉS: No tendrá los que me dan

sus pensamientos a mí.

LEONOR: Tú, que fuiste el mismo hielo,

¡en tan breve tiempo estás

de esa suerte!

INÉS: No sé más

de que me castiga el cielo.

O es venganza o es victoria

de amor en mi condición.

Parece que el corazón

se me abrasa en su memoria.

Un punto solo no puedo

apartarla dél. ¿Qué haré?

Sale don RODRIGO, con el listón verde en el

sombrero

RODRIGO: (Nunca, amor, imaginé Aparte

que te sujetara el miedo.

Animo para vivir;

que aquí está Inés.) Al señor

don Pedro busco.

INÉS: Es error

tan de mañana acudir;

que no estará levantado.

RODRIGO: Es un negocio importante.

[Doña INÉS y doña LEONOR

hablan aparte]

INÉS: (No he visto tan necio amante.

LEONOR: Siempre es discreto lo amado,

y necio lo aborrecido.)

RODRIGO: (¿Que de ninguna manera Aparte

puedo agradar una fiera

ni dar memoria a su olvido?)

INÉS: (¡Ay, Leonor! No sin razón

viene don Rodrigo aquí,

si yo misma le escribí

que fuese por el listón.

LEONOR: Fabia este engaño te ha hecho.

INÉS: Presto romperé el papel;

que quiero vengarme en él

de haber dormido en mi pecho.)

(Salen don PEDRO, su padre, y don FERNANDO con el listón verde en el sombrero)

FERNANDO: Hame puesto por tercero

para tratarlo con vos.

PEDRO: Pues hablaremos los dos

en el concierto primero.

FERNANDO: Aquí está; que siempre amor

es reloj anticipado.

PEDRO: Habrále Inés concertado

con la llave del favor.

FERNANDO: De lo contrario, se agravia.

PEDRO: Señor, don Rodrigo…

RODRIGO: Aquí

vengo a que os sirváis de mí.

Hablan bajo don PEDRO y los dos galanes.

[Doña INÉS y doña LEONOR hablan

aparte]

INÉS: (Todo fue enredo de Fabia.

LEONOR: ¿Cómo?

INÉS: ¿No ves que también

trae el listón don Fernando?

LEONOR: Si en los dos le estoy mirando,

entrambos te quieren bien.

INÉS: Sólo falta que me pidas

celos, cuando estoy sin mí.

LEONOR: ¿Qué quieren tratar aquí?

INÉS: ¿Ya la palabras olvidas

que dijo mi padre ayer

en materia de casarme?

LEONOR: Luego bien puede olvidarme

Fernando, si él viene a ser.

INÉS: Antes presumo que son

entrambos los que han querido

casarse, pues han partido

entre los dos el listón.)

PEDRO: Ésta es materia que quiere

secreto y espacio. Entremos

donde mejor la tratemos.

RODRIGO: Como yo ser vuestro espere,

no tengo más que tratar.

PEDRO: Aunque os quiero enamorado

de Inés, para el nuevo estado,

quien soy os ha de obligar.

(Vanse los tres hombres)

INÉS: ¡Qué vana fue mi esperanza!

¡Qué loco mi pensamiento!

¡Yo papel a don Rodrigo!

¿Y tú de Fernando celos!

¡Oh forastero enemigo!

¡Oh Fabia embustera!

(Sale FABIA)

FABIA: Quedo;

que lo está escuchando Fabia.

INÉS: Pues, ¿cómo, enemiga, has hecho

un enredo semejante?

FABIA: Antes fue tuyo el enredo,

si en aquel papel escribes

que fuese aquel caballero

por un listón de esperanza

a las rejas de tu huerto,

y el ella pones dos hombres

que le maten, aunque pienso

que a no se haber retirado

pagaran su loco intento.

INÉS: ¡Ay, Fabia! Ya que contigo

llego a declarar mi pecho,

ya que a mi padre, a mi estado

y a mi honor pierdo el respeto,

dime, ¿es verdad lo que dices?

Que siendo ansí, los que fueron

a la reja le tomaron,

y por favor se le han puesto.

De suerte estoy, madre mía,

que no puedo hallar sosiego

si no es pensando en quien sabes.

FABIA: (¡Oh, qué bravo efecto hicieron Aparte

los hechizos y conjuros!

La victoria me prometo.)

No te desconsueles, hija;

vuelve en ti, que tendrás presto

estado con el mejor

y más noble caballero

que agora tiene Castilla;

porque será por lo menos

el que por único llaman

"el caballero de Olmedo."

Don Alonso en un feria

te vio, labradora Venus,

haciendo las cejas arco

y flechas los ojos bellos.

Disculpa tuvo en seguirte,

porque dicen los discretos

que consiste la hermosura

en ojos y entendimiento.

En fin, en las verdes cintas

de tus pies llevastes presos

los suyos; que ya el amor

no prende por los cabellos.

Él te sirve, tú le estimas;

él te adora, tú le has muerto;

él te escribe, tú respondes;

¿quién culpa amor tan honesto?

Para él tienen sus padres,

porque es único heredero,

diez mil ducados de renta;

y aunque es tan mozo, son viejos.

Déjate amar y servir

del más noble, del más cuerdo

caballero de Castilla,

lindo talle, lindo ingenio.

El rey en Valladolid

grandes mercedes le ha hecho,

porque él solo honró las fiestas

de su real casamiento,

Cuchilladas y lanzadas

dio en los toros como un Héctor;

treinta precios dio a las damas

en sortijas y torneos.

Armado parece Aquiles

mirando de Troya el cerco;

con galas parece Adonis…

¡Mejor fin le den los cielos!

Vivirás bien empleada

en un marido discreto.

¡Desdichada de la dama

que tiene marido necio!

INÉS: ¡Ay, madre! Vuélvesme loca.

Pero ¡triste!, ¿cómo puedo

ser suya, si a don Rodrigo

me da mi padre don Pedro?

Él y don Fernando están

tratando mi casamiento.

FABIA: Los dos haréis nulidad

la sentencia de ese pleito.

INÉS: Está don Rodrigo allí.

FABIA: Esto no te cause miedo,

pues es parte y no jüez.

INÉS: Leonor, ¡no me das consejo?

LEONOR: ¿Y estás tú para tomarle?

INÉS: No sé; pero no tratemos

en público de estas cosas.

FABIA: Déjame a mí tu suceso.

Don Alonso ha de ser tuyo;

que serás dichosa espero

con hombre que es en Castilla

"la gala de Medina,

la flor de Olmedo."

FIN DEL PRIMER ACTO

ACTO SEGUNDO

(Salen TELLO y don ALONSO

ALONSO: Tengo el morir por mejor,

Tello, que vivir sin ver

TELLO: Temo que se ha de saber

este tu secreto amor;

que con tanto ir y venir

de Olmedo a Medina, creo

que a los dos da tu deseo

que sentir, y aun que decir.

ALONSO: ¿Cómo puedo yo dejar

de ver a Inés, si la adoro?

TELLO: Guardándole más decoro

en el venir y el hablar;

que en ser a tercero día,

pienso que te dan, señor,

tercianas de amor.

ALONSO: Mi amor

ni está ocioso, ni ese enfría.

Siempre abrasa, y no permite

que esfuerce naturaleza

un instante su flaqueza,

porque jamás se remite.

Mas bien se ve que es león

amor; su fuerza, tirana;

pues que con esta cuartana

se amansa mi corazón.

Es esta ausencia una calma

de amor, porque si estuviera

adonde siempre a Inés viera,

fuera salamandra el alma.

TELLO: ¿No te cansa y te amohina

tanto entrar, tanto partir?

ALONSO: Pues yo, ¿qué hago en venir,

Tello, de Olmedo a Medina?

Leandro pasaba un mar

todas las noches, por ver

si le podía beber

para poderse templar;

pues si entre Olmedo y Medina

no hay, Tello, un mar, ¿qué me debe

Inés?

TELLO: A otro mar se atreve

quien al peligro camina

en que Leandro se vio,

pues a don Rodrigo veo

tan cierto de tu deseo

como puedo estarlo yo;

que como yo no sabía

cuya aquella capa fue

un día que la saqué…

ALONSO: ¡Gran necedad!

TELLO: …como mía,

me preguntó, «Diga, hidalgo,

¿quién esta capa le dio?.

porque la conozco yo».

Respondí, «Si os sirve en algo,

daréla a un crïado vuestro».

Con esto, descolorido,

dijo, «Habíale perdido

de noche un lacayo nuestro;

pero mejor empleada

está en vos. Guardadla bien».

Y fuése a medio desdén,

puesta la mano en la espada.

Sabe que te sirvo, y sabe

que la perdió con los dos.

Advierte, señor, por Dios,

que toda esta gente es grave,

y que están en su lugar,

donde todo gallo canta.

Sin esto, también me espanta

ver este amor comenzar

por tantas hechicerías,

y que cercos y conjuros

no son remedios seguros

si honestamente porfías.

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