—El señor Piero de Medici es un hombre muy influyente aquí, en Lisboa —le explicó don Bartholomeu—. La policía no entraría en su casa sin pruebas, pero el señor Cadamosto se imaginó que os habrían hecho prisionero, y que os llevarían a otra parte durante la noche, en caso de que decidiéramos volver.
—Era exactamente lo que pensaban hacer —confirmó Andrea.
—Cuando doña Angelita gritó —añadió Leonor—, el señor Cadamosto entró enseguida con los guardias.
El veneciano sonrió, mostrando unos dientes blanquísimos que destacaban en la tez oscura de la cara.
—Pero ya era demasiado tarde para ayudar —dijo—. Como era de esperar, el señor Andrea tenía la situación bajo control.
—Llegasteis a tiempo de evitar que matara a Mattei —dijo Andrea agradecido—. No tendré que llevar ese peso en mi conciencia.
—Para ser un hombre pacífico, señor Andrea, sois muy eficaz en batalla —le dijo Cadamosto, admirado—. Espero que estéis siempre de mi parte.
Cuando don Bartholomeu y el veneciano salieron, cerrando la puerta tras ellos, Andrea abrazó a Leonor.
—Mis días de lucha han terminado, al menos por el momento,
carissima mia
—le dijo—, y no puedo decir que lo sienta.
—Han terminado para siempre —le corrigió, levantando la cara hacia él—. Es hora de que volváis a vuestro trabajo de siempre como cartógrafo.
—Y, ¿por qué no a uno nuevo? —le preguntó después de un buen beso—. El de marido y padre.
—Me temo que tendréis que demostrar vuestra habilidad para ello —le dijo con recato—, aunque aún tengo que ver algo que Andrea Bianco no consiga hacer bien.
[1]
En el Islam, entidad que es análoga a Satán en el cristianismo.
[2]
Término usado en las fuentes clásicas para referirse a un lugar, generalmente una isla, en el norte lejano, a menudo Escandinavia.
[3]
La actual Asuán.
[4]
Una de las islas descritas por los hermanos Zeno, que puede referirse realmente a Labrador.
[5]
Droceo o Drogeo; por su localización, puede tratarse de Terranova.