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Authors: Mailer Norman

El castillo en el bosque (28 page)

BOOK: El castillo en el bosque
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Como supe enseguida, no sería sencillo acercarme a Nicky: así le llamaban todos los miembros de su familia numerosa. Nicky tenía una hermosa madre danesa, la emperatriz María, viuda del zar recientemente fallecido, el zar Alejandro III, y cuatro tíos que eran grandes duques, así como hermanos, hermanas, primos y familiares políticos. Hasta donde pude averiguar, aquellos parientes le tenían todos un cariño sorprendente.

Pero, como digo, no podía acercarme. Nunca había visto a un ser humano tan bien custodiado por escuadrones de ángeles. Por lo general, dispongo de sentidos agudos que me facultan para captar el peso espiritual de un hombre. Desde el extremo de una habitación espaciosa, percibo fallos de carácter en el borde de un orificio nasal o las anfractuosidades de una oreja. Pero no trato de emplear esos finos sentidos en cada ocasión. La existencia satánica sería enervante si estuviéramos obligados a actuar a nuestro máximo nivel. Recurrimos a esas facultades sólo cuando necesitamos conocer mucho, y con urgencia, de un hombre o una mujer.

Sin embargo, no estaba en mi mano acercarme a Nicky: demasiados Cachiporras. Una vez más, tuve que servirme de materiales que nuestros diablos rusos habían obtenido de criados reales que trabajaban en los palacios de San Petersburgo o en las iglesias y oficinas del Kremlin. Nos proporcionaron copias de numerosas cartas y diarios. Daba la impresión de que todos los miembros de las familias reales europeas escribieran cartas a padres, hijos, tías, tíos, primos y amigos íntimos. El zarevich, que pronto se convertiría en Nicolás II, había hecho desde la adolescencia anotaciones cotidianas en su librito repujado. Para la hora de su coronación se sentía tan cercano a Alix (la futura zarina Alejandra) que ella no se separaba de su lado. Literalmente. Ella no sólo tenía acceso a su diario, sino que a veces insertaba en sus páginas sus propios apuntes.

Yo estaba fascinado. Aquellos dos jóvenes estaban emparentados con las más importantes monarquías europeas. Alix quizás sólo fuera una princesa de Hesse, pero su madre, Alice, había sido una de las tres hermanas de la reina Victoria. Cuando Alice murió, Alix sólo tenía siete años, pero la reina Victoria la invitó a visitar Inglaterra en muchas ocasiones.

Estaba también Guillermo II, que aún habría de convertirse en el muy vilipendiado káiser Guillermo de la Primera Guerra Mundial. Daba la casualidad de que era el hijo de la hermana mayor de la reina Victoria. O sea que era primo de Alix. El príncipe inglés que llegaría a ser el rey Jorge V de Inglaterra era primo de Nicky. En su momento, el hijo mayor del rey Jorge, se convertiría en Eduardo VIII, hasta que abdicó del trono para casarse con Wallis Simpson. Rodeada por nuestros demonios, la pareja viviría durante décadas como duque y duquesa de Windsor. (El D. K. ni siquiera se molestó en asignarles un ángel.)

Si enumero todos estos lazos de familia, es sólo para realzar lo reales que eran las raíces de Nicky y Alix. Puedo añadir que todos aquellos parientes augustos parecían convenir en que estaban muy enamorados, un amor raro y auténtico.

El Maestro albergaba sus dudas. A mí me comentó: «El Dummkopf Se presenta como el todopoderoso avatar del amor. Él es el amor y los que Le aman están llenos de amor, y el amor mismo resolverá todos los problemas humanos. Con esta pomada tóxica, no sólo embauca a tres cuartas partes de la humanidad, sino que Se engaña a Sí mismo. Nadie cree en el amor tanto como el Dummkopf.»

¿Esto explicaría el gran número de Cachiporras aquí? ¿Se había refugiado Dios en la hipótesis medieval de que la monarquía constituía el mejor soporte de la sociedad? ¿De verdad suponía que si un rey joven y guapo y una reina joven y atractiva seguían majestuosamente enamorados y estaban plenamente entregados a la creencia en la bondad Divina, entonces Él, Dios, caramba, avalaría un audaz experimento? ¿Saldría mejor que algunos de Sus otros designios? Las monarquías anteriores habían estado notablemente desprovistas de amor entre sus titulares.

Me sentí aliviado. Ahora tenía una premisa. El D. K. ya no estaba en plena posesión de Sus facultades. ¿Sería esto verdad o era falso?

3

En todo caso, ¿cómo considerar senil al Señor? Cuando alguna vez me encuentro cerca del mar, es difícil creer que esté sufriendo una pérdida de Sus capacidades. En realidad, pueden despertarme una inquietud similar un campo hermoso, un peñasco rocoso, una puesta de sol incomparable o la réplica de los cielos cuando el trueno sigue al relámpago. Hasta podemos citar el deslumbramiento de la hierba cuando hay rocío en el suelo.

Por supuesto, Él habría podido moldear todo esto hace eones, cuando Se hallaba en el apogeo de Sus poderes creativos. En tal caso, ¿cavilaba ahora sobre la posibilidad de que estuviera perdiendo Su fuerza, lo cual podría ser el motivo de que la humanidad hubiera sido Su última creación lograda? ¿Nos inundaban ahora los titubeos de una divinidad antigua? Aquel Nicky y su Alix parecían tan ingenuos, tan incapaces de algún vasto proyecto... Aunque no había podido aproximarme a su presencia material, sin duda había absorbido el tono de su amor, su piedad, su inocencia. Había leído centenares de comunicaciones entre ellos. Si opto por mostrar algunas de estas misivas es para dar una idea de lo jóvenes que eran.

En junio de 1894, cuando hacía sólo dos meses que se habían prometido, Nicky escribió a Alix en inglés, una lengua que compartían:

Te amo tan profunda y tan intensamente que no puedo mostrarlo: ¡es un sentimiento tan sagrado que no quiero expresarlo en palabras que parecen pobres y mansas y vanas! Pero ahora intentaré romper mi costumbre de ocultar mis sentimientos, porque en algunas ocasiones me parece incorrecto y egoísta. Mi querida prímula, ¡¡¡¡¡te amo, cariño!!!!!

Debo decir que me tomé la molestia de contar los signos de admiración. En definitiva, ¿no es un rasgo de afinidad entre nosotros? El lector observador quizás haya advertido que a veces me gustan esos énfasis al final de un paréntesis. (¡La interrupción de la atención debería fingir vitalidad, como mínimo!)

Cuatro meses después, el padre de Nicky está gravemente enfermo. Alix, siempre proclive a consignar sus sentimientos en el diario de Nicky, escribe:

Dímelo todo, dushka, puedes confiar plenamente en mí, considérame un pedazo de ti mismo. Que tus alegrías y tristezas sean las mías, para que podamos estar siempre cada vez más juntos. Mi dulce único, cuánto te quiero, tesoro querido, mi absolutamente único.

¡Sólo tuya, tu muy totalmente pequeña spitzbube
[9]
, gatito mío!

Diario de Nicky, 20 de octubre, Livadia

¡Dios mío, Dios mío, qué día! El Señor ha llamado a Su seno a nuestro adorado, queridísimo papá. La cabeza me da vueltas, no puedo creerlo... Parece inconcebible, una realidad terrible.¡Ha sido la muerte de un santo! ¡Señor, ayúdanos en estos días horribles!

Más adelante supe que Nicky estaba rememorando la hora de su infancia en que un nihilista había conseguido colocar una pequeña bomba en el vagón de tren donde viajaba la familia real, pero resultó que el artefacto explotó hacia arriba y voló el techo. En consecuencia, nadie sufrió heridas. Después, sin embargo, el techo empezó a venirse abajo. Alejandro III, un hombre gigantesco, utilizó la fuerza santa y pagana de sus brazos para sostener la estructura que se derrumbaba el tiempo necesario para que su familia fuera rescatada. Sólo un santo poseía semejante fuerza, declaró la emperatriz María, una mujer menuda y hermosa.

Nicky, que era bajo como su madre, también veneraba el pecho poderoso de Alejandro. Durante la adolescencia, por tanto, había practicado el culturismo. También destacó como jinete y en la caza: una cuestión de honor para él. Lucía barba y un fino bigote castaño, pero nunca pudo parecer tan fornido como un Romanov.

21 de octubre, Livadia

Después del almuerzo rezamos por los difuntos y también a las 9 de la noche. ¡La expresión en la cara de papá era maravillosa, sonreía como si estuviera a punto de reírse!

22 de octubre

Anoche tuvimos que bajar el cuerpo de papá, ya que por desgracia había empezado a descomponerse enseguida.

En efecto, pronto tuvieron que cubrir al emperador con un paño imperial. Sus manos y su cara se estaban poniendo negras.

La boda con Alix se celebró pocos días después del funeral: no era conveniente que el nuevo zar fuese un hombre soltero. Aunque la ceremonia tuvo lugar un año entero antes de mi llegada a Rusia, nuestros demonios in situ me ofrecieron crónicas tan detalladas como para infundirme la seguridad de que yo había asistido de pie al acontecimiento en el Palacio de Invierno, junto con diez mil miembros de la pequeña nobleza. No nos dieron sillas. Los rusos parecen creer que los oficios devotos reclaman una penitencia corporal. Los poderosos tuvieron que permanecer de pie las tres horas que duró la liturgia. En todo ese tiempo hubo música coral, triste a su manera pero majestuosa, debido a la duración del evento. Era como si tuvieran que oírse una y otra vez los más profundos gemidos de Jesucristo antes de que la novia pudiese ser proclamada emperatriz. Todos se apresuraron a ensalzar su dignidad, su belleza y la forma en que inclinaba la cabeza cada vez que saludaba a alguien. Nuestros demonios, que no son nada generosos en estas materias, comentaron que el balanceo de su cabeza recordaba el de una paloma.

4

Durante una estancia en Tsarskoe Selo, Nicky escribió en su diario:

Un lugar tan querido para los dos; por primera vez desde nuestra boda, hemos podido estar solos y vivir en verdadera intimidad.

Alix añadió:

Nunca creí que existiera una felicidad tan absoluta en este mundo, un sentimiento de unidad semejante entre dos mortales. Te amo: estas dos palabras contienen toda mi vida.

Al día siguiente Alix escribió:

Por fin unidos, atados de por vida, y cuando la vida termine, volveremos a reunirnos en el otro mundo para allí seguir juntos por toda la eternidad.

Me intrigó su confianza en que compartían el mismo pasaporte a la vida eterna. Rara vez había yo encontrado unos recién casados que estuviesen tan enamorados. Pero Nicky tenía veintiséis años y no era novato en aquellas lides. Puesto que Alix había sido virgen, yo me sentía inclinado a pensar que en sus apuntes le preocupaba excesivamente demostrar lo enamorada que estaba.

Además, yo no podía estar seguro respecto a los sentimientos de Nicky. Cada vez que atravesaba un hermoso bosque, se diría a sí mismo que aquel paraje precioso era su país. Había sido elegido por Dios. ¿No vería el amor como una ascensión vertiginosa en la que el único modo de conservar el equilibrio era seguir ascendiendo?

Aun así, subsistía la deplorable incógnita. Sin duda era imaginable que en Su deseo de alimentar a aquel matrimonio, Dios les estuviese enriqueciendo con éxtasis físicos. ¿Cómo saberlo? Yo sólo tenía el lenguaje de sus cartas y la conjetura razonable de que si Dios iba a escoger a un zar, le apoyaría con sabiduría y fortaleza: contra, por supuesto, las no pequeñas mañas del Maestro.

5

Por otra parte, también cabía preguntarse si Dios habría preparado muy bien a aquel joven para ser zar. Es seguro que la corte no lo había hecho. Como todo el mundo daba por sentado que Alejandro III reinaría durante, como poco, otra generación, a Nicky apenas le prepararon para la vida pública.

17 de enero de 1895, San Petersburgo

Un día agotador. Estaba nerviosísimo por la obligación de ir a pronunciar un discurso en Nikolayevsky Hall ante los representantes de la nobleza y los comités municipales.

Se había encerrado con los grandes duques antes de pronunciar el discurso. Le aseguraron que debía seguir las huellas de su padre. «¡Nicky, tienes que ser
absoluto
!» Su abuelo, Alejandro II, había sido asesinado. Su padre había rozado la muerte en aquel tren. Había que proclamar una lealtad absoluta.

Del discurso de Nicky:

Tengo conocimiento de que en algunos
zemstvos
se han levantado voces del pueblo arrastradas por sueños insensatos de participación en los asuntos del gobierno.

Que todo el mundo sepa que defenderé los principios de la autocracia con tanta firmeza e inflexibilidad como mi difunto e inolvidable padre.

A pesar de estas promesas de mando implacable, los deberes oficiales le oprimían. Se lamentaba sin cesar de que no pasaba suficiente tiempo a solas con Alix.

Cuando llegó a su fin el primer invierno de su matrimonio, ella empezó, sin embargo, a manifestar
síntomas.
Contábamos con ello. Los síntomas eran nuestra especialidad. Nunca era fácil enrolar a las mujeres victorianas, pero siempre podíamos introducir un escalofrío en su defensa encorsetada de la virtud personal. Bastaba con teñir sus sueños con algún que otro pensamiento maloliente. Los síntomas pronto aparecían.

9 de abril de 1895, San Petersburgo

Por desgracia, el dolor de cabeza de la querida Alix ha durado todo el día. No ha ido a la iglesia ni ha almorzado.

10 de abril, San Petersburgo

La querida Alix ha sufrido un dolor inaguantable en las sienes y siguiendo mi consejo, no se ha levantado de la cama.

¡Una jaqueca en curso! Cuando son lo bastante intensos para calificarlos de migraña, esos dolores expresan un claro deseo de cometer un asesinato. No creo que Alix albergara tales sentimientos hacia su marido, pero otro cantar sería en el caso de su suegra. La emperatriz María había adorado a su inmenso marido por los mejores motivos, y uno de ellos era que había sido emperatriz. Se desarrollaban animosidades.

En junio, no obstante, Alix se vio liberada de las peores jaquecas. También estaba embarazada. Sospecho que su suegra, en consecuencia, no pudo ejercer tanta presión sobre sus sienes. En una anotación del 10 de junio en el diario de Nicky, Alix escribió:

Mi dulce y bueno querido Hombrecito, Joyita te ama tan profunda e intensamente..., qué felicidad intensa..., la nuestra..., muy nuestra...; qué felicidad puede haber más grande; sólo que Joyita debe procurar ser lo más buena y amable posible para que otra personita no sufra. Un beso grande.

Estamos en junio, pero el bebé no nacerá hasta noviembre. ¿Está Alix sugiriendo que el enanito y la joya no tengan contacto de cintura para abajo hasta que llegue el bebé?

Mi comprensión no avanzaba. Ninguno de nosotros estaba dispuesto a reconocerlo (y menos aún admitirlo ante el Maestro), pero la existencia de un amor auténtico enturbiaba la claridad de nuestro análisis. Captábamos todos los aspectos del amor falso y éramos demoníacos convirtiendo las susceptibilidades del amor en los imperativos de la lujuria. Por supuesto, hay ocasiones especiales en que Dios decide que la lujuria es beneficiosa para alguno de Sus elegidos, sí, pero también existe la del propio Dios, y el tema puede resultar ambiguo.

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